Una nueva batalla en la larga historia de luchas por los derechos de las mujeres en un contexto de mayor opresión para el conjunto del pueblo, a través de un ajuste que produce mayor pobreza, desocupación y empeoramiento en las condiciones de vida y beneficio para el capital especulativo.
La expresión mujer bonita es la que lucha es relativamente nueva en el movimiento de mujeres, reflejando un salto cualitativo en la conciencia de sus participantes.
Esta expresión amerita ciertas consideraciones, ya que emerge en la relación entre el contexto social, las condiciones de vida y las representaciones que interjuegan dialécticamente en un período histórico determinado.
Veamos ejemplos de otras épocas como las imágenes de los cuerpos a través de las publicidades. Algunos acontecimientos ocurridos en Europa y otro en nuestro país, dan cuenta de este fenómeno.
En nuestro artículo De las grandes tiendas a los shoppings1, decíamos sobre las mujeres burguesas, las obreras, sus actividades y acciones de protestas2:
El cuerpo de la mujer de la actualidad nos convoca a la “nueva mujer” surgida en el siglo XIX. Acercarnos a este tema implica abordar un complejo entramado de relaciones económicas, sociales y culturales, que se desarrollaron en la sociedad moderna, ampliamente durante el siglo XX.
Analizando la cuestión de la “nueva mujer” Eric Hobsbawm3 dice que la industria de la publicidad, un nuevo mecanismo de la sociedad capitalista reconocía que tenía que centrarse en ella, en una economía que descubría el consumo masivo.
Las razones de “la nueva mujer” no son tan simples, aunque se observa que la técnica utilizada por estas empresas, se basaban en los estereotipos tradicionales del comportamiento.
La mecanización de la industria textil, la producción en gran escala, el comercio y el consumo, son todos fenómenos interconectados
En las ciudades también se hacían visibles las mujeres que se trasladaban a ellas y se integraban al tejido social, por ejemplo al mercado de trabajo.
Cécile Dauphin, en su trabajo “Mujeres solas” destaca que “la obrera es la figura emblemática de la mujer que trabaja. La introducción de las máquinas transforma las fábricas y talleres. “Se experimentan nuevas formas de trabajo, particularmente generadoras de soledad (…)
En el siglo XIX la identidad obrera se construye con el modelo masculino, en todos los ámbitos. Siendo pasible de violencia en la familia y de acoso sexual en las fábricas y talleres, “el cuerpo de la mujer del pueblo es objeto de apropiación ajena”.
La inserción laboral no es totalmente pasiva como se pretendía; retomando la resistencia del siglo anterior, enfrentan la carestía de la vida durante la crisis que afecta a las zonas industriales, en 1910-1911, millares de amas de casa. Cécile Dauphin explica que en Francia se proclaman sucesoras de sus abuelas de octubre del 89:
“saquean los mercados y fijan el precio de los productos al son de la Internationale du beurre a quinze suous4; se organizan en “ligas” que boicotean a los especuladores y son objeto de pesadas condenas; sin embargo, los sindicatos critican “este movimiento instintivo, desordenado, ciego” y procuran convertirlo en “revuelta masculina”. Lo mismo ocurre en 1917 en Ámsterdam, con ocasión del “Motín de las patatas”, sutil mezcla de formas antiguas y nuevas; el líder del Dutch social Democratis Party exhorta a las amas de casa que han saqueado dos chalanas a que dejen lugar a sus esposos y a sus hijos, a quienes incitan a la huelga. (…)
En nuestro país la lucha por la igualdad de oportunidades entre varones y mujeres, en el ámbito laboral, la encontramos desde los inicios de la organización del movimiento obrero, propugnando entre otras reivindicaciones, la igualdad salarial y el acortamiento de la jornada de trabajo. Las condiciones de trabajo, las largas jornadas agotadoras, afectaban la salud y en algunos casos destruía los cuerpos de varones y mujeres, de ahí que las sucesivas propuestas legislativas, apuntaban a revertir las condiciones en que se vendía la fuerza de trabajo. Desde una mirada que abarque las relaciones de clase y de género, podemos decir que la problematización del trabajo asalariado femenino, comenzó en los inicios del siglo XX, vinculada a la construcción de un ideal maternal, así como los debates sobre el tipo de educación que debían recibir las mujeres, se inició en el siglo XIX. [5]
Mirta Lobato (2007)[6], señala dos momentos acerca de las condiciones de vida y de las representaciones de las obreras: las primeras décadas del siglo XX y el periodo del peronismo. Acerca de la primera, leemos
(…) un cuerpo que no puede causar placer. Los cuerpos de las mujeres obreras son escuálidos, sus pechos están exhaustos, imposibilitados tanto de amamantar como de atraer la mirada del varón. El trabajo sólo hacer rondar la muerte a su alrededor y de la familia. P.306
La pobre obrerita era considerada una víctima de la explotación y de la moral impuesta, fundamentalmente a través de la religión. Asimismo se la consideraba vulnerable equiparándola con la niñez.
