Por Julio C. Gambina
La ultraderecha disputa consenso electoral en la Argentina, en un camino ya recorrido por Brasil, Chile, Colombia, Uruguay, Paraguay, además de Italia, Francia, Polonia, EEUU y otros territorios del planeta.
Milei y el apoyo explicitado por Macri y Bullrich son expresión en el país de ese fenómeno más global. Milei se presenta como economista de la escuela austríaca y sorprendió a Benegas Lynch, el padre del liberalismo local, según el confesó, por el alcance electoral de sus propuestas ultra liberales.
No debe extrañarnos la sociedad con Macri, el primer no radical ni peronista presidente por elecciones en tiempos constitucionales. Milei y Macri, Bullrich por arrastre, son expresión de los cambios regresivos en el capitalismo local y mundial.
Para entender el avance de las derechas más allá de las especificidades nacionales, la pista debe buscarse en los cambios epocales del capitalismo en el ámbito mundial, y claro, con una visión de largo aliento.
En efecto, durante el siglo XX, las revoluciones impregnaron el signo de época. Remito a Rusia, a China, Cuba o Vietnam, induciendo una acumulación de poder desde abajo, con una máxima expresión en los 60/70, tiempos de revolución en la moda, la música, las costumbres, la rebeldía juvenil y la imaginación innovadora de nuevos tiempos a conquistar.
Quizá Vietnam y la derrota militar al imperialismo estadounidense, rodeado de una gigantesca solidaridad internacional, fue el último momento de ese tiempo de acumulación de poder popular.
Luego sobreviene la revancha, de una contraofensiva liberal, que tiene ensayo desde las dictaduras del cono sur de América, y que se consolida en las potencias imperiales por dos siglos: la británica y la estadounidense, vía restauración conservadora. Es el paso decisivo para extenderse por el mundo, especialmente a la caída de la URSS, y con ella, la bipolaridad del sistema mundial.
Medio siglo de ofensiva capitalista
En el medio siglo transcurrido desde el golpe en Chile las derechas resignificaron sus proyectos políticos en función de los reaccionarios cambios operados en la organización económica capitalista.
Durante buena parte del siglo pasado, el proyecto de las burguesías locales en territorios latinoamericanos y caribeños, pasaba por la industrialización y un imaginario (imposible) de proyecto nacional.
Tuvieron en la CEPAL un tanque de ideas para impulsar esa iniciativa para el desarrollo capitalista. Se asumía una estrategia de Estado, que actuaba, incluso, como sustituto de una “burguesía nacional” con proyecto propio.
El imaginario de la industrialización y el estímulo al mercado interno de aquellos años, mutó en un proyecto de inserción internacional subordinado con base en la primarización de las exportaciones, extensivo a buena parte de los países en la región.
La nueva estrategia supuso modificaciones sustanciales en las relaciones sociales de producción, en el ámbito empresario, en las relaciones estatales y en las internacionales.
No solo mudó la relación capital trabajo, sino que también lo hizo la función asumida por el Estado con las privatizaciones y desregulaciones como bandera, y claro, la apertura al extranjero supuso la concentración y centralización de una inserción en la dinámica de internacionalización productiva y transnacionalización del capital.
Todo mediado por la lógica de la especulación y la deuda pública, favorecida por una legislación y política financiera como máximo logro según pontificara el ministro emblemático de la dictadura: Martínez de Hoz.
Las derechas asumen el proyecto de máxima del capital, por eso pretenden avanzar sobre los derechos laborales y de jubilación, los de género o sociales, tales como la educación o la salud pública.
Frenar a Milei es frenar a las derechas
El motor de las derechas es la libertad de explotación y saqueo.
No es una especificidad local, sino global, que convoca a la izquierda y al movimiento popular en su amplitud, a poner un freno a esa ofensiva y recrear condiciones de lucha para retomar un proyecto político orientado a la emancipación social.
Frenar la fórmula Milei – Villaruel es el punto de partida para imaginar la condición de posibilidad de una perspectiva de liberación social.
Es parte de una disputa global por recrear una ofensiva popular global y rodear los proyectos revolucionarios en el ámbito mundial, para que el descontento social retome una perspectiva de revolución.
La revolución como proyecto acumuló fuerzas desde 1848 y la convocatoria a la unidad de trabajadoras y trabajadores, en un programa que experimentó rumbos que afectaron la tasa de ganancia del capital, motivando una revancha liberalizadora que explica la ofensiva actual del capital, contra el trabajo, contra la naturaleza y contra la sociedad.
Necesitamos recuperar la tradición de organización y lucha bajo las nuevas condiciones de manifestación del régimen capitalista para hacer visible a nuevas generaciones de luchadoras y luchadores la potencia del anticapitalismo, del antimperialismo y del socialismo.
Buenos Aires, 2 de noviembre de 2023