“Hacia una estrategia por sentidos contra hegemónicos”. Por Julio Gambina.

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“Hacia una estrategia por sentidos contra hegemónicos”[1]

Por Julio C. Gambina[2]

I – El internacionalismo: un debate necesario.

Resulta de enorme interés la convocatoria de ATTAC-Argentina y FISYP para pensar y discutir el internacionalismo de los pueblos en nuestro tiempo. Un debate organizado entre 2020 y 2021, que se hace ahora más necesario, luego de una crisis agravada por la pandemia y la guerra en Ucrania.

El internacionalismo remite a la respuesta de las trabajadoras y los trabajadores constituidos en movimiento por la transformación social en contra del capitalismo y más allá, en la construcción de una sociedad sin explotación ni saqueo de los bienes comunes. Una antigua aspiración de una estrategia liberadora desde los pueblos que lucha por una sociedad emancipada, de cooperación social y cuidado de la reproducción material del planeta para la vida.

Más aún, cuando la propuesta para pensar el internacionalismo se realiza desde un pensamiento y accionar situado en Nuestramérica, por la especificidad del territorio y sus pueblos, un tema de interés, ya que en Sudamérica es donde se ensayaron las propuestas “neoliberales” que le dieron sentido a la estrategia del capital luego de la crisis de los 60/70 del siglo pasado. Acá, en Nuestramérica surgió el “neoliberalismo”, aun cuando se trate de una categoría difusa y para la crítica, que sin duda expresa la ofensiva del capital.

Estas políticas “neoliberales” asumieron su carácter definitivo a fines de los 70 y comienzos de los 80 del siglo pasado en Gran Bretaña y en EEUU, las que se consolidaron en los 90 con la ruptura de la bipolaridad del sistema mundial y un relanzamiento universal de la lógica liberalizadora demandada por el gran capital en la era de la transnacionalización. El “neoliberalismo” pasó a ser la estrategia privilegiada de la ofensiva del gran capital por liberalizar la economía mundial.

Incluso, es desde Sudamérica y en proyección regional que a principios del Siglo XXI se gesta la crítica y el intento más importante de impugnación a las políticas hegemónicas del orden mundial capitalista. Las expectativas del cambio político en la región nuestramericana en esos años habilitó la posibilidad de volver a enunciar al socialismo como potencial alternativo a la unicidad capitalista del fin de la historia pregonado desde los 90 del Siglo XX.

En sí mismo, las formas de esas contradicciones, la ofensiva capitalista y la respuesta de los pueblos, más precisamente desde el territorio nuestroamericano, merecen ser tenidas en cuenta a la hora de pensar la estrategia internacionalista de la clase obrera y de los pueblos del mundo.

La propuesta del internacionalismo resulta esencial en la defensa de la humanidad y de la naturaleza, ambas agredidas por el orden social capitalista. A la estrategia internacional del capital se le opone la fuerza inversa de las clases subalternas, de los pueblos del mundo.

El régimen del capital, desde su origen puja por la universalización de las relaciones capitalistas y por eso, desde el surgimiento del movimiento obrero, consciente de su papel por la trasformación social, asumió la perspectiva internacionalista, grabada en la conciencia histórica con el llamado del “Manifiesto Comunista” en 1848 a la unidad de la clase obrera mundial. De ese modo se hizo visible la lucha de las clases principales bajo el régimen del capital, en una contienda que supone estrategias de los sujetos que actúan en la confrontación, las que se adecuan en función de las relativas relaciones de fuerza en el campo de la burguesía por un lado y del movimiento obrero por el otro.

El capital pugna desde el origen por la universalización de las relaciones capitalistas de producción y claro, en ese proceso ocurre la disputa en su interior por la hegemonía en la dominación por la apropiación del plusvalor y el destino de la acumulación capitalista. Se trata de la estrategia del capital por ampliar el espacio de la explotación (contra el trabajo) y al mismo tiempo, la apropiación del plusvalor entre los sectores más concentrados en el ámbito mundial. Al mismo tiempo, la conciencia revolucionaria del movimiento obrero elabora su estrategia desde los comienzos proponiendo la internacionalización de las demandas socio económicas, políticas y culturales, con la máxima de transformar revolucionariamente la sociedad capitalista hacia un horizonte sin explotación: el socialismo y el comunismo.

