Los análisis de la actual crisis económica revelan la existencia de tres lecturas diferentes: una que la asume únicamente como financiera, producto de la irresponsabilidad de los Estados y la avaricia de especuladores individuales; otra que sostiene que la misma tuvo un origen financiero, pero que ahora se ha trasladado a la “economía real”, al sector productivo, que es entendido como un ámbito virtuoso de valorización de capital; por último, la que explica la situación actual como resultado emergente de una crisis de larga duración, que se remonta a la década de 1970. ¿Qué opinión te merecen estas diversas interpretaciones, y cuál es tu lectura de la crisis?
En primer lugar, la crisis se prolonga más de lo previsto porque cuando se inició en el 2007-2008 se dijo que iba a ser de muy corta duración, que rápidamente se iba a superar. Y efectivamente empezó a ser analizada como un fenómeno coyuntural por una parte y, por otra parte, como exclusivamente financiero. Y lo llamativo es que se impuso un punto de vista extraño en la lógica neoliberal, porque se viene anunciando, desde que la vulgata neoliberal se ha constituido en la forma dominante del capitalismo contemporáneo, que no existe sociedad sino solo individuos, que éstos son el centro de la vida y con su accionar personal y subjetivo maximizan no solamente riqueza para ellos, sino para el conjunto de la sociedad. Entonces, se exaltó el individualismo como la máxima expresión de la libertad humana. En términos económicos, eso quería decir que los individuos podían enriquecerse, recurriendo a los mecanismos que se les antojaran y, al final, lo importante es que fueran exitosos. No interesa si para ser ganadores se deben matar a miles de personas. Si un individuo lo puede hacer y eso le produce ganancias, en la lógica neoliberal eso no es problemático, porque simplemente hay que eliminar las interferencias que impiden la maximización de ganancias de los sujetos individuales.
Esta forma de ver el mundo o la sociedad se impuso en los últimos 25 años y resulta paradójico que cuando sucede la crisis, las primeras explicaciones digan que ésta es un resultado de las acciones desmedidas e irresponsables de ciertos individuos.
En la lógica que se impuso esta explicación suena, por decir lo menos, extraña. Y sin embargo, esa es una de las explicaciones que se ha impuesto y sigue siendo dominante entre muchos teóricos próximos al neoliberalismo que durante 25 años nos dijeron exactamente lo contrario. Esta es una explicación, por supuesto, profundamente interesada, que desconoce el funcionamiento del capitalismo como un sistema contradictorio en el cual las crisis son una expresión del mismo sistema.
Porque esa misma explicación neoliberal durante mucho tiempo nos vino diciendo que prácticamente las crisis tradicionales del capitalismo ya estaban superadas. En los Estados Unidos, desde la década de 1990 se decía que las crisis tradicionales eran cosa del pasado y, cada vez que se presentaba una crisis, se indicaba que eran episodios un poco “accidentales”, pero que el sistema seguía funcionando tal cual.
Esta explicación choca contra la dura realidad, primero porque la crisis se ha prolongado más de lo previsto, y las soluciones planteadas por esta perspectiva no han atacado a fondo el problema. Soluciones que, entre otras cosas, ponen también en cuestión los mismos parámetros neoliberales, uno de los cuales sostiene que el Estado es ajeno a los problemas económicos y, entre menos intervenga, mucho mejor para que el mercado se pueda regular por sí mismo. Cuando sobrevienen estas crisis, desde la década de 1990, primero la del famoso “.com”, de las nuevas tecnologías, y luego la inmobiliaria, que ahora ha estallado. En todos estos casos, es al Estado al primero que se le llama para salvar la economía capitalista. Y eso también contradice los postulados neoliberales. El neoliberalismo tiene una particularidad: no es para nada autocrítico, y hace a un lado sus propias explicaciones y recurre a una especie de “keynesianismo no reconocido”, en el cual el Estado vuelve a tener un papel fundamental en la solución de la crisis, por supuesto a favor de los sectores más poderosos y responsables de la misma.
Teóricamente, esta explicación no solamente es frágil, sino que políticamente pretende mantener al neoliberalismo como si nada hubiera pasado. Es decir, que se haga un poco “borrón y cuenta nueva”, que se siga adelante, y se vuelva a la vieja dinámica neoliberal, tal y como funcionó aparentemente de manera armónica hasta el 2007-2008. En términos teóricos y políticos esta explicación, para mí, es profundamente frágil y contradictoria, y lo que pretende es recomponer el neoliberalismo.
Hay otra explicación que, como usted dice, se remite al mundo financiero y también es, de alguna forma, prisionera de esta primera perspectiva. Además, parte de una visión dicotómica, en la que se concibe al capitalismo como escindido en dos esferas separadas: el mundo financiero y el mundo productivo. Y se agrega que el mundo financiero es el de la corrupción, el de la especulación, es algo así como el “capitalismo malo”. Pero el mundo productivo es “bueno”, “armonioso”, y de lo que se trata es de volver a imponer este capitalismo positivo, o que la hegemonía la tenga este sector del capitalismo “bueno”.
