Domingo 9 de junio de 2024, anochece en nuestro Sur. Fernando Signorini se encuentra en Buenos Aires, volvió a Argentina hace pocos días. Gabriela Simón está en San Juan, allí vive y trabaja en la universidad pública, y yo -Fernando “Catuto” Ojeda- que vivo y trabajo en La Pampa. “El Profe” Signorini accedió generosamente a una charla vía telefónica.
Nos saludamos y la charla comienza con recuerdos del Profe.
Cuenta Fernando Signorini: todo surgió después de los partidos de Argentina contra Australia. A los pocos días Diego me llamó para que lo acompañe en la preparación para poder llegar bien al Mundial ’94 porque se había decidido a jugar.
En el primer momento le dije “¡¿Otra vez a recorrer el mismo camino?!” Diego, déjate de fútbol, pesás como 15 kilos más, tenés tus problemas de adicciones. Diego, te va a traer más problemas que soluciones, volver. Entonces me dice, te llamo en unos días. Pasaron unos días y me llama. Y vuelve con la misma intención. Estábamos hablando y se corta la comunicación. Pasaron dos o tres días más. Y esta vez me vuelve a plantear lo mismo de un modo más perentorio porque Dalma y Yanina lo querían ver en una competencia de estas características. La tercera fue la vencida. Y quedamos que yo fuera a su casa en Segurola y Habana a charlar. Y eso fue en los primeros días de abril del ’94. Cuando llegué estaba Claudia, Diego y Marcos Franchi. Y ahí empezamos a ver en qué lugares sería mejor entrenar. Entonces se habló de tres lugares, el primero era en un haras, acá cerca de Pilar, que se llama “La Quebrada”, un lugar muy conocido, después había otro haras, Santa María, en Norberto de la Riestra –partido de 25 de Mayo-, y entonces yo le digo: ¿y la tercera? Me dice: “no, bueno, un campo que me ofreció un señor que conocimos en las vacaciones en Oriente, allá abajo de Necochea, cuando fuimos con Claudia y las nenas”. ¿Y dónde queda?, le digo. Y Diego la mira a Claudia y le dice ¿vos te acordás Clau? Y Claudia dice: “Creo que queda a unos 30 o 40 kilómetros de Santa Rosa”. Le pregunto ¿en La Pampa? Sí, sí. Entonces yo sin saber otra cosa le digo, “ese es el lugar”. Y Diego me dice ¿cómo? y yo, “sí, ese es el lugar, porque si querés llegar donde ya llegaste vas a tener que salir casi del mismo lugar, vas a tener que salir de Fiorito. Vamos a necesitar la máxima tranquilidad posible, el máximo contacto con la naturaleza, así que ese es el lugar. En ese momento teníamos que contactar a este señor y Claudia dice “yo tengo el teléfono”. Entonces le pido el teléfono a Claudia y llamo. Me responde una voz femenina, le pregunto por el señor Ángel Rosas y les explico la razón del llamado. Escucho que hay una conversación y minuto después toman el tubo y un señor que dice “Che viejo, paren con la joda, hasta cuando la van a seguir. Yo tenía el altavoz puesto, Marcos Franchi interviene y larga “preguntale cómo salió la última mano del partido de truco”. Yo no entendía nada y el señor del otro lado del tubo dice “ah, pero entonces es cierto”. A partir de ahí se aclaró todo y organizamos para irnos a preparar a La Pampa, al campo de este señor. Fuimos con Don Diego y los chicos que nos ayudaban, viajamos el 9 o 10 de abril. Ahí íbamos a pasar la primera etapa de la preparación física de Diego para que llegue de la mejor forma posible al mundial. Eso fue lo que acordamos y eso fue lo que hicimos. Llegamos a Santa Rosa al atardecer. Fuimos a un supermercado a comprar artículos de limpieza y cosas para la casa del campo porque Rosas nos había dicho que la casa durante el invierno quedaba olvidada. Cuando llegamos nos pusimos a limpiar, se hizo tarde, prendimos la estufa hogar y luego nos fuimos a dormir. Por las noches la temperatura descendía a veces bajo cero. Me dormí profundamente y en un momento siento que me agarran del brazo, yo estaba debajo de las frazadas porque estaba frío y siento la voz de Don Diego: “Profe, ¿un matecito?”, entonces me asomo y veo que está todo oscuro y le digo “¿Qué, usted está encargado de despertar a los gallos?”