Que presidentes latinoamericanos repitan esas denuncias en un lugar de tanta repercusión internacional, eleva el dramatismo de la situación. En ese contexto de tanta preocupación internacional y de emotivos discursos ante la evidencia de la catástrofe venezolana, en esos días de rostros compungidos y frases donde la amonestación convivía con la amenaza velada seguramente la intervención del Presidente argentino Mauricio Macri haya sido la mas ilustrativa.
Ese mismo día, 25 de setiembre, un paro nacional masivo paralizaba a la Argentina y no solo enterraba definitivamente sus posibilidades de reelección, sino que además ponía en duda la posibilidad de que pudiera terminar su mandato. Ese mismo día en Venezuela, como ocurre desde hace más de un año en que se instaló la Asamblea Nacional Constituyente, no habría protestas masivas, ni episodios políticos violentos, y la gran preocupación popular serían realizar compras rápidas, antes que los aumentos de precios deterioren la recuperación salarial producida por las decisiones presidenciales del 24 de agosto que multiplicaron por treinta el valor del sueldo mínimo. Algunas encuestas permiten dar números a esa dualidad esquizofrénica que contrasta a quienes viven en Venezuela con quienes consumen información de Venezuela mediante los monopolios de prensa y los discursos presidenciales de devaluados presidentes del continente.
Cuando se pregunta a los ciudadanos por sus adhesiones políticas un 46% manifiestan ser un poco o muy chavistas, un 46% manifiesta ser un poco o muy independientes y un 8% manifiesta ser un poco o muy de la oposición. Los que se identifican con la oposición son tan pocos que incluso son menos que el 11% que estarían de acuerdo con una intervención extranjera. En una situación donde desde el punta de de vista del trabajo de demonización ejercido por la prensa internacional, el entramado diplomático con los presidentes de los países vecinos, y la adhesión del Secretario de la OEA, la mesa parece estar servida para una intervención militar, está faltando el pequeño detalle que una enorme mayoría, el 88% de los venezolanos, no reclama ninguna intervención externa, se opone a ella y la considera totalmente improcedente.
No solo no se consideran victima de ninguna dictadura, sino que piensa que después de pasar una situación difícil en lo económico, su país esta mejorando. Un país donde se justifica que en los momentos difíciles muchos compatriotas, quizás un poco mas de un millón, hayan emigrado a otros países a probar suerte para comprobar finalmente que tan mal no vivían y empezar a regresar, compartiendo las conclusiones sobre “lo bonito que es vivir en Venezuela“ con alrededor de ocho millones de migrantes latinoamericanos radicados en el país.
Si se mide en términos de estabilidad política seguramente Venezuela es uno de los países mas estables de la región. El chavismo ganó en 18 años, 22 de 24 elecciones y promete arrasar en las próximas donde se eligen consejeros municipales. Salvo una inesperada división, estaría en condiciones de aprobar por referéndum la nueva contitución y volver a reelegir a Maduro. Compárese esta situación con el 5% que apoya a Temer en Brasil, las encuestas que demuestran que la devaluación de Macri, y el hecho de que el partido gobernante en México no solo perdió las elecciones, sino que salió tercero. Frente a un panorama tan desalentador, que incluso ha provocado que la propia burguesía local haya abandonado la oposición y haya empezado a tejer fluidos lazos con el chavismo, la oposición se ha dividido entre quienes tímidamente sugieren en la conveniencia de rearmar una fuerza electoral y quienes renunciando a cualquier confrontación democrática siguen aferrados a la violencia terrorista (intento frustrado de magnicidio), el golpe militar y la intervención extranjera. El pincelazo final a este cuadro de dualidades ezquizofrénicas lo dan quienes miden las expectativas de la población. Venezuela, junto a México donde acaba de imponerse Manuel Lopez Obrador, son los países de Latinoamérica donde la población tiene mayor nivel de optimismo en relación a su futuro.