Esta es una perspectiva que está muy presente en los discursos de la presidenta argentina, Cristina Fernández, cuando denuncia el capitalismo financiero, el “capitalismo de casino”, ponderando, como decís vos, a este “otro” capitalismo, que en Argentina podría identificarse con el período de industrialización por sustitución de importaciones…
Esa es una teoría que domina en gran parte los países de América Latina. En algunos casos esas posturas han llegado al ámbito gubernamental y en otros se siguen moviendo en ciertos círculos académicos. El gran problema de esta perspectiva radica en que trata de presentar una dicotomía, cuando en el mundo real lo que hay es una interpenetración de todos los capitales. Y no hay tal carácter “positivo” del capitalismo industrial, porque se deja de lado una cosa que es fundamental en la recomposición capitalista en los últimos 35 años: la restructuración del mundo del trabajo.
Y esta restructuración está recurriendo a los peores métodos en la historia del capitalismo, en que se ha restituido, por ejemplo, la esclavitud en muchos lugares del mundo, o formas encubiertas de esclavitud. Se han destruido las conquistas de los trabajadores en todos los terrenos, se ha flexibilizado el mercado laboral, y de eso se ha beneficiado el capitalismo productivo y el capitalismo financiero. No hay diferencias notables en este terreno.
Es decir que parte de la financiarización se apoya en la restructuración del mundo del trabajo y en la superexplotación. Por eso, la tesis mencionada resulta demasiado ingenua, por decir lo menos, porque no tiene en cuenta esa interpenetración entre el capital financiero y el capital industrial. Se puede decir que se ha consolidado un modelo de capitalismo, al que yo llamo “gansteril”, que imita a todos los métodos típicos de la mafia, pero no solamente en el ámbito financiero, sino en todos los sectores de la actividad económica. Eso atraviesa, si pudiéramos hacer esas separaciones que ya no existen, al “capitalismo comercial”, al “capitalismo financiero”, al “capitalismo exportador” y al “capitalismo industrial”. En todos los ámbitos, el capital se ha beneficiado de la explotación intensiva de los trabajadores.
Lo más significativo radica en que a partir de esa explicación dicotómica se propone el regreso a un keynesianismo tradicional, típico del Estado de Bienestar, como si nada hubiera pasado en estos 35 años de historia. Es incluso la exégesis en muchos países de la llamada “burguesía nacional”, para que vuelva a colocarse al frente de un proyecto, no se sabe de qué tipo, porque ni siquiera ahora se habla de “industrialización”, sino más bien de un neodesarrollismo-extractivista, al frente de cual estarían estas burguesías nacionales, que encarnarían ese modelo de capitalismo “positivo”.
Estas dos explicaciones tienen algunos problemas de tipo teórico, pero también de tipo histórico, porque ambas piensan al capitalismo de manera coyuntural. En otros términos, el capitalismo sería un sistema que se analiza en cada coyuntura de manera separada, sin tener en cuenta su movimiento estructural. Y aquí sí me parece que es fundamental una visión histórica, que ayude a entender cómo ha sido el desenvolvimiento y la restructuración del capitalismo, por lo menos en los últimos 40 años. Algunos autores, situados en la perspectiva de la crítica de la economía política, resaltan este elemento, para decirnos que estamos en una fase histórica caracterizada por una crisis permanente del capitalismo. Al respecto, se presenta un debate entre los que siguen hablando de ondas largas y los que dicen que ya no se puede seguir utilizando esta categoría.
También se debate cuándo se puede localizar el origen de la crisis, y cuál es su naturaleza. Me parece importante reivindicar las visiones que señalan que estamos ante una crisis no financiera, sino una crisis de sobreproducción, ante una crisis capitalista de realización y, por lo tanto, es necesario remitirse a lo que ha sucedido en el ciclo capitalista en los últimos 40 años. En esa perspectiva, se recalca que hay una crisis de sobreproducción que se inició en 1967, pero que se agudizó, se hizo pública, por decirlo así, en 1973, y que el capitalismo no ha podido solucionar. Y las tres soluciones que ha intentado poner en marcha, han sido fallidas. ¿Cuáles han sido las tres soluciones? El neoliberalismo, la globalización, y la financiarización.
Estas tres soluciones en lugar de atenuar la sobreproducción, la han aumentado de varias maneras. Por ejemplo, el neoliberalismo ha reducido la capacidad de consumo de la población y la ha segmentado de tal manera, que millones de personas han quedado al margen de conseguir hasta las cosas elementales que permiten sobrevivir, lo cual ha dejado sin vender una gran cantidad de mercancías.