. Porque los gallos todavía no habían cantado, es que él se despertaba muy temprano –risas-. Así empezamos, ya se levantaron los demás, los chicos, Germán Pérez, que también era de Esquina igual que Don Diego. Cuando amaneció, observamos que había caído una helada tremenda, el pasto parecía una pista de esquí, con un cielo azul increíble y no se movía ni una hoja de los árboles. Cuando salimos a ver el paisaje, a conocer el lugar veo que a unos 100 metros había una casa de la que salía humo por la chimenea. En ese momento le digo a Don Diego que me acompañe para charlar con quien seguro era el encargado del lugar; él me iba a guiar sobre en qué terrenos poder entrenar con Diego para evitar lesiones. Así que fuimos, recuerdo que la casa estaba perimetrada con un alambre a rombos, con un cerco de ligustrina, entonces aplaudo las manos y Don Diego se apoya en el alambre. Desde el fondo de la casa se asoma un señor muy alto y fibroso, recuerdo su nombre, Secundino Ojeda que era el encargado del lugar. Entonces lo saludo “Buen día, me presento, y le explico que estamos ahí porque Don Ángel nos había facilitado el lugar para entrenar con Diego Maradona para llegar bien al mundial de Estados Unidos”; entonces escucho que él dice “Negra, vení, vení”, se tira el sombrero para atrás, con esa altura que debe haber sido de un metro noventa, se rasca la cabeza y dice “Maradonaa…yo lo hacía más flaquito”, entonces yo le digo, no este es el papá. Y miro a Don Diego y se estaba retorciendo de la risa. Después, pasado el mediodía, Diego pasó a saludarlo.
Cuando Diego llegó al aeropuerto de Santa Rosa pensábamos que todo iba a ser tranquilo, estimábamos que el vuelo no había trascendido, que era casi secreto. Cuando fuimos con Marcos Franchi a buscar a Diego hubo alrededor de 500 personas –risas-. Ese día cuando llegamos al campo, Don Diego ya tenía el asado preparado. Diego lo primero que hizo fue ir a la habitación, y él siempre tenía la necesidad de ver información, de ver televisión, cuando prendió el televisor que había en el dormitorio observa que no se veía ningún canal. Casi no había señal, era una bruma la imagen en la televisión, antes le decíamos nieve, entonces recuerdo que Diego abrió la ventana y me grita “Ciego, hijo de qué sé yo cuánto, ¿a dónde me trajiste? Y yo, mirándolo a Don Diego, le contesto a Diego, “ah, claro ¿a dónde lo traje? A Fiorito te traje”. Y le digo a Don Diego, “¿y este quién es? ¿Es hijo de Anchorena, Don Diego?” Y ahí Diego se empezó a reír y nos reímos todos. A partir de ahí, de los más de 4000 días que pasé con Diego, elijo los días que pasé en “El Marito”, los días de mayor ternura. Y los elijo porque esos eran los días en que Diego tenía que lograr algo casi inalcanzable por sus problemas ya conocidos. Fueron días muy lindos por la intimidad en que pudimos estar. A los pocos días llegaron Claudia con las nenas, el dueño de Torneos y Competencias, Ávila, con su socio, estuvo Coco Basile con el profe Echeverría y gente del lugar, de La Pampa, para entrenar con Diego en los partidos de fútbol reducido.
