Capitalismo y género.

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María Eugenia Ramos

Luego de ver la película suiza “Las chicas de la lencería”, me lancé a reflexionar un poco sobre el mundo laboral, las mujeres, el sistema penal y el capitalismo.
Pensaba: cómo puede ser justo un sistema que considera que una persona que cuida los niños, limpia la casa, se hace cargo de los viejos o los convalecientes de la familia y busca trabajo, es un individuo desempleado?

No solo en lo formal, en nuestro discurso cotidiano y coloquial lo vemos y expresamos de esa forma: mi mamá no trabaja, es ama de casa. Claro, estará la excusa de las jubilaciones a las amas de casa, que parece una limosna más que una contraprestación justa. Por otro lado, esta solo aparece a la hora de jubilarse. No hay una vida activa? No hay sueldo para el ama de casa, hay derecho a aportar con su trabajo de por vida para recibir una limosna como una especie de pensionada. Complemento indispensable para que funcione un hogar moralmente constituido pero no, una trabajadora.

Las tareas de cuidado que han sido donadas a las mujeres cual sino ineludible, vienen a estar ahora en discusión en sociedades donde las mujeres ya no quieren ocupar el lugar que tradicionalmente se les ha asignado y ello obliga a valuar económicamente las tareas de cuidado sobre todo en lo que respecta al cuidado de los viejos que antes hacían gratuitamente las féminas de la familia y que hoy resultan de un alto costo económico, cuando debe calcularse teniendo en cuenta el mercado actual de intercambio de bienes y servicios.

El sistema penal opera como controlador garante del sistema laboral actual.
Mientras subsista el machismo, habrá capitalismo?
Un dato interesante, creo, para evaluar el tema del sistema laboral y la complementariedad del sistema penal como garante es mirar los números.

En un mundo que se jacta muchas veces de ser machista, la población carcelaria también es mayoritariamente masculina. Ello viene modificándose a medida que la mujer se incorpora al mundo del trabajo formal.

El sistema penal como lo conocemos hoy, si bien es hijo de la inquisición, termina por completarse con la industrialización.

Las primeras leyes penales, por ejemplo, en Inglaterra centraban su persecución en la niñez desamparada y en la vagancia entendiendo por esta al hombre que estaba fuera del sistema laboral formal.

Bueno, pese a que el sistema penal se ha vuelto más eufemístico para decir las cosas, los resultados prácticos terminan siendo muy parecidos a los de sus inicios, si vemos estadísticamente que las mismas franjas de población en tanto edad, sexo, condición económico-social, hoy y ayer, poblaron los institutos penales.-

Hilando el tema del capitalismo y el género se me ocurre pensar en la hipocresía de la sociedad, de las familias y del sistema financiero.

Con la misma hipocresía con la que se dice que las personas que realizan tareas de cuidado, no trabajan, el trabajo ilegal sobre el que el mundo moralista sostiene el discurso represivo penal, se enriquece a costa de las tres actividades más rentables: el tráfico de armas, el tráfico de personas y el tráfico de drogas.

Los macarras de la moral como Serrat los llama son los que ayudan a engrosar, dibujando balances de empresas que en realidad no dan ganancia per se y sirven como caretas de los negocios más aberrantes de magnates que se convierten en gurúes del deber ser del éxito, que parece ser el propósito último, de todo deber ser.
O sea, se reconoce como productor de riquezas al chanta y se menosprecia a quien ejerce el cuidado cotidiano que hace posible la supervivencia de los seres humanos.

No es hipócrita el precio que pone a las cosas el mercado? No es contradictorio lo que resulta del sistema capitalista, con los fines que dicen perseguir los que quieren más represión penal?

En resumen, creo que un sistema laboral nunca puede ser justo si desprecia o descarta como trabajo, sistemáticamente, la labor de la mitad del planeta.

A mi entender, machismo, capitalismo, sistema laboral tradicional y sistema penal parecen trabajar de la mano.

Pese a todo, creo que más allá de las voluntades individuales, el proceso histórico ya está en marcha y con el advenimiento fatal del tercer milenio, el proceso transformador nos trasciende, más allá de nuestras intenciones.

El tema género llegó para instalarse, al menos, por un buen rato. Y el milenio quizás ni siquiera termine como tal, porque tanto como el tiempo, parece ser que nada en el universo es tan lineal, como pretendemos verlo.

María Eugenia Ramos

DNI 22737111


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