¿Por qué la globalización tampoco ha sido una solución? La expansión mundial del capital ha incorporado a zonas que hasta ese momento no estaban integradas al capitalismo y estas regiones se han vinculado mediante la producción de más mercancías, con salarios mucho más baratos, con condiciones de trabajo esclavistas o semi-esclavistas, con lo cual ha aumentado la producción y hoy se ofrecen muchos más objetos mercantiles al mercado mundial. Y, por último, la financiarización ha sido un intento de escaparse a la inversión no productiva, para obtener ganancias esporádicas, pero muy limitadas, que no se corresponden con transformaciones productivas que finalmente han llevado a la hipertrofia financiera y a las burbujas de especulación que cada vez estallan con más frecuencia y con efectos más destructores, como lo podemos apreciar en la actualidad.
Estas soluciones han sido ficticias y tarde o temprano tenía que reaparecer la vieja crisis, por decirlo de alguna manera. Se hace necesario recordar que la actual es una crisis de sobreproducción, de inventarios, porque existe un mayor volumen de mercancías como resultado de las transformaciones tecnológicas que se han incorporado al ciclo capitalista. Me parece que esta explicación es mucho más lógica y coherente, porque muestra el origen de la crisis en el modo de producción capitalista, en sus contradicciones, y nos recuerda que las crisis no son algo aleatorio, sino característico del capitalismo. Sin embargo, esta explicación, para mí, si se deja exclusivamente en el ámbito del ciclo económico, es incompleta.
Porque no comprende lo nuevo que emerge en esta crisis. La novedad estriba en que no es una mera coincidencia que, al mismo tiempo, esta crisis capitalista venga acompañada, de manera paralela, con la irrupción de otras crisis. Y eso hace alusión a una nueva característica del capitalismo: la crisis no puede verse en términos estrictamente económicos, mucho menos en términos financieros, porque eso significa desconocer otras realidades, otras crisis que emergen y cuya coincidencia, a mi modo de ver, no es accidental.
Es interesante lo que planteás con respecto al enfoque histórico de la crisis, porque desde las ciencias sociales siempre hay un afán por presentar “novedades”, una necesidad de postular que hay cosas “nuevas”, cuando muchas veces nos encontramos frente a tendencias que se exacerban en esta etapa del capitalismo. Por ejemplo, si hablamos de “globalización”, en realidad el capitalismo no puede pensarse desde sus propios orígenes si no se lo entiende como un sistema tendencialmente mundial; por otro lado, la financiarización también aparece un fenómeno recurrente – como demuestra el trabajo de Giovanni Arrighi, El largo siglo XX, donde él plantea que en realidad que todos los ciclos del capitalismo histórico en los últimos cinco siglos, alternan etapas de crecimiento de la producción, con otras caracterizadas por una creciente financiarización del ciclo de acumulación-. Por supuesto que esta historización, que nos lleva a remarcar un sinfín de continuidades, no debe hacernos perder de vista la existencia de fenómenos novedosos, dialécticamente relacionados con aquellas. ¿De qué manera confluyen y dan forma a una “crisis civilizatoria”?
Primero, la exégesis de la coyuntura es una muestra del efecto nefasto del neoliberalismo sobre los economistas. Yo creo que esta crisis debería servir para una autocrítica del pensamiento económico dominante y hegemónico, porque justamente una característica de la economía que se enseña es presentar el capitalismo como un sistema natural, incluso ni siquiera se emplea ya el término “capitalismo”. Con la crisis se ha vuelto a poner sobre el tapete la actualidad de la discusión sobre el término capitalismo, ya que cuando se habla de “economía de mercado” se presenta al capitalismo como un sistema no-histórico, como algo natural. En concordancia, a los economistas no se les dota de instrumentos de análisis histórico y, por eso, ellos viven prisioneros de la coyuntura, lo cual no solamente evidencia una crasa ignorancia sobre los procesos históricos reales, sino que impide entender lo que está pasando.
Por ello, cada nueva crisis aparece como algo extraordinariamente novedoso en términos económicos y en términos financieros, porque no se tienen en cuenta las razones estructurales e históricas de cómo funciona el sistema capitalista. El “culto a la coyuntura” no solamente lo profesan los economistas, sino que se ha impuesto en todas las disciplinas y viene mediada por la lógica periodística, que le rinde pleitesía a lo instantáneo, al presente perpetuo que se disuelve a cada minuto, como si cada una de las cosas que suceden se explicaran por sí mismas, sin ninguna referencia con el desenvolvimiento temporal, en la larga duración, de los procesos.
Creo que es necesario enfatizarlo porque la mayor parte de los economistas no han sido autocríticos y se han mostrado incapaces de asumir sus propias limitaciones teóricas y analíticas. Es decir, el desarme durante 25 años, en todo el mundo, del pensamiento crítico tiene una consecuencia negativa para el pensamiento económico: la incapacidad de entender y de explicar lo que está pasando.
