La sucia tarea de “limpiar” la calle. Por Daniel Campione.

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Se vivieron escenas de violencia policial en las calles en torno a la vivienda de la expresidenta, como respuesta represiva a quienes cuestionan el propósito de excluirla de la escena política como forma de “corrección” a la voluntad popular.

Lo que buscan es “exterminar al peronismo” afirmó Cristina Fernández de Kirchner en su alocución ante la militancia poco después de la represión frente a su domicilio. A ello se agregó la afirmación, ya formulada con anterioridad, de que los fiscales han pedido para ella doce años de prisión, uno por cada año de la experiencia política que transitó desde 2003 a 2015.

La primera manifestación entronca con el tiempo largo: Las décadas durante las cuales las fuerzas de derecha intentaron la desaparición del peronismo, tentativas en la que estuvieron incluidos desde los fusilamientos sin juicio hasta la prohibición de mencionar el nombre de Juan Domingo Perón o de cantar la marcha partidaria.

El repudio en la memoria colectiva acerca de esos años de proscripciones, es activado frente al fantasma de “inhabilitación” que la maquinaria judicial ha puesto en circulación.

Más fuerza e inmediatez adquiere la idea de que la maniobra condenatoria encaja con el propósito de anular los efectos de los doce años de gobiernos kirchneristas, de modo de apuntalar el escenario para una ofensiva brutal contra las condiciones de vida y de labor de trabajadores y pobres.

La respuesta del peronismo está en marcha: Generar un movimiento en respaldo de CFK. Los primeros pasos en ese sentido muestran que los diversos sectores del Frente de Todos (FdT) tienden a abroquelarse frente a una ofensiva que los comprende, más allá de que algunos tengan escasa o nula simpatía por la figura de la dirigente.

Y se pone asimismo en evidencia que sigue viva en una porción nada desdeñable de la población una actitud de apoyo incondicional, incluso de vínculo de carácter amoroso con quien fue dos veces presidenta.  Lo que deriva en ira y disposición a “ganar la calle” frente a los ataques que sufre su referente. Enojo que se potencia cuando desde los poderes fácticos se lo menosprecia como “irracionalidad” y “fanatismo”.

Las vallas que fortalecen.

El cerco metálico tendido el sábado alrededor del domicilio de la vicepresidenta de la nación obró como una provocación. Queda para la conjetura qué factores pesaron en la decisión. El gobierno de la Ciudad invocó la restitución del uso del espacio público a vecinos y comerciantes de la zona.

Parece una razón insuficiente para proceder a un despliegue que incluyó la ostensible presencia de un camión hidrante y otros artefactos con destino de represión.

Quizás haya que buscar un motivo más valedero en el propósito de mostrar “mano dura”, de cara al electorado de derecha más intransigente. El mismo que reclama que haya palos contra piquetes y otras manifestaciones de “la negrada” y quiere a calles, avenidas y veredas “limpias” de cualquier “intromisión” popular.

Que se obstaculizara la afluencia de público para manifestar su solidaridad con Cristina Fernández de Kirchner (lo que no estaba previsto para el sábado en ese lugar, por otra parte) constituía un nuevo episodio, no sólo de hostigamiento a la expresidenta, sino de restricción a las expresiones de solidaridad con la lideresa. O dicho en términos más llanos, era un intento de “poner en su lugar” al peronismo.

Para millones de argentinas y argentinos se torna una ofensa grave ver menoscabadas las condiciones para manifestar su fervorosa adhesión a CFK, en consonancia con el rotundo repudio de la acusación judicial que pesa sobre ella.

La dirigencia del Frente de Todos (FdT) tomó rápida nota de la situación. Y modificó el propósito de hacer movilizaciones simultáneas en plazas públicas, para volcarse a una protesta en torno a la zona vallada.  En lugar de erigir obstáculos eficaces a una movilización, la actitud del gobierno porteño desencadenó una mayor.

La concentración resultó muy numerosa, hubo vallas que cayeron y la maquinaria policial fue puesta en funcionamiento: Chorros de agua, gas pimienta, bastonazos, e incluso la detención de cuatro dirigentes del Frente de Todos, entre ellos un diputado provincial de Buenos Aires, liberados un rato después.

Frente a la actitud de condena no sólo del actual oficialismo sino de amplios sectores no comprometidos con la oposición de derecha, tanto el gobierno de la CABA como la dirección de Juntos por el Cambio cerraron filas. Culparon al FdT y a lxs manifestantes de todo lo sucedido y reiteraron su propósito de mantener despejado el espacio público a como dé lugar.

Conferencia de prensa después de la represión.

Una vez más, exhibieron el gusto por la polarización y radicalización que siempre achacan a sus rivales políticos. Y la propensión demagógica que imputan al “populismo” al atender los sentimientos y deseos del sector del electorado que propicia toda actitud belicosa frente al kirchnerismo, al que odian por las peores razones.

De fatigas y descansos.

La vicepresidenta eligió cerrar su intervención con una exhortación a la militancia a ir a “descansar”. Sin embargo la fatiga no parece haber afectado a sus bases de apoyo. Al contrario, militantes organizados y manifestantes “espontáneos” aparecen dispuestos a hacer realidad lo de “Si la tocan a Cristina, que quilombo se va a armar”.

Queda por verse si la dirigencia del FdT acompañará esa propensión o se inclina por tácticas para contener o “encauzar” la protesta. Es sabido que muchxs de ellxs no tienen gusto particular por cualquier modalidad de lucha en la calle que pueda escapar a su control.

Por fuera de ese campo, es numeroso y variado el de quienes están dispuestos a la solidaridad activa con los sectores populares que quieren manifestar su rechazo a las acciones de un poder judicial elitista y autoritario. Que obra con ruidoso respaldo de un conglomerado empresarial, mediático, partidario y académico. El mismo que impulsa las “reformas indispensables” que avasallen derechos y conquistas e impongan el silencio resignado a las mayorías populares.

Mientras tanto, las políticas de ajuste y la apertura de reforzadas “oportunidades de negocios” para el gran capital, avanzan con el impulso del propio gobierno.

En tanto que militantes y simpatizantes chocan contra los más acérrimos guardianes del “orden” de la desigualdad y la injusticia, buena parte de la dirigencia que funge como sus rivales, les ofrece a aquéllos un variado menú de concesiones.

Esto último no debería obturar en lo más mínimo la mirada de condena hacia los poderes fácticos que alternan la manipulación con el uso de la fuerza. Ni desplazar la mano tendida a quienes no aceptan la abrogación de sus derechos, más allá de enfoques diferentes o creencias disímiles a la hora de defenderlos.

Daniel Campione
Daniel Campione

Profesor universitario en la UBA, investigador en temas de historia del siglo XX y actualidad política. Autor entre otros libros de «Los orígenes estatales del peronismo», «La guerra civil española: Argentina y los argentinos» y «Los años de Menem».


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