Estado, Derecho y Constitucionalismo en América Latina. Por Beatriz Rajland.

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Publicado en Boletín 13 del GT de CLACSO: Critica jurídica y conflictos socio políticos.

Algunos interrogantes

Se habla de estatizar en algunos casos, ¿eso es revolucionario? ¿Qué queremos significar cuando hablamos de estado de clase? ¿Hablamos de reforma del Estado, de transición, de cambios profundos, de revolución? En resumen, el del Estado es un tema fundamental, porque habitualmente lo que oímos son formas tergiversadas sobre él. Esas tergiversaciones no son ingenuas, sino que ocultan su verdadera esencia y se han convertido en lo que denominamos “sentido común”, es decir que se crea en la tergiversación por encima de su realidad.    

En suma, el Estado, al que se pretende presentar como “neutral”, como si estuviera por encima de la sociedad, o sea por encima de las clases, cuando en rigor ha surgido de la sociedad dividida en clases irreconciliables en cuanto a sus intereses- Esa pretensión de “neutralidad”, es lo que le permite enmascararse, es justamente una ficción que mistifica, que naturaliza una mirada falsa. Porque  en realidad el Estado es el encargado de velar por la reproducción de las condiciones sociales de producción correspondientes al modo  de producción principal de una sociedad, y realiza ello desde  el ángulo de una ubicación de clase o sea, claramente no es independiente de la sociedad.                                                                               

 ElIo implica una postura teónca que ¨ve¨, que coloca, por detrás del «fetichismo» reificador, el carácter de relación social, específica, de un tipo especial, que da aliento al Estado, en cuanto lo vincula con la reproducción del conjunto del sistema social. 

El Estado capitalista es producto del capital como relación social, y él mismo una relación social específica. Su especificidad es el ejercicio práctico de la dominación. Es el caracter coactivo intrínseco. 

Pero el Estado capitalista no es sólo eso, como sabemos, sino que al mismo tiempo, es un espacio de lucha disputado por las clases subalternas.  

Cierta autonomía del estado (en rigor, autonomía relativa al decir de Gramsci), en la tradición derivada de Marx, no significa la independencia del Estado de las relaciones de producción sino justamente, ir al rescate del vínculo existente entre el Estado y las relaciones de producción capitalistas, con las características de estado ampliado que le es propia ya desde el siglo XX.

Está claro que esa autonomía relativa a que nos referimos, en última instancia ¨sucumbe¨ ante los intereses de la clase dominante, El límite de esa autonomía, de las concesiones que está dispuesto el bloque hegemónico es el que no ponga en peligro al propio sistema capitalista, a su reproducción hegemónica. 

El Estado es un lugar de la lucha de clases, es un lugar de disputa, de disputa total (se expresa en el concepto complejo de “tomar el poder”) y también es objeto de disputas parciales a veces con éxitos relativos y a veces con derrotas.

Pero mientras la hegemonía esté del lado del capital, son los intereses de su dominación los que establecen el rumbo y actuación esencial y estructural del Estado, que queda sujeto a las estrategias y tácticas que en cada momento le resulten más idóneas.

En las últimas décadas, la reformulación del modelo de acumulación llevó aparejado un cambio en el modo de organización estatal. 

Las exigencias del gran capital en cuanto a promover una circulación libérrima de los capitales, una organización de la producción más flexible, léase en primer lugar la disminución del poder de los sindicatos y de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, y una baja general de los costos de producción, vía disminución de impuestos, del abaratamiento de la mano de obra y de múltiples estímulos a la inversión, con sus banderas de privatización, desregulación y apertura económica. El neoliberalismo se conviertió así en doctrina económica y política hegemónica, y la libertad de mercado se constituyó en axioma 

 La misma noción de ciudadanía, idea liminar del estado burgués, tiende a ser relegada a la participación en unas elecciones periódicas, cuyo valor no excede el de una mera técnica para seleccionar a quienes deben cubrir ciertas funciones públicas. 

