Formas de trabajo no capitalistas en Argentina. ¿Una modalidad transitoria de subsistencia o la prefiguración de la Sociedad futura?

En nuestro país, donde prácticamente la mitad de la población es calificada como “pobre” por el INDEC y donde prolifera el “trabajo en negro” y los indigentes se cuentas por millones, el asistencialismo estatal junto con organizaciones semiestatales y otras, como la Iglesia Católica, tratan de “contener” a esa enorme masa de población mediante planes diversos que incluyen desde el alimento brindado en comedores escolares y merenderos y comedores sostenidos por la Iglesia católica y otras organizaciones no gubernamentales como así también por las organizaciones de diverso signo formadas por trabajadores desocupados, hasta subsidios en dinero efectivo y bolsas de alimentos, esperando que una posible bonanza económica permita a la burguesía derramar parte de sus enormes ganancias y así mejorar los índices de ocupación y calidad de vida sin modificar el sistema económico capitalista vigente.

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Hay alternativas, aunque sean costosas

Quiero comenzar con una pequeña inquietud: en la Red, a veces, ponemos demasiado énfasis en los que somos escritores, es decir, en los que utilizamos la palabra para comunicarnos con la gente. Pero he estado pensando que mientras la derecha tiene cientos de tanques de pensamiento funcionando, nosotros estamos atados y debemos buscar la manera de aunar esfuerzos.

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Armando Hart: “El socialismo real ya caducó”

En esta entrevista, Armando Hart Dávalos, uno de los líderes de la Revolución Cubana, cree necesario “reinventar la forma de hacer el socialismo”, y dice que en el continente se pueden sentar “las bases de un diálogo” entre sectores populares y académicos.

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Argentina 2008-2009. Algunas reflexiones

Intentar una reflexión sobre la situación de Argentina al final de 2008 implica el desafío de salir de las elucubraciones sobre el declive de la popularidad del gobierno, los escasos logros de la oposición y de la prospectiva más o menos vulgar sobre el horizonte de crisis económica que todo indica se avecina. Lo que nos interesa aquí es examinar el cuadro desde el ángulo dado por las perspectivas de los movimientos populares, atravesados en muchos casos por la puja entre una tendencia más o menos desfalleciente a dar apoyo a las “políticas populares” del gobierno Kirchner, y la de mantener claramente la independencia y la actitud crítica frente a un gobierno que en lo sustancial está ligado a la suerte de la gran empresa, mas allá de gestos fuertes de “arbitraje” entre distintos sectores capitalistas, vinculados también a la necesidad de afirmar un rol más activo para el aparato estatal, en una perspectiva de crisis.

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Cuatro jóvenes cubanos opinan sobre la Revolución cubana.La Revolución cubana a sus 50 años: retos del socialismo.

Creemos que la historia vivida en Cuba nos ha legado advertencias revolucionarias al presente. Por ello, podemos entender el precio, las dificultades, los retrocesos y las ampliaciones de la libertad como un ideal concreto; la fuerza y la fragilidad de las utopías; la precariedad de la fe, cuando es indiscutida —y su estéril soberbia—; el carácter insaciable de la libertad: cuando se vive reclama cada vez más libertad.
Entendemos que la revolución es la ampliación de cada libertad conquistada.

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“Aportes para pensar el papel de los intelectuales en la América Latina del siglo XXI desde la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu”

Estas páginas están impulsadas por las inquietudes que nos genera lo que consideramos debería ser un primer momento de balance del un ciclo abierto hace casi diez años en América Latina, caracterizado por la emergencia de procesos de movilización popular que cuestionaron en la región el monologo neoliberal.

En lo que a nuestro tema específico se refiere, consideramos que en el marco de los procesos políticos abiertos en la región, que suponen la posibilidad de construir alternativas a la globalización neoliberal e incluso reinstalar el debate sobre el socialismo, la pregunta acerca del papel de los intelectuales cobra un renovado vigor.

