Desde fines de los años ´80, la política se “mediatizó” y el ser televisable y sonar convincente pasó a ser más importante que el discurso argumentativo, el debate ideológico y la organización. Sin ese proceso no se explica el papel degradante de De Narváez bailando con su doble en el programa de Tinelli. A su vez, la televisación de la política es un proceso directamente proporcional a la crisis de los partidos tradicionales como espacios de participación y coherencia programática. Tal vez, la campaña electoral sea el momento que mejor condense ambos elementos. Por eso en la campaña no predominan las ideas sino los slogans, no hay trayectorias políticas si no buena imagen, y son más importantes los “referentes” que las construcciones reales.
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