La dinámica de esa lucha de clases nos trae a este tercer decenio del Siglo XXI con una ofensiva brutal del capital contra el trabajo, la naturaleza y la sociedad, junto a una búsqueda incesante de iniciativas y propuestas que trazan líneas de una renovada estrategia por la revolución social contra el régimen del capital. Son manifestaciones que operan en las nuevas formas de sojuzgamiento de la fuerza laboral, sea con la “uberización” o el “tele-trabajo”, o la aceleración de mecanismos de subordinación de las trabajadoras y los trabajadores bajo la excusa de la pandemia por el coronavirus. Los mecanismos de dominación se extienden al pretendido control de la naturaleza bajo la modalidad de un productivismo depredador y la ilusión del salto hacia adelante bajo la innovación de la ciencia subordinada al orden del capital.

Es un proceso de recuperación de la historia y de creación e innovación en el despliegue de una estrategia acorde al momento actual del desarrollo capitalista, que reconoce dos tendencias contrapuestas: la estrategia de la dominación y su contraria en el internacionalismo de los pueblos.

II – La estrategia por la revolución

El interrogante de la convocatoria sostiene: ¿Por dónde cree que se recompone la estrategia del movimiento popular en el ámbito mundial?

Se trata de un problema político y teórico, que debe asumirse en una perspectiva de continuidad y ruptura en la tradición de la teoría y práctica de la revolución, con: el Manifiesto Comunista (1848 y su contexto histórico de luchas); la Asociación Internacional de Trabajadores (1864, como instrumento de articulación de la unidad de la clase trabajadora mundial); la publicación de El Capital (1867 y la fundamentación esencial de la crítica al régimen del capital) y toda la experiencia teórica y política construida desde esa tradición por la revolución hasta el presente.

Con el Manifiesto Comunista se funda una estrategia de articulación social y política, de lucha obrera y teoría de la revolución. Es la conjunción de dos niveles en la consideración del cambio revolucionario. Uno remite a la lucha obrera emergente en la revolución de 1848 en Europa. El otro a la reflexión teórica crítica en construcción desde el movimiento socialista en su diversidad. Esa diversidad proviene de los precursores del movimiento socialista, los “utópicos”, que con Marx y sus continuadores alcanza la reflexión madura para la impugnación del capitalismo. De los utópicos al Manifiesto y de éste al proceso teórico desde los “Grundrisse” a “El Capital”, entre 1857 y 1867 (momento de la explicación del origen del excedente económico, la plusvalía), ocurre la fundamentación teórica para la fusión del movimiento obrero con la teoría de la revolución.

Es el “fantasma que recorre Europa” y así el comunismo es lucha, organización y teoría, conjunción de elementos en la conformación de una estrategia para el cambio revolucionario. Por eso, la creación de la internacional en 1864 se constituye como un intento por universalizar la lucha obrera y la organización para la confrontación con el capitalismo. Es forma organizada de una estrategia universal por la revolución y la emancipación, que se constituye bajo la enunciación del internacionalismo, siendo la intención derribar las barreras nacionales interpuestas por la forma del desarrollo capitalista mediante los Estados nacionales.

Mientras las políticas económicas tienen carácter nacional, en defensa de cada una de las burguesías locales, el capital se universaliza y expande las relaciones capitalistas a escala mundial. Los trabajadores y las trabajadoras son subsumidos/as a la lógica mundial del capital y subordinados/as a una disputa nacional, restringida, por sus derechos. La búsqueda del movimiento obrero, no siempre lograda, será por universalizar la lucha contra el capital y su estrategia, ayer y hoy, dicho para pensar por dónde se recompone una estrategia en perspectiva de transformación social.

