El partido comunista de la Argentina y la revolución cubana. Entusiasmos y reticencias – Parte II – Por Daniel Campione.

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La “ejemplaridad de Cuba” y sus límites.

Las declaraciones y escritos de procedencia comunista acerca del proceso cubano repetían una y otra vez, como ya hemos visto, el carácter ejemplar de éste para toda América Latina y para Argentina en particular. La retórica al uso investía a la revolución como “faro” de América Latina.

Hay indicios de que el entusiasmo “cubanista” en las filas del PC argentino era desbordante, en especial en la juventud. “Entre los jóvenes de la Federación Juvenil Comunista se ‘soñaba’ con la lucha armada, aparecía como un ideal a seguir.”[1] “Nuestra generación fue la de la revolución cubana. Hubiéramos querido ir todos a Cuba.”[2]

El deseo de ir a la isla incluía el de participar armas en mano en su defensa contra potenciales agresiones antiimperialistas. Se multiplicaron “brigadas” y “comandos” solidarios e inscripciones de voluntarios para la defensa de la revolución.

En el congreso partidario celebrado en 1963, uno de los coordinadores nacionales de la solidaridad con Cuba enuncia la interrelación entre la identificación con la revolución cubana y  el trabajo revolucionario en Argentina. “Cabe entonces preguntarse: ¿Hasta qué punto un movimiento de solidaridad con la revolución de un pueblo hermano significa una contribución a las luchas de nuestro propio pueblo por la conquista del Poder? La respuesta sólo puede ser una: la solidaridad con Cuba se ensambla íntimamente a las luchas por la liberación nacional y social del pueblo argentino.”[3]

La “ejemplaridad” cubana tenía sin embargo sus restricciones, al menos a los ojos de la dirección partidaria. El principal era el rechazo a que se extendiera la idea de que en Argentina se podía hacer “como en Cuba”. En el Congreso mencionado, Victorio Codovilla[4], en el informe del Comité Central, fija posición en defensa de la “vía pacífica”, en explícito rechazo de una estrategia guerrillera:

…se expresa en algunos sectores cercanos al Partido, y, a veces, repercute en su seno, la idea de que en nuestro país se ha cerrado definitivamente la posibilidad del triunfo por la vía pacífica y que no queda otro camino que el de un levantamiento armado a través de un movimiento guerrillero.

Ante todo, conviene aclarar, una vez más. Que la vía pacífica no significa que hay que esperar pasivamente que el podrido régimen actual perezca por consunción para pasar, recién entonces, a la lucha por la conquista del poder.

De ninguna manera. La vía pacífica presupone la organización constante de la lucha de masas para detener los avances de la reacción y del fascismo, y por sus reivindicaciones económicas, sociales y políticas inmediatas, ligándolas a la lucha general por un poder de nuevo tipo.[5]

Más adelante en el mismo informe hace referencia  a que “…hay camaradas que consideran más expeditiva la lucha armada”.[6]

Al usar el término “camaradas” para designar a ciertos disidentes del “camino pacífico”, el dirigente deja implícito que forman parte del propio partido los que sostienen esas posiciones. Lo mismo puede decirse del reconocimiento de las repercusiones en el propio seno partidario de esas opiniones.

Un poco más adelante, toma el resguardo de dejar el camino abierto a la eventual utilización de medios “no pacíficos”: “De todos modos, lo importante es que nuestro Partido, partido de vanguardia de la clase obrera y del pueblo, llegue a dominar las diversas formas de lucha, tanto en las situaciones legales como en las ilegales, tanto las pacíficas como las no pacíficas y estar preparado para pasar de una a otra forma en caso de que se produzcan cambios bruscos en la situación.”[7]

Pese a la “ventana” que el dirigente ítaloargentino deja abierta; del conjunto del informe se  desprende con claridad, que la “acción de masas” es la vía privilegiada, por lo menos hasta que se produjeran los eventuales “cambios bruscos”, cuyos rasgos concretos no se definen. ¿Qué otra cosa que un “cambio brusco” había sido el todavía reciente golpe militar que derrocó al presidente Frondizi.? La voz oficial del partido parecía no considerarlo así.

Ya unos meses antes, el mismo dirigente se había manifestado en similar sentido, también en discusión con los propios militantes del partido:

Hay algunos camaradas que plantean la cuestión del modo siguiente: estamos de acuerdo con que la lucha de masas lo decide todo ¿pero no se podría acelerar el proceso a través de las guerrillas? ¿No es éste un camino más corto? Sería el más corto si fuera acompañado de la acción de masas, y para que las masas marchen en esa dirección es preciso que se convenzan por su propia  experiencia que éste y no otro es el camino que deben seguir.”(…) lo fundamental y principal es el movimiento de masas. La organización de la clase obrera y de la población laboriosa en sus organizaciones específicas y de todo el pueblo en Comités de lucha (…) es lo que creará las condiciones para la victoria.[8]

