El voto en octubre, encrucijada y desafío. Por Daniel Campione.

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A más de una semana de haberse realizado las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) los análisis del resultado electoral tienden a agotarse. Y se impone un interrogante: ¿A quién votar en las elecciones generales?

Toman fuerza las proyecciones de la posible orientación del voto en los comicios generales de octubre. Y todas las fuerzas políticas comienzan a prepararse para ampliar su caudal de sufragios de acá a dos meses.

A esta altura se plantea una encrucijada habitual en las instancias electorales, sobre todo si apuntan a definir quién será presidente de la República. Nos referimos a las presiones para elegir el “mal menor” entre candidatos que no satisfacen las expectativas y aspiraciones de las y los votantes. Las que se redondean con la exhortación a emitir un “voto útil”, entendido como tal el expedirse por postulantes con posibilidades relevantes de alzarse con el triunfo. Lo contrario sería un “voto perdido”.

Gobernar para el capital.

Mirado desde cualquier perspectiva medianamente crítica, el panorama de las candidaturas para octubre es desolador. Cuatro de las cinco fuerzas políticas que lograron pasar el filtro de las PASO coinciden en el sostenimiento de propuestas ajenas a una definición siquiera “progresista” en sus posibles gestiones de gobierno.

No hay en ninguna de ellos lineamientos que apunten con claridad y verosimilitud a revertir el catastrófico cuadro social que vive nuestra sociedad. El incremento de la pobreza; la pérdida del valor de los ingresos de los asalariados, jubilados y receptores de planes sociales, la precarización de las relaciones de trabajo parecen formar parte ya del paisaje social.  Y no suscitar desvelos de la dirigencia política predominante.Incluso se esbozan “soluciones” que suelen suscitar el efecto contrario. Valga como ejemplo la pretensión de que hacer caer derechos laborales y disminuir la protección que la ley brinda a trabajadoras y trabajadores estimulará la creación de empleos registrados y con ello mejorará la suerte de trabajadores y pobres.

Lo seguro es que de ese modo se incrementarán las ganancias de los empresarios y es probable que no repercuta en la creación de puestos de trabajo. Con mayor o menor énfasis y radicalidad en sus propuestas Javier Milei, Patricia Bullrich, Sergio Massa y Juan Schiaretti sostienen la necesidad de implementar una reforma laboral que comprenda pérdida de derechos.

Los cuatro coinciden en el pago de la deuda-estafa y la aceptación de los condicionamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Hay asimismo plena convergencia en la orientación hacia la economía extractivista y la exportación de commodities. La misma unanimidad se registra en cuanto a la acogida benévola del capital monopólico local y extranjero, consistente en todo tipo de subsidios y privilegios. A la hora de pensar en las relaciones internacionales priman las posiciones “occidentalistas” y pronorteamericanas.

Todos ellos asumen el enfoque del problema fiscal centrado en disminuir el gasto y la inversión y no en el aumento de ingresos vía impuestos a los más ricos. Y su consecuencia, el “ajuste” permanente, que atenta contra el nivel de vida, las condiciones de trabajo y los derechos de la mayoría de la sociedad.

Con diferencias apenas de matices, todos propician un abordaje represivo de la “inseguridad”, que enseguida desemboca en profundizar la criminalización de la protesta social y la propuesta de “limpiar las calles” de cualquiera que actúe en el espacio público con propósitos reivindicativos y cuestionadores.

Como correlato de estas coincidencias básicas se encuentra el posicionamiento del poder económico y su sustento comunicacional en estas elecciones. No apuestan a una sola carta ni rechazan de modo rotundo a ninguno de los prospectos de presidente. Se encargan de destacar que todos tienen una marcada tendencia “promercado”. Y se puede delinear sin mayor esfuerzo una lista de grandes empresarios “amigos” de cada uno de los candidatos, que no por eso se enemistan con los restantes.

Así las cosas la propuesta de votar por alguno de esos postulantes equivale a una exhortación a elegir una versión del infierno, en la creencia de que será más soportable que otras. El hecho es que el fuego devastador y los “demonios” torturadores estarán presentes en todas ellas.

En esta ocasión, la presencia de un derechista extremo como aspirante de La Libertad Avanza, parece dar mayor asidero a la decisión de votar al menos malo. Casi otro tanto ocurre en relación con Patricia Bullrich, quien compitió de cerca con Milei en materia de propuestas reaccionarias, y de sostenimiento de la versión más retrógrada del orden capitalista. Las posiciones de ambos son demasiado conocidas como para tener que reseñarlas aquí.Ocurre, sin embargo, que ni siquiera hay garantías de que el supuesto mal menor sea tal, y de que encarne en la postulación peronista.

Más allá de las tradiciones sociales del peronismo, Sergio Massa podría ser el vehículo apropiado para llevar adelante reformas regresivas y privatizadoras con el sustento del grueso del aparato sindical y los movimientos sociales estatalizados. Más la totalidad de los gobernadores peronistas y el conjunto del “aparato” del Partido Justicialista.

Es oportuno al respecto el recordatorio de la experiencia hecha con Carlos Menem. Votado por muchos como opción para al menos aminorar la propuesta neoliberal de su principal oponente, apenas asumido como jefe de Estado impulsó una versión mucho más radical de esas mismas políticas. Y contó para ello con el sustento casi unánime de los peronistas que detentaban posiciones de poder. Provenir del peronismo allanó su camino, en lugar de entorpecerlo como muchos suponían.

Con los cambios de época y circunstancias que se puedan señalar, no es para nada descartable que la orientación de un futuro gobierno “justicialista” vaya en esa dirección. Las características de Massa, su ideología derechista revestida de desprejuiciado pragmatismo, la alianza estrecha que practica con amplios sectores del gran capital y el vínculo cercano con los ámbitos de poder de EE.UU hacen muy factible esa posibilidad.

