POR JOSEBA PEREZ*, Resumen Latinoamericano, 12 febrero 2019
1.- Una década después del estallido de la crisis financiera 2007-2008, la salud del sistema capitalista global no ha mejorado ni mucho menos. Muy a pesar de los intentos de conformar una matriz de opinión básicamente mediática de que “lo peor ya ha pasado”, todos los indicadores estándar de evolución económica están por debajo de los niveles previos al desencadenamiento de esa crisis. Ni los niveles de crecimiento del PIB mundial se han recuperado sustancialmente (se plantea eufemísticamente un “estancamiento secular”), ni el comercio mundial ha recuperado su tono previo a la crisis, en tanto que la productividad y los beneficios empresariales vinculados a la economía real se mantienen en una tendencia a la baja, al igual que el consumo en general. Los principales motores del crecimiento del PIB mundial (BRICS) se ralentizan sin llegar a un estancamiento. Proliferan las voces que alertan, sin fijar plazos exactos, sobre el riesgo de una nueva crisis de magnitudes superiores a la ocasionada en el 2008, diagnóstico compartido incluso por informes económicos de organismos que intervienen en el mundo capitalista (FMI, BM, OCDE) y diversas asesorías financieras internacionales. Las señales de alerta vienen dadas además de por los indicadores citados antes por: el crecimiento espectacular de la deuda mundial (pública de los Estados y privada familiar y empresarial), al unísono con la disparatada cifra que ocupan en el mundo financiero los productos derivados y la situación comprometida de importantes bancos y empresas. El final previsto de las políticas de liquidez a casi nulo interés de los bancos centrales (Reserva Federal, BCE, BC de Japón) unido a la guerra comercial desatada por la administración Trump para reubicar la hegemonía de EEUU en el tablero mundial, en un contexto de internacionalización de las Cadenas de Valor, no hacen sino alimentar el vértigo de una nueva crisis.
2.- A lo largo de esta última década desde los centros rectores del capitalismo global, lejos de aplicarse a medidas correctoras o reguladoras que eviten una reedición del estallido financiero del 2008, que reduzcan las abismales diferencias de ingresos entre las grandes fortunas (cada vez más concentradas) y las clases más desfavorecidas, han optado por reinstalarse, intensificándolos, en los parámetros de la agenda neoliberal abierta y encarnada décadas atrás por Reagan-Tatcher y la Escuela de Chicago. Quedaron en el olvido las primeras insinuaciones de la necesaria “reforma del capitalismo” y las virtudes de las fórmulas keynesianas. Por el contrario las inyecciones de liquidez de los bancos centrales y los rescates bancarios operaron como una auténtica “socialización de las pérdidas” del mundo financiero cada vez más a su libre albedrio, incrementando sustancialmente los déficits públicos y la masa monetaria que circula en productos derivados y especulativos. Ninguna de estas iniciativas repercutió en la activación de la economía real-productiva. Y como corolario de esta línea de actuación se procedió a intervenir sobre las bases neoliberales ya conocidas: ajustes fiscales que descansan en la reducción de presupuestos para las políticas sociales, privatizaciones de servicios públicos básicos, menores impuestos a sociedades y grandes fortunas. Extensión de la precariedad laboral, reducción de la capacidad adquisitiva del salario, incremento de tarifas de servicios vitales, aumento de las edades de jubilación. Todo ello al interior de los estados capitalistas en continuada disputa por acceder, monitoreados por el capital internacional concentrado, a nichos de materias primas y mercados en mejores condiciones. Un escenario que se dibuja mediáticamente como el único posible en el mundo actual, en clave de ser percibido con la mayor resignación.