El carácter intrincado de la relación del partido con acciones violentas e “ilegales” no provenía solamente de la atracción ejercida por los métodos guerrilleros que habían triunfado en Cuba. Un factor coyuntural eran las condiciones políticas de Argentina, con el PC perseguido e ilegalizado, junto con el mayoritario peronismo, y la permanente amenaza de que sectores militares impulsaran un golpe “de tipo fascista” que empeorara aún más las condiciones de lucha y militancia, lo que en parte sucedió a partir del nuevo golpe de estado de marzo de 1962.[9]

Otro elemento, de más largo alcance es que, de ajustarse a algunos testimonios, el PC argentino hacía décadas que se autodefinía como “organización político-militar”, lo que comprendía la organización y acciones para la autodefensa, el adiestramiento armado de una parte de sus miembros, y el trabajo político hacia el interior de las Fuerzas Armadas.[10]

En épocas de auge de la opción armada; con creciente influencia de quienes tenían como propuesta central tomar el “camino cubano” en el sentido más directo; mantener un desarrollo en el plano técnico-militar sin hacerlo operativo y volcarlo sobre el terreno, podía resultar contraproducente. Hay testigos de la época que señalaban la existencia de “problemas” en la conducción del PC con relación a Cuba, aunque se refieran a un período un poco posterior. Así José Luis Mangieri, uno de los orientadores de una publicación que rompió con el partido afirma,[11]:  “…éramos muy procubanos, muy con Vietnam, en esa época el partido tenía muchos problemas con Cuba y como el partido seguía siempre la línea soviética, con Vietnam andaba más o menos…”[12]

En escritos muy posteriores, dos destacadas dirigentes del PC, de distintas generaciones, se explayan con cierta amplitud sobre las reticencias del partido argentino hacia el “guevarismo”, atribuyéndolas a una comprensión esquemática y europeísta del marxismo, y plantean una fuerte autocrítica de esas actitudes.[13]

De todas maneras millares de jóvenes comunistas habían sido educados en la solidaridad activa con Cuba, y en el cumplimiento de dichas actividades habían entrado en contacto con grupos y experiencias que se inspiraban en visiones de izquierda más radicales. Las condiciones para la producción de variadas disidencias comenzaban a estar dadas. Las influencias “castristas” y “maoístas” serían parte de una serie de rupturas con el partido por parte de grupos de militantes, sobre todo jóvenes.

Las críticas de izquierda al Partido Comunista y su relación con la experiencia cubana.

Otras corrientes de izquierda tendían a abordar la perspectiva del socialismo como inmediata, sin “etapa democrática” previa, y rechazaban la idea de privilegiar la “vía pacífica”. Esto último se potenciaba en tiempos del gobierno de Frondizi y más todavía en  el de José María Guido, bajo estricta tutela militar. La cobertura “constitucional” era día a día más endeble y el escepticismo sobre el valor de las formas democráticas cada vez mayor. Como hemos visto, las medidas represivas y las proscripciones, incluida la de los comunistas, se multiplicaban. La brecha de legalidad se encogía frente a la amenaza omnipresente de implantación de una dictadura militar, ultrarrepresiva y de larga duración.

La existencia de un proceso revolucionario en el continente, y máxime su rápido vuelco socialista, contribuían a su vez a radicalizar a las derechas, dispuestas a combatir y en lo posible a suprimir a todo lo que oliera a cercanía o simpatía con el proceso revolucionario cubano. El anticomunismo tuvo uno de sus mayores auges en la historia reciente de Argentina y afectó incluso al gobierno de Frondizi: “Cualquier conducta gubernamental que no se encuadrara en los parámetros trazados por los EEUU sobre el combate al comunismo, era considerada un signo de debilidad y complicidad con el enemigo.”[14]

El PC enfrentaba estas políticas, de hecho caracterizó al gobierno Guido como “de tipo fascista”[15], pero no por eso sacaba como conclusión que se hubieran cerrado los “medios pacíficos”. La apuesta a lo que quedaba, o podía regenerarse, de instituciones representativas, es reiterada una y otra vez. El planteo nunca es absoluto, siempre se mantiene la puerta entreabierta a acciones armadas en caso de que quede obturada de modo definitivo la vía pacífica, el camino electoral. Pero se rechazan con claridad posibles “atajos” que procuren reemplazar la “acción de masas” por la vía armada, como ya hemos visto.

Muy poco tiempo después, en pleno gobierno “de tipo fascista”, el PC comienza a tomar partido en los enfrentamientos entre distintas facciones militares, alineándose con las corrientes que juzga menos reaccionarias, autodenominadas “legalistas”, que eran  el bando militar que quiere llamar a elecciones en lugar de instaurar una          dictadura de larga duración. Algunos de ellos eran, un paso más allá, clasificados como “nasseristas”, proclives a       soluciones nacionalistas, con cierto potencial antiimperialista.