 Las directrices principales del Estado, en atención a su carácter de clase, se deciden en la esfera de lo privado y no de lo público,  en relación a lugar y tiempos concretos particulares con lo que denominamos capitalismo de época.

O sea que el poder se genera por fuera del Estado, en el ámbito de lo    conocido como privado y se torna público a través de la institución Estado, de la utilización de sus aparatos. 

Lo que hace el Estado es articular las distintas fracciones de la clase dominante y también disciplinar a sectores de la burguesía en función de garantizar una estrategia de acumulación

Se ha naturalizado que Estado y Derecho son cuestiones diferentes, separadas. que operan autonomamente. Ello no es así, el Estado y el Derecho son dos caras de una misma moneda, porque el derecho […] es generador de ideología de aceptación social, o sea genera consenso, y al mismo tiempo legitima el poder coactivo de la dominación.

Al igual que respecto al Estado, las relaciones jurídicas son inherentes a una sociedad de clases y también al igual que el Estado es un terreno de disputa. En el caso del derecho, es la disputa de sentido, la obtención de derechos.

El derecho tiene que ser el efecto de los cambios políticos que se dan. Pueden lograrse conquistas anticipatorias, pero siempre entendiendo que dentro del sistema, podrá avanzar en tanto y en cuanto no melle el sistema capitalista. Para hacer cambios que son sistémicos se necesitan cambios que son políticos, resultado de la lucha consciente de los pueblos. No es desde el derecho que vamos a decidir que de ahora en más no existe el capitalismo. 

Los cambios se hacen desde la política  y cuando hablo de política, me refiero tanto a lo social como a lo intrínsecamente político. 

 No es al interior del capitalismo que podemos resolver la emancipación humana. Ni tampoco por transformaciones desde el Estado. Ni a través de modificaciones en el derecho.

  Lo primordial pasa por la urgencia de búsqueda de alternativa y eso es la política, desde sus fundamentos filosóficos o desde su ejercicio: terminar con la sola idea de resistir, hay que resistir, qué duda cabe, pero hay que ir para adelante, construir poder, construir fuerza para enfrentar el sistema capitalista y vencerlo. Avanzar hacia lo que se ha dado en denominar una sociedad postcapitalista.

Esa sociedad postcapitalista, socialista, comunista, no debe resultar ni del calco ni de la copia al decir de Mariátegui de otras sociedades en concreto. De ahí que en América Latina y el Caribe haya que abrevar en sus propias fuentes originarias, en su conformación social propia, en sus culturas y tradiciones, comunes en algunos casos pero distintas en otros.  

           Entonces simplemente estatizar no nos garantiza que las cosas cambien o que se actúe en función de las verdaderas mayorías. Creo que en los movimientos sociales habría que empezar un trabajo paciente para sacar esa idea de que la estatización es la solución que estamos buscando.

Algunas respuestas

          Hay que empezar a hablar más de socialización, que no significa aun el socialismo,  pero si la socialización, la colectivización, la cooperativización de empresas y demás.

         Identificar las novedades históricas que van emergiendo en los  procesos constitucionales latinoamericanos, intentando identificar los desafíos, tensiones y contradicciones para el Estado y el Derecho.

        Los problemas constitucionales no son primariamente problemas de derecho en el sentido estricto de normatividad positiva, como se ha presentado tradicionalmente por el liberalismo, sino de relaciones de poder expresadas en la norma. La verdadera constitución de un país solo reside en la expresión de los factores reales y efectivos de poder que en ese país son hegemónicos fue posible infisionar los intereses de esos factores reales y efectivos de poder de la burguesía, a través de la lucha y la conquista de posiciones por parte de las clases subalternas. Su límite, una vez más en el marco sistémico, siempre va a estar en que no se pongan en peligro los principios sobre los cuales se estructura el sistema capitalista, es decir, que no ¨represente peligro¨  para el sistema.

         Tomamos como base para nuestras reflexiones, los procesos constituyentes llevados a cabo en Nuestra América [1], en el contexto de procesos de cambio social, económico y político: Venezuela,Bolivia y Ecuador.

