El fenómeno de la crisis actual se presenta como caídas de las bolsas de valores en todo el mundo. Un proceso en desarrollo durante el mes de abril, que más allá de las idas y vueltas del presidente estadounidense en materia arancelaria, la incertidumbre no cesa. Es el resultado del anuncio de “aranceles para todos”, formulado por Trump bajo el pomposo anuncio de la “independencia” estadounidense del sistema mundial. En menos de una semana tuvo que dar marcha atrás, salvo para China, a quien elevó la carga arancelaria en una escalada sin fin, por ahora encima del 130%.
Más allá de las idas y vueltas, son millonaria las perdidas en término de valorización bursátil de las empresas, que arrastra perjudicados no solo entre los principales accionistas, sino que afecta a inversores diversos, muchos de ellos de baja magnitud que confiaron en el capitalismo de cupones. Entre otros, se ven afectados los fondos de pensión, impactando en los ingresos presentes y futuros de jubilados/as y pensionados/as. Aun cuando pierden grandes capitalistas, el impacto se difunde entre los sectores de menores ingresos, sin perjuicio del horizonte inflacionario y recesivo que se anuncia y que perjudica a la población empobrecida, especialmente a las/os trabajadoras/es.
El fenómeno comentado anticipa un horizonte complejo de inflación y recesión. La suba de precios en EEUU está asociada al encarecimiento de los bienes de consumo provenientes desde China, el tercer socio comercial de la economía estadounidense. Los primeros son Canadá y México, cuyos aranceles están en suspenso luego de variados anuncios de incrementos y sustanciales modificaciones realizados por Trump. Nadie sabe cómo terminará la película arancelaria, ni con China, ni con los vecinos que suscribieron oportunamente un tratado de libre comercio con Washington y que ya modificara Trump en el primer mandato. Trump devuelve la arbitrariedad de su gestión, incumpliendo acuerdos y forzando nuevas situaciones multilaterales desde su condición hegemónica histórica en el capitalismo. Estas medidas explican el debilitamiento de la hegemonía y tensiona al sistema mundial, con impactos en el propio territorio y en todo el mundo, agudizando la crisis del capitalismo. La inflación y la recesión estadounidense impactará en todo el planeta.
Impactos regresivos
La incertidumbre arrastra inestabilidad a varias puntas. Suben los precios de los alimentos y baja el precio del petróleo ante la segura caída de la producción, poniendo en duda la posibilidad de producir hidrocarburos no convencionales por vía de la fractura hidráulica, solo rentable si el piso de la “commoditie” no continua su tendencia a la baja. Vale recordar que EEUU recuperó su preeminencia en la producción petrolera hace 10 años con base en los no convencionales, incluso, la Argentina está supeditada a esa producción para intentar resolver su déficit de divisas. La inflación y la recesión golpeará muy fuerte entre los sectores de más bajos ingresos, agravando la situación social de millones de personas en todo el planeta.
Todos estos intentos de la política de Trump pretenden sostener a EEUU en el timón de mando de la economía mundial. Para ello imagina que podrá restituir capacidad de producción y circulación de bienes, servicios y capitales. Con la extensión de las cadenas globales de valores resulta difícil suponer que EEUU recupere capacidad inversora productiva, ni que pueda subordinar a China y a otros “castigados” vía aranceles, ante los canales alternativos desarrollados desde Beiging. Es más, hasta el dólar pierde terreno ante los avances de canales financieros y de compensación internacional desarrollados desde China, sustentados en el yuan digital y la tecnología blockchain, que involucra a un conjunto de países y define nuevos conjuntos de articulación de la producción y circulación mundial.
Donald Trump pretende frenar el deterioro económico social y político de EEUU, que sostiene su hegemonía por el peso global del dólar, en decadencia como sostenemos, sin precisar plazos, pero, sobre todo, por el peso militar y su capacidad de acción global. En este sentido, acaba de aprobar el gasto militar más alto de la historia, intentando distanciarse del acercamiento que le genera China y su asociación con Rusia, con ventajas operativas en varios terrenos de la confrontación de equipamiento. No es bueno para la humanidad esta aceleración de la carrera armamentista que se difunde en aumento del gasto bélico en la mayoría de los países, restando recursos para atender necesidades sociales agravadas por la política estadounidense, la que impacta en la suba de precios y condiciona la posibilidad de satisfacer necesidades sociales de alimentación, educación o salud, entre muchas otras.
El presidente de EEUU le habla a su país y al mundo e intenta que la Reserva Federal baje la tasa de interés, a contramano de la lógica monetarista que teme por el recalentamiento de la economía y una tendencia al fuerte endeudamiento de la economía estadounidense, no solo del Estado y de las empresas, sino y muy especialmente de las familias, estimulados