Y con relación a la crisis civilizatoria, resulta llamativo lo siguiente: el proceso de expansión mundial del capitalismo, que ha copado hasta el último rincón del planeta – ahora sí no es una afirmación metafórica -, tiene efectos, porque estamos asistiendo a la imposición capitalista que necesita, para poder funcionar, del consumo intensivo de materiales y de energía. Eso hay que resaltarlo, porque los economistas miran a esos factores no propiamente económicos como “externalidades” que valen cero, que no tendrían precio y, por lo tanto, nunca se tienen en cuenta. Hoy mismo ese análisis muestra todas sus limitaciones. Porque la expansión mundial del capitalismo a partir de la explotación intensiva de materiales y energía, destruye las bases que posibilitan la reproducción del sistema o, en otros términos, ponen en cuestión su misma reproducción.
Y aquí es necesario recuperar un término que utiliza Marx en El Capital, y ha retomado James O’Connor, que es el de “condiciones de producción”. ¿Cómo las condiciones de producción permiten que el capitalismo funcione? ¿Qué son estas condiciones? Para que el capitalismo funcione no solamente se necesita fuerza de trabajo, sino también se requiere del medio natural: las aguas, el aire, los recursos forestales, la infraestructura que se construye a partir del medio natural. Esas condiciones naturales –en el sentido que tienen que ver con el medio físico y sus bienes comunes- permiten que el capitalismo funcione. Si esas condiciones no se pueden reproducir, pues entra en crisis el mismo sistema capitalista.
¿Cómo puede funcionar el sistema capitalista con la destrucción acelerada de los ecosistemas, con la contaminación de las aguas, con la desaparición de los bosques y selvas del mundo? Estos son aspectos que emergen de manera crítica y generalizada en los tiempos actuales. No quiere decir que la destrucción ambiental sea nueva, siempre ha acompañado al capitalismo, pero como hasta no hace mucho tiempo el capitalismo contaba con reservas naturales para explotar, porque no estaba colonizado todo el mundo, la destrucción se eludía acudiendo a las nuevas reservas.
Ya no hay reservas posibles en el mundo. Las grandes selvas del planeta están siendo destruidas de manera acelerada, empezando por la selva amazónica, o por las de Borneo en Indonesia, que también es un lugar de biodiversidad muy importante. Todo eso está siendo colonizado y destruido y, entonces, emergen esos problemas ambientales, que no son en realidad nuevos. La única novedad radica en que ahora son de una magnitud inédita.
También emerge otro problema que no es nuevo, pero que el capitalismo pretendía haber superado: el abastecimiento alimenticio. En términos históricos hay corrientes analíticas que hablan de los “motines de subsistencia” como una característica del mundo pre-capitalista. Algunos de estos autores señalan que las crisis siempre han acompañado a la humanidad.
Sin embargo, existe una diferencia entre las crisis capitalistas y las pre-capitalistas, porque las primeras responden al mismo funcionamiento estructural del sistema, como algo interno y endógeno, mientras que las crisis pre-capitalistas se originarían en factores externos a lo económico. Aclaremos el asunto con un ejemplo: las grandes hambrunas medievales que tienen un gran impacto demográfico, ¿a qué se debían? Al hecho de que se destruían los alimentos por la acción de una plaga, de una sequía, porque llovía más de la cuenta o por fenómenos similares. Y eso paralizaba o impactaba el funcionamiento económico del sistema feudal. Pero esa crisis alimenticia no era un resultado del mismo funcionamiento de ese sistema, aunque se expresara en la carencia de alimentos, lo que originaba motines, protestas y rebeliones, hechos que los historiadores han llamado “motines de subsistencia”. Es decir, la causa fundamental que explica esos motines es la carencia de alimentos, que lleva a la gente a insurreccionarse porque está siendo atacada por el hambre.
En otros tiempos no muy lejanos, se decía que ese tipo de protestas eran propias de la economía pre-industrial, pero al emerger la sociedad industrial capitalista se dejó de hablar de las “crisis de subsistencia”, y se dijo que eso era cosa del pasado. En el 2008-2009 reaparecen masivamente los motines de subsistencia, que se presentaron en más de 50 países. ¿Por qué se vuelven a presentar en ese momento?
Algunos dirán que es casual, o que es un resultado del aumento en los precios de los alimentos, lo que a su vez se explica por factores especulativos. Me parece que tal explicación oculta la razón de fondo. Sí, claro que hay especulación con los precios, y hay monopolio en la comercialización de alimentos, eso es innegable.
Pero ese es un factor aparente y secundario. El factor fundamental estriba en el tipo de agricultura que se ha establecido y cómo funciona: es una agricultura petro-dependiente, es decir, que opera en gran medida por las inversiones en agroquímicos, en fertilizantes, que se producen a partir del petróleo. Y todo el ciclo de la producción agrícola está determinado por los precios del petróleo, y por lo que pasa con esta energía fósil. En esa medida, la dependencia energética pone en cuestión un modelo de agricultura.