…si se presentara la eventualidad de un enfrentamiento entre los nasseristas y los ultragorilas, contribuiremos, en primer lugar, a la derrota de estos últimos, que son el enemigo principal, y en segundo lugar, apoyaremos a las llamadas fuerzas nasseristas u otras similares a conquistar y consolidarse en el poder, a condición de que se forme un gobierno verdaderamente democrático y nacional. La presencia del Partido Comunista junto y a la cabeza de las masas será la garantía de que los acontecimientos no queden en los límites que se proponen los nasseristas.[16]

Cuando ambos bandos chocan en septiembre de 1962, bajo la denominación de “azules” y “colorados”, el partido incluso se plantea intervenir en favor de los “legalistas”, ahora “azules”. Si bien esa intervención no tiene mayor concreción, una vez terminado el enfrentamiento, una declaración oficial lamenta que no se haya prolongado el conflicto, porque hubiera dado lugar a cambios profundos: “…si la lucha armada se hubiese prolongado varios días más dado que las consignas del Partido prendían en el pueblo y en las tropas se hubieran creado condiciones para provocar un cambio radical de la situación en dirección democrática y popular.”[17]

Por fuera de las consideraciones teóricas más generales; más allá de la día a día ratificada solidaridad con Cuba, el recorrido de esos senderos hace aparecer a la dirigencia comunista como a suma distancia del tantas veces invocado “faro” para América Latina.

Menos de un año después del triunfo guerrillero en el Caribe, ya brotan las críticas de otras corrientes de izquierda al posicionamiento de los comunistas. Se ataca la concepción de la revolución, la política de alianzas que conlleva (el Frente Democrático) y la apuesta a la “brecha democrática” en lugar de a las acciones armadas.

Un ejemplo de dureza en ese aspecto lo constituye el dirigente socialista Abel Alexis Latendorf:

…en los países latinoamericanos, el comunismo se ha transformado en un servidor de la burguesía y en un freno potente de los movimientos revolucionarios. La posición del comunismo en la Argentina no difiere de la que adopta en Cuba, por ejemplo, en donde también pide un frente común con grupos de la burguesía. Es decir que quiere que se anule la principal condición revolucionaria cubana, tal cual es su falta de compromisos con los sectores del privilegio.[18]

 Este período ha sido caracterizado así:

Este clima de ruptura y renovación en las izquierdas se intensifica hacia los años 60 con el triunfo de la Revolución Cubana y el prestigio de la táctica de la lucha armada. La nueva izquierda que intenta afirmarse en las grietas abiertas por estos fenómenos enfrentaba, en la coyuntura nacional argentina, la necesidad imperiosa de una nueva comprensión del peronismo y de la experimentación que, en su interior, realizaba la clase trabajadora.[19]

Las calles de Santa Clara, 1959

El PC sufría, hasta el límite del desgarramiento interno, por esa “neoizquierda” que le disputaba con éxito creciente el anterior monopolio del “marxismo revolucionario”.

La figura, la acción y el pensamiento de Ernesto “Che” Guevara eran una referencia central en estas discusiones. El análisis de la revolución cubana y latinoamericana que efectuaba el Che oficiaba como un incandescente polo de atracción para los sectores de la izquierda radicalizada. Sus apreciaciones disentían de las que sustentaban la mayoría de los partidos comunistas.

Es bueno dar una mirada a pasajes de un discurso de Guevara, dedicado de modo específico a los argentinos, que constituye al mismo tiempo un despliegue general de su posición y una activa intervención en las discusiones de nuestro país.

mostramos aquí una experiencia naturalmente no la única, no pretendemos de ninguna manera que esta experiencia cubana marque el único camino para la liberación de América, pero sí uno importante, la demostración efectiva de que los ejércitos represivos se pueden destruir, que el pueblo puede ir armando a su vanguardia combatiente enseñándole a combatir, a destruir al ejército adversario, a acosarlo y al final a pulverizarlo. Podemos nosotros también mostrar aquí como crece, cómo se desarrollan las masas, uno de los fenómenos más interesantes que es el fenómeno del desarrollo de la conciencia revolucionaria. [20]

La intención del Che, transparente, es llamar a un frente de liberación en el que confluyan las nuevas corrientes; peronistas radicalizados y socialistas contrarios al reformismo de las conducciones partidarias; que también atraiga al PC argentino. En esta línea es que expresa “todos somos aliados, aunque a veces no lo sepamos”.[21]

Guevara plantea con claridad el rol de la lucha armada en la generación de las “condiciones subjetivas”, bajo el supuesto de que las “condiciones objetivas” existen en toda Latinoamérica. Esta evaluación tendía a chocar de frente con algunas posiciones del comunismo de Argentina: “Nosotros demostramos que en las condiciones especiales de Cuba, las condiciones subjetivas iban madurando al calor de la lucha armada, que la lucha armada era un catalizador que agudizaba las luchas, que llevaba hasta el paroxismo estas luchas y que iba haciendo nacer una conciencia. [22]

El argentino-cubano no deja de señalar las “condiciones especiales” de Cuba, lo que implica que la experiencia caribeña no es susceptible de traslación mecánica. Pero era obvio, y el Che no  podía ignorarlo, que sus atractivas explicaciones sobre la experiencia guerrillera, constituían un poderoso  acicate para una mirada que percibiera a todo el continente como escenario de revolución armada.