Los debates generados en torno a la emergencia y características de dichos procesos; su participación en movimientos sociales y Gobiernos; las transformaciones generadas por la supremacía de la cultura massmediática y las nuevas tecnologías de la información, son algunos de los acontecimientos que nos impulsan a retomar la pregunta sobre el papel que los hombres y mujeres que actúan en el universo de las ciencias, las artes y las letras vienen desempeñando en el presente contexto.

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Héctor P Agosti. Apuntes para pensar el rol de los intelectuales

El propósito de este trabajo es sistematizar y analizar los núcleos centrales que hacen a la reflexión acerca del papel de los intelectuales en la prolongada obra de Héctor P. Agosti (1911-1984). Para ello daremos cuenta de un primer momento vinculado a los escritos de juventud del autor para luego adentrarnos en las reflexiones que siguieron a la lectura, difusión y utilización de la obra de Antonio Gramsci.

Si bien pondremos el foco en un análisis conceptual, haremos referencia a las distintas circunstancias que constituyen los contextos de producción y circulación de la obra de Agosti en sus diferentes etapas. En ese sentido adelantamos una constante, su condición de militante y dirigente del Partido Comunista Argentino (PCA), partido al que perteneció desde su juventud hasta su muerte. Y también el hecho de ser impulsor de diversos proyectos editoriales y culturales, entre los que se destacan las revistas Expresión y Cuadernos de Cultura, la iniciativa de la Casa de la Cultura y la publicación de gran parte de los escritos de Gramsci cuando apenas habían sido difundidos en su idioma original.

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CONSTITUYENTE SOCIAL: EN EL CAMINO DE CONSTRUIR MOVIMIENTO POLÍTICO ALTERNATIVO

La crisis Argentina del 2001/2002 estuvo atravesada por la dificultad de los movimientos populares, de trabajadores, de desocupados, de mujeres, de jóvenes, de vecinos y de ciudadanos por acumular políticamente los conflictos desarrollados en ese período. El principal elemento que determinó esta dificultad fue la incapacidad por parte de los sectores populares para construir una alternativa política. Es en ese marco que la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), decidió en su Congreso de fines del 2002 impulsar una convocatoria para fundar un nuevo movimiento político, cultural y social con el objetivo de constituir el sujeto histórico para la construcción de una alternativa ante la crisis generando un espacio de apertura y articulación con otros actores sociales de un nuevo proyecto de país.

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NUEVAS TECNOLOGÍAS Y MEDIOS ALTERNATIVOS EN AMÉRICA LATINA

El presente trabajo intenta dar un aporte para el impulso de la utilización de las nuevas herramientas tecnológicas por parte de los movimientos sociales y políticos que luchan por la construcción de una alternativa al poder hegemónico. Se necesita profundizar en el estudio sobre el despliegue de las redes alternativas de comunicación, entendidas como un sector cuya construcción, articulación y crecimiento es necesario para aportar al desarrollo de las luchas sociales y políticas, ya sea en el ámbito local, regional o global.

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Los dilemas de la política

Si el presente era promisorio con relación a un pasado turbulento como el de los recesivos años transcurridos entre 1998 y 2002, lo que importaba era la reversión del ciclo asociado a una imagen de no retorno y ascendente progreso. El sentido común imperante rezaba que la asignatura pendiente para eliminar la pobreza llegaría finalmente, no en vano del 57% de población bajo la línea de la pobreza se había reducido al 24% y el 21,5% de desempleados había disminuido al 7,8%. Era solo cuestión de tiempo para cumplir el sueño de eliminar ambos flagelos sociales. En el plano político, la normalidad se manifestaba como renovación presidencial en diciembre del 2007, con continuidad de los principales ejes en el gobierno y buena parte del gabinete de ministros. Cristina Fernández era la continuidad de Néstor Kirchner y no se dudaba de una proyección similar, con el ejercicio del Poder Ejecutivo de “una u otro” por varios periodos constitucionales.