Por las tardes después de una siesta nos íbamos a la ciudad de Santa Rosa, al gimnasio de Miguel Ángel Campanino, que había sido campeón argentino y sudamericano de box, y ahí Diego entrenaba bajo la guía de Miguel Ángel. Y después terminábamos la jornada con ejercicios de natación en las instalaciones de la pileta del Club Atlético All Boys, gracias a las gestiones del profesor Omar Lastiri. Fueron diez días maravillosos, los periodistas que llegaban al campo quedaban esperando en la tranquera, que estaba a más de un kilómetro del casco donde estábamos nosotros. Entonces muchas veces con Diego íbamos corriendo hasta cerca de la tranquera, cuando estábamos a cincuenta metros pegábamos la vuelta y de esa forma también entrenábamos, nos divertíamos así.
Otra forma muy divertida de preparar a Diego es que lo hice responsable de que fuera él quien tenía que despertar a todos. Porque yo le dije, el deseo de jugar el mundial es tuyo, así que hacete responsable. La cuestión es que Diego tenía el despertador conectado a su equipo de música, estábamos dormidos, en un gran silencio, en medio del desierto y de pronto se escuchaba a todo volumen “Vení Raquel, vení con los muchachos…” risas, así amanecíamos todos con una sonrisa gracias a Diego. Fueron diez días extraordinarios. Todo esto quedó en la memoria de todos nosotros y las imágenes que se televisaron recorrieron el mundo y pusieron a La Pampa y a “El Marito” en un foco universal. Esos días en La Pampa para Diego como para todos nosotros fueron días mágicos.
Después de La Pampa, Diego viaja a Buenos Aires para sumarse a la Selección Argentina, para un partido amistoso en Salta. Luego Diego seguía con la segunda etapa de la preparación en el Haras Santa María en el partido de 25 de Mayo, finalizada la segunda etapa, Diego se suma finalmente a la concentración del equipo de la Selección Argentina de Fútbol.
G.S.: Fernando, ¿estuviste en contacto con Diego hasta los últimos días de su vida?
Fernando Signorini: No, porque cuando él decidió ir a Dubái no acepté lo que los jeques ofrecían. Porque yo podía hacer beneficencia con un montón de gente pero con los jeques, no. Diego me dijo bueno que no me hiciera problemas que me quedara en stand-by y que ya luego íbamos a ver. Después yo ya no quise seguir porque Diego estaba con un grupo al que yo no conocía y además veía que en lugar de hacerle bien a Diego, el sistema del fútbol a ese nivel le hacía mal, como a muchos, porque es una picadora de carne.
Yo pensaba que a Diego había que ayudarlo de otra manera. Yo pensaba, bueno si el fútbol es un hecho cultural, por qué el Ministerio de Cultura de la Nación no le ofrece a Diego llevarlo a las escuelas, a las universidades para que él pudiera hablar con los estudiantes, con los chicos, que ellos pudieran preguntarle lo que quisieran. Por ejemplo que ellos pudieran decir “Diego ¿y la cocaína?”, ¿quién mejor que él para explicarles?, ¿a quién le iban a creer más que a él sobre el tema de las drogas? Cuando Diego les dijera que era una porquería…Pero bueno todos en ese momento miraron para otro lado, porque el sistema necesitaba a Maradona, al sistema le importaba muy poco Diego. Entonces con Diego tenía cada tanto una llamada, desde algún lugar del mundo. La última vez que lo vi fue la noche del velatorio de su papá, Don Diego. Fui casi de madrugada, como siempre para evitar las cámaras, pero no había manera, incluso a esa hora estaban todos los canales de la televisión, los periodistas, fue la última vez, el último abrazo, las últimas palabras. Después cuando él fue a Gimnasia me mandó a llamar con uno de sus asistentes y le mandé a decir “decile a Diego que si voy es para ir a hablar con él y con nadie más” y a partir de ahí no recibí ni una llamada más, y no supe más nada, hasta que el 25 de noviembre 2020. Después de mi sesión de gimnasia, recibí el llamado de un amigo para darme la noticia de Diego. Entonces prendo el televisor y leo la noticia en una placa roja que un grupo de especialistas está tratando de recuperar a Diego, ahí pensé entonces que le podía estar pasando algo grave a Diego, pero no terminé de procesar lo que leía y escuchaba cuando cambia el zócalo de la noticia y ahora la noticia era que había fallecido Diego.
