El libro de Daniel Campione: “Para leer a Gramsci”, en lo que refiere a contenido, está dividido en dos partes, que en realidad podríamos decir que casi constituyen dos libros.
Uno es el que Daniel considera como el puente a Gramsci, una forma de facilitar su lectura, sin vanalizarla,- y esto es muy importante-, ya que cuando se trata de hacer interpretaciones sobre autores suele correrse el peligro de vanalizar el pensamiento de los mismos y no es el caso de este libro.
Es como el autor dice, una especie de puente para lo que quieren iniciarse en la lectura de un autor tan complejo como Gramsci, pero, agreguemos, es una lectura importante, también para los ya iniciados.
Por el otro lado, lo que yo denomino “el otro” libro, sería lo que corresponde a los dos apéndices en los cuales se muestra un creativo esfuerzo intelectual por situar el pensamiento gramsciano a la luz de la realidad actual, de la historia reciente, en general de época y particularmente relacionándolo con América Latina y específicamente, con la Argentina. Aporta una serie de ideas que considero sustanciales en un momento tan particular como el que estamos viviendo en la actualidad.
Por razones de espacio, sólo vamos a referirnos al ¨primer libro¨ o sea a la primera parte. Creo que es un intento muy feliz, muy logrado, a partir del contenido desarrollado a lo que además agrega un enjundioso estudio bibliográfico de las distintas ediciones del pensamiento gramsciano y de los distintos abordajes de esas ediciones.
Como bien señala Campione, ha habido retraso en la publicación de la obra de Antonio Gramsci. Sin embargo, la Argentina se destacó por su relativa temprana publicación en los años ´50, particularmente impulsada por parte de un grupo de intelectuales pertenecientes al Partido Comunista y en especial bajo la coordinación de Héctor Agosti. También participaron en la difusión de la obra de Gramsci, otros intelectuales, como el filósofo Sciarreta y, más tarde Juan Carlos Portantiero, José Aricó, sobre todo a través del grupo Pasado y Presente.
Se destaca especialmente en el libro que comentamos, el carácter polémico de Gramsci y el valor particular que este autor ha conferido a la esfera de lo ideológico cultural, no aceptando el reduccionismo economicista.
La primera parte es un glosario de las categorías fundamentales de Gramsci, comentadas por Campione, comprendiendo además la trascripción de párrafos del propio Gramsci. Resulta improbable en breves líneas, referirnos a todas las categorías o sea abordar el trabajo integralmente, de manera que sólo voy a comentar algunas pocas cuestiones.
La primera de ellas, a la que nos hemos de referir, es a la relación entre Gramsci y Lenin. Es sabido, que frecuentemente se los ha tratado como opuestos, así como también se ha analizado a Gramsci en oposición a Marx. Campione destaca las posiciones contrarias a esas interpretaciones, las que obviamente no suponen en contrario, un seguimiento ortodoxo, un seguimiento mecánico del pensamiento de Gramsci a Lenin. No correspondería a la calidad de un intelectual como Gramsci.
Ambos, Lenin y Gramsci, han sido hombres políticos, han sido hombres teóricos, han sido hombres de acción, polémicos, debatidores, – como lo señala Daniel en el caso especial de Gramsci-, con lo mejor del pensamiento burgués, no debatidores de lo que no tiene demasiado valor, sino debatidores, (con el atrevimiento de aquellos que sostienen principios fuertes), con lo mas elaborado del pensamiento burgués.
Cuando Gramsci se refiere a la relación entre guerra de posiciones y guerra de movimiento y plantea que no se estaba en una situación, en un momento, en el que estuviera a la orden del día el asalto al poder, y por eso desarrolla especialmente la categoría de guerra de posiciones, también señala a Lenin como una especie de precursor de esta relación, ejemplificando con el hecho de que frente al fracaso de las revoluciones de Alemania y Hungría, fue impulsor de la política del frente único.