El nacionalismo burgués arrastrará a parte del movimiento obrero a lógicas nacionalistas de subordinación burguesa, evidentes en los procesos de guerras mundiales entre 1914 y 1945, dificultando el avance del proceso de internacionalización de la lucha y organización obrera contra el capitalismo mundial. La estrategia del capital apuntará a dividir al movimiento obrero mundial e incluso a condicionar sus luchas desde la institucionalización de la conciliación de clases en el seno de la OIT y su fórmula trinitaria para el consenso entre gobiernos, empresas y sindicatos.

La estrategia del internacionalismo fue así abortada por el accionar del capital, tanto como el de los principales Estados del capitalismo mundial y una construcción de institucionalidad internacional con pretensión de legislar para el sistema mundial. Es un camino que aisló a la experiencia del socialismo en una parte de la sociedad mundial, a lo que se suman las contradicciones y límites de la historia concreta de esas experiencias, especialmente en el Este de Europa. El socialismo y el comunismo aparecen en los noventa desprestigiados por la experiencia del “socialismo real” derrumbado hacia 1989-1991, pero también por los límites de las propuestas realizadas en su nombre desde 1917. Ello no invalida la crítica al “capitalismo real” y, de hecho, aún resta un adecuado balance de la experiencia por construir la nueva sociedad socialista, como parte de una propuesta que re-articule la estrategia por la revolución en nuestro tiempo.

Es un dato de la realidad, la insistencia en una búsqueda por construir una sociedad alternativa al capitalismo, socialista y por el comunismo, lo que impone una estrategia acorde a nuestro tiempo para resignificar la lucha por la revolución contra el capitalismo y por el socialismo.

III – La recomposición actual y una mirada desde Nuestramérica

La perspectiva por la emancipación en la región fue afectada en la dinámica de la lucha de clases por varias razones, entre ellas: a comienzos de los años 70 con el terrorismo de Estado, desde las dictaduras genocidas del Sur de América; pero especialmente y en simultáneo con el fin de la bipolaridad del sistema mundial, proceso desplegado con la caída del muro de Berlín, en una dinámica que empieza en Polonia en 1980, y la desarticulación de la URSS en 1991. Los años 70 y los 90 del siglo pasado constituyen momentos de cambio de la defensiva capitalista a la ofensiva bajo las políticas “neoliberales”. Esa dinámica de ofensiva del capital y derrota estratégica al movimiento popular en los comienzos de los 70 define al neoliberalismo, en tanto política que se constituye hegemónica en el sistema mundial, muy especialmente en la última década del Siglo XX, que en la América Latina y el Caribe asumió el diseño del Consenso de Washington.

La resistencia a las dictaduras y a la ofensiva del capital constituye una nueva experiencia de jóvenes camadas de luchadores bajo nuevas condiciones del desarrollo capitalista. En el mismo momento que se define la fuerte ofensiva capitalista, en el 89/91, se procesa el “caracazo”, iniciativa que da inicio a una serie de movilizaciones y rebeliones que tienen en su apogeo y visibilidad el levantamiento zapatista en Chiapas (1994) y luego la pueblada argentina del 2001.

Esos procesos socio políticos en Venezuela, México y Argentina, aun diferenciados por sus originales motivaciones y sujetos puestos en acción, explicitan una dinámica compartida en la región para impugnar las formas que asume la ofensiva capitalista. Al mismo tiempo, anima a pensar en términos de alternativa, que para algunos se agota en la crítica al neoliberalismo, pero que en otros casos remite al anticapitalismo y al antimperialismo.

De ese modo, entre 1989 y el 2001 se gesta una experiencia popular en toda la región que supone una acumulación de fuerza social gigantesca, sostenida en la crítica a las reformas estructurales que acontecen en la ofensiva capitalista. Una ofensiva que se manifiesta en la precariedad del empleo y una tendencia a disminuir el costo salarial en la producción y contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia del capital más concentrado. Una acumulación que induce propuestas de cambio político por vía electoral, las que actúan en la primera década del Siglo XXI.