F.O.: Disculpá, Fernando, te retrotraigo de nuevo a la cuestión pampeana, vos dijiste que sea La Pampa para volver a Fiorito, sin embargo vos también partís de un paisaje pampeano en tus orígenes porque vos eras de Lincoln
“El Profe” Signorini: Sí, porque yo tengo un contacto íntimo con la naturaleza, por la necesidad de tener conciencia de la estatura que tenemos frente al cosmos ¿no? Recuerdo que en ese lugar había una especie de pasillo que coincidía directamente con la puesta del sol, cosa que es muy raro porque en La Pampa si no hay monte, hay un rancho, una casa, un molino, algo que te impide ver limpio el horizonte. Y en ese lugar lo podíamos ver bien. Entonces todas las tardes nos sentábamos a tomar mate, en absoluto silencio a ver la puesta del sol hasta que desapareciera, como dice Don Segundo Sombra “como si lo serrucharan de abajo”. Eran momentos de mucha introspección, era lo que yo buscaba que Diego se metiera dentro suyo para volver y recuperar ese pasado que había sido tan rico de vivencias.
Recuerdo un día que fuimos a la escuela de El Jagüel, fue muy lindo, la pasamos muy bien y cuando nos fuimos fue melancólico ver ese paisaje, una soledad inmensa. Ya en viaje vemos una camioneta de cazadores, en medio de esa soledad, frenamos en una esquina y escuchamos que desde la camioneta uno grita “Diego, ¿sos vos o estoy borracho?”, y Diego le responde “Las dos cosas, soy yo y estás borracho, flaco querido”. Era un jugador amigo que Diego había conocido. Fue algo increíble, impensado que se encontraran en medio de esa llanura pampeana.
Fernando Signorini contó sus días junto a Diego Armando Maradona en Diego desde adentro, un libro en el que el Profe da testimonio y quien escribe es Luciano Wernicke. Cuenta el Profe: “Yo me negué a escribir el libro porque es demasiado importante escribir sobre Diego y yo no soy escritor. Fue así que me contactaron con Luciano Wernicke, que es un escritor profesional. Después me han preguntado que me pareció el libro y la verdad no sé cómo quedó porque no lo leí. Y ahí se produce la sorpresa porque dicen que siempre hay que leer lo que uno propone o dice para un libro… (risas). El libro está traducido al griego, al francés, al inglés, y ahora creo que en Rusia, en Kazajistán, en alguno de estos países también y hay ofertas de México, de Italia, se editó aquí en Argentina con la Editorial Planeta y conservamos el derecho de editar con quien queramos en otros países”.
F.O.: Fernando, te he escuchado en algunas entrevistas en las que te referís a lo extraordinario que hay en jugadores como Maradona, Riquelme, Messi, entre otros y supiste decir que en ellos hay lo que los griegos llaman Metis, la inteligencia astuta, que en otros no suele estar, o bien no al nivel en el que se encuentra en estos jugadores.
Fernando Signorini: Lo que pasa es que muchas veces están los que quieren explicar a Messi, Diego o Riquelme y yo digo que no nacieron para ser explicados. Para ser explicado nací yo, por ejemplo. Pero estos chicos nacieron para asombrar porque lo que hacen ellos no lo puede hacer cualquiera. Por eso no es cierto que Dios hizo a todos los hombres iguales, no, a ellos les puso un poco más de levadura. Porque por ejemplo tienen un campo visual inusual. Ellos están dotados, según los helenistas, por una inteligencia llamada Metis que es la “inteligencia astuta”, es una inteligencia que está mucho más cerca de la inteligencia animal que del ser racional. Ellos no lo saben.