La reina del trabajo emergió en un contexto de beneficios introducidos en las relaciones laborales (feriados, vacaciones, jubilaciones, salarios mínimos, etc.)
Durante los años peronistas se sancionaron numerosas leyes laborales que contemplaban a la familia del trabajador, integrada por mujer e hijos (varones y mujeres) pero las labores de las mujeres y niños quedaban subsumidas en la figura del varón. P.269
La dignificación de los trabajadores se asoció con la belleza femenina, afirma Mirta Lobato, exhibida en el ritual del 1º de Mayo.
En efecto la elección de la reina del trabajo cada año, entre 1948 y 1955, diseminó por efecto de sus multiplicación a través del espectáculo público, la imagen del trabajo digno, opuesto al trabajo humillante del pasado que deformaba a la mujer e incidía en sus hijos. La figura de la reina del trabajo encarnaba la posibilidad de combinar trabajo y belleza que habían sido incompatibles en el pasado, en las tradiciones políticas de izquierda.
Las tradiciones políticas de izquierda el 1º de Mayo rendían y rinden homenaje a los mártires de Chicago y levantan las reivindicaciones contra el sistema de opresión capitalista.
Las representaciones ocultan y desocultan relaciones sociales.
Las mujeres bonitas que luchamos tendremos que ir transitando distintos caminos, aunque es innegable, que lo que vivimos actualmente es un salto cualitativo en la conciencia de sus participantes.
12 de agosto de 2018
- Magister de la UBA en Ciencias Sociales del Trabajo
[1] Kandel, Ester, De las grandes tiendas a los shopping: La industria y el comercio mirando a las mujeres. Publicado por Argenpress, 21 de abril de 2010.
[2] De las mujeres obreras en talleres y fábricas, con jornadas de hasta dieciséis horas diarias, a merced de sus jefes y a menudo también sexualmente, se registran protestas como las varias movilizaciones de obreras de la industria textil en Estados Unidos: una de ellas en 1857 y la otra en 1908, esta última en la fábrica Cotton Textile Factory de Nueva York, donde las obreras solicitaban jornada laboral de diez horas, descanso dominical e igual salario por igual trabajo. La respuesta al reclamo fue el incendio en la fábrica y la muerte de las 129 obreras o la “Insurrección de los 20.000”, la huelga de tres meses en la industria del vestido en 1909-1910 de las inmigrantes judías en el movimiento obrero
[3] Hobsbawm, Eric, Historia del Siglo XX, Grijalbo, 1998.
[4] Fijan el precio de la manteca.
[5] Kandel, Ester, Ley de trabajo de mujeres y menores – Un siglo de su sanción – La doble opresión: reconocimiento tácito – Editorial Dunken, 2008 –Declarado de Interés parlamentario por la Cámara de Diputados de la Nación el 25 de noviembre de 2009.
[6] Lobato. Mirta, Historia de las trabajadoras en la argentina (1869-1960, Edhasa, 2007.