Quisiera señalar la actualidad de esta polémica entre guerra de posiciones y guerra de movimiento. Aclaremos que sostener que estamos en época de guerra de posiciones, que se trata de una larga lucha, etc., etc., de ninguna manera significa mediatizar la revolución, sino encontrar el mejor camino para la revolución. Decimos esto, porque ocurre que en muchas ocasiones, cuando se pondera la categoría de guerra de posiciones, en la práctica se está pensando en la mediatización de la revolución, y cuando hablo de mediatización, quiero decir casi en el olvido, o en el cajón de las viejas herramientas.
La segunda cuestión a abordar es la referida a la concepción de Gramsci sobre el tema de los consejos de fábrica.
En relación a esto, Daniel Campione en el relato previo al tratamiento de las categorías, se refiere a que en 1919 se empezaron a conformar en Italia los consejos de fábrica, sobre la base del modelo de los soviets, como un organismo de dirección económica de la fábricas, como un germen del orden nuevo dentro del orden viejo y como una tercera forma de organización obrera, considerando la tríada: sindicato, partido y consejos de fábrica, donde el obrero se integra como productor y no como asalariado tratándose de una organización que entró en el ocaso con el auge del fascismo. Estas características señaladas por Gramsci respecto al consejo de fábrica encuentran un paralelo (y diría que no solamente con los soviets como modelo), sino con lo que ya en la época de la revolución rusa, Lenin denominó los comités de fábrica.
También puede hablarse de paralelo respecto a la coincidencia de Gramsci y Lenin en relación al tratamiento de la democracia al interior de los consejos de fábrica.
Abordando el comentario de una tercera cuestión, en lo que refiere a bloque histórico, plantea AG, que los hombres y las clases toman conciencia de su situación en el terreno de la ideología. Dice Daniel al respecto, que es una acepción de Marx invocada una y otra vez por Gramsci, en el sentido de que es condición para ellos generar una visión propia del mundo, lo que se logra al producir intelectuales orgánicos y alcanzar un visión ético-política propia de la clase, que exceda la percepción meramente económica de los intereses clasistas, lo que le permite conferir universalidad a sus intereses estratégicos que tienen que expandirse, dando lugar así a la capacidad dirigente de la clase. Lo podríamos traducir hoy, en cuanto a que esto en realidad, significaría hacer política verdaderamente y no la ¨política¨ que se ha naturalizado como tal.
Señala también AG, el carácter de la “no conciencia espontánea”, (al igual que ya también lo había señalado Lenin en el Que Hacer) en contra de una conciencia preconstituida. Todo esto lleva al desarrollo de una contra- hegemonía que cuestiona la visión del mundo, los modos de vivir y de pensar que las clases dominantes han logrado expandir en tantos sectores sociales.
Creo que este punto es muy importante a la hora de hablar de la generación de la unidad entre intelectuales y masas, porque en todo lo que desarrolla con respecto al tema, la preocupación fundamental es la conformación del intelectual orgánico.
Por eso: ni lo espontáneo ni lo preconstituido. Es la conformación del intelectual orgánico de la clase, esa seria la verdadera forma de unidad entre el intelectual y la masa, (lo que implica la crítica a la noción del intelectual y el simple, o el de la masa a la cual haya que educar).
También es importante destacar, (y está especialmente en el glosario), lo relativo a la categoría de estado, las nociones sobre estado ampliado que incorpora Gramsci y los estudios sobre el estado desde el punto de vista de los autores clásicos.
Un estado ampliado, sin escisión entre sociedad política y sociedad civil, como dice AG: hegemonía acorazada de coerción, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Dónde realmente se toman las decisiones? (Tema por otra parte absolutamente actual), ¿Cuál es el lugar de la toma de decisiones?, ¿el aparato institucional del gobierno?, ¿o el aparato privado de la sociedad civil? Creo que cada vez esta más claro donde se toman las decisiones: en el aparato privado de la sociedad civil, por eso es inescindible la noción de sociedad política y sociedad civil.