Antonio Dal Monte, Director Científico y Jefe del Departamento de Fisiología y Biomecánica del Instituto de Ciencias del Deporte del Comité Olímpico Nacional Italiano, Doctor en Medicina Espacial, una luminaria que nos ayudó con Diego en la preparación física para el Mundial ’86 y después para el ’90, me dijo “tu amigo hubiera sido un excepcional piloto en aviones de guerra”. A lo que yo le pregunté ¿por qué?, y él ahí me dice “porque tiene una inusual capacidad del insieme, que es la capacidad de ver en conjunto”. Es como uno escucha decir de estos chicos que tienen ojos en la nuca. ¡Es increíble! Y a esto después lo vi en Messi, en Riquelme, y Diego era uno de ellos.
François Jullien, filósofo francés, escribió un libro que se llama Conferencia sobre la eficacia y allí él aborda la eficacia desde la Grecia pretérita, antes del surgimiento de los filósofos. Por ejemplo cuando uno lee la Odisea de Homero, ve que Ulises no era una persona inteligente desde el punto de vista psicológico, lo era desde el punto de vista estratégico. Porque Ulises no planificaba nada, al otro día tenía que ir a combatir pero él dormía plácidamente y luego se presentaba al campo de batalla y resolvía las situaciones a su capacidad intuitiva como los animales, es la inteligencia astuta. Cuando Diego, Messi o Riquelme están metidos en un enjambre de piernas que les quieren sacar la pelota, ellos no pueden tomar una decisión a partir de la razón, no tienen tiempo, lo resuelven a partir del instinto y buscan una solución de mayor eficacia. Ellos son animales que juegan. Entonces yo digo, 3000 años después de Ulises, tenemos a Diego, Messi, Riquelme, los grandes jugadores de fútbol, que el fútbol es el más complejo de todos los deportes, ellos resuelven su juego con una inteligencia inusual.
G.S.: Fernando, sabés que cuando leemos en las aulas de la Universidad Nacional de San Juan, la Ilíada de Homero, les digo a las y los estudiantes que Aquiles corre en el campo de batalla igual que Maradona y les muestro videos del Diego. Cuando murió El Diego era tal mi tristeza y mi llanto, yo a ese hombre lo he amado y seguido tanto, cuando veo todo el cortejo fúnebre que se dirige al cementerio detrás del coche con su féretro, escribí “allá va Diego, el de los pies alados” que es el epíteto de Aquiles.
Fernando Signorini: Es emocionante esa capacidad que tuvieron Ulises y Aquiles, 3000 años después la tienen jugadores como Diego, son inexplicables.
A mí me gusta mucho la poesía, Gabriela, mucho, me gusta Lorca, Neruda, ellos han escrito cosas fantásticas sobre el amor pero aun siendo fantásticas, se quedaron con las ganas de decir lo que sienten porque es lo mismo que siento yo cuando voy a un paisaje maravilloso, por ejemplo en el Sur y veo el sol reflejarse en los lagos y las nieves eternas en la cordillera y los colores ocres de otoño, y pienso cuando vuelva y me reúna en casa con los amigos se los voy a contar, y…me quedo con las ganas, no puedo.
G.S.: Claro, no alcanzan las palabras porque vos hiciste la diferencia entre la explicación y el asombro. El asombro es lo que no tiene palabras.
Fernando Signorini: Así es, bueno y estos chicos son así. No se puede explicar lo que hacen, salvo que uno sea vanidoso o bastante estúpido querer explicar lo inexplicable. Porque además lo más curioso es que ni ellos saben esa cualidad que tienen. Son momentos, que sé yo, que entran en trance y hacen todo lo que absolutamente nadie puede hacer o ni si quiera imaginaron.
Porque uno siempre piensa que van a hacer algo dentro de la capacidad que uno puede imaginar. Pero ellos tienen una capacidad extraordinaria que nadie tiene más que ellos.
G.S.: Ahora que vos traes el mundo griego y el mundo épico tanto con la Ilíada como con la Odisea, Aquiles y Ulises, pienso en la gran singularidad de Maradona y sin afán de explicar porque no tiene explicación, digo su singularidad, era su rapidez, porque era el de los pies alados, el de los pies ligeros. El Diego tenía una suspicacia única para contestar, contestarle a un gil, ponerlo en su lugar, poder reírnos a través de palabras oportunas. Diego tenía la singularidad de rapidez mental para contestar y eso también lo hizo único.