3.- Los representantes y gobiernos como agentes políticos del capital han actuado conforme a estas directrices en sus diferentes espacios de poder nacional-estatal. Prácticamente sin fisuras o sin contradicciones de orden mayor. En estas condiciones habría que relativizar las contradicciones entre los llamados “globalistas y los nacionalistas” en función de la internacionalización de las Cadenas de Valor actuales y la ausencia de una fracción significativa del capital que abogue por una recuperación de las políticas keynesianas en el orden de un hipotético rescate o retorno del llamado Estado del Bienestar. El paraguas de las políticas duras neoliberales suena bien para ellos en primera instancia (estancamiento salarial, precariedad, menos impuestos…) aunque a largo plazo estos sectores caben su fosa en la dinámica de concentración del capital. Se percibe como elemento de cohesión y de utilidad cortoplacista para las diferentes fracciones del capital. En el marco de la consolidación de este diseño global las tendencias apuntan hacia la reactivación del “capitalismo por desposesión” (David Harvey) dibujado por formulas contractuales en el mundo laboral de semi-esclavitud, apropiación-robo de materias primas y trasvase naturalizado de rentas a las clases superiores. Apuntan también a la prevalencia de fracciones del capital financiero-especulativo en el contexto de la financiarización del capital y el dominio de los sectores con inclinación a la rentabilidad cortoplacista para mayor escarnio incluso de las teorías de mercado de Adam Smith. Sin embargo los ritmos y alcance de estas directrices pueden ser ajustados a la correlación de fuerzas y al nivel de resistencia de las clases sobre quienes se impone. Es por ello que en el contexto del estancamiento de la economía mundial y con la advertencia (esta vez sí) del riesgo de una nueva crisis (sobre la que se percibe un cierto “consenso” con los economistas del capital) se aprecia una suerte de radicalización hacia la derecha en los políticos-gestores del capital concentrado. Bajo el epígrafe o denominación de “populistas de derechas”, “out-siders”, “neo-fascistas”, el mundo asiste perplejo a la irrupción con acceso a niveles decisivos de poder de una variada gama de agentes políticos portadores de discursos explícitos o implícitos que se creían desterrados por la historia. Xenofobia, misoginia, homofobia, supremacismo, darwinismo social, anti-comunismo de guerra fría, se articulan en diferentes discursos cuya puesta en acción tiene varios denominadores comunes: sembrar la división entre las clases populares, reforzar los relatos simplistas y crear las condiciones desde los estados para reprimir las protestas populares, incluida la neutralización por diferentes métodos de quienes cuestionen su nuevo orden. La disidencia ya no se mide por el apego o la perspectiva de enfoque “socialista” o de “izquierda”, ser crítico es en su visión alinearse con los peores enemigos. Cuentan para ello con el soporte de los grandes medios cartelizados en sintonía con su relato y la maquinaria de las llamadas redes sociales y sus fábricas de mentiras o “fake-news” lanzadas desde empresas ad-hoc con datos y capacidad para acceder a millones de usuarios.
4.- La derecha tradicional ha sido la primera víctima de este tsunami político forzando su práctica desaparición o su reacomodo con tesis y discursos más a la derecha. Pero no la única: la socialdemocracia histórica vive sus horas más bajas hasta reducirse en algunos espacios a la nimiedad. Su reciente Congreso de la Internacional Socialdemócrata de 2019 en República Dominicana ni ha existido para los grandes medios y ha transitado sin pena ni gloria. Bien por el abandono de los ejes vertebradores de su identidad política o por su defensa de las políticas neoliberales (de ahí su caracterización como “socioliberales”), terceras vías cogobernando con la derecha tradicional, el resultado final es su camino al testimonialismo. Los intentos más creíbles de regeneración desde el interior de sus filas como Jeremy Corbyn en Reino Unido desde el Partido Laborista y en otro orden Bernie Sanders desde el Partido Demócrata en EEUU, sufren el desgaste de su aparato tradicional, combinado con la línea de acoso y derribo mediática. Su base electoral huérfana y desorientada ha optado por otros proyectos a derecha e izquierda. Esta orfandad es el reflejo de la extrema polarización social que induce la larga crisis actual y la ausencia de sectores del capital como potenciales aliados que alienten la reedición de los pactos sociales de postguerra que alumbraron el Estado del Bienestar.