El kirchnerismo expresaba la nueva cara de la hegemonía política en la Argentina. El imaginario era entonces de normalidad económica y política, lo que hacía realidad la propuesta realizada el 25/5/03 por el Presidente electo para “reconstruir el capitalismo nacional”, traducido como un orden socioeconómico “serio” o “normal”. Los piquetes, asambleas y cacerolazos propios de un tiempo de protesta, organización y movilización, daban lugar al retorno de las negociaciones colectivas de los contratos de trabajo y a la conciliación de clases en un renovado “Consejo del salario mínimo, el empleo y la productividad”. Todo indicaba que se pasaba de la lucha de calles a la concertación mediada por las corporaciones. Claro que subsistían los límites institucionales y la tradición del sindicato único, aún con la renovación gremial expresada en nueva organicidad de trabajadores y empresarios. En el centro de escena brillaba el acuerdo político entre el gobierno, los industriales de la UIA y los sindicalistas de la CGT. A ellos asociados aparecían otra franja de beneficiarios del modelo de producción y exportación que se inauguró con la devaluación de Duhalde y el respiro por el no pago parcial del endeudamiento logrado entre 2002 y 2005 por Rodríguez Saá. Estas dos últimas medidas son causa originaria directa del ciclo de crecimiento posterior.

Sin embargo, la normalidad se afectó con el conflicto surgido por el lado menos esperado, el campo. Producto de grandes cambios operados, tecnológicos, productivos y económicos, especialmente en los años 90´, la liberalización del sector agropecuario había transformado el perfil productivo local desde la diversidad productiva a la hegemonía de la soja transgénica. Alcanzaron pocos 15 años para entronizar el predominio de la soja sobre producciones tradicionales en emblemáticas zonas (algodón en el Chaco, p.e.) y para colonizar tierras destinadas al ganado y otros cultivos. Esos cambios materiales sustentaron nuevas culturas sociales y de clase, con sus respectivas manifestaciones de riqueza y pobreza. Como en todo tiempo de “progreso” lo visible era la expansión de la construcción y la renovación del parque automotor y de maquinaria agrícola derivado del boom de precios internacionales y de la extensión de la frontera de la soja. Era escamoteado el problema de la agricultura familiar y comunitaria, tanto como de los pequeños productores insubordinados a la nueva lógica de la producción de soja. El fenómeno aparecía como un problema a resolver con los frutos de una distribución secundaria derivada del progreso sustancial de la producción hegemónica. La lógica política se estremeció cuando el gobierno intentó apropiar renta con argumentos cambiantes entre marzo y julio, ya que terminó proponiendo una utilización no explicitada al comienzo. El destino final de los eventuales recursos apareció más por la presión social que por convicción originaria. La realidad es que los propietarios no quisieron resignar ganancias y el gobierno erosionó buena parte del consenso político logrado hacia fines del verano.

*Nuevo ciclo*

Un ciclo político estaba llegando a su final y habilitó un reordenamiento de la política, a derecha e izquierda. Aunque el kirchnerismo lograba normalizar el PJ y atraer al mismo a Roberto Lavagna, ex Ministro de Economía de Duhalde y Kirchner, el conflicto agrario reavivó la sempiterna interna del peronismo para desarmar el orden en construcción y hacer emerger nuevas apetencias de poder político. Puesta en funcionamiento la lógica política de grupos peronistas desplazados, emergió la disidencia parlamentaria que arrastró a la división en el Poder Ejecutivo, reanimando la posibilidad rediviva del raquítico radicalismo. El vicepresidente Julio Cobos, desoyendo el mandato presidencial con su voto negativo, encendió las esperanzas de otro proyecto político para la normalización capitalista de un ciclo de ascendentes ganancias para la clase dominante. Por primera vez en mucho tiempo se ganaba la calle, arrastrando a pequeños productores y parte de las capas medias urbanas con un conflicto que suponía beneficios extraordinarios para la clase dominante. El gobierno perdía consenso entre sectores que lo habían votado recientemente y perdía voluntades de grupos políticos al interior del peronismo y de otros no peronistas que habían protagonizado la expectativa de una construcción más allá del peronismo.