En otro pasaje es más explícito, si cabe, y añade la idea de que Cuba necesitaba el desencadenamiento de otros procesos revolucionarios. Se ligaba así solidaridad con la isla y la lucha revolucionaria en el propio país: “Nuestra revolución es una revolución que necesita expandir sus ideas, que necesita que otros pueblos la abracen, que necesita que otros pueblos de América se llenen de bríos, tomen las armas o tomen el poder, lo mismo da, porque en definitiva al tomar el poder, después hay que tomar las armas. Y nos ayuden, nos ayuden en esta tarea que es la de toda América…”[23]

Con todo, hay una afirmación del Che en su canónico La guerra de guerrillas, que podía justificar  la toma de posición de los comunistas argentinos. El comandante expresa que en un país donde hay siquiera vestigios de un régimen democrático, la acción guerrillera no puede desarrollarse.  Es una situación dictatorial “..contra el derecho establecido” la que quiebra la paz y habilita la acción guerrillera. La lucha armada pareciera no tener lugar en condiciones próximas a la democracia representativa, con posibilidades de sostener la “contienda cívica” por las reivindicaciones sociales. Vale la pena citar in extenso:

…cuando se habla de las condiciones para la revolución no se puede pensar que todas ellas se vayan a crear por el impulso dado a las mismas por el foco guerrillero. Hay que considerar siempre que existe un mínimo de necesidades que hagan factible el establecimiento y consolidación del primer foco. Es decir, es necesario demostrar claramente ante el pueblo la imposibilidad de mantener la lucha por las reivindicaciones sociales dentro del plano de la contienda cívica. Precisamente, la paz es rota por las fuerzas opresoras que se mantienen en el poder contra el derecho establecido. (…) el descontento popular va tomando formas y proyecciones cada vez más afirmativas y un estado de resistencia que cristaliza en un momento dado en el brote de lucha provocado inicialmente por la actitud de las autoridades. (…) Donde un gobierno haya subido al poder por alguna forma de consulta popular, fraudulenta o no, y se mantenga al menos una apariencia de legalidad constitucional, el brote guerrillero es imposible de producir por no haberse agotado las posibilidades de la lucha cívica.[24]

Se puede ver así como, al menos mientras estuvo Arturo Frondizi en la presidencia, con legitimidad de origen en el voto popular y con el Congreso en funciones, podía argumentarse que no se daban las condiciones para la producción de un “foco” guerrillero, incluso desde el punto de vista “guevarista”.

Cabe sin embargo la consideración de que los métodos de pensamiento, acción y organización de los comunistas argentinos eran muy ajenos a la idea de desenvolverse por fuera de las vías políticas tradicionales, de las luchas reivindicativas y la propaganda acostumbradas, por más que en general el partido no podía desenvolverse con libertad en la esfera electoral ni tener representación parlamentaria.

Por lo demás, la concepción de un frente democrático, que incluyera a amplios sectores de la burguesía nacional, aparecía como arduo de compatibilizar con un proceso de radicalización. Sostenían un fuerte apego a una política de alianzas con sectores a los que resultaba imposible imaginar colaborando con una iniciativa guerrillera. El “gobierno de amplia coalición democrática”, cuya hipotética conformación invocaban sin descanso, era un objetivo de fuerte corte parlamentarista, distante de la adopción de la “vía armada”.

Una de las líneas de crítica más duras y fundamentadas a la renuencia de los comunistas a adoptar posiciones en consonancia con la “línea cubana” y con la perspectiva guevarista en particular, es la de John William Cooke,[25] que fue delegado del exiliado Juan Domingo Perón en Argentina, y era a la sazón el representante más conspicuo de las corrientes en vías de radicalización en el peronismo. Y era a su vez el dirigente peronista más involucrado con el proceso cubano.[26]

Empieza por desligarse de la acusación de imitación servil de Cuba, ataque que atribuye a los comunistas. “Creen que los partidarios de la insurrección imitamos a Cuba simiescamente. Pero no reparan en que hace treinta años que los comunistas argentinos se copian a sí mismos.”[27]

Cooke afirma que el frente propiciado por el PC

Es demasiado amplio, demasiado vago, demasiado impreciso y no da solución a los problemas fundamentales.” (…) Y sobre todo, los hostiga por seguir confiando en el camino “democrático” electoral, cuando las clases dominantes están cada vez menos dispuestas a preservar espacios de libre acción política y la población descree cada vez más de los viejos partidos políticos.(…) las masas argentinas no se movilizarán detrás de soluciones electorales, en las que no creen. [28]