Seguramente estos comentarios sobre las condiciones de estabilidad del proyecto bolivariano sorprenderán a muchas personas de mi país, acostumbrados a consumir las noticias de los grandes medios masivos de desinformación. Pero cabe la reflexión que son las mismas personas, o el mismo grupo social, que ignoró que durante la dictadura había desaparecidos, que se creyó que estábamos ganando las guerra de Las Malvinas, que en tiempos de Menem compró que si privatizábamos las empresas del Estado bajarían las tarifas de los servicios públicos y que recientemente lo votó a Macri “ para estar mejor “. Personas que suponiéndose ilustradas, están escasamente informadas y son fácilmente manipulables.
Los que sí merecen ser tenidos en cuenta por la precisión de la información que disponen, son los lideres políticos de China que pueden exhibir, entre otros logros, haber conducido a su proyecto nacional durante mas de 60 años, convirtiéndolo en la primera potencia económica mundial. Han sido nada más y nada menos que los lideres chinos los que han certificado la estabilidad política del proyecto bolivariano, recibiendo a Maduro con todos los honores y retomando acuerdos congelados en tiempos de turbulencia política. Y la primera repercusión de ese gesto ocurrió en el llamado “Grupo de Lima”, donde presidentes que hasta hacía semanas se identificaban como fervorosos intervencionistas dieron un paso atrás, dejando otra vez descolocada a la oposición venezolana. Una cosa es pelearse con un país paria y fuertemente demonizado y algo muy diferente enfrentar a un país elevado a la condición de aliado estratégico por su principal cliente de sus exportaciones agropecuarias y mineras y seguramente futuro amo mundial. Los dirigentes de las burguesías locales latinoamericanos son cipayos pero no son estúpidos.
La excepcionalidad colombiana
El gobierno de Colombia no acompañó el retroceso del grupo de Lima y mantuvo su posición intervencionista. Esta postura no se corresponde con un mero capricho de su presidente Ivan Duque, sino más bien con la naturaleza de las fuerzas sociales y políticas que se encarnan su gobierno que es una continuidad política del uribismo. El uribismo ha expresado históricamente a un sector lumpen de la burguesía colombiana cuyo negocio nunca fue la explotación de la mano de obra para extraer plusvalía, ni el saqueo de riquezas naturales con destino de exportacion, sino el negocio de la guerra. El uribismo creció a expensas de los presupuestos militares para enfrentar a las guerrillas de las FARC y el ELN, y a la construcción de bases norteamericanas que convirtieron a Colombia en el Israel de América Latina, un verdadero portavión guardián de los intereses del Imperio en la región. El gran aliado del uribismo no fueron los demócratas, ni los republicanos, sino el complejo militar industrial estadounidense que ha venido actuando como poder permanente en las distintas gestiones presidenciales. Por eso cuando sectores de la oligarquía colombiana interesados en una economía de exportacion de producciones agropecuarias como el aceite de palma trataron de remover los obstáculos que les generaban la presencia de la guerrilla en distintos territorios promoviendo las conversaciones de paz, el uribismo se opuso a todo tipo de arreglo pacifico.
Los acuerdos de paz significaban una abrupta disminución de los presupuestos militares, la desmovilización de miles de efectivos y un fuerte golpe a una economía belica que permite sostener a uno de los ejércitos mas poderosos de Latinoamérica (su poderío militar es solo equiparable con el de Brasil). El conflicto con Venezuela y la posibilidad de una intervención militar desde Colombia da una nueva razón de existencia y sostenimiento a ese ejercito y al proyecto económico uribista. Por esas razones el gobierno de Duque no solo estaría dispuesto a involucrarse en ese conflicto, estaría particularmente interesado.
El detalle que parece no estar resuelto todavía es la necesaria aprobación del gobierno norteamericano. Al analizar esta cuestión nos encontramos una situación paradójica. Desde el punto de vista de las amenazas verbales y los gestos provocativos el gobierno de Trump, han sido marcadamente belicistas; pero, desde los datos estadísticos uno de los mas renuentes a utilizar la fuerza. El gobierno de Obama lo supera ampliamente en la ejecución de invasiones, bombardeos y cantidad de víctimas civiles y militares ocasionadas a países declarados enemigos.