Al respecto, es bueno recordar el carácter contradictorio de la agricultura capitalista por excelencia, que es la de los Estados Unidos. Si la agricultura de este país se analiza en términos estrictamente económicos, uno puede estar de acuerdo con los análisis convencionales de los economistas que la exaltan como la agricultura más productiva que jamás ha existido. De ahí deducen que el capitalismo puede vivir sin agricultura campesina, la agricultura se puede tecnificar al máximo – en Estados Unidos solamente el 2 por ciento de la población económicamente activa se dedica a la agricultura -, se pueden usar todo tipo de innovaciones tecnológicas, la tierra se puede tratar como cualquier otro medio productivo y los resultados, en términos económicos, son espectaculares. Como resultado de todo ello, Estados Unidos exporta sus excedentes agrícolas a muchos países del mundo.
Pero esta es una visión terriblemente economicista, y muy limitada. Si tenemos en cuenta no los costos económicos, sino los costos ambientales, esta agricultura es la peor de todos los tiempos. Esto se demuestra con cifras muy elementales: con la inversión energética de entrada y con el resultado energético al final, que es el análisis que propone la economía ecológica.
¿Cuánta es la cantidad de energía que se invierte para producir una tonelada de trigo, y al final en términos energéticos cuanto representa esa tonelada? Quienes han estudiado el fenómeno concluyen que ya se está casi equiparando, que hay que invertir tanta energía para producir esa tonelada de trigo, como la que aparece expresada en la tonelada final de trigo. Como quien dice, energéticamente hablando, es una agricultura absolutamente improductiva – si pudiéramos utilizar el término en este ámbito – e ineficaz. Pero claro, como la lógica que se ha impuesto es la de una agricultura con una fuerte inversión en derivados del petróleo, eso no importa, porque se supone que se va tener petróleo por siempre.
Aquí hay un problema estructural, puesto que se está hablando de una crisis alimenticia, que está relacionada con la crisis energética, que es, a mi modo de ver, el elemento central que explica esta crisis civilizatoria. ¿Y por qué decimos que es el elemento central? Porque se ha construido un tipo de capitalismo que se basa en la explotación intensiva de energías fósiles, y principalmente de petróleo, algunos hablan de un tipo de capitalismo petrolífero, que ha existido en el último siglo y que ha posibilitado todo lo que nosotros conocemos en la civilización moderna: grandes ciudades con sus rascacielos, autopistas, automóviles…
Todo eso está relacionado con esa fuente energética, que también soporta una crisis terminal. Por eso, yo creo que el eje explicativo de la crisis está ahí. Algunos dirían que esta es una postura típica de un determinismo energético, pero la cuestión estriba en que cualquier sistema sólo puede funcionar con energía, como lo ha demostrado la termodinámica. No puede haber móviles que funcionen sin energía, como dirían los teóricos de la termodinámica. Este es un aspecto fundamental, al cual le huyen la mayor parte de los analistas y de los economistas, en virtud de que predomina una mirada mágica del asunto.
Yo me rio cuando leo análisis, incluso de economistas de izquierda, que no tienen en cuenta la disposición energética. Más o menos, sin caricaturizar, se supone que un determinado patrón energético intensivo en petróleo, como el que hoy existe, puede sustituirse fácilmente, casi por decreto, por otro patrón energético y las cosas seguirán siendo como hoy las conocemos. Esa sí es una mirada absolutamente lunática, demencial, y yo diría que suicida, sin nexos con la realidad.
Además, esta crisis energética aparece ligada a otro elemento fundamental de la crisis civilizatoria, que se podría denominar, aunque el término no sea muy riguroso, como “crisis climática”, porque las transformaciones climáticas están relacionadas con los efectos nefastos del modelo energético basado en el petróleo, que produce gases de efecto invernadero y han trastocado el clima planetario como nunca antes había sucedido en la historia humana. Para demostrarlo solamente hay que mirar a nuestro alrededor, y comprobar el impacto de huracanes, tifones, sequías y trastornos climáticos cada vez más destructivos, como pudo notarse en Nueva York, inundada hasta en Wall Street.
En conclusión, tenemos una explosión paralela de un sinnúmero de crisis que hacen que la situación actual sea distinta a todo lo que se ha presentado anteriormente. Por eso esa razón, creo que es necesario pensar la crisis desde otra lógica, no estrictamente económica ni financiera, que no se centre exclusivamente en el ciclo económico, sino que tenga en cuenta otras dimensiones que se han hecho actuales, precisamente porque el capitalismo se ha expandido por todo el mundo y ha colonizado hasta los últimos lugares, sin que le quede alguno para sortear este tipo de problemas.
En términos de la relación que puede establecerse entre el desarrollo industrial capitalista y la explotación de combustibles fósiles, mencionaste que este sistema se encuentra en una etapa terminal. ¿Qué consecuencias podría depararnos esta crisis energética?
Primero habría que señalar un elemento de percepción con respecto a la crisis: a los procesos históricos que uno vive en el presente no les suele atribuir la importancia que tienen, porque se supone que esas determinadas condiciones que uno ha conocido siempre han existido y van a existir. Así, nosotros vivimos en una sociedad en la cual predominan el automóvil, las grandes ciudades, los supermercados, los instrumentos micro-electrónicos. Y todo eso a nosotros nos parece como algo normal y natural, que siempre han existido y siempre van a estar ahí. Pero si uno mira cada uno de estos objetos en términos históricos, se da cuenta que aparecieron hace unos cuantos segundos, en términos de la historia de la humanidad.