El escenario había cambiado, aunque debe reconocerse que nuevos aliados conquistó en ese proceso, especialmente entre un grupo importante de intelectuales. El desorden de la política incluyó a la izquierda que se posicionó en variadas formas en el conflicto, con y contra el gobierno; con y contra sectores del campo; incluso aquellos que pretendieron quedar afuera de una u otra parcialidad. Fue un dilema que atravesó a organizaciones sociales como la CTA y a los partidos políticos del espectro de izquierda. Algunos imaginaron una nueva base social para la derecha política y azuzaron el temor con argumentos de una derechización de la sociedad, en el sentido que sugerían las movilizaciones que indujeron cambios regresivos en la legislación penal y el nuevo gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La realidad es que retornaba la crisis de la política y volvía efímera la apariencia de normalización social del ciclo posterior a la crisis del 2001. Se presenta así la apertura de un nuevo ciclo político con dilemas a dirimir en el corto y mediano plazo.

Entre las clases dominantes se habilita un debate sobre las personas y proyectos para liderar un nuevo tiempo. Son varios los anotados para representar ese arco político y social. Los poderosos usufructuaron las mieles de las ganancias derivadas de la reaccionaria reestructuración iniciada bajo el terror de Estado y consolidada en la década del noventa. La liberalización económica modificó la estructura económica y social con claros beneficiarios en la dominación del capital transnacional, hoy con dominio monopólico en el sector primario, secundario y terciario. La visión es que la quietud en las calles favorece un nuevo tiempo para el relanzamiento del proyecto de máxima, especialmente en tiempos de crisis de la economía mundial. El discurso y la práctica del poder mundial se orientan a una recuperación del papel de los Estados para reanimar la propuesta de liberalización de los mercados a costa del conjunto de la sociedad. Entre las clases subalternas el dilema se define entre la acumulación en alianza con el mantenimiento de un proyecto que discute las políticas neoliberales hegemónicas en el pasado reciente y escasa capacidad para revertir los cambios estructurales; o, por ejemplo, en un proyecto autónomo surgido de un extenso debate en el sentido propuesto por la constituyente social recientemente reunida en Jujuy por 700 organizaciones liderada por la CTA. Es un debate que atraviesa a propuestas sociales y políticas que pretenden inscribir al país en el rumbo de cambios que sugiere la región latinoamericana y caribeña. Es un dilema entre orientar el decurso histórico del país en la perspectiva neodesarrollista emergente en Brasil y en el bloque hegemónico del MERCOSUR; o en el camino que propone la alianza cubana-venezolana en la integración que define la Alternativa Bolivariana para las Américas, ALBA. Todos esos enfoques coinciden desde UNASUR aunque desde diferentes perspectivas de desarrollo.

Por lo tanto, lo que está en discusión es que ambas perspectivas regionales articulan el proyecto UNASUR e intentan, con diferente convicción, no quedar subordinados al diseño político dictado desde Washington, más allá de algunas expectativas que genera el recambio presidencial en EEUU. Del mismo modo, en el ámbito local la opción dilemática divide organizaciones y movimientos en una disputa que se presenta como crisis terminal. Es cierto que regional y localmente es una disputa de proyectos, pero también merece incorporar la reflexión sobre la dinámica y densidad social necesaria para resolver uno u otro de los rumbos del dilema. Allí se definen las razones que hoy apasionan el debate entre los hegemónicos y los subalternos y también al interior de cada uno de ellos. El dilema de la política, como siempre, se define con participación social.

Buenos Aires, 15 de diciembre de 2008

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