Si entre 1917 y los 60/70 se despliega una inmensa acumulación de poder obrero y popular en todo el mundo, con el emblema del triunfo de Vietnam entre 1973-75 y la aprobación en Naciones Unidas de la Carta de Derechos y Deberes de las Naciones en 1974, conocida como declaración por un “Nuevo Orden Económico Mundial”, la lógica “reformista” del Estado de Bienestar expresa la defensiva del capitalismo. La respuesta del poder a tamaña acumulación de poder popular asume características de una violencia inusitada, no solo en las dictaduras del cono sur de América, sino en el disciplinamiento del movimiento obrero en Gran Bretaña y en EEUU en los 80. El camino fue la restauración conservadora en las potencias emblemáticas de la dominación imperialista por dos siglos.

Esa derrota al movimiento obrero y popular define el abandono de una estrategia defensiva del capital, el keynesianismo, el Estado benefactor, para re-asumir la perspectiva de una ofensiva del capital, retomando un camino propio desde el origen del capitalismo hasta la impugnación en 1917. Por ello, la violencia de las dictaduras en los 70 y la ruptura de la bipolaridad habilitó el camino para restaurar con fuerza la ofensiva capitalista, no solo contra el trabajo, sino contra la naturaleza y la sociedad.

Ante la nueva ofensiva se procesa una nueva resistencia, protagonizada por sujetos tradicionales de la lucha de clases y nuevas formas de expresar las contradicciones contra el capital, más allá de la relación entre el capital y el trabajo. Así, emergen diferentes manifestaciones de crítica a las consecuencias del desarrollo capitalista. Con ello, una dinámica de acumulación de fuerza popular que se despliega en luchas emblemáticas de jóvenes, de mujeres, de campesinos, de indígenas, de trabajadoras y trabajadores en tiempos de flexibilización y precarización laboral, de pueblos afectados por la contaminación y por ende, en defensa del medio ambiente, el hábitat y la naturaleza. Lo que se despliega es una inmensa acumulación de fuerzas populares en Nuestramérica, en los 80/90 del Siglo XX y que desembocan en los procesos de cambio político en la primera década del Siglo XXI, los que generaron expectativas más allá de nuestros territorios.

Hay que profundizar los balances y lecturas críticos de este matizado proceso que persiste, aún con contradicciones y debilidades en el imaginario popular, como estrategia y posibilidad.

IV – Los sujetos y las experiencias

Hay que destacar en esta dinámica la emergencia y visibilidad de sujetos en lucha y organizados en la búsqueda de una perspectiva de cambio revolucionario. En primer lugar, los pueblos en general; el pueblo trabajador, base de la fuerza de trabajo y fuente de la creación de riqueza.

Por ello, hay que estudiar los cambios en el mercado de la fuerza de trabajo y las formas de manifestación de la relación entre el capital y la fuerza de trabajo, con mayor flexibilidad, laboral y salarial, precariedad, tercerización, desempleo y empobrecimiento, incluso formas de organización de la producción y reproducción más allá de la lógica mercantil, en procesos de autogestión o cogestión. Es que la exclusión de millones de personas del mercado de fuerza de trabajo trasladó a buena parte de la población a desplegar iniciativas de producción y reproducción de la vida cotidiana, desde la fábrica al territorio.

Es un proceso que interviene a dos puntas, en la dinámica de la producción material por un lado y en la lógica de organización y convivio del pueblo trabajador. Un aspecto especifico en ese sentido supone e incluye la discriminación hacia la fuerza de trabajo femenina, sumada a la doble o triple jornada de las mujeres en el proceso de producción de valor, el de la reproducción social en la vida cotidiana e incluso en el ámbito de la actividad social. Lo que acontece con la ofensiva del capital es un debilitamiento de las formas tradicionales de organización popular, no sólo sindical, sino económica (cooperativas, mutuales, etc.) y cultural (asociaciones diversas), dando origen a nuevas formas de organización y cultura con perspectiva emancipadora. En esas nuevas formas se consolidan sujetos en lucha, de antigua tradición reivindicativa pero resignificados y visibilizados de nuevos modos en el presente.