¿Hace cuanto existe el automóvil? Hace solo un siglo y se ha generalizado en el planeta hace escasamente 20 años, después de la caída de la Unión Soviética, porque en esos territorios no había gran cantidad de automóviles, como sucedía en China y los países de Europa Oriental. Entonces, cuando hablamos de la generalización del automóvil, que tal vez es el ícono representativo del capitalismo, estamos señalando que tal hecho, en términos históricos, tiene una duración muy corta. Pero la mayor parte de la gente piensa que el automóvil siempre ha existido y que va a seguir existiendo en el futuro. En resumen, el mismo funcionamiento del sistema nos impide pensar que los fenómenos son históricos y, tarde o temprano, van a desaparecer algunas cosas y van a aparecer otras.
Además, existe otra limitación, relacionada con un modo de vida, con el capitalismo, que se presenta a sí mismo como confortable y benéfico para todos los seres humanos. Obviamente, quienes lo disfrutan, y para quienes es confortable, no quieren abandonarlo y piensan que el capitalismo va ser eterno. En contraposición, la historia nos muestra –y por eso yo creo que el conocimiento histórico es tan importante-, que la prosperidad consumista del capitalismo constituye una situación excepcional en la historia de la humanidad. La era del petróleo representa un segundo, si la comparamos con todo lo que ha existido antes, lo mismo que las modernas ciudades con electricidad, que también son un producto contemporáneo. Para no hablar que hay muchos lugares en el mundo que ni siquiera tienen electricidad.
Esas urbes están asociadas a un producto específico, al petróleo. O sea, el capitalismo contemporáneo es un sistema históricamente excepcional que ha sido posible, como algunos dicen, por una “burbuja energética”. Existió la casualidad histórica que desde la Revolución Industrial fue posible tener acceso a los grandes depósitos de energías fósiles, sacarlos y procesarlos. Y eso es lo que ha producido la moderna civilización capitalista. Con lo que no se contaba era con una limitación muy elemental, tanto que casi nadie piensa en ella, que está referida a lo que hoy se llama el Pico del Petróleo. Cuando se habla de ese asunto, todas las discusiones técnicas eluden una cuestión básica: la Tierra, como un vaso de agua, es un sistema finito, limitado, cerrado. Cerrado en materiales y en energía. Es decir, que la materia y la energía que la tierra contiene no son magnitudes infinitas.
Es obvio que este vaso de agua estaba lleno, pero en la medida que yo he ido bebiendo se ha ido vaciando. Pues eso pasa con el petróleo, es una cuestión, a mi modo de ver, de sentido común. No puede existir una materia infinita, el petróleo, con reservas que nunca se acabarían, en un sistema-Tierra que materialmente es limitado. Entonces, es obvio que el petróleo se tiene que acabar algún día. Pero, como sucede a veces con las verdades científicas, éstas empiezan a ser obvias hasta cuando alguien las formuló. La gravedad la descubrió Newton a partir de la famosa manzana que se cayó de un árbol, y desde entonces nos parece de sentido común, pero antes de que lo formulara Newton nadie había pensado en eso tan elemental. Pues lo mismo sucede con lo del pico del petróleo.
Al principio, cuando surgió la sociedad industrial contemporánea en los Estados Unidos, este país era el primer productor y exportador mundial de petróleo y lo fue durante varias décadas. En ese entonces en Texas, y eso aparece en películas y en libros, cualquier persona se acostaba a dormir en un campo y al otro día aparecía multimillonario porque al lado había emergido un pozo de petróleo. Este, por lo menos, es el mito que existe sobre la riqueza de Rockefeller. Desde ese momento cuando el petróleo fluía a borbotones de la Tierra se creyó que nunca se iba a acabar.
Pero en la década de 1950, un geofísico que trabajaba para compañías petroleras, escribió un artículo que con el tiempo se volvió célebre, en el que por primera vez se anunciaba lo que hoy se conoce como el pico del petróleo. Y este autor, Marion King Hubbert, hizo un anuncio para el caso de los Estados Unidos cuando este país no tenía problemas de abastecimiento: que la producción de petróleo iba a llegar a un punto máximo y que luego iba a empezar a decrecer. Y él se atrevió a decir que a ese punto máximo se iba a llegar a finales de la década de 1960 o principios de la de 1970, y a esa cota máxima fue a la que él llamó el pico del petróleo. A ese pico lo representó con una gráfica en forma de campana que significa simplemente que cuando comienza la extracción del recurso, obviamente se cuenta con una gran cantidad que se extrae rápido, hasta un momento determinado en que aumenta la producción y luego se llega al pico con un momento breve de estabilidad y después se inicia una fase de caída inexorable.
Esto no es solamente aplicable al petróleo, sino a cualquier recurso natural. Eso sucede con el petróleo, el carbón, el uranio, con cualquier recurso, que indistintamente llega a un momento de explotación máxima, luego de una corta estabilidad, y después a una irreversible caída.
