Falta un mes para las elecciones primarias y se han lanzado las campañas electorales. Los avisos que circulan, en su mayoría, parecen anunciar una puja casi vaciada de contenido, sin programa ni debates de fondo.
El señalamiento acerca de la decadencia y pérdida de credibilidad de la dirigencia política argentina se ha convertido en un lugar común de cualquier comentario sobre la actualidad nacional. Se describe al electorado como enojado o apático, lo que parece tener reflejo en el descenso de la participación en el sufragio.
Todo frente a una llamada “clase política” que sólo atendería a sus ambiciones y a debates que no interesan, en el mejor de los casos, más que al público más politizado. Y que carece de mensajes que atiendan las angustias provocadas por la inflación, la pérdida del poder adquisitivo, la precarización del empleo o la posibilidad creciente de ser víctimas de delitos.
En estos días de campañas electorales con vistas a las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias, cabe interrogarse acerca de la contribución, o no, que hace la propaganda política a la pérdida de atractivo de la disputa electoral en general y de las diferentes candidaturas en particular.
Hace años que, de la mano de bien remunerados expertos, se ha expandido la idea de que en el sentido del voto predomina lo emocional sobre lo racional, que al “ciudadano común” no le interesan las definiciones ideológicas ni las propuestas programáticas, que hay que llegarle con mensajes simples, de fácil e inmediata comprensión y asimilación.
En comicios anteriores hemos visto pedir el voto con referencias a la vida familiar y cotidiana de los postulantes, tratar de atraer mediante la apariencia física de quienes aspiran a ocupar las listas y otras apelaciones más o menos triviales. También las llamadas “campañas negativas”, más centradas en el rechazo o el miedo hacia los oponentes que a generar afinidad con los propios.
A la hora de los avisos.
En estas PASO 2023, los avisos parecen orientados a estimular al eventual votante con pocas palabras, sobre todo con imágenes, sin promesas concretas y mucho menos con alguna definición ideológica. Apenas alguna frase que busca un impacto fácil y que no compromete a nada.
Lo que resulta verdad sobre todo si se pone la vista en los aspirantes al cargo de presidente de las distintas fuerzas que tienen mayores posibilidades de conseguir un elevado caudal de votos y así alcanzar una perspectiva cercana de aspirar al cargo mayor de nuestro sistema institucional .
Resulta muy significativo el primer spot de campaña de Patricia Bullrich, quien dirime la propuesta presidencial de Juntos por el Cambio (JxC). De modo explícito y reiterado apela el uso de la fuerza contra cualquier expresión de protesta popular. Y postula el “todo o nada”, colocando el ORDEN en primer lugar. Allanamientos u otras acciones policiales aparecen en las imágenes. También los rostros de figuras estigmatizadas del kirchnerismo, en la búsqueda del rechazo a personajes que arrastran una carga de descrédito, se supone que merecido.
Una de las líneas de interpretación es la de que tal publicidad es una autocrítica por derecha del gobierno de Mauricio Macri, al que se atribuye, sin mencionarlo, el haber hecho las cosas “a medias”.
Y una implícita impugnación a Horacio Rodríguez Larreta, ya que en pasajes del anuncio se descalifica al “diálogo” y a la “negociación”, que el actual Jefe de Gobierno esgrime todo el tiempo como el camino a seguir. Algunos observadores evalúan que Bullrich ha generado este mensaje extremo para disputarle votos a Javier Milei y sobre todo para atraer al votante “duro” de Juntos por el Cambio. Y que en caso de que se imponga sobre Rodríguez Larreta retomará en seguida un discurso algo más moderado.
Tal evolución está por verse, hoy tenemos esta exhortación al voto por la represión abierta y la ofensiva contra lo que denomina “privilegios” y sabemos que son derechos.
La propaganda electoral de su rival interno, Larreta, incluye un aviso en el que tras una larga enumeración de males sociales, escritos en sendos papeles, el precandidato se limita a decir “El país si tiene arreglo”. La pieza publicitaria termina allí, sin el menor amago de una propuesta, siquiera genérica o vaga. El otrora delfín de Mauricio Macri sólo se preocupa por trasmitir la imagen de que Argentina está en muy mala situación. Y, no se sabe cómo, él va a superar ese ominoso estado de cosas.