La relación del gobierno de Trump con el complejo militar industrial es compleja. Por un lado aumenta sus presupuestos, por otro no autoriza operaciones militares importantes. No puede asegurarse de que Trump no concretara sus amenazas de invadir militarmente a Venezuela o dar luz verde para que otros lo hagan. Lo que es seguro es que ya dejó pasar oportunidades mas favorables que las que tiene ahora y que seguramente si Hilary Clinton hubiera sido elegida presidente Venezuela ya estaría invadida.
Desde los campos de influencia es indudable que Estados Unidos está retrocediendo en Asia, donde la influencia de China atrae a Japón y favorece las negociaciones entre las dos Coreas. También en Medio Oriente donde las fuerzas terroristas fueron derrotadas en Siria y se fortalece el poder de Iran a expensas de Arabia Saudita e Israel.
¿Permitirá Estados Unidos que la presencia China que ya se asienta en Nicaragua y el Salvador, se consolide en Venezuela, un país con enormes reservas minerales e importancia geopolítica?. Son preguntas, para lo que no tenemos respuesta. Lo que es seguro, que la intervención militar en Venezuela, depende exclusivamente de factores externos.
Un paso adelante y otro atrás
Las medidas económicas anunciadas por el Presidente Maduro el 24 de agosto de 2018 tienen un carácter contradictorio que ha sido señalado desde la izquierda y desde la derecha, por distintos analistas.
Por un lado es evidente que la fijación del salario mínimo en el valor de medio petro equivalente a mil ochocientos pesos soberanos, produjo una recomposicion de los ingresos de los trabajadores y pensionados, que sobrevivían en condiciones de asfixia económica. Estas medidas mas la aparición del dinero en efectivo y la reactivación del sistema de transporte público y privado han provocado una mejora sustancial en los niveles de vida de la población. Los aumentos producidos en los artículos de consumo con posterior a la recomposición salarial han reducido estos logros, pero no los han neutralizado, ni provocado cambios en el humor social y la percepción popular de que la crisis económica se está empezando a superar y vienen tiempos mejores. Se ha parado la deserción laboral, se ha frenado la inmigración y en los comentarios familiares la noticia ha dejado de ser “los que se van del país”, sino “los que regresan”.
Los ingresos todavía son insuficientes para completar una canasta básica, sin recurrir al CLAP, pero para los meses siguientes se vienen los triples aguinaldos y distintos bonos que auguran un final de año mucho más promisorio que los anteriores. Los cambios producidos han fortalecido la confianza en el gobierno al punto de que a la hora de definir responsabilidades por “todo lo que falta”, las encuestas señalan como culpables en mayor grado a factores externos como “ la guerra económica”, “el bloqueo financiero” y “ la avaricia de los comerciantes”, que a los desaciertos de la gestión de gobierno.
La recuperación de credibilidad por parte del gobierno de Maduro contrasta con la caída de la oposición, que se encuentra en su peor momento. No tiene posibilidad alguna en términos electorales, ni generar ninguna movilización masiva.
Sin embargo estas buenas noticias están empañadas por distintos gestos desde el gobierno que perfilan una orientación política que supone un cambio de alianzas. En ese enroque aparece incorporado al proyecto sectores muy representativos de la burguesía local como son los grupos económicos La Polar y el Tunal, que de ser el soporte económico de la oposición, estarían pasando a convertirse en fuerzas integradas al proyecto político de gobierno.
Desde hace bastante tiempo venían circulando denuncias que desde dos ministerios claves para la producción como son el de Agroindustria liderado por Wilmar Castro Soteldo y el de Industria liderado por Tarek El Alsaimmi, venían provilegiándose la relación con estos sectores a expensas de los reclamos comuneros, de los campesinos y empresas recuperadas. Esos ministros no son marginales, sino que integran la mesa chica del Presidente.
Al realizarse la Marcha Campesina, se denunció públicamente las relaciones del Ministro Castro Soteldo con los grandes terratenientes y su responsabilidad en procesos de reprivatización de tierras y empresas estatales. El propio ministro puso blanco sobre negro la nueva orientación cuando en una entrevista realizada en las instalaciones de un frigorífico de la empresa El Tunal, hizo la mención a la creación de una “nueva burguesía revolucionaria”.
