El domingo 13 de agosto se definirá quién será la candidata o candidato presidencial de la coalición de derecha. Aunque han escenificado una interna despiadada, nada sustantivo los separa.
Quienes han sufrido alguna estadía en instalaciones policiales, saben que la alternancia del policía “bueno” y el policía “malo” no es una metáfora, sino una táctica puesta al servicio de, como mínimo, sonsacar información. Cuando no a contribuir al deterioro físico, psíquico y moral de quien se halla en manos de las fuerzas represivas. Y, entiéndase bien, no se trata de comportamientos antagónicos, sino que se articulan, se complementan, se auxilian mutuamente para el mejor cumplimiento de objetivos compartidos.
Constituye ya un tópico el señalamiento de que les candidates de Juntos por el Cambio (JxC) tienden para esta elección a proferir amenazas más que a preocuparse de hacer promesas agradables. Parecen dirigirse a ciudadanas y ciudadanos afectados sobre todo por miedos e incertidumbres, que quieren que se les diga que se combatirá con decisión y toda la violencia que sea necesaria a sus “enemigos”. Individuos aislados que voten a partir de desencantos y resentimientos, sin confianza en ningún proyecto colectivo.
En la oposición de derecha están convencidos de haber ganado una “batalla cultural” frente al “populismo” y contar con amplios sectores de ciudadanía dispuesta a dar sustento a un programa de privatizaciones y generación de amplias oportunidades de negocios para magnates locales y trasnacionales del extractivismo.
Larreta emergió tras los comicios de 2021 como el “número puesto” a la hora de consagrarse como el próximo presidente en los comicios de este año. Pero apareció como “aliado” de Alberto Fernández en pandemia y vio disminuir su favor entre el antikirchnerismo más furioso. Dio por sentado el retiro de Mauricio Macri, y esto no ocurrió, el expresidente se perfiló de a poco como un crítico no deseado de sus acciones políticas. Y la presidenta de PRO, Patricia Bullrich despuntó como una postulante de la intransigencia de los “principios” de la alianza de las derechas. Pretendido principismo extendido a la propuesta de “mano dura” en todos los terrenos, incluida la economía. “Patricia” logró eco creciente y el proyecto presidencial del jefe de gobierno porteño aparece hoy complicado.
A la hora del reparto de roles, Rodríguez Larreta tiende a desempeñar el de “bueno” si es que la idea de bondad cabe en la gama de comportamientos dentro de JxC. Hombre “de la gestión”, con fuertes tonos tecnocráticos, amigo del “tablero de comando”, de los informes prolijos y de las concienzudas reuniones de trabajo, está claro que lo suyo no son las efusiones emotivas ni las expresiones altisonantes que tanto gratifican a su rival interna.
Recoge el tipo de discurso de PRO desplegado sobre todo en 2015. El del diálogo y el consenso opuesto al “autoritarismo” y la “intolerancia” de los gobiernos Kirchner. Esa argumentación nunca le calzó del todo bien al ingeniero Macri, cuya propensión al abuso de autoridad y las amenazas a menudo bordea la flagrancia.
“Horacio” está a priori entre los mejor adaptados en el campo de la derecha para cierta reivindicación de la “rosca” política. Es decir de la construcción de alianzas amplias que den sustento a una ofensiva de largo alcance en contra de las conquistas de trabajadores y pobres. Orientada además a producir una derrota aplastante a la clase obrera y el pueblo y un grado de desorganización y desmovilización que pueda durar todo un período histórico. Ya lo hizo Carlos Menem, con apoyo sindical y del “aparato” del PJ, en la década de 1990.
Podría observarse que si ésos son los objetivos centrales, el postulante de Unión por la Patria, Sergio Massa, aparece igual de apto para esa empresa. La diferencia de Larreta es que no tiene compromiso con los sectores “indeseables” del peronismo, como sí los mantiene el actual ministro de Economía. De hecho las propuestas de diálogo del jefe de gobierno excluyen con claridad al kirchnerismo.
Sólo el peronismo considerado “republicano” cuenta con el placet para tomar parte en la aplicación de lo que no será un mero programa de ajuste como el que se halla en curso en la actualidad. Sino una avanzada de modificaciones regresivas con vocación de permanencia.
Está claro que la socorrida diferenciación entre “halcones” y “palomas” no equivale a que debatan dos proyectos con matices sustanciales.
Sólo difieren en la velocidad y en la necesidad estimada de apoyos y aliados. Y albergan otra coincidencia fundamental: A la hora de desplegar la violencia contra la resistencia popular que susciten sus acciones, están dispuestos a utilizarla con amplitud. Tal como lo ha hecho Gerardo Morales en Jujuy, el hombre de “Horacio” para vicepresidente.
El “republicanismo” es un lema conveniente a la hora de invocar pulsiones antiperonistas, nunca una verdadera disposición al respeto de derechos y libertades públicas. Nada bueno puede esperarse de “duros” ni de “blandos”. Nada más firme que su compromiso compartido con el gran capital en la construcción de una Argentina para pocos.
Fuente: https://tramas.ar/2023/08/07/horacio-el-bueno/