Rodríguez Larreta ni siquiera insiste en su lugar de “buen administrador”, no hay ningún mensaje acerca de sus posibilidades a la hora de “arreglar” al país. Sabor a demasiado poco.
El aviso de Sergio Massa se limita a imágenes de trabajadoras y trabajadores en distintas actividades, sobre las que se sobreimprime la palabra “patria”, para culminar con la consigna “La patria sos vos, vamos a defenderla”. Nuevamente el vacío de propuestas, sólo la identificación patriótica, que tal vez insinúa la carencia de esos sentimientos en los rivales.
Massa representa a un oficialismo y no hace ninguna referencia a reales o presuntos logros del espacio del que no sólo es candidato, sino además ministro de Economía. En un segundo aviso, dedicado a jubiladas y jubilados, apunta a sus rivales, profetizando que suprimirán el PAMI y privarán a la “clase pasiva” de prestaciones sociales y turísticas. No se trata de que sus pronósticos no sean correctos, sino de que no enuncia ninguna acción en sentido contrario.
La pieza publicitaria de Javier Milei, recorre los carriles previsibles: Llamados a restaurar el “orden” perdido, a instaurar el punitivismo: “el que las hace, las paga”. Lo acompaña con el llamado a reducir los impuestos y la inflación. Y alguna generalidad sobre que los jóvenes no se vayan del país.
Como Bullrich, no disimula su vocación por ocupar la derecha del espacio político. Llama a imaginar “una Argentina distinta” y a invertir los lugares entre “ganadores” y “perdedores”, aunque todo indica que trabaja para los ganadores de siempre.
La hora de la diferencia.
Hay que remitirse a corrientes políticas con menores posibilidades electorales para encontrar algún componente más concreto y propositivo en los anuncios.
Así Juan Grabois, que habla en su anuncio de salario, trabajo, educación y felicidad colectiva, independencia frente al FMI; todo precedido por una invocación a grandes hitos históricos del peronismo. Sin alusiones directas a su perfil de luchador social y sin expresar nada a propósito del gobierno actual, al menos intenta dar una idea de lo que procuraría hacer en caso de llegar al gobierno.
Más contundente resulta el aviso de las candidaturas de Myriam Bregman y Nicolás del Caño. Se propone un incremento de salarios, la reducción de la jornada laboral a seis horas, la ruptura con el FMI, la denuncia de la apropiación del litio. Se reivindica la consigna “Ni una menos” y la preservación del planeta. Todo se sucede bajo la consigna “Levantá la izquierda”, que abarca a todos los reclamos. Y se invoca a las luchas populares, al poner como ejemplo a seguir el levantamiento en curso en Jujuy. Una imagen muestra a los principales candidatos al frente de una manifestación, insinuando que la lucha de calles es el camino.
En ambos casos se trasunta la existencia de inquietudes sociales y propuestas de carácter programático, ausentes en las expresiones en principio mayoritarias. En el caso de Grabois es de lamentar que tal predisposición vaya acompañada de un apoyo a la lista de diputados y senadores de Unión por la Patria y del llamado a votar a Massa una vez superadas las internas. Precisiones que no están en el aviso, pero aclaran el sentido de su proyecto.
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Al menos por parte de las fuerzas políticas más poderosas, lo que trasmite lo visto hasta ahora de la campaña está signado por la escasa estima por la inteligencia del electorado y la renuncia anticipada a asumir compromisos. En los peores casos se enarbolan amenazas y se exhibe a la violencia desde arriba como un valor a defender. Mientras se apunta al desprestigio ajeno más que al mérito propio.
Los votantes tienen la oportunidad de buscar un cauce para su descontento sin incurrir en la trampa del “bicoalicionismo” dominante ni adherir a una propuesta reaccionaria disfrazada de “antipolítica”. Está en la responsabilidad de las propuestas realmente cuestionadoras el trabajo para que se asuma el voto como una herramienta más de la lucha popular, no la principal y mucho menos la única.