Por un lado, el deterioro de los ingresos populares en la lucha por la apropiación de la renta en todo el mundo, de lo que dan cuenta variadas investigaciones, sean las recientes publicaciones de Piketty sobre la desigualdad por siglo y medio entre 1850 y el 2000, o los recurrentes estudios de OXFAM sobre la apropiación desigual a mano de pocos multimillonarios. En rigor, todas las estadísticas mundiales dan cuenta del fenómeno de enriquecimiento de unos pocos a costa del malestar socio económico de más de la mitad de la población mundial. Por el otro, lo que se despliega son formas concretas de organización socioeconómica para la reproducción de la vida cotidiana, a veces en contra y más allá del régimen del capital y su proceso de creciente mercantilización.

Así, se resignifican experiencias cooperativas, mutuales y diversas formas de la autogestión popular para organizar las relaciones económicas entre personas marginadas de la lógica reproductiva del capital. Pero también organizaciones sociales, territoriales y sindicales de nuevo tipo, con una perspectiva superadora de una lógica acotada a reivindicaciones democráticas, lo que resignifica la perspectiva revolucionaria en la construcción de nuevas y nuevos sujetos sociales y políticos por el cambio y la emancipación. Por eso es que sostenemos que resulta gigantesca la experiencia de organización y lucha del movimiento popular en la dinámica de acumulación de fuerzas desplegada ante la ofensiva capitalista desde comienzos de los años 70 del siglo pasado y que está puesta en discusión con la resistencia popular y la crisis evidenciada hacia 2007/09.

Constituye tema sustancial de interés la emergencia de sujetos en lucha en los territorios nuestroamericanos, los que con su experiencia motivaron procesos de disputa socioeconómica y política en distintas partes del mundo. Con el fin de la bipolaridad y la impugnación a la estrategia tradicional del movimiento obrero, emergieron cuantiosas experiencias en la acumulación de fuerzas de luchas y organizaciones que estimula un nuevo ciclo de luchas por la emancipación. Ello implica nuevos desafíos para retomar la senda de la construcción de estrategia en otros tiempos pasado, caso del Manifiesto o, las internacionales y en definitiva de la unidad en la lucha y la organización de las trabajadoras, los trabajadores y los pueblos.

Un dato de la realidad de este tiempo de ofensiva capitalista y nuevas búsquedas de organización y lucha popular es la fragmentación en la demanda por reivindicaciones democráticas, con escasa capacidad de integrar en síntesis estratégica para un cambio estructural, muy especialmente ante la pérdida de liderazgo del sindicalismo tradicional y la ausencia destacada de un nuevo modelo sindical. Ni hablar en ese plano de la perdida de referencia política de tradicionales vanguardias y partidos por la revolución.

En esas condiciones y más allá de las luchas sindicales, sobresale la lucha de los pueblos indígenas, originarios, campesinos, lucha histórica, por cierto, de siglos, pero resignificada con las recientes luchas en defensa de la madre tierra y muy especialmente la visibilidad que supone el gobierno plurinacional de Bolivia entre 2006 y 2019. Más aun con el resonante triunfo de recuperación electoral de fines del 2020 contra el golpismo conservador y reaccionario en Bolivia. Vale destacar muy especialmente la lucha de las mujeres en sus múltiples dimensiones y contradicciones, contra la discriminación y por las diversidades sexuales y opción de género, toda una ruptura cultural que habilita nuevos horizontes en la lucha civilizatoria por la emancipación. En el mismo sentido resaltar las luchas de los jóvenes, sin el peso específico de otras épocas en el movimiento estudiantil, con excepciones destacadas para el caso de Chile y Colombia. Las nuevas generaciones incorporadas a nuevas resistencias habilitan a pensar en renovadas camadas de lucha por la emancipación social.

