Al leer la nota de referencia me sentí interpelado en mi carácter de Presidente de una entidad de pensamiento, que se asume marxista, la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.
Sigal escribe sobre un supuesto duelo respecto de una riquísima tradición y experiencia que pretende sea asumido por el conjunto de la izquierda. Aclaro que este año que pasó, desde la FISYP realizamos un Seminario sobre “Marx y la Política. El legado de Carlos Marx a 200 años de su nacimiento: la fragmentación del movimiento obrero”, con la participación de intelectuales y dirigentes sociales sindicales y territoriales, de Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador, Haití, México, Paraguay, y de varias ciudades argentinas. Las ponencias pueden leerse en nuestro sitio en internet, en:
En esa oportunidad dimos cuenta sobre la tradición y el presente de la revolución, el anticapitalismo y el proyecto irresuelto del socialismo. Claro que un año antes habíamos convocado a un debate sobre los 100 años de la revolución de Octubre, lo que supone sustentar el objetivo vigente de transformar la realidad e intentar construir una sociedad opuesta a la que violentamente construye el capitalismo en forma cotidiana. No se trata de repetir situaciones de antaño y de modo irreflexivo, sino de considerar bajo las nuevas condiciones del desarrollo social, la necesidad de criticar y superar al capitalismo, claro que ello incluye la crítica, no la destrucción, a la teoría y práctica de la Revolución.
Violencia en el capitalismo
Hay que reflexionar sobre la actualidad, por caso el Foro de Davos que en estas horas está discutiendo bajo las consignas del Clima y la Desigualdad. Son dos aspectos derivados del modelo productivo y de desarrollo capitalista en el orden mundial. No es el clima el problema, sino el impacto en la Naturaleza de la deforestación y las formas productivas que exacerban y privilegian las ganancias por encima de cualquier consideración relativa al respeto a la naturaleza o a la huella ecológica.
Podemos creer o no en la sensibilidad de los protagonistas del Foro Económico Mundial, pero ahí se presenta el Informe OXFAM que equipara la riqueza de 26 multimillonarios a las de la mitad de la población mundial. Ambas cuestiones en debate, el calentamiento global y la acumulación de gases de invernaderos, junto a la creciente concentración de riqueza y desigualdad constituyen los elementos más evidentes de la violencia sistémica.
Nada de esto aparece en la nota de Sigal, solo la crítica a la violencia de la izquierda en todo su trayecto desde 1917, pasando por experiencias que aun requieren análisis sobre su legado e incluso presente, casos de la Unidad Popular de Salvador Allende o la gesta del pueblo de Vietnam.
Pero también la OIT difunde su Informe sobre el futuro del trabajo, a propósito del centenario del organismo (1919-2019). Destaca la OIT la realidad de 190 millones de desempleados, o los 534 millones de empleo necesario hacia el 2030 para terminar con el flagelo del desempleo; o los 2.000 millones de trabajadores con sustento en la economía informal. Menciono el tema porque si algo preocupa en la Argentina, la región y en el mundo son las presiones para una reforma reaccionaria de las relaciones laborales y el régimen previsional. Los datos presentados por la OIT aluden a la violencia del sistema, cuando en la nota de Sigal, la preocupación transita por el fracaso de la izquierda, enfatizando su carácter violento y antidemocrático.
Puede pensarse por omisión que se escamotea a la dictadura del capital y sus horrendos crímenes cotidianos en México o Brasil, en Haití, Honduras, Guatemala o Colombia, por solo mencionar los casos más emblemáticos en la región. En el cierre nos convoca “…a matar al muerto. Para salir de la melancolía e imaginar un mundo en que la vida y la libertad sean valores no negociables”. El “muerto” es la experiencia de la izquierda sin importar “diferenciar entre quienes estaban o no alineados con Moscú”.
Se carga Sigal a toda la izquierda y sus experiencias, sin considerar esa práctica de búsqueda que sobrevive muy a pesar de quienes entierran a Marx, a Lenin, a Rosa Luxemburgo, al Che o a Fidel Castro, personalidades que animaron y animan el debate teórico y político en la perspectiva de un mundo sin explotación, aun hoy, ya entrado el Siglo XXI.