Cuando el ingeniero mencionado hizo este anuncio, le sucedió lo que siempre les suele acontecer a las personas que señalan cosas incómodas: fue calumniado, se le consideró como un lunático, un loco de remate que hacia afirmaciones sin fundamento. Pero, justamente, con una sorprendente precisión sucedió lo que había predicho: llegó al máximo la producción de los Estados Unidos en sus propios pozos petroleros y, luego, empezó a decaer.
Después la teoría del pico del petróleo se hizo extensiva a la extracción del petróleo del mundo, porque funciona con la misma lógica. Existen unas cantidades determinadas de petróleo, porque el petróleo no se reproduce, aunque ciertos propagandistas digan lo contrario (alguna vez leí un informe en un boletín del FMI de un ingeniero de los Estados Unidos que decía que el petróleo se reproducía en las capas geológicas y, por tanto, no había que preocuparse por su agotamiento ya que sería un recurso renovable).
Me parece absolutamente claro e impecable el argumento de Hubbert: existe una cantidad limitada de petróleo, y el más fácil de sacar es el que se ha ido extrayendo, el que estaba a flor de piel, luego se ha ido profundizando en la tierra e incluso ya están escarbando en el lecho marino, y están hurgando en las rocas que se encuentran a gran profundidad y en las que quedan rastros de petróleo.
Nada de esto, desde luego, soluciona el problema. Si el petróleo es un recurso limitado, como lo es, que no se reproduce, que se produjo solamente una vez por accidente hace millones de años (ese accidente no se ha vuelto a producir ni lo volverá a hacer, por eso es accidente), es obvio que se agota más rápidamente en la medida en que aumenta el consumo, con la incorporación de nuevos países al modelo energético dominante, como la China y la India, junto con el crecimiento demográfico y el establecimiento de un modelo civilizatorio que se basa en el consumo intensivo de materiales y de energía.
En consecuencia, ante un aumento del consumo, existe una tendencia irreversible de disminución, como lo evidencian cifras elementales. ¿Cuánto petróleo se consume diariamente en el mundo, y cuáles son las perspectivas inmediatas de consumo? Hoy se consumen entre 80 y 90 millones de barriles de petróleo por día en el mundo y se anuncia que en las próximas dos décadas el consumo puede aumentar hasta 120 o 125 millones de barriles al día. Este dato es significativo, si tenemos en cuenta que en algunos países, como Colombia, de vez en cuando se descubre un pozo petrolero con una capacidad de 100 millones de barriles, es decir, apenas alcanzaría para un día de consumo en el mundo.
Y la mayor parte de los pozos petroleros que se descubren ahora son de esa magnitud, ya no se descubren grandes yacimientos e incluso los grandes pozos de hoy ya son “viejos”, porque son los mismos que se vienen explotando intensivamente desde hace 50/60 años. Los nuevos descubrimientos son muy modestos en términos de la producción petrolera, de 80-100 millones de barriles, cuyo petróleo alcanza solamente para un día, o menos, de consumo mundial.
Sí, o son, por lo menos acá en Argentina, descubrimientos muy mentirosos. Por ejemplo, con los hidrocarburos no convencionales se hicieron anuncios espectaculares, que en realidad se trataban de recategorizaciones de cantidades dadas de recursos, que por determinados factores técnicos y económicos en su momento no eran explotables de forma rentable. En los últimos años por un aumento en la cotización y el perfeccionamiento de las técnicas, su extracción sí se volvió económicamente viable. Pero en sí no se trató de descubrimientos genuinos. Esto es lo que sucede también muchas veces, estos grandes anuncios son una farsa…
Este asunto está relacionado con lo que un analista mexicano, Alfredo Jalife-Rahme, denomina Los cinco precios del petróleo. Él dice que hoy el petróleo tiene que ser analizado a partir de cinco precios: el precio económico, el precio financiero, el precio especulativo, el precio geopolítico, y el precio desinformativo. En efecto, como el petróleo es el combustible esencial del sistema capitalista, su control y su precio son fundamentales. Un elemento a resaltar es el precio desinformativo, que tiene que ver con lo que usted mencionaba, es decir, con el hecho que con frecuencia se hacen anuncios que nunca resultan ser ciertos, son anuncios fantásticos, algo así como que se encontró el pozo de la dicha, el yacimiento que va a solucionar todos los problemas de petróleo de un país y del mundo.
Generalmente, muchos de esos hallazgos son inflados, para justificar muchas cosas: concesiones territoriales a las empresas, venta de futuros que fijan el precio especulativo – y así funciona el mercado de los recursos mineros, porque las empresas empiezan a lucrarse de un recurso, antes incluso de que éste sea extraído.
En Colombia hay experiencias de este tipo, por ejemplo con el oro. Como el petróleo es tan importante tiene esos cinco precios según este autor mexicano, algo que es importante recalcar.