V – Sobre el programa y la mundialización de las luchas

Más allá de la fragmentación de las luchas y sus reivindicaciones, la acumulación popular desplegada en la nueva etapa de construcción de poder popular en casi medio siglo de ofensiva capitalista, permite definir un conjunto de consignas que articulan un programa.

Un programa que ya no solo contempla la crítica al orden vigente, sino, y muy importante, una propuesta de afirmaciones con relativos logros y desempeños en las practicas político-sociales del último tiempo.

Destacan entre ellas las propuestas relativas a los desarrollos soberanos, sea la soberanía alimentaria, la energética o la financiera. Junto a esas propuestas crece la demanda por la des-mercantilización, con base en el derecho a la educación, a la salud, a la energía, al financiamiento, etc. Es también el camino de la autogestión, la cogestión y la solidaridad del trabajo cooperativo en la producción y circulación para la reproducción de la vida cotidiana. Se trata del aliento a la dimensión comunitaria para resolver la cotidianeidad económica, política y cultural, la promoción de los “Derechos de la Naturaleza” para recuperar la dimensión de los bienes comunes y la sociedad.

En definitiva, la propuesta apunta a la articulación de formas concretas de reorganizar la producción y reproducción de la vida, en contra de la explotación de la fuerza de trabajo y del saqueo de los bienes comunes.

Carlos Marx sostuvo en su Introducción a la contribución a la Crítica de la Economía Política que la sociedad civil sobre la que se construye el conjunto de la sociedad capitalista es la relación de explotación.

Por ello, ir en contra de esa esencia de la cotidianeidad desarma el eje del orden capitalista y habilita la construcción de la nueva sociedad. El eje del programa está en reestructurar la producción, en modificar las relaciones sociales de producción, base material necesaria para la transformación social en su conjunto.

Es un camino a transitar en simultáneo con procesos de nueva institucionalidad, por la vía reformas de las Constituciones, incluyendo las nuevas realidades y concreciones en el respeto a lo multicultural y lo plurinacional de la tradición histórica en Nuestramérica.

Se trata de un camino recorrido en Bolivia y en Ecuador, que constituye antecedente de peso para pensar nuevas transformaciones jurídicas e institucionales, con la inclusión rectora de la participación popular en la toma de las decisiones, lo que supone radicalizar la democracia más allá de lo representativo y electivo, para afirmar lo participativo del protagonismo popular y la definición del rumbo socio económico, político, cultural y civilizatorio.

El programa y la nueva institucionalidad popular tiene su recorrido en el plano de la articulación internacionalista, con experiencias y luchas desplegadas que contribuyen a pensar nuevos saltos en los desafíos internacionalistas en esta tercera década del Siglo XXI.

Varios son los esfuerzos desplegados en estos años en materia de articulación popular internacionalista, más allá de cierto retraso en la dinámica organizacional para la disputa del poder.

Se destaca, por el entusiasmo generado oportunamente, el Foro Social Mundial (FSM), que surgió en 2001, como réplica al similar organizado por el poder económico tres décadas luego. En efecto, el Foro Económico Mundial (FEM) fundado en 1971), en plena construcción de la ofensiva capitalista, como forma de superar la crisis de rentabilidad.

Los poderosos del capitalismo mundial generaron el cónclave para definir la estrategia de salida a la crisis, con un salto adelante que supuso la liberalización de la economía mundial para seguir universalizando el régimen del capital. El poder capitalista construyó y ejecutó su estrategia, como ensayo terrorista en Sudamérica y como política de Estado global con Thatcher y Reagan para afirmarse en el sistema mundial. La objeción provino de las luchas populares y muy especialmente desde Nuestramérica.