Estas declaraciones agitaron las aguas del chavismo porque, quienes tienen un poco de memoria, saben que estos grupos economicos desde los tiempos de la IV República viven parasitando al Estado, y que estuvieron comprometidos en el golpe contra Chavez y todas las conspiraciones posteriores, seguramente son burgueses pero nada tienen de nuevos, ni de revolucionarios.
Los nuevos acuerdos con China que suponen nuevas privatizaciones de yacimientos de gas y nuevas concesiones de dudosa legalidad constitucional, mas la legalización de áreas especiales que permitirían la habilitación de maquilas sin vigencia de la Ley Orgánica de Trabajo, presuponen la incorporación de nuevos actores, como es el capital privado de origen chino, pero también multinacional.
El fracaso de la Venezuela Productiva
La declaración del Presidente Maduro en el sentido de que “la autogestión obrera fracasó”, merece especial atención porque en toda la orientación antes mencionada de incorporar al capital privado local y extranjero, subyace una lectura muy particular sobre las causas de las dificultades para el desarrollo de la producción nacional. Esa lectura merece discutirse con cierto detalle.
Empecemos por decir que Venezuela es un país que, desde el inicio de la invasión colonial hasta principios del siglo XX, tuvo desde lo económico una historia muy parecida a lo de los países de America donde no se encontraron grandes yacimientos de oro, plata y piedras preciosas. Como bien lo señaló el investigador Orlando Araujo, lo que dominó gran parte de esa historia fue la lucha por la tierra. Por la tierra pelearon los españoles contra los pueblos originarios, los que se alzaron con Boves, los soldados que acompañaron a Bolivar hasta su muerte y años después los que se rebelaron con Zamora para enfrentar al terrateniente Paez.
Pero a partir de 1922, año en que el petróleo empezó a convertirse en el principal producto de exportación, la historia de Venezuela empezó a distanciarse de la de otros países americanos y comenzó a parecerse a la de los países petroleros de Africa del Norte. Lo que ocurrió en estos países petroleros insertados en una matriz de producir petróleo e importar todo lo que necesitaban para vivir, con campos, artesanías y pequeños talleres industriales abandonados, y con apenas una nueva inversión en industrias básicas (aluminio, acero, cemento) con alta inversión de capital fijo y poca ocupación, sucedió que la reproducción del capitalismo quedó en manos de muy pocos trabajadores.
Con apenas cien mil petroleros, cuarenta mil trabajadores de empresas básicas y otro tanto destinado a servicios esenciales: comercio, construcción, puertos, policía, ejercito, educación y salud privada, administración publica, etc, eran suficientes. Se creó así una enorme masa de población excedente que emigró de los campos a las ciudades para sobrevivir de las migajas que caían de la mesa del festín petrolero. La lumpen burguesía que vivía del negocio del petróleo, creó aquella famosa frase que encarna al parasitismo “A mi no me den, póngame donde haiga”. Pero esa frase no fue exclusivo patrimonio de la burguesía, también la supervivencia de los marginados dependió en gran parte saber en que lugar caerían mas migajas.
Es difícil entender Venezuela si no se asocia a esta imagen donde la marginación llega al punto de la exclusión del trabajo productivo. Porque no era funcional a la reproducción del capital, la burguesía no tuvo interés porque esa población excedente se educara, tuviera salud y viviendas decentes. Su única relación fue la invisibilización y el maltrato.
Fue esa situación de gran precariedad el motor de construcciones de redes de solidaridad que permitieron sobrevivir, las familias extendidas, la vivencia cotidiana del compartir. Pero también la explicación de porque, no siendo un pueblo de flojos, no hubo un desarrollo de una cultura de trabajo productivo. Se desarrolló una cultura de trabajo de servicios, de hacer algo que permitiera que los que tenían les dieran un poco más.
El proyecto de Chávez de socializar la renta petrolera llenó de agujeros la mesa del festín petrolero y llegaron chorros de dinero para proyectos productivos como el programa Vuelvan Caras, para un pueblo que no conocía de costos, de planificación, de ahorro para la reinversión productiva. Los ministerios y las misiones se poblaron de nuevos funcionarios que carecían de formación para asignar proyectos, hacer seguimientos y contralorías.
Cientos de fabricas fueron abandonadas por sus patrones y quedaron en manos de trabajadores que sabían manejar las maquinas pero no de administrar y planificar la producción; mas de cuatro millones de Ha fueron a parar en manos de funcionarios del Estado y familias urbanas regresadas al campo,la mayoría de los cuales carecían de conocimientos básicos de producción agropecuaria.
En casi todas las iniciativas se acumularon fracasos, pero hubo también algunas que se sobrevivieron y se consolidaron. Esa experiencia tenía dos lecturas posibles. ¿Eran el costo inevitable por la perdida del hilo productivo por mas de cien años por culpa de la maldición petrolera, o eran la certificación de que darle dinero a los pobres era una mala inversión?.
En consecuencia: ¿Había que volver a insistir con empresarios que desde hacía generaciones venían manejando dinero olvidando precisamente que fueron ellos los auténticos creadores de la matriz rentista y el parasitismo venezolanos?. ¿ Había que volver insistir con el capital privado multinacional, que fue socio de la oligarquía venezolana durante 80 años dejando su secuela de miseria y despojo?
¿A quien correspondía darle una nueva oportunidad? Esa es la discusión sin disfraces, las opciones al desnudo. Después están los que la disfrazan con argumentos “marxistas” revolviendo en el cajón del estalinismo o apelando al “socialismo de mercado” chino. Hay que decirlo, con dolor, que lo que está decidiendo hoy el Presidente Maduro y su equipo mas cercano, no es precisamente darle una nueva oportunidad al pueblo.
¿La decisión de dar un paso atrás en el camino hacia el socialismo es una decisión táctica impuesta por circunstancias excepcionales de aislamiento internacional y desinversión productiva que impiden reactivar la economía por otras vías? ¿O se trata de una decisión estratégica, la certificación de que la orientación que planteo Chávez en los últimos años, está definitivamente abandonada?.
¿Hay fuerza para ir hacia otro lado?
La revolución bolivariana es un caminante que ya ha sido dado por muerto en numerosas oportunidades, pero que se resiste a bajar definitivamente al sepulcro.
Podríamos citar algunos velorios como el ocurrido en los días posteriores a la derrota de la rebelión militar de 1992, o el del golpe militar el 11 de abril de 2002, o el de los días posteriores al fallecimiento de Chávez el 5 de marzo de 2013, o el que se inicia a mediados del 2015, cuando se inicia un giro de negociación con la burguesía local que desemboca en la derrota en las elecciones legistativas de diciembre de 2015, o el pico de las guarimbas durante los primeros meses de 2017.
Demasiadas veces hemos pensado en los últimos años: Aquí, se termina esta historia. Advierto en primer lugar que la crisis ha golpeado muy duro a la militancia mas consecuente y mas comprometida con el proyecto revolucionario de Chávez. Se han cerrado espacios en el gobierno, pero también el movimiento comunal donde se ha fortalecido una lógica de dependencia del Estado. La crisis ha fortalecido el aparato clientelar y las prácticas asistencialistas. Se ha acentuado la fragmentación, el localismo, el caudillismo y las practicas corporativas. Si redujéramos las posibilidades populares a los grupos mas activos y las referencias comunales mas reconocidas, la perspectiva seria decepcionante.
Pero creo que debemos mirar la realidad desde una perspectiva mas amplia. Preguntarnos por ejemplo, cómo esta viviendo el pueblo chavista el momento actual. La primera percepción es que el pueblo piensa que haber salido de una situación en que se pudo aguantar con un sueldo mínimo de un dólar mensual, revela que este proceso es como dice la consigna: Indestructible.
La segunda percepción es que el pueblo por haber resistido ha ganado un nuevo derecho y que lo va hacer valer en el momento que lo crea oportuno. El pueblo no se siente derrotado, todo lo contrario. Se siente interpelado por hechos como el muy buen discurso que dio Maduro en las Naciones Unidas. Interpelado, pero con mas derechos. El Presidente sigue insistiendo que es un protector, pero creo que ese discurso se ha puesto viejo. El pueblo no le esta pidiendo eso. En un nuevo escenario, con el aflojamiento de las urgencias, el pueblo puede reorganizar las fuerzas necesarias para retomar el rumbo.
Guillermo Cieza
Caracas, 29 de setiembre de 2018.