5.-El desarrollo de la crisis a lo largo de la década última no ha sido plácido ni mucho menos. En los países del centro capitalista occidental en los que el impacto en su primera fase fue directo, aun partiendo de la realidad de un movimiento obrero y popular desarticulado por las consecuencias de una etapa neoliberal previa hegemónica (décadas de 80’S y 90’s, con la caída de la URSS) y la deslocalización del proceso productivo, sumado a la extensión de la precariedad y nuevos instrumentos de control social, la resistencia popular irrumpió. El deterioro de las condiciones de vida de las llamadas “clases medias” generadas a base del endeudamiento familiar hipotecario y las tarjetas de crédito, junto con el descaro de los llamados rescates bancarios unido a los ajustes neoliberales sobre las clases populares, originaron múltiples resistencias de natural indignación. Nuevos sujetos políticos capitalizaron el descontento. Desde posiciones anticapitalistas que partían del cuestionamiento general del sistema, hasta posiciones que sencillamente aspiraban a ocupar el lugar abandonado por la socialdemocracia. Tras significativas movilizaciones populares en diferentes espacios, con mayor o menor fortuna, llegan a ocupar lugares señalados de importancia y poder político e institucional. Se abrían ventanas a la esperanza de cambios reales, en un ciclo que no se puede dar por concluido. De las expectativas iniciales al estado actual de bloqueo y hasta retroceso, cabe establecer un primer balance considerando elementos críticos y autocríticos. Mención de honor merece el efecto desolador del giro de 180° de Tsipras-Syriza en Grecia (y en otro orden Lenin Moreno en Ecuador) capitulando a modo de estafa de los principios programáticos defendidos.
Partiendo de factores como la heterogénea composición de estos movimientos y sujetos políticos, la brutal ofensiva y su arrope mediático que reubica más a la derecha a los agentes políticos del actual sistema de poder, el efecto final se observa como una suerte de búsqueda de la “centralidad política” a la izquierda. Afloran de este modo ingredientes que caracterizan lo más genuino de la socialdemocracia con todas sus limitaciones y frustraciones a la hora de desarrollar una línea de actuación auténticamente transformadora, con impacto real y alcance sobre las clases populares. De este modo:
-La lucha electoral adquiere una primacía y relevancia casi absoluta, convirtiendo los llamados partidos-movimiento en máquinas de guerra electorales centralizadas y escasamente participativas. Atrás quedan las consideraciones de que constituye una forma de lucha más que se articula con otras hacia un objetivo global. Los contenidos programáticos pasan a un segundo plano en el que prevalecen las figuras o nombres que encabezan las listas electorales. Se minimiza la formación y el debate cultural e ideológico al que se antepone la defensa de eslóganes publicitarios de campaña. Los personalismos cohesionan grupos de presión interna más allá de las implicaciones de sus diferentes líneas de actuación.
-Ocupados los espacios en las instituciones y los resortes del aparato de estado, significativos militantes que despuntaron por su actividad social, pasan a ser cooptados en cargos públicos o labores internas de apoyo. Todo ello sin que medie un debate, control o seguimiento de su labor y la de otros cargos públicos en función de los objetivos y programas marcados. Tanto a lo interno como en la sociedad en general.
-Se acentúa y consolida la tendencia al desenraizamiento de los militantes-afiliados de estas formaciones en su territorio y en los movimientos sociales. Su actividad presencial en barrios, comunidades, pueblos y movimientos sociales es reemplazada por el fetichismo de las redes sociales, evidentemente un campo de batalla necesario pero complementario y que no puede sustituir a la actividad directa, como manera de recoger el estado de ánimo y problemática de las clases populares. Este contacto permanente es la “antena” necesaria para hacerse eco de las auténticas inquietudes y proyecciones socio-políticas sustituidas por las encuestas de opinión al uso, claramente mediatizadas. Su aporte es fundamental en términos de organización y clarificación de objetivos en el entorno inmediato.