Por eso no sorprende que las articulaciones globales de resistencias confluyeran en Porto Alegre, gobernada por el PT, para sintetizar la lucha mundial de los pueblos en el FSM. Un encuentro anual que creció en expectativas, por lo menos hasta el 2003, año en el que el PT y Lula asumieron el gobierno del Brasil. Las expectativas se mantuvieron, en discusión, entre 2003 y 2009 (FSM de Belén, Brasil) entre quienes solo limitaban al Foro como articulador de debates y aquellos que pretendíamos que se constituyera en un artífice de una estrategia internacional de lucha y organización de los pueblos para la emancipación.

El 2001 es un momento de maduración de la acumulación de poder popular en Nuestramérica, donde confluían rebeliones populares y expectativas electorales, ya con Hugo Chávez en la presidencia de Venezuela. Con esto se facilitaba la vinculación de la lucha popular continental contra el ALCA con una voz desde los gobiernos, los que estaban incluidos en la discusión de la estrategia estadounidense y del poder local en los países de la región, que con la excepción de Cuba discutían la liberalización de la economía regional con privilegio para el capital más concentrado de EEUU.

Importa esa acumulación de poder popular hacia el 2001 porque inició un nuevo tiempo en la región, con sucesivos cambios de gobiernos con eje en la crítica al orden neoliberal, siendo ese su principal límite, no extender la crítica al capitalismo. Aun así, esta nueva situación generó expectativas de cambio en la disputa por la distribución del ingreso y en ciertas condiciones la habilitación para el debate anticapitalista y la proposición del socialismo como estrategia, caso especial de Venezuela y su articulación con Cuba, alimentando la posibilidad, por primera vez de una integración alternativa.

Ya no solo era el No al ALCA, sino que el nuevo tiempo habilitó la Alternativa Bolivariana de los Pueblos de América, ALBA; e incluso la CELAC, primera institucionalidad regional que excluyó deliberadamente a EEUU y a Canadá, objetando seriamente a la OEA. El latino-americanismo ganó espacio como estrategia de liberación de los pueblos y la voz de Nuestramérica cobró sentido como propuesta emancipadora.

El límite estuvo en la hegemonía del movimiento, más proclive a la promoción de cambios dentro del capitalismo, por lo que se disputó el ingreso y no necesariamente la propiedad de los medios de producción, lo que supone una asignatura pendiente en la perspectiva de la revolución y el internacionalismo a construir.

Otro instrumento del internacionalismo a resaltar es el Foro de San Pablo, FSP, que surgió como Foro de Partidos de Izquierda en 1990, en pleno proceso de ruptura de la bipolaridad del sistema mundial. Luego devino en un cambio de nombre y estuvo y está atravesado por la lógica electoral, más concentrada en las posibilidades de reivindicaciones democráticas, que en una perspectiva revolucionaria y de contenido anticapitalista, aun cuando en su seno conviven partidos con horizonte de revolución, entre ellos el Partido Comunista de Cuba.

Ambas experiencias, el FSM y el FSP, están atravesadas por la fragmentación política e ideológica presente en el movimiento popular. Un debate de fondo en esas experiencias y más allá se transita en una concepción que se agota en la crítica al neoliberalismo, imaginando la posible transformación del capitalismo desde adentro. El gran interrogante se sustenta en la crítica al capitalismo y en la articulación mundial de las fuerzas sociales y políticas por el socialismo. Son temas que se extienden a todas las formas de articulación del movimiento popular mundial.

Buenos Aires, abril del 2022


[1] Escrito a solicitud de la FISYP, para un debate sobre el NUEVO INTERNACIONALISMO POPULAR (2020/2021).

[2] Doctor en ciencias sociales, UBA. Profesor Titular de Economía Política, UNR. Integra la Junta Directiva de la sociedad Latinoamericana y caribeña de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA.

Julio Gambina
Julio Gambina

Doctor en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario y de la FCEJYS de la Universidad Nacional de San Luis, Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP, e Integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO (2006-2012). Integra la Presidencia de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA desde 2016. Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA, IEF-CTA Autónoma. Miembro del Consejo Académico de ATTAC-Argentina y dirige el Centro de Estudios Formación de la Federación Judicial Argentina.


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