Fernando Signorini: Además él no era un gran lector para pensar que había sacado algo de alguna lectura, por ejemplo “La pelota no se mancha”…
El día de su cumpleaños en Gimnasia, ese día estaba con un amigo mirando por televisión y veo que aparece El Diego, y pienso no le quedan 3 meses y me equivoqué porque le quedaban 25 días. Además fue tan desagradable, no sé quién tuvo la idea de llevarlo.
G.S.: La idea infame. Fue muy triste para quienes lo queríamos. Para usted, me imagino lo que ha sido. Terrible fue verlo así. No se lo podía reconocer a él y a los que lo estaban usando. Fue muy impactante, esto también nos muestran los griegos, el esplendor, pero también eso otro, el hombre caído, y a eso también Diego nos lo enseñó hasta el final. Lo rescato desde ese lugar.
Fernando Signorini: Bueno, eso a mí me lleva a pensar que la mayoría prefería a Maradona, pero del Diego les interesaba muy poco. Al gran negocio, Diego no le importaba para nada. Maradona le podía vender un freezer a los esquimales ¿no?
F.O.: Estoy muy conmocionado por la charla que escucho, me cuesta pensar en preguntas, por eso apelo a los días maravillosos que vivieron con Diego en La Pampa…
Fernando Signorini: Bueno esto me hace acordar cuando un día Diego en Nápoles me dice “preparate porque vamos a cenar afuera”. Éramos seis o siete para salir a cenar. Fuimos a un restaurante, en la Villa del Golfo, un lugar muy bello, entonces apenas llegamos, entró a llegar gente y el napolitano es muy invasivo. Así que se le tiraban encima, metiendo un poco más el papel en el plato para que Diego les diera el autógrafo…la comida era maravillosa, pero fue terrible por cómo se vivió. Al otro día mientras íbamos al entrenamiento, Diego manejaba, y en un momento me dice “Qué quilombo anoche, ¿no? Entonces le digo, “sí a propósito de eso quería hablar, no me invités más a un lugar público con vos porque es imposible. Así que mirá que quede claro, yo con Diego voy hasta el fin del mundo pero con Maradona, hacete cargo vos nomás”. Entonces él me mira sonriendo y me dice “Sí, tenés razón, pero si no hubiese sido por Maradona yo todavía estaría en Fiorito”.
G.S.: Es la lucidez, la rapidez que tuvo con la pelota, Diego la tuvo también con la lengua.
Fernando Signorini: Sí, siempre. Yo lo conocí cuando él tenía 22 años, era un nene, pero Diego era tan ocurrente y de enorme ternura, tanto con sus afectos, con su familia. Diego con la pelota era como ver a un gatito jugando con un pompón de lana, así era él. Era increíble, un ser muy especial.
F.O.: La idea de que estuviera Don Diego con ustedes aquí en La Pampa, ¿de quién fue, tuya o de Diego?
Fernando Signorini: Cuando yo veía que había cosas que realmente eran importantes, siempre lo incluía a Don Diego y Diego por supuesto estaba de acuerdo. El padre era como un árbol añoso, como un ñandubay. Tenía ese tipo de sabiduría.
Una vez discutiendo con Diego le dije, ¿quién te creés que sos, Maradona? Maradona son las arrugas en las manos, la cara de tu papá y de tu mamá, eso es Maradona. Teníamos una relación de tanto afecto y de tanto respeto. Don Diego no hablaba, Don Diego con la mirada, con un gesto lo decía todo. Tenía un poder de síntesis…
G.S.: Fernando, hablanos de vos, ¿puede ser?
Fernando Signorini: Yo nací en Lincoln, mi padre era de Buenos Aires, pero había ido a Lincoln porque se había hecho cargo de una empresa que elaboraba productos ganaderos. Entonces yo me crié en medio de ese paisaje, mis juegos tenían que ver con la naturaleza.