La creencia de que el kirchnerismo más consecuente puede condicionar en serio el sentido de su mandato está ya desmentida por la experiencia vivida en los últimos cuatro años.

La apuesta por izquierda.

Ha quedado en pie una sola opción que exhibe independencia frente a las patronales y apunta hacia la emancipación de las y los trabajadores y el pueblo pobre, materializada en la defensa y ampliación de las conquistas populares.  Que se pronuncia asimismo contra el orden social capitalista.

Es la única que además sostiene el rechazo y no pago de la deuda-estafa. Que propone incrementos drásticos en los salarios y jubilaciones haciéndolos pesar sobre las ganancias y el patrimonio de los grandes capitalistas.

A lo que se suma que rechaza con claridad el tratamiento sólo represivo de la “seguridad”. Y defiende de modo consecuente la protección del ambiente y los bienes comunes y las luchas de los pueblos originarios. Y acompaña esas aspiraciones con el compromiso activo respecto a la protesta social.

Tal como ha quedado el mapa electoral no queda mucho margen de duda. El voto al Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U) es el único que no es portador del mal, ni mayor ni menor, para las mayorías populares. Más allá de que es deseable su conversión en una alianza más amplia y que adopte un enfoque más dúctil y plural de una perspectiva de izquierda, resulta plausible el sufragio por la candidatura presidencial de Myriam Bregman y lax de todxs quienes aspiran a cargos electivos en las listas de la izquierda.

Es la única vertiente que se referencia en las trabajadoras y trabajadores y no en las diversas instancias del poder establecido. Más allá de observaciones y discrepancias, es indispensable otorgarle respaldo. Sustento que apareja un cuestionamiento a la sociedad de desigualdad e injusticia crecientes en la que vivimos.

La búsqueda del voto.

A la hora de impulsar el voto al FIT-U y más allá de que la convocatoria debe hacerse de la manera más amplia, hay destinatarios que habría que interpelar expresamente.

Se requiere convocar a quienes se pronunciaron por el rechazo a los padecimientos de dos períodos presidenciales de signos político que se supone opuestos. Y en contra de la ostensible despreocupación de la dirigencia política por la suerte de las mayorías, mientras se muestran celosos de preservar y ampliar sus privilegios.

Muchxs de ellos lo hicieron por alguna forma de repudio genérico, sin pronunciarse por ninguna opción. No yendo a votar o haciéndolo en blanco.  Se puede y se debe dar la discusión de modo que rescate esa actitud de rechazo y a partir de allí proponga volcarla hacia un pronunciamiento por la positiva, que se dirija a la opción claramente enfrentada con aquello que se pretende cuestionar.

Otro interlocutor indispensable es el formado por quienes expresaron su raigal descontento y su ánimo cuestionador a través del voto a la ultraderecha. Lo han hecho desde la valoración del discurso antisistema y “anticasta” enarbolado por Milei, sin prestar atención prioritaria al sentido reaccionario de sus propuestas.

La tarea en estos casos será ardua pero, de nuevo, se trata de demostrar que el verdadero pronunciamiento contra el orden existente sigue otras coordenadas: Las del enfrentamiento con el capital y no la de la exacerbación de sus privilegios y el incremento de sus ganancias.

Es imprescindible que quede claro siempre que no se habla desde el reproche ni a partir de cualquier supuesta superioridad, sino a partir de la búsqueda en común de un camino certero hacia transformaciones profundas.

En cuanto a quienes sufragaron por Sergio Massa cabe con ellos el debate, nunca el menosprecio. En muchos casos no es un voto por convicción sino una visión del “voto útil” o del propósito de frenar a la derecha. Allí la discusión es que no se detiene a la derecha con otro candidato aliado y defensor del gran capital. Y cuyo anclaje social, como ya explicamos, puede hacer crecer su potencial para instrumentar cambios en sentido regresivo.

Otra tarea importante es pedir el apoyo de quienes ya optaron por candidaturas de izquierda o que estimaron como tales. Lugar destacado en ese conjunto merece el de quienes votaron por Juan Grabois desde el respaldo a sus propuestas sociales y sus pronunciamientos antiimperialistas. Y ahora se ven en el brete de pronunciarse por un presidenciable que representa casi lo opuesto.

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Cualquiera sea el triunfador en octubre o en el eventual balotaje, la perspectiva para las clases populares es de lucha y resistencia. Las fuerzas políticas con más apoyo han augurado más sufrimientos que promesas de mejora. Cuando se encuentren frente a un porvenir de cuatro años al frente del aparato del Estado y con la legitimidad que proporciona el reciente triunfo electoral, la búsqueda de cualquiera de ellas será la de mejores garantías para el statu quo, en dirección a hacer aún más poderosos a quienes ya lo son.

La organización y movilización popular serán el único camino para impedir o limitar el alcance del rumbo deseado por el poder económico y comunicacional y la elite política que se sostiene en ellos y promueve sus intereses.

El voto por la izquierda es un pronunciamiento de antemano por dar la disputa en las calles y apunta a la construcción de una verdadera alternativa popular, amplia y diversa, orientada a superar la democracia menguante y de legitimidad en declive. Todo en sustento de un verdadero poder popular construido desde abajo.

Fuente: https://tramas.ar/2023/08/21/el-voto-en-octubre-encrucijada-y-desafio/

Daniel Campione
Daniel Campione

Profesor universitario en la UBA, investigador en temas de historia del siglo XX y actualidad política. Autor entre otros libros de “Los orígenes estatales del peronismo”, “La guerra civil española: Argentina y los argentinos” y “Los años de Menem”.


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