Al ser declarados fuera de la ley el partido peronista y el comunista, a juicio de Cooke quedó demostrado que la oligarquía solamente daría “estado de derecho” hasta el límite en que no estuviesen en peligro sus privilegios. “El pueblo lo sabe, los comunistas lo saben. ¿A qué entonces, ponernos a restablecer esperanzas en los comicios?” (…) “Y ahora que ese pueblo sabe que no puede esperar nada de los partidos burgueses ¿vamos a restablecerle la fe perdida y tratar de demostrarles que por medio de elecciones se alcanzarán los fines revolucionarios que terminen con la explotación y el imperialismo?”[29]

Y remata más adelante, en un ataque al “pacifismo” del PC que entronca claramente con la concepción guevarista de creación activa de las condiciones revolucionarias: “.la táctica del PC es netamente electoralista. Las oportunidades para tomar el poder no caen llovidas del cielo, sino que hay que crearlas; y centrar el esfuerzo en las elecciones es conspirar contra la creación de condiciones insurreccionales, si es que no existen.”[30]

Los comunistas responden a las críticas desde temprano. Ya a fines de 1960, se lanza, en la publicación periódica comunista de mayor pretensión teórica, el extenso dossier ya mencionado “¿Qué es la izquierda?”, con artículos de autoría de los más destacados intelectuales del comunismo. Allí se intenta la impugnación de las diversas vertientes que con procedencia peronista-nacionalista, socialista o trotskista fustigaban las posiciones del PC, conjunto al que sus intelectuales llaman, en tono despectivo, “neoizquierda”.[31]

Ya en los primeros meses de 1963, poco después del XII° Congreso, las discusiones llevan a una primera ruptura. Nos referimos a la expulsión del grupo creador de la revista Pasado y Presente.

Esa publicación comienza en abril de 1963. La aparición de  su primer número es seguida de inmediato por la expulsión del partido de sus editores, un grupo de jóvenes comunistas, la mayoría procedentes de la ciudad de Córdoba, encabezados por José Aricó.[32] La exclusión de este colectivo militante iniciará a la postre todo un ciclo de disidencias de sectores juveniles, progresivamente más amplios. Es importante señalar la existencia de ese proceso, por más que se extiende más allá de los límites temporales de este trabajo. En todas ellas aparece, con mayor o menor centralidad, la política hacia Cuba y la “acción armada”.

Otra agrupación con la que los comunistas buscan una estrecha “unidad”, es con la resultante de una escisión radicalizada del socialismo tradicional,  el recién creado Partido Socialista Argentino de Vanguardia. Éste se funda en 1961 y su formación suscita elevadas expectativas en el PC que percibe su potencial como un aliado dilecto, que impulsara tanto la solidaridad con la revolución cubana como los esfuerzos para captar a las masas peronistas.

Con ellos, ya antes de la ruptura con el PS, el PC llevará adelante un proyecto editorial conjunto, la revista “Ché”, que   comenzó a publicarse en octubre de 1960, y a partir de su número 7 y tras una crisis financiera, contó con la activa participación de los comunistas Isidoro Gilbert y Juan Carlos Portantiero. La responsabilidad del grupo comunista en la revista la toma el propio Héctor P. Agosti, el intelectual con más predicamento en la organización partidaria. Tomaban parte en Ché entre muchos otros, Pablo Giussani, Abel Alexis Latendorf, Paco Urondo y David Viñas.[33]

Revista Che nº 4, 1962

Si algo caracteriza a Ché era su acentuado compromiso con la revolución cubana y un estilo osado y desafiante con el que criticaba a las dirigencias, inclusive a las de izquierda. En sus páginas, si bien consideraban al proceso cubano como el “inicio de la revolución” en América Latina, no se planteaba de modo lineal la aplicación de la estrategia cubana a Argentina. Se reconocían las peculiaridades del país, con la existencia del movimiento obrero fuerte y su dirección peronista, rasgos distintivos respecto a cualquier otro país de la región. Algún tipo de frente con el peronismo era colocado entre los presupuestos de un proceso revolucionario local. La revista trabajó intensamente por la candidatura a senador de Alfredo Palacios, en los comicios de febrero de 1961, de la que ya nos ocupamos.

Luego  del triunfo de la postulación socialista, Ché titula “Cuba plebiscitada en Buenos Aires” en la portada, junto con un gran retrato de Fidel Castro. La victoria desató multitudinarias manifestaciones, que junto con Palacios vitorearon a Fidel y a Lumumba.[34] La posición frente a Cuba es presentada como el parteaguas de la política nacional, con el triunfo del anciano dirigente como una base para avanzar en una verdadera política revolucionaria, que tome en cuenta la idiosincracia nacional. El ciclo de Ché  terminaría unos meses después, a fines de 1961.

Muchos grupos de la izquierda, decepcionados con el «frondizismo» descreyeron de las posibilidades de realizar una “revolución democrática” y de contar para ello con sectores de la «burguesía nacional» e iniciaron un sostenido viraje hacia horizontes más radicales, alentados por el éxito de diversas experiencias revolucionarias, en particular la cubana.

