Las aguas han bajado, en muchos sentidos más que turbias, dejando expuesto el saldo en pérdidas humanas y materiales. La histórica desidia del Estado encuentra sus orígenes en la voracidad del capital, que contrasta notablemente con la solidaridad y cooperación de la sociedad civil. Empieza ahora la reconstrucción, inversiones estructurales y la prevención. ¿Quién debe pagar los costos?
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