La calle era nuestra, no era de los automóviles, como pasa ahora, antes las calles eran de tierra. Otra cosa que vivimos es que los padres de los otros chicos también eran nuestros padres porque nos cuidaban, nos protegían. Yo desde muy temprano tuve contacto y trato con los empleados de mi padre, porque los días domingos mientras escuchaba los partidos tenía que recorrer las casas o ranchos donde vivían los empleados a ver qué necesitaban, porque esa era una orden que me había dado mi padre. Entonces después le informaba a mi padre que necesitaba cada uno de los empleados. A mí me gustaba estar en los galpones con ellos. También trabajaba con ellos, cargaba bolsas, tambores. Desde siempre me gustó la música, el foklore, pero el folklore que dice cosas. El folklore de Tejada Gómez, el folklore de Atahualpa Yupanqui. Y bueno con el tiempo uno de mis grandes fracasos es no saber tocar la guitarra, pero no me rindo, porque sé que eso me permitiría ser mucho mejor de lo que soy. Porque sé que, para desarrollar la sensibilidad, la música es un arma maravillosa para hacerlo. Pero el problema mío fue ser tan corto de vista, pero eso me ayudó a caminar, como la utopía de la que habla Eduardo Galeano. Entre otras cosas interactúo con los barrios populares, con la gente de Zavaleta, con Nacho Levy que es un referente social maravilloso, con Mónica Santino que trabaja en Villa 31. Me gusta ir a donde la mayoría se niega a ir porque no quiero olvidarme jamás del origen porque cuando a mí no me conocía nadie hubo gente que me ayudó, entonces si ellos fueron capaces ¿por qué no lo voy a ser yo? Es la mejor manera de agradecerles. Desde chico tuve mucha curiosidad por los libros, recuerdo las enciclopedias de Salvat, porque cuando éramos chicos no había televisión, entonces teníamos los libros y con ellos descubríamos las maravillas del mundo.
He tenido una vida maravillosa y hasta el último día voy a pensar que si a uno no le interesa el otro entonces no entendió nada, si uno no respeta la maravilla de la naturaleza, si uno es capaz de pisar las flores para cortar camino entonces no entendió nada. Pero bueno, es un pensamiento propio y cada uno puede hacer lo que le parece ¿no?
Yo fui parte de la primera promoción de Profesores de Educación Física de la Escuela de Lincoln en 1971. Todo fue porque mi padre había fallecido un año antes. Sino, no hubiera sido profesor porque mi padre era de los que creía que estudiar era para vagos. Y bueno de las pérdidas también hay que sacar algo positivo y “de positivo”, entre comillas ¿no?, lo que yo hice fue estudiar. Estudié porque una noche en el mes de marzo del año ’71, un domingo con llovizna, estábamos con un amigo tomando un café en la única cafetería y bar que estaba abierto de noche, ya era casi la madrugada y en ese momento empiezan a apagar las luces, llega otro amigo y dice me tomo un cafecito con ustedes y me voy porque mañana me tengo que levantar temprano. ¿Por qué?, le preguntamos y entonces él nos dice que al otro día era el último día para inscribirse para estudiar Educación Física. La cosa que este amigo se va y nos quedamos con mi amigo y uno le dice al otro “yo sería bueno para eso”. Y el otro le responde, “no, para eso bueno soy yo”. Entonces nos desafiamos y dijimos bueno vamos a anotarnos y así nació lo que hoy soy, ahí está el determinismo del que habla Borges.
Fernando Signorini nació el 7 de diciembre de 1950 en Lincoln, provincia de Buenos Aires, sigue trabajando como preparador físico, da charlas en nuestro país, República Argentina, tiene un gran amor por la poesía y por la historia, es un gran defensor de los clubes sociales y deportivos, reconoce a Cesar Luis Menotti como uno de sus referentes en el mundo del fútbol y el deporte. La pelota sigue rodando y no se mancha, como las utopías que nos sirven para andar y luchar por un mundo mejor, menos cruel, más amable.