El PC, en cambio, pasó a la oposición sin revisar su línea ni rever las decisiones políticas que, en función de ella, había tomado. Así, la “traición” del gobierno al “programa progresista” era explicada por la “insuficiente presión” ejercida por los sectores populares que, habiendo permanecido desunidos -o “prisioneros de dirigencias vacilantes”- no habían logrado constituir el Frente Democrático y Nacional propuesto por el Partido.[35]  Así lo formulan ya en 1959 “…para nosotros la tarea esencial hoy con más razón que ayer (…) es convencer a la clase obrera y al pueblo de que para conquistar la independencia económica y salvaguardar la soberanía nacional no hay otro camino que el de la unidad de acción desde la clase obrera hasta los sectores progresistas de la burguesía nacional en un poderoso Frente Democrático Nacional.”[36]

La admiración que producía “la primera Revolución Socialista de América”, no podía sino promover comparaciones que, en muchas ocasiones, llevaban a cuestionar la línea política y la capacidad del grupo dirigente del propio partido. Cuando esto comenzó a percibirse, la dirección partidaria trató de impedir que el entusiasmo diera lugar al debate, y se abroqueló en la defensa cerrada y arrogante de una línea política que, para algunos, ya no era sino la contracara de una revolución triunfante. A partir de entonces, puede decirse que la posición del PC sobre Cuba fue oscilante -o ambigua-, y que la cuestión de la “vía cubana” comenzó a dividir aguas dentro del Partido, aunque la discrepancia no fuera oficialmente reconocida. El grupo dirigente, mantenía sus declaraciones de “apoyo y solidaridad” a Cuba, a la par que marcaba límites a quienes desde allí pretendían revisar la línea política. A veces lo hacía señalando la “excepcionalidad” del caso cubano, y por lo tanto la inaplicabilidad de ese modelo en la situación argentina. En otros casos se argumentaba que, bien mirado, el proceso cubano ratificaba la estrategia “correcta” ya que se había completado rápidamente la etapa “nacional y democrática”, y su profundización había permitido transformar “una revolución agraria en revolución socialista”[37].

Conclusiones.

El PC transitó los primeros años de la revolución cubana con un apoyo a la misma que fue intenso y continuado. Proclamó su solidaridad en todos los tonos y multiplicó acciones que la hicieran efectiva. Sus lineamientos políticos no dejaron de señalar a Cuba como un ejemplo para el continente, su líder, Fidel Castro, fue exaltado como un héroe de escala continental.

La orientación antiimperialista jugó un papel muy importante, la condena a las acciones intervencionistas de EE.UU, activas o potenciales, armadas o no, ocupó un lugar fundamental en la exaltación “cubanista”. La política exterior argentina, algo ambivalente en el período Frondizi y fuertemente embanderada con las posiciones norteamericanas durante el interinato de Guido, fue deplorada con insistencia.

La fidelidad prosoviética trazó líneas rectoras para el PC con relación a Cuba, al destacar siempre el rol soviético de gran aliado y sustento del proceso cubano. En el que resultaría un momento crítico de ese vínculo, la crisis de los misiles, el PC se identificó por completo con las actitudes de la URSS, a la que presentó como salvadora del mundo frente a una perspectiva de guerra nuclear.

Esa potente identificación con el proceso cubano no llevó al PC a revisar sus orientaciones políticas fundamentales. Siguió en la línea que tenía trazada desde los años 30,  buscando entendimientos con sectores de la burguesía nacional y los partidos que la representaban. En estos años también agregó la promoción de alianzas con los sectores militares más “democráticos” frente a los partidarios de una dictadura militar abierta y despiadada, toma de partido llamada a tener una prolongada continuidad.

Los comunistas argentinos exaltaban el proceso cubano, pero no dejaron de pensar que el camino de la lucha armada no era el indicado para Argentina, por lo menos no para el momento que vivía el país. En la práctica el PC seguiría por la “vía pacífica” y en gran medida trató de terciar en los enfrentamientos interburgueses, a favor de las corrientes definidas como “democráticas y progresistas”, y en ocasiones como “nacionales y populares”.

Más allá de lo atendible de las razones para no adoptar la “vía armada” en Argentina, el PC estaba aherrojado por cierto conservadurismo teórico y político que lo hacía mirar con desconfianza las numerosas “novedades” que circulaban en nuestro país y en el mundo en el cambio de década de los 50 a los 60.

El triunfo de los “barbudos” y sobre todo el ulterior derrotero de la revolución triunfante fue un revulsivo para el PC, como para otras corrientes. Llegó a identificarse con Cuba, sólo hasta el punto que no lo llevara a revisar a fondo sus viejas convicciones. Acusó recibo de las presiones, desde afuera y desde el interior del partido, para que adoptara posiciones más radicalizadas. Decidió sin embargo mantenerse firme en su “línea” y las pulsiones “radicales” tramitarían un tiempo después como rupturas.

