Cómo lograron bloquear el control de su actividad han reiniciado las burbujas y refuerzan la concentración financiera. Aunque la situación de muchos bancos sigue comprometida, lograron traspasar parte de su quebranto al resto de la economía.
Los auxilios estatales atenúan pero no revierten la mayor recesión de las últimas décadas. Estos rescates han provocado un incremento explosivo de la deuda pública, que impondrá gravosos pagos de intereses y debilitará las futuras recuperaciones.
En la coyuntura, el freno a la producción es retroalimentado por el desempleo y la caída de los salarios.
Existen fuertes indicios del carácter prolongado de la crisis. Nuevos estallidos en las economías más frágiles coexistirían con la repetición en los países avanzados del estancamiento japonés de los años 90. El establishment vacila entre prorrogar y reducir las subvenciones estatales, mientras se procesa una desvalorización de capitales a través de drásticas reorganizaciones empresarias. El modelo seguido por General Motors ilustra el carácter socialmente regresivo de esta reconversión.
La distensión financiera induce a los neoliberales a retomar el evangelio de la
desregulación. En cambio los keynesianos apuestan a enderezar el capitalismo con
mecanismos de control. Pero ambas vertientes ignoran que la crisis obedece a contradicciones intrínsecas del sistema.
Las clases dominantes propician nuevos recortes de salarios y de conquistas sociales. Incentivan el temor que suscita el desempleo y pretenden transformar la
frustración de los sectores medios en furia antipopular.
El alivio que exhiben los capitalistas también refleja las debilidades de la resistencia social, que perdió fuerza luego de contundentes respuestas iniciales. El
impasse político del movimiento alterglobal dificulta la coordinación de una protesta mundial. Los trabajadores enfrentan la crisis actual en condiciones más adversas que la generación precedente, pero habrá muchas oportunidades para recuperar la iniciativa.