Obviamente la línea de actuación viene determinada por el diagnóstico de la crisis y la situación del sistema-mundo actual, frente a lo cual se establece una estrategia y un programa en el corto plazo. Si en el marco mundial presente, tienen cabida paliativos que atemperen sus facetas más salvajes o por el contrario, la multiplicidad de factores presentes en la crisis capitalista (económica, ecológica, militarista, de valores culturales) demanda la necesidad de un sistema alternativo. En este contexto de reordenación de las fuerzas políticas del capital mundial concentrado en el que exhiben sin pudor alguno sus signos y señas de identidad más retardatarias, la primera opción contemporizadora se ve abocada a reordenar sus discursos renunciando a aquellas metas que chocan con los intereses más inmediatos del capital, relegando a un plano futurista objetivos que integraban los ejes de su propuesta (reformas fiscales progresivas, sector público que englobe las áreas estratégicas, gratuidad de servicios públicos básicos…). Les queda entonces la opción minimalista de amortiguar en lo posible el impacto de la agenda neoliberal dura y abocarse a realizar una buena gestión de sus espacios de poder en los límites que la misma fija. Neoliberalismo con vaselina. Muy a pesar de estas concesiones, abocadas a hacer más digeribles las directrices neoliberales y en aspiración de “transversalidad” electoral, la beligerancia y presión mediática dominante seguirá caracterizando a estos sectores con el anatema de “socialistas o comunistas” camuflados. Desde la otra perspectiva transformadora no cabe sino enmarcar las luchas de resistencia actuales e incluso los objetivos socialdemócratas anteriores en una estrategia de transformación profunda, en donde los pilares básicos son la organización, la movilización, la participación y un discurso claro que advierta de las dificultades y resistencia del poder capitalista a alcanzar estos objetivos. La lucha electoral es un ingrediente más y llegado el caso de acceder a niveles de poder, la defensa popular de los programas y objetivos marcados una garantía necesaria.
El campo de batalla de Latinoamérica
6.-La victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela en 1998 marcó un punto de inflexión y aliento en positivo sobre la izquierda Latinoamericana y mundial, tras el violento final de la experiencia de Salvador Allende en Chile, hacia las potencialidades de la lucha electoral-institucional. Con un programa democrático radical y reformista en lo social, inicialmente inspirado por las “terceras vías” socialdemócratas. El capital local e internacional no concedieron tregua alguna y desde sus inicios el proceso bolivariano se ha visto confrontado a presiones, intentos de Golpe de Estado (2002), paro petrolero y empresarial (2003) a pesar de la actitud reconciliadora del propio Hugo Chávez. Maniobras desestabilizadoras excediéndose de las formas democráticas que se mantendrían constantes a lo largo de toda la gestión chavista. Se abrió paso en Latinoamérica el acceso por esta vía electoral a diferentes gobiernos y naciones de corrientes progresistas conocidas también como “post-neoliberales”, cuyo referente común consistió en la aplicación de políticas sociales, encaminadas a dar acceso a las clases populares a bienes y servicios, aumentar su capacidad adquisitiva y atender a los sectores más desfavorecidos. Su gestión en general, con diferentes matices, chocaba con las formulaciones neoliberales ortodoxas en una perspectiva integradora de sus economías en el espacio común de Latinoamérica, con la expresión más avanzada de este fenómeno en el rechazo del ALCA tutelado por EEUU en 2005. A modo de sucinto balance de estas políticas cabe considerar que tuvieron un impacto positivo en la mejora de los indicadores sociales, incrementaron la capacidad de consumo de las clases populares incluido el rescate de las clases medias hundidas por la anterior “década perdida” neoliberal y ralentizaron el efecto inmediato de la crisis global financiera. Sin embargo adolecieron de la falta determinación para afrontar la modificación de sus respectivas estructuras económicas de poder (reformas fiscales progresivas sobre las rentas y sociedades más altas, control sobre la banca privada y los entramados financieros, nacionalización y control democrático sobre sectores económicos estratégicos, cambio del modelo productivo mono-exportador, auditorias y límites al endeudamiento…) con el fin de sustentar y hacer sostenibles las políticas sociales. Bajo estos gobiernos del llamado “ciclo progresista” en general el poder del capital tradicional e internacional se mantuvo e incluso se incrementó en este periodo al calor de la potenciación de los mercados internos y exportadores. El impacto final de la crisis en virtud de la caída (real y también inducida) de los valores de los commodities (materias primas, energía, alimentos) dejaron sin sustento al equilibrio de las políticas sociales. Y en ausencia de una profundización mayor de las transformaciones, limitaron su margen de maniobra político.