Buscó acercarse al peronismo, guardando distancias con sus vertientes más radicalizadas. Tomó proyectos en común con socialistas y peronistas de izquierda, pero sin ir hasta el fondo en esos emprendimientos conjuntos. La cuestión cubana fue una fuente de discrepancias, en un contexto político en el que las corrientes de izquierda críticas al comunismo oficial dejaron de ser pequeños grupos de influencia muy limitada, para convertirse en partidos y corrientes con un poder de convocatoria mucho más amplio. Las cálidas emanaciones del ejemplo cubano daban amparo a esas fuerzas, que erigían trincheras en la crítica a los comunistas. Éstos no dieron el paso hacia una nueva concepción de la revolución que incluyera las acciones armadas y fueron atacados con dureza por eso.

 El alineamiento con Cuba continuaría firme, al menos en público, pero con una actitud reticente hacia las actitudes “procubanas” de sectores del peronismo y de los “guevaristas” vernáculos.

En el período que nos ocupa, el Partido se vio conmovido por las inclinaciones hacia el cuestionamiento de su línea histórica que se incubaban en su interior. Su máxima dirigencia se limitó a cuestionar en tono cauteloso esas incipientes disidencias, pero actúa con rapidez en cuanto algunas de ellas rebasaron la vida interna del partido o su inmediata periferia, para tomar estado público. Podría afirmarse que el lapso que tratamos, 1958-1963 constituye el inicio de un proceso. Hasta ese momento, la “nueva izquierda” era un fenómeno externo al comunismo argentino, nacida en otros partidos o corrientes.

Con posterioridad a 1963, cada vez más corrientes de la “nueva izquierda” se generan a partir de disidencias del PC, un proceso que rebasa los límites temporales de este artículo. La estela de los primeros años de la Revolución Cubana tuvo entre sus resultados el debilitamiento acentuado del prestigio e influencia del comunismo argentino.

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Prensa periódica

Periódicos del Partido Comunista (Se han revisado las colecciones de los años 1958-1963):

Nuestra Palabra, Semanario.

Nueva Era, periódico teórico-político, de frecuencia mensual o bimestral.

Cuadernos de Cultura, periódico teórico, de frecuencia mensual o bimestral.

Fuentes electrónicas o digitalizadas

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Entrevistas

Kot, Víctor, Entrevista realizada por el autor, julio de 2019.

Rajland, Beatriz, Entrevista realizada por el autor, julio de 2019.

Segota, Emilia, Entrevista realizada por el autor, julio de 2019.


Referencias

[1]     Entrevista del autor a Emilia Segota.  Buenos Aires,  Julio de 2019.

[2]     Entrevista del autor a Beatriz Rajland, Buenos Aires, Julio de 2019.

[3]                      XII Congreso del Partido Comunista de la Argentina. 22 de febrero de 1963. Informes e Intervenciones. Buenos Aires, Anteo, 1963, Intervención de José María Lanao, 669.

[4]     Aunque nunca ocupó el cargo de secretario general, puesto ejercido  desde fines de la década del 30 de Gerónimo Arnedo Álvarez, Codovilla fue la figura predominante hasta pocos años de su muerte. En el congreso que  nos ocupa tuvo a su cargo el informe principal, al que pertenece el pasaje que reproducimos.

[5]               XII Congreso…” “Informe del Comité Central a cargo de Victorio Codovilla”, 59.

[6]     Ibidem, p. 60. Itálicas en el original.

[7]               Idem. Itálicas en el original

[8]             Codovilla, “El significado del giro a la izquierda del peronismo” (folleto). Buenos Aires. Anteo. 1962, 35.  Itálicas en el original.

[9]     “Fue un mensaje al foquismo que tomaba cada vez más cuerpo. Codovilla se había hecho eco de la presión dentro del comunismo y en sus cercanías por asumir una definición después del derrocamiento de Arturo Frondizi y el interregno represivo de José María Guido.” Isidoro Gilbert, La Fede: Alistándose para la revolución. 1921-2005, Buenos Aires, Sudamericana. 2009,  p. 432.

[10]   cf. Alberto Nadra, Secretos en rojo: Un militante entre dos siglos. Buenos Aires, Corregidor. 2012. Ver también  Gilbert. op. Cit.

[11]   La Rosa Blindada fue una publicación literaria y artística que publicó nueve números, entre octubre de 1964 y septiembre de 1966.

[12]   Entrevista a José Luis Mangieri, realizada por Néstor Kohan el 9/12/1996. Fragmento reproducido en Néstor Kohan (comp.), La Rosa Blindada: una pasión de los 60′. Buenos Aires. La Rosa Blindada. 1999, pp. 30-31.

[13]   Fanny Edelman, op. Cit y Claudia Korol, El Che y los argentinos, Buenos Aires, Dialéctica, 1988, 145-146.

