En la noche del martes 12 de diciembre se anunció un ajuste implacable, que promete ser aún más amplio. Se requiere rápido la reflexión, el debate y la acción para enfrentarlo.
La sociedad argentina asiste con intensidad creciente a una versión del “mundo al revés”. Quien fuera funcionario responsable de un formidable endeudamiento, tanto con el Fondo Monetario Internacional como con acreedores privados, nos habló de los perjuicios de un endeudamiento excesivo por parte del Estado.
Su discurso inaugural pivotó sobre una idea casi única: El equilibrio fiscal es la meta suprema, a alcanzar a como dé lugar. La supuesta hipertrofia del aparato estatal la responsable mayor de la inflación creciente. Una atribución de responsabilidades que exime por completo a los grandes empresarios, como era de rigor. Y repitió la afirmación de Javier Milei, de que “no hay alternativa” a la verdad única que se proclama.
¡Al ataque!
El flamante ministro de Economía Luis Caputo procuró amedrentar con una proyección ya lanzada por el nuevo presidente: Una hiperinflación que implique el 15.000% anual. Algo totalmente desconocido, incomparable aún con las experiencias de 1975 y 1989. Lo ejemplificó con el truculento ejemplo de que un sachet de leche podría costar 60.000 pesos.
¿Promesas? Entre muy pocas la de que “harán lo posible” para evitar esa catástrofe. Ni siquiera el amago de un compromiso en firme. Ya no es el más tradicional “nosotros o el diluvio” sino que se atajan desde el inicio ante la posibilidad de que termine siendo “nosotros y el diluvio”.
Todes conocemos ya el conjunto de medidas que van en dirección al incremento de la inflación, la licuación de salarios y jubilaciones, el aumento de la pobreza, la pérdida de empleos, con la megadevaluación al frente.
Pero el ministro y otros funcionarios blasonan de su “sinceridad” al proponerlas. La breve alocución ministerial fue frontal en reconocer no ya la probabilidad sino la seguridad de que esas funestas consecuencias se desaten sobre el conjunto de la población trabajadora y pobre.
El vocero presidencial, Manuel Adorni, jalonó su tercera conferencia mañanera con el anuncio de medidas “estructurales” en las próximas semanas. El gigantesco ajuste anunciado sólo quedaría como la primera parte de acciones igual o más drásticas.
Apenas quedó el matiz del incremento de la Asignación Universal por Hijo y la tarjeta Alimentar. Eso sí, con la contraparte de que el importe de plan Potenciar Trabajo y similares, será congelado en los valores actuales.
La jugada está clara: compensación parcial a las prestaciones que no tienen contraparte organizada y movilizada, “hachazo” para quienes protestan desde los movimientos sociales. “Limpiar las calles” es para el nuevo gobierno un objetivo político, ideológico y cultural, que incluye herramientas económicas para hacerlo.
Se suma la amenaza anterior del presidente Milei en persona acerca de que quien corta la calle no cobra el plan. Las resonancias de aquel “ramal que para, ramal que cierra” de su admirado Carlos Menem es pura causalidad. Se trata de entorpecer y en lo posible desactivar cualquier manifestación de resistencia, horadando sus bases de sustentación. Si no da resultado o este es muy parcial, las huestes capitaneadas por Patricia Bullrich procurarán poner las cosas en caja.
Entretanto corren versiones más que verosímiles de que grandes bancos ya estaban advertidos de la cuantiosa devaluación. Ya se habrán puesto a cubierto para seguir realizando grandes negocios. Una vez más, para los amigos, todo. Y contra el enemigo de clase la ofensiva más brutal. Esa parece ser la consigna del nuevo elenco de gobierno.
¿Podrán? ¿Podremos nosotres?
¿Se los puede detener? El plan de Celestino Rodrigo, a mediados de 1975, fue derrotado por la movilización obrera y popular. Está ya muy dicho y escrito que era “otro mundo” y “otro país”.
Lo cierto es que tenía gravitantes puntos de contacto con el plan actual. Y hay también que evaluar que amplios sectores populares mantienen su capacidad histórica de movilización. Y otros que no la tenían o no existían como tales por entonces, la han generado en tiempos posteriores al “Rodrigazo”. Como todo el movimiento de derechos humanos, el feminismo, la defensa radical del ambiente.
No cabe el derrotismo. Si la articulación inteligente del camino a seguir y la imaginación fecunda para encontrar los mejores modos de enfrentar a enemigos poderosos. Lucha y a la vez preservación de la propia “tropa”. Resistencia, con espíritu de contraofensiva.
Ellos quieren un pueblo derrotado, pasivo, acallado. Nosotres deseamos infligir un revés estratégico al audaz avance del gran capital. Esto recién comienza.
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Fuente: https://tramas.ar/2023/12/13/arrasaran-con-todo/