Mientras el jueves 4/8 caían todas las bolsas de valores, como manifestación de extensión de una crisis económica mundial cuyo horizonte de finalización no se percibe, el viernes 5/8 se reunían en Lima los Ministros de Economía y Finanzas de los Países que integran Unasur, con el objeto de evaluar los puntos de complementariedad económica regional y los mecanismos para blindarse ante el derrumbe de los mercados bursátiles. La idea que surge apunta a la “integración profunda”, informó el anfitrión peruano, y pretende organizar una agenda a ser discutida desde el próximo viernes 12/8 en Buenos Aires, cuando se forme el Consejo Económico de UNASUR. Recordemos que la iniciativa estaba datada para comienzos de junio pasado y había sido suspendida ante la imposibilidad de llegada de los funcionarios a la capital de Argentina por las cenizas volcánicas y el cierre de los aeropuertos.
La agudización de la crisis acrecienta las expectativas en la articulación económica regional. La gran desvalorización bursátil pone de manifiesto los problemas para afirmar la lógica de las ganancias en el capitalismo mundial. Sin ganancias en volumen adecuado se limita el proceso de acumulación de capitales y dificulta la dominación en sus diversas expresiones, económica, política, ideológica. Es la oportunidad para pensar más allá de la lógica del capital, ya que esa “racionalidad” lleva hoy el sello del ajuste fiscal suscripto por demócratas y republicanos en EEUU, o el desmantelamiento del remanente de Estado benefactor en Europa. El resultado es el deterioro de las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la población.
¿Qué discutirá la cumbre en Buenos Aires?
En la agenda del próximo cónclave de UNASUR aparece el uso de las monedas locales en el intercambio regional; la coordinación de los bancos centrales en la utilización de las reservas internacionales; y el aliento a un mercado regional financiero y de capitales. Según la agencia de noticias argentinas, TELAM, el Ministro de Economía argentino anticipó tres aspectos de la agenda:
a) uno remite “a la potencial conformación de un Fondo Latinoamericano de Reservas”, lo que supone discutir el Banco del Sur, su redefinición como institución de toda UNASUR, como el tipo de activos externos que conforman las reservas internacionales que administran los bancos centrales, buena parte de ellas invertidas en bonos del tesoro de EEUU que acaban de sufrir una merma en la calificación (realizada por “consultoras” de dudoso prestigio y sospechadas de ser parte del negocio financiero más que auditores profesionales e independientes);
b) otra “es la cuestión del uso de monedas locales entre los países” para difundir el intercambio comercial sin la mediación cotidiana de las divisas ante la volatilidad internacional, en un intento de ir más allá del simple vínculo entre importaciones y exportaciones, y avanzar en articulaciones productivas de cadenas de valor; y
c) un tercer aspecto apunta a profundizar una lectura política de la crisis en curso, e intentar la relativa autonomía de la región respecto del epicentro de la crisis. Según el Ministro argentino, entre “el 2008, 2009 y 2010, el G-20 fue una muy buena herramienta para llevar certidumbre a los mercados, para dar una respuesta política al conjunto del mundo”, y hoy “lo que vemos es que desde el punto de vista político hay una respuesta pobre, porque está en debate el liderazgo de Estados Unidos, el de Europa, y nuestra situación es muy distinta, todos tenemos liderazgos fuertes y la posibilidad de incorporarlo a una visión sudamericana”
Esta cuestión de liderazgo político es de sumo interés, ya que resulta discutible la convergencia de regímenes con objetivos políticos y económicos muy diversos, entre los países sudamericanos, donde unos integran la experiencia del ALBA y otros promueven la lógica del libre cambio, caso de Chile ó Perú con EEUU, o incluso las negociaciones en curso entre el Mercosur y Europa.
Algunos interrogantes
¿Qué tiene de común la estrategia de Petróleos de Venezuela con la proyección de Petrobras en la región? La integración en materia de combustible en Centro América y el Caribe bajo la orientación de la petrolera venezolana supone descentralizar refinerías y plantas de almacenamiento y distribución, con condiciones económicas y financieras muy favorables en momentos de alza del precio de los hidrocarburos. Y para Argentina, ¿cuál sería la estrategia de articulación energética, si el sector de la energía está bajo la dominación de empresas transnacionales? ¿Alcanza con Enarsa? ¿Se terminan las concesiones sobre hidrocarburos? Son interrogantes, por cierto, que no integran la agenda preelectoral de la renovación presidencial de octubre.
Algunos interrogantes similares podrían formularse respecto de otros aspectos de la producción, especialmente cuando nuestra región asume un carácter de productor y exportador de recursos naturales. Mientras los países asiáticos se posicionan en el mundo como proveedores de mercancías con alto desarrollo tecnológico, en nuestros países la dependencia tecnológica se concentra en la superexplotación de la tierra y el agua, el petróleo, los minerales y cuantiosas riquezas naturales. No solo se trata de articular cadenas de valor, sino discutir qué modelo productivo y de desarrollo debiera asumirse integradamente.
Un tema importante remite a las cuestiones monetarias y el intercambio comercial, donde el ejemplo de la compensación con monedas locales entre Brasil y Argentina aparece como destacado. Claro que a la hora de los balances hay que ser cautos, pues una idea que empezó en septiembre del 2006 y se institucionalizó dos años después, a casi tres años de su desarrollo presenta escasas operaciones, de bajos montos involucrados y pocas empresas y bancos adheridos y usuarios del sistema. Es un proceso lento que requiere mayores voluntades políticas y afinidades asociativas en la construcción de una integración alternativa.
Los diagnósticos parecen adecuados, pero las políticas comunes se demoran. Sin ir más lejos, Brasil dilata el trámite parlamentario para terminar de aprobar el Banco del Sur y asignar unos 2.000 millones de dólares como capital inicial, mientras que esta semana, el gobierno de Dilma Rousseff anunció beneficios fiscales para la industria por 16.000 millones de dólares en los próximos dos años. Se puede coincidir en que existen reflejos rápidos para la política nacional de los países, más allá del análisis de beneficiarios y perjudicados, y al mismo tiempo, una menor capacidad de responder integradamente. La crisis capitalista en desarrollo, que anticipa nuevas recesiones luego del proceso de desvalorización sufrido en los últimos días, demanda precisiones en los diagnósticos y en las políticas a asumir, para frenar el impacto regresivo sobre la mayoría trabajadora de la población. Es parte de la expectativa que podría plantearse sobre la próxima reunión de Unasur en la constitución de su Consejo Económico. El interrogante apunta a considerar la racionalidad de la política de integración, si orientada a los mercados o la satisfacción de las necesidades de la mayoría de la sociedad.