        El pensamiento crítico, la teoría crítica no puede pensarse sin una relación dialéctica con la praxis, y no cualquier praxis, sino aquella que transforme la realidad que ha sido analizada desde la teoría, criticamente, develando y desmistificando ideologías que distorsionan los fenómenos que proyectan. 

        El derecho es una especie de cobertura lingüistica de la dominación: nos habla del sujeto libre e igual, del intercambio, del sujeto libre e igual jurídicamente o sea no libre e igual estructuralmente. Esto constituye una especie de velo de ocultamiento de la realidad, una nueva fetichización.

       Se desgarra ese velo cuando se destruye la creencia de las masas en las bondades del derecho burgués. En la creencia del carácter democrático de sus fuentes de construcción.             

Es necesario entonces, luchar para conquistar nuevos derechos y utilizar dialecticamente los derechos conquistados para realizar nuevas luchas e ir creando las bases de un derecho contrahegemónico.

         Estas tres constituciones han podido crear derecho contra hegemónico, porque han sido fruto del movimiento social y político, de distinta manera o con distintas características. Pero en el origen de las tres hay movilización y experiencia social que presiona, se impone y comienza a producir procesos de cambio a partir de 1998 (Venezuela). Entonces, podemos decir que son fruto de todos estos antecedentes.

          Señalemos la importancia de la realidad política a la que está ligada una constitución de nuevo tipo como las enunciadas. Porque las constituciones en si mismas son herramientas, no son puntos de partida.  

         El capitalismo acentúa cada vez más la desigualdad más despiadada y la realidad nos indica que la izquierda se encuentra ante una profunda crisis de alternativa con una fragmentación social resultado del individualismo, la falta de confianza, los retrocesos sufridos en la última década.

        No hay ausencia de luchas pero ellas están desarticuladas, son parciales, sectoriales. En definitiva son insuficientes para pensar en cambios radicales.

         La mercantilización capitalista hoy lo toca todo. Hay que tener como objetivo la desmercantilización de la vida misma.

        Y lo que se necesita es que las luchas locales adquieran dimensión regional en Nuestra América. Se necesita un nuevo internacionalismo de los pueblos que sea síntesis de las tradiciones internacionalistas del marxismo  y la incorporación de las realidades actuales.

          Desde el punto de vista que estamos abordando, los procesos constituyentes y sus resultados en Venezuela, Ecuador y Bolivia, son la muestra más sustancial en mucho tiempo de la construcción de un derecho contra-hegemónico al dominante en la región e incluso en las concepciones al interior de esos países en muchos o vastos sectores de la población.

         Se profundiza la explotación de la fuerza de trabajo, la desocupación, la exclusión del mercado de trabajo y el abandono de conquistas de los trabajadores a lo largo de más de un siglo. En consonancia, se impulsan a escala global leyes de reforma laboral, reforma tributaria y reforma previsional, que rebajen derechos a los trabajadores y privilegien a la clase dominante.

        Se impone, la necesidad de construcción social de sujetos y subjetividades.

Se necesita unificar luchas, concentrarlas para fortalecerlas en la lucha anticapitalista. Se necesita en definitiva una alternativa que enamore a las masas populares, que reestablezca confianza en si mismas y hacia lxs demás, que demuestre que otro mundo es posible: un mundo sin desigualdades, sin explotación, un mundo que demuestre que la vida vale la pena de ser vivida.

[1] Intervención en el Coloquio Taller: “Pensamientos jurídicos críticos y derechos humanos en América Latina” realizado en el Plantel del Valle, UACM, en el marco de la 9ª. Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales de CLACSO

Junio de 2022

Beatriz Rajland
Beatriz Rajland

Vicepresidente de FISyP. Doctora en Derecho Político por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesora consulta de la UBA. Co-coordinadora del GT de CLACSO “Crítica jurídica y conflictos socio-políticos”, representante de la Corriente Política de Izquierda (CPI) en la Autoconvocatoria por la suspensión de pago y auditoría de la deuda.


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