Lo anterior nos podría conducir, al debate de época y al debate actual sobre la democracia representativa y al valor real y verdadero del sufragio, sobre el cual no nos extenderemos, aunque es interesante recordar la definición de Engels acerca del estado como el comité de administración de la clase dominante, es decir el lugar de la cohesión de la clase dominante.
De ahí la necesidad (que plantea Gramsci) que tienen las clases dominantes y dirigentes de naturalizar la ideología dominante o sus subproductos como la injusticia, lo que llevado a la actualidad da cuenta del ejercicio del derecho a favor de los intereses del grupo hegemónico, la profunda desigualdad, la pobreza y podríamos seguir enunciando más subproductos de naturalización de la ideología dominante.
Por fin, nos referiremos, al desarrollo que Campione hace del tema de la hegemonía, la que supone además de la unidad de fines económicos y políticos, la unidad intelectual y moral, es decir la universalización de lo meramente corporativo, que está en relación con lo que hablábamos de la naturalización. Naturalizar es lograr la universalización de una ideología dominante, es presentarla como de interés de todas las clases, no con el contenido de clase, no con la situación de clase, sino como interés del conjunto de las clases y no de los intereses sólo de la clase dominante, como realmente es.
Esa universalización de lo meramente corporativo crea la hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados, es decir la hegemonía no se crea sobre la propia clase, la hegemonía se tiene que ejercer sobre grupos subordinados, es el lugar de la gestación del consenso social, que se une al dominio político, al ejercicio de la coerción en una particular relación y todos sabemos que uno de los temas más desarrollados, o que más ha trascendido del pensamiento gramsciano es esta relación entre coerción y consenso.
Distingue también, (y es importante y actual), entre dominio y dirección. La clase hegemónica debe ser efectivamente principal en la estructura económica y aparecer como la que realiza los intereses de toda la sociedad, hay una diferencia entre sobre quien se ejerce el dominio y sobre quien se ejerce la dirección, se domina al enemigo, se ejerce la dirección sobre las clases que operan en alianza con la clase hegemónica.
No bastan las condiciones objetivas para la producción de los cambios, es necesario gestar esta hegemonía, es necesario gestar esta dirección intelectual y moral, y esto exige alianzas y compromisos políticos, pero que de ninguna manera pongan en peligro la construcción hegemónica hacia la cual se quiere avanzar en cuanto a lo esencial a nivel estructural en su nucleo decisivo de alternativa, es decir las alianzas y los compromisos que se llevan a cabo no tienen que rozar ni poner en peligro el nudo fundamental de la alternativa que se busca.
Es importante también el concepto de la posibilidad de construir hegemonía antes de conquistar el estado, diría que no solo la posibilidad, sino la necesidad de construir hegemonía, es lo que llamamos el proceso de construcción de contra hegemonía, el proceso de construcción de poder o de contra poder, tan debatido en la actualidad en obras recientes.
En síntesis, ¨Para leer a Gramsci ¨es un libro muy rico, es un libro absolutamente recomendable y es un libro útil, aunque la palabra útil a veces no sea la más adecuado para valorar un libro, en este caso no hay duda que lo es y sobre todo para desmistificar las dificultades de la lectura de Gramsci, que inspira ciertas inhibiciones y temores. Creo que este libro ayuda a despejar miedos hacia el autor italiano, no porque el libro sea fácil. El libro no es fácil, pero si pedagógico y contribuye a perder esas inhibiciones y a tomarle el gusto para iniciarse directamente en la lectura de Antonio Gramsci.
Un comentario en «COMENTARIO DEL LIBRO ¨PARA LEER A GRAMSCI¨ de Daniel Campione»
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Pepe Perez dice:
Como se nota el analfabetismo funcional de los que defendeis el socialismo-marxismo. «Vanalizar» está escrito 2 veces así en este artículo. Esa palabra no existe. Sí existe BANALIZAR.
Qué pena dais.