La especulación es trascendental cuando se habla de petróleo, porque además estamos hablando de competencia entre grandes grupos empresariales, entre transnacionales que compiten por obtener ganancias, y en gran parte la obtención de ganancias se basa en el precio especulativo, exagerando lo que realmente se encontró. Al poco tiempo se confirma que los anuncios eran mentirosos por razones que usted también señalaba: en muchos casos puede que ahí esté el petróleo, pero es de difícil acceso, es muy costoso sacarlo, porque no se encuentra cerca de la superficie o porque hay que invertir en tecnología muy costosa, o no se dispone de la misma.
Y no se dice tampoco que se trata de “petróleo extremo”, como lo denomina Michael Klare, porque se encuentra en los lugares más recónditos de la tierra o del mar, y, teóricamente, se puede extraer, pero con consecuencias también extremas. Si hay petróleo extremo, las consecuencias son extremas. Y ya tenemos ejemplos, siendo el accidente del Golfo de México lo más reciente. No obstante, predominan los anuncios triunfalistas de los canales de televisión, como aquellos que hablan de las mega construcciones y lo espectacular y extraordinario que es edificar una plataforma petrolera en pleno mar y hurgar en el lecho marino, a varios kilómetros de profundidad, y sacar el petróleo.
Pero lo que nunca se considera en esos anuncios triunfalistas, es que la obtención de petróleo es una actividad cada vez más riesgosa. Y ya no estamos hablando de cosas hipotéticas que se pueden presentar en el futuro, sino que ya se desenvuelven ante nuestros ojos.
En ese sentido, la lógica dominante sigue siendo la misma: hay un modo y un estilo de vida al que no se quiere renunciar, y que se sustenta en la burbuja energética, en la que el capitalismo ha hecho vivir a la humanidad, una burbuja de corta duración que, como cualquier burbuja, se está desinflando. Y, en la lógica capitalista, no tiene solución, salvo que sucediera un milagro, pero en términos energéticos y físicos los milagros no existen.
Aquí es bueno leer un poco de literatura gerencial para examinar cómo el pensamiento dominante considera la crisis del petróleo, lo cual es tragicómico. Por ejemplo, Thomas Friedman, editorialista del New York Times y divulgador de la globalización, hace unos años escribió un libro sobre el calentamiento global, con el título de Caliente, plana y abarrotada. Este personaje hace un diagnóstico a partir de los hallazgos y las pruebas más contundentes sobre el calentamiento global, y que están relacionadas con el petróleo. El tipo mencionado lo reconoce.
Es un gran avance que un plumífero de esta naturaleza reconozca que el calentamiento global se debe al petróleo. Pero resulta que las consecuencias analíticas y políticas que se desprenden de ese diagnóstico no llevan a plantear el abandono del patrón civilizatorio actual, sino de mantenerlo. ¿Y mantenerlo cómo?
Dice este individuo que para encontrar una solución energética, Estados Unidos debe contratar a los 10 mil o 15 mil científicos que en el mundo saben de energía, se los lleve a ese país, los introduzca en sus laboratorios y, al cabo de pocos años, como por arte de magia esos miles de científicos van a ofrecer otro paradigma energético. Eso es un milagro.
El problema es cómo lo van a producir. Ahí está planteado el meollo del asunto, porque queda claro que la civilización capitalista no va a renunciar a su modelo de vida y para que este modelo funcione se necesita, en primer lugar, del petróleo, además de muchos otros recursos materiales. En consecuencia, debe extraerse hasta la última gota de petróleo donde quiera que se encuentre y por ello se anuncian grandes negocios presentes y futuros, que están relacionados, por ejemplo, con el derretimiento del polo norte, una gran noticia para los empresarios del petróleo.
En el capitalismo hasta las desgracias se convierten en una mercancía, como lo ha demostrado Naomi Klein. Y con respecto al petróleo, en Estados Unidos se debate desde hace unos años en el Parlamento si se vuelve a perforar en zonas que estaban vedadas, como en Alaska y otros lugares. Los miembros del partido Republicano dicen “que se perfore”, porque son puros cuentos de los ecologistas aquello que el “petróleo se va a acabar” y que “destruye el medio ambiente”, porque los ecologistas son comunistas disfrazados –son como las sandias: verdes por fuera y rojos por dentro- que hasta se han tomado la Casa Blanca. John McCain, un personaje que fue candidato presidencial en el 2008, es famoso porque alguna vez afirmó “Baby, perfora, perfora”, para indicar que debe extraerse petróleo donde quiera que se encuentre, sin preocuparse de las consecuencias. A esos personajes, “enfermos y sedientes de petróleo” no les interesa que se esté derritiendo el Polo Norte, porque eso implica una acceso fácil y expedito a lo que se supone es una gran reserva de petróleo.
Fuente: http://www.opsur.org.ar/blog/2012/11/22/renan-vega-cantor-la-prosperidad-consumista-del-capitalismo-constituye-una-situacion-excepcional-en-la-historia-de-la-humanidad/