7.- Los intentos de hacerse de nuevo con el control pleno de esta parte del mundo por parte de los capitales locales y trasnacionales concentrados sobre la base de los parámetros del llamado “Consenso de Washington” nunca cesaron. En virtud de la confrontación, aunque ya se ha visto que limitada a lo interno de las políticas económicas desplegadas y su voluntad de integración expresada en la creación del ALBA, MERCOSUR, UNASUR, CELAC y la mayor activa presencia inversora de China y en menor medida de Rusia, En este periodo a los fracasados intentos golpistas en Venezuela siguieron los de Ecuador, Bolivia y los exitosos de Honduras y Paraguay. La modalidad de “golpe suave” e intervención en diferentes ámbitos desde los centros operativos de EEUU-UE se sustenta en la presión mediática de sus cárteles, la ofensiva de las redes sociales, la cooptación de elementos de la judicatura respectiva (magnificando y parcializando casos de corrupción, para luego ellos legalizar y legitimar la suya) y potenciando una pléyade de ONG’S a modo de movimientos de la llamada “sociedad civil” que actúan a modo de caja de resonancia de la línea anterior. Se crean así las condiciones para desacreditar los “populismos” adversos a sus intereses y facilitar la victoria electoral las derechas de nuevo ropaje (Macri-Argentina, Piñera-Chile, Duque-Colombia, Bolsonaro-Brasil) alzándose con el triunfo sin mostrar su auténtica agenda económica y social a desarrollar. La intervención sobre estas bases no deriva de una hipotética radicalización o “giro a la izquierda” de sus adversarios a batir y desplazar del poder. Ni Dilma en Brasil dio muestras de aventurarse en experiencias socializantes, al contrario en su corto periodo de gobierno las concesiones al capital fueron numerosas con ajustes de corte neoliberal. Ni Venezuela y Nicaragua de otro modo están de la mano de sus gobiernos en la antesala de decretar la abolición siquiera de alguna forma de propiedad privada. Por el contrario, son objeto de numerosas críticas desde la izquierda por sus concesiones y condescendencia con el capital local e internacional. En ambos casos se pone de relieve la ausencia de voluntad de diálogo o negociación por parte de los representantes delegados del capital concentrado, más allá de concesiones, en una apuesta al todo o nada que implica de una vez borrar de un plumazo toda estela de otra economía o mundo posible que no sea la del poder global del capital en su versión más salvaje y disciplinaria. ¿Hay en la actualidad otra versión?.
8.- El campo de actuación que deja el capitalismo global en crisis se ha reducido a sus límites más estrechos. La ostensible prevalencia de las tendencias depredadoras, especulativas y cortoplacistas bajo la hegemonía en el bloque de poder del capital financiarizado (encaja aquí correctamente el término de “lumpenburguesía” de Jorge Beinstein) no deja mucho margen de maniobra para las políticas reformistas, esto es aquellas que abogan por la continuidad del sistema sin cuestionar sus fundamentos. O la defensa de legítimos objetivos de resistencia que no se inscriban en una estrategia de ruptura con la lógica del capital. De ahí el agotamiento y el escaso recorrido a futuro de las opciones reformistas que terminan por aplicarse a la tarea de depurar y limar aristas de sus objetivos para conservar su espacio electoral, en tanto que el adversario se pertrecha y retroalimenta de los discursos y valores consagrados de su patrimonio conservador más simplistas y viscerales. Mientras el reformismo se repliega en su ensimismamiento, las derechas duras se dan alas y emprenden vuelo. Obviamente no se trata de competir en su terreno enarbolando banderas históricas (aunque sin renunciar a ellas por decoro de lo “políticamente correcto”), sino adaptando su fuerza conceptual transformadora al momento presente. Las fuerzas políticas y sociales que abogan por la superación y el auténtico cambio transformador del actual sistema global en sus formulaciones de “Socialismo del Siglo XXI”, “Ecosocialismo”, “Comunitarismo, etc también son merecedoras de su apartado crítico y autocrítico en tanto que se han mostrado incapaces de alcanzar una relevancia a modo de referentes de peso en sus ámbitos de actuación, bien sea en el interior de los partidos-movimiento de centro-izquierda o llegado el caso de manera autónoma. En este orden cabe considerar: cierta contaminación del electoralismo-institucionalismo que aboca al sectarismo de viejo cuño, el narcisismo de liderazgos y siglas, a los debates interminables para afinar comas y conceptos, a la incapacidad para dotarse de un programa de transformación con alcance popular y unificador de tácticas y estrategias, en suma también al desenraizamiento de los vínculos sociales y territoriales apegados a la realidad.