[14]   Bozza. op. Cit, 23.

[15]   Codovilla. op. Cit, 1962, p. 4. En el mismo documento, más adelante, se afirma : “…a poco de existir el gobierno cívico-militar encabezado por Guido, éste se fue sacando su máscara ‘democrática’ y ‘constitucionalista’, y la cacareada ‘democracia representativa’ mostró su rostro fascista. (…) poco a poco fue desmantelando la estructura institucional del país para ir sustituyéndola por una estructura de tipo fascista.” Íbidem, 9.

[16]      Partido Comunista. “Comité Central Ampliado, 22 de julio de 1962” Folleto. Buenos Aires. Anteo, 2.

[17]      NP, 16/10/62, 4.

[18]        Carlos Strasser (coord.) Las izquierdas en el proceso político argentino. Buenos Aires. Palestra. 1959. Entrevista a Abel Alexis Latendorf , 105 a 131, 120.

[19]   Diego Sztulwark. “La (re) invención de Marx”, texto introductorio en Revista Pasado y Presente. Tomo I. Primera época (1963-1965) Edición facsimilar. Buenos Aires. Biblioteca Nacional. 2014, 19

[20]   Ernesto “Che” Guevara, “Mensaje a los argentinos:25 de mayo de 1962”  en “El Che Guevara y la historia de América Latina.”  “Material de formación política de la “Cátedra Che Guevara-Colectivo AMAUTA” Universidad de los Trabajadores-IMPA. Buenos Aires, s/f. , 3

[21]  Ibidem, 5.

[22]   Ibidem,3.

[23]   Ibidem, 4.

[24]   Ernesto “Che” Guevara. La guerra de guerrillas, Buenos Aires, Editorial 21, 2002, p. 13-14

[25]   Nos ocupamos de la relación entre Cooke y los comunistas argentinos en Daniel Campione  “’Los comunistas somos nosotros’: Cooke y el Partido Comunista Argentino.” en Miguel Mazzeo (coord.) Cooke, de vuelta (El gran descartado de la historia argentina), Buenos Aires, Ediciones La Rosa Blindada, 1999, 49-83.

[26]   Cooke permaneció períodos prolongados en Cuba. Incluso se enroló como miliciano y tomó parte en las acciones de rechazo a la invasión de Playa Girón. Trabó una relación muy estrecha con el “Che”. Escribió a mediados de 1961 un informe para la dirección cubana sobre la política del comunismo argentino, citado en la nota siguiente.

[27]        John William Cooke, “Aporte a la crítica del reformismo en la Argentina.” en Pasado y presente. Tomo II. Segunda época (1973), edición facsimilar. Buenos Aires. Biblioteca Nacional. 2014, 381-413,  387. Este texto, escrito durante 1961 y no destinado a la publicación, salió a la luz pública recién en 1973.

[28]        Cooke, op. Cit., 388.

[29]   Ibidem. p. 389.

[30]   Íbidem, p. 392

[31]   La compilación fue publicada en Cuadernos de Cultura Nro. 50 Noviembre-Diciembre 1960. Firman los artículos respectivos Héctor P. Agosti, Ernesto Giúdici, Samuel Schneider, Juan Carlos Portantiero y Mauricio Lebedinsky.

[32]   El relato de primera mano de esa ruptura se encuentra en José Aricó. La cola del diablo: itinerario de Gramsci en América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.

[33]   Giussani y Latendorf eran jóvenes dirigentes socialistas. Urondo y Viñas comenzaban por esos años a ocupar un lugar destacado en el campo literario.

[34]   Tortti, op. Cit, 2002, 155.

[35]        María Cristina Tortti, “Izquierda y ‘nueva izquierda’ en la Argentina. El caso del Partido Comunista. Sociohistórica, N° 6, 1999, 221-232, 225. Disponible en http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.2814/pr.2814.pdf .

[36]      Comité Central del Partido Comunista de Argentina,  El camino de la democracia hacia la liberación nacional y social. Proyecto de Tesis para el XII° Congreso del Partido Comunista, Buenos Airess,Anteo, 1959, 10-11.

[37]        En esa línea, Juan Carlos Portantiero. “Las dos políticas”, Cuadernos de Cultura, N° 56, Marzo/abril. 1962. En ese y otros artículos, Portantiero sostiene que hay una Cuba de la liberación en 1959, una Cuba de la reforma agraria en 1960, y una Cuba socialista que se define como tal a partir del triunfo contra la invasión.

Daniel Campione
Daniel Campione

Profesor universitario en la UBA, investigador en temas de historia del siglo XX y actualidad política. Autor entre otros libros de «Los orígenes estatales del peronismo», «La guerra civil española: Argentina y los argentinos» y «Los años de Menem».

Fuente: https://contrahegemoniaweb.com.ar/2022/04/19/el-partido-comunista-de-la-argentina-y-la-revolucion-cubana-entusiasmos-y-reticencias-ii/


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