Nuevas formas de la violencia y la intromisión del poder
Su acusación contra las experiencias de cambio político en los últimos años, a las que alude como populismos y con apoyo de la izquierda, no tiene en cuenta el accionar deliberado de los sectores hegemónicos y dominantes que batallan con noticias falsas y nuevas formas del golpe de Estado, vía intervención venal de la Justicia o Parlamentos corrompidos por los negociados propios del orden capitalista. No pretendemos ser acríticos de las experiencias revolucionarias, de las centenarias, o de las más recientes, incluso de las denominadas populistas, pero todas en conjunto constituyen un acervo que merecen ser estudiadas a fondo.
Dice Sigal que existe mimetización con populismos más cercanos al fascismo que al socialismo. Categoría difusa si la hay es la de populismo, que puede remitir a propuestas a la derecha o la izquierda del arco político. ¿Es el intento de construir una integración productiva solidaria en materia de alimentos o energía una propuesta fascista o socialista? ¿Promover una nueva arquitectura financiera para el Sur suponía demagogia, fascismo o intento de avanzar en potenciales caminos anticapitalistas?
¿Acaso remite al papel de las Fuerzas Armadas en apoyo de algunos de estos procesos? Si así fuera, hace falta mayor explicitación y precisión en la crítica, de lo contrario, parecen argumentos amigables con la crítica reiterada de la derecha tradicional y en defensa del orden capitalista.
Puede no resultar sencillo contestar los interrogantes, pero solo son preocupaciones construidas en estos años en novedosos intentos por recrear contemporáneamente las propuestas de izquierdas y por la revolución socialista que animan debates que Sigal omite.
De ofensivas y contraofensivas
Sigal comienza su relato con la muerte de Salvador Allende y la asocia a Fidel y al AK regalado por éste al presidente de Chile, asociando por añadidura a la URSS.
No hay mención en la nota a Pinochet, al papel de EEUU en el apoyo y promoción del terrorismo de Estado en Chile y luego en toda Sud América, el plan Cóndor, verdadera transnacional del crimen. Ese momento, hacia septiembre de 1973 combina una gigantesca caída de la tasa de ganancia del capital mundial y la máxima acumulación de poder popular y anticapitalista, con el triunfo y despliegue de la revolución cubana y muy especialmente con la victoria de Vietnam sobre la intervención militar estadounidense.
La ofensiva capitalista define, vía neoliberalismo (Friedman y la escuela de Chicago) la eliminación de toda experiencia reformista o revolucionaria que atente contra el régimen del capital y por eso se redobla la agresión hacia los pueblos e incluso las estrategias revolucionarias o reformistas, comunistas o socialdemócratas. Desde entonces se confronta con cualquier estrategia reformista o de “progreso” como alude el autor. La flexibilidad laboral, las privatizaciones y la apertura para el libre movimiento de capitales se construyen por la violenta política de las clases dominantes, aquí, allá y por doquier. Esa ofensiva neoliberal está ahora en crisis, con Trump, el Brexit o Bolsonaro y sus propuestas nacionalistas, y hasta resulta paradójica la defensa de la globalización efectuada desde China.
Por eso, ahora los pueblos tienen el desafío de retomar la tradición de confrontación anticapitalista, la de ayer y la del presente, para asumir las tareas actuales, por la igualdad, contra el colonialismo, el capitalismo, el imperialismo, contra el patriarcado y toda forma de discriminación y racismo. Si hay que condenar acciones que deshonran a la izquierda o incluso, quieran o no, consolidan el proyecto de los que dominan, eso debe circunstanciarse, pero no tirar toda la experiencia histórica del proceso de confrontación contra el orden capitalista.
Finalmente, vale señalar que si bien el texto de Sigal se centra en los procesos del siglo XX y XXI, en realidad obtura la misma idea del progreso social y la aspiración a una sociedad justa e igualitaria.
Buenos Aires, 24 de enero de 2019