9.-La República Bolivariana de Venezuela en el punto de mira. A poc@s lector@s se les escapará que buena parte de lo que se describe y analiza hasta aquí, desde esta acogedora tierra donde se escriben estas líneas, ocupa un lugar central en la dialéctica descrita. Sin por ello necesariamente considerarse el ombligo de la lucha de clases mundial. A manera de metáfora y narrativa estamos cerca de una cierta lectura del film “AVATAR”. A diferencia de otras intervenciones anteriores se explicita ahora la opción de una intervención militar llegado el caso. Evidentemente están en juego el destino de los amplios recursos de este país pero también el efecto disuasorio para quienes pretendan aventurarse en un modelo de sociedad que no esté debidamente monitoreado por quienes se erigen en rectores y capitalizadores de los recursos. Tal es el caso de la experiencia chavista galvanizadora y dinamizadora del continente con efectos ejemplarizantes en el mundo. Debidamente elaborada su realidad por los grandes medios, Venezuela ocupa un lugar homologable al de la extinta URSS en la guerra fría como modelo a contrastar y emplazar a las fuerzas transformadoras. ¿Eso quieres aquí preguntan? como si nada en su “sentido común”, haciendo tabla rasa e ignorando los efectos de unas medidas de bloqueo, sanciones económicas y financieras internacionales a los que pocos países del mundo sobrevivirían. Estas medidas no dan cuenta de todas las dificultades evidentemente. Se puede abrir todo un catálogo de críticas pre y post Hugo Chávez en cuanto a los errores de gestión, burocratismo, ingredientes de corrupción (micro y macro), concesiones al capital importador vía otorgar divisas sin control de precios ni contrapartidas para el diseño de una economía productiva, a lo que no pocos añaden el ingrediente del “autoritarismo” bajo un sistema político que pocas de las llamadas democracias en el mundo occidental soportarían exhibiciones de oposición de la naturaleza que se practica en Venezuela. Todo ello minimizando el efecto de las medidas internacionales restrictivas y la labor saboteadora y especulativa del capital interior tradicional. Según el manual al uso por los estrategas del imperio cercano “así se hace chirriar una economía”. Las críticas y autocríticas de carácter constructivo en la línea de enriquecer el proceso abierto son necesarias. El entramado de organizaciones productivas y comunales chavistas no cesa en ello, al igual que destacadas personalidades de la izquierda chavista a las que se debe una obligada atención. Sin embargo ciertas líneas de posicionamiento “crítico” pueden alumbrar un entramado de “compañeros de viaje” a los fines restauradores de la derecha más retrograda y ultra-neoliberal. Su destino y marco final no contemplan las opciones o nichos electorales a tono con el espíritu de los autodenominados y configurados como “chavismo crítico” (se entiende por la naturaleza y práctica de su precursor que el chavismo es, al igual que el marxismo, crítico per se). Su ideal es desterrar al olvido cualquier atisbo que evoque el pasado a eliminar. Defender críticamente el proceso actual frente a toda forma de injerencia no implica una ciega aprobación de la gestión y conducción presente y pasada. Sin embargo reconocer a modo de interlocución a piezas claves del entramado intervencionista es sencillamente suicida y desacreditado aunque gane espacios mediáticos. Finalmente, el desenlace y las lecciones de este pulso apuntan también a colocar en su lugar en el contexto actual la lucha electoral-institucional en exclusiva pero carente de capacidad de organización de las clases populares, frente a un poderoso enemigo de cualquier modelo de sociedad que no colme sus intereses. La solidaridad explícita con Venezuela con todos los matices adecuados es importante en la batalla actual, sin olvidar que la mejor forma de activarla es desplegando la lucha por la agenda propia y la problemática específica (que no es poca) en los países que constituyen los pilares y la avanzada de esta agresión intervencionista: Argentina, Brasil, Colombia, Chile, EEUU, Francia, Reino de España…
*Miembro de la organización internacionalista en Venezuela Fundación Pakito Arriarán