El sistema político del bipartidismo emergente hacia 1983 está en tránsito en sus dos variantes, el peronismo y el radicalismo. Ambos siguen contabilizando la mayor representación institucional. Los primeros oscilan entre oficialistas y oposición. Los segundos apelan a alianzas con fuerzas políticas afines que incluyen descontentos peronistas.
A eso le llamo crisis política en la Argentina. Es una referencia a un fenómeno que trasciende porcentajes electorales, lo que explica la variabilidad de los guarismos de una elección a otra. En eso va la caída kirchnerista del 2009, la resurrección del 2011 y la baja en este 2013; tanto como la visibilidad triunfal de De Narváez en 2009 y su baja votación actual; como el sube y baja de Cobos en la consideración pública y captación de votos, sea como radical en 2003, aliado K en 2007 o enemigo desde el 2008, y resucitado referente de la UCR en 2013; o el mismo De la Sota compartiendo el éxito de CFK en 2011 y anotándose disidente en la disputa del 2013.
En los próximos dos meses veremos la iniciativa política de cada quien para acrecentar sus buenos resultados o contrarrestar lo perdido. En la iniciativa política está la disputa del consenso social electoral.
Lo estructural no se discute
Ni el gobierno ni la oposición que puede gobernar discuten la creciente sojización y sus consecuencias en la producción agropecuaria; ni la mega-minería, o el fracking, y los impactos ambientales y sociales contra las poblaciones en que se producen o los territorios y sus recursos naturales, salvo minorías o referentes al interior de esas fuerzas. No alcanza con los mensajes críticos al interior de las fuerzas mayoritarias, cuando la acumulación central la ejercen las propuestas hegemónicas.
Tanto en el kirchnerismo como en UNEN existen críticas al modelo productivo y de desarrollo, y sin embargo tributan al modelo hegemónico que define la acumulación en su interior. En el PRO o en el PJ disidente, especialmente el Frente Renovador de Massa, no se cuestiona lo estructural y central del modelo de acumulación capitalista en curso, es más, se pide mayor libertad para actuar y atraer inversiones externas. La crítica al interior de la hegemonía capitalista queda subsumido en el proyecto de dominación capitalista, mal que les pese a quienes imaginan proyectos en disputa en la llamada centro izquierda o en el oficialismo. Loable es la actitud de aquellos convencidos críticos del orden capitalista que tributan a los modelos hegemónicos, pero sus esfuerzos los apropia el sistema y restan a la construcción de alternativa.
La izquierda en su diversidad, con el 10% promedio, que incluye distritos con disputa de un quinto del electorado hasta participaciones marginales, discute lo estructural y contacta con la conflictividad social cotidiana de un país con tradición en la protesta y la organicidad popular. Ese es el eje del desafío actual para la construcción política de alternativa anticapitalista, anticolonial, antiimperialista, contra el patriarcado, por la diversidad de género y el socialismo. Es el desafío en el marco de la crisis política en curso en el país, como parte de un proceso integral de crisis política que involucra a la alternativa desde hace más de dos décadas.
Pretendemos sustentar una tesis donde la mayoría de votos apuntala una discusión por el gobierno del capitalismo y solo una minoría fragmentada intenta construir consciente y deliberadamente alternativa en contacto con la protesta. La crisis en la política se mira desde el sistema para recrear expectativa “desde la gente”, abundante argumentación en el lenguaje de Massa, Carrió o Macri; o con la argumentación oficial del modelo inclusivo resultante de una masiva “política social” de carácter compensatorio. La izquierda necesita alentar la movilización y organización para enfrentar la crisis de alternativa y acumular poder popular. La conflictividad está asociada a dinámicas de la coyuntura entre las que destacan la carestía de la vida y las dificultades para reproducir la vida cotidiana de los de abajo, pero también crece entre los pueblos fumigados, los que resisten el fracking o la mega-minería, entre otros asuntos centrales. El problema es la dificultad para construir alternativa política, contenedora de la energía emancipadora de las luchas.
Construir alternativa política para la emancipación
El movimiento popular en lucha necesita articular una propuesta política, que se ensaya en diversos ámbitos y no siempre con los mismos ritmos, especialmente en el ámbito institucional electoral. Entre los trabajadores se construye la CTA y se ensayan dinámicas de protesta y alianzas para visibilizar las demandas de los trabajadores.
Algo similar ocurre en la experiencia de organizaciones de base de contenido clasista protagonizada por una militancia juvenil. No siempre se camina conjuntamente y es un problema a resolver. Algo similar ocurre en la militancia estudiantil y juvenil, donde no siempre se coincide en la apuesta institucional, incluso si se debe participar o no en las elecciones. La izquierda política de antigua tradición transita experiencias unitarias y/o de aislamiento, con nuevas camadas organizadas que intentan sus primeras experiencias.
Toda la riqueza del movimiento popular y sus experiencias partidarias o frentistas necesitan pensar potenciales articulaciones en la construcción de alternativa política. Varios destacamentos sociales y políticos protagonizaron en estas PASO la primera experiencia de participación electoral para disputar institucionalidad.
Algunos pretendieron hacerlo y no llegaron a tiempo, o sus discusiones no lo permitieron. Otros reiteraron sus participaciones con la sensación de superar techos históricos, y otros no pasaron la prueba del reconocimiento legal del 1,5%. El problema de la unidad nos atraviesa a todos, sin excluir a nadie. Los mejores balances electorales en la izquierda necesitan de mayores articulaciones. En las antípodas deben analizarse causas y problemas que no permiten el logro de los objetivos e intentar caminos de acercamiento, sin resignar principios y privilegiando la necesaria construcción política para la emancipación.
No es menor que personajes como Cavallo no logren reinsertarse, pero la “renovación” que supone una camada desprendida del oficialismo, sea Massa, Cobos o Losteau, deben hacernos pensar que el sistema recrea los mecanismos de la dominación desde la esfera institucional. En ese marco, la crítica para transformar requiere de la innovación para abordar los viejos y nuevos problemas del capitalismo realmente existente en nuestro país, la región y el mundo.
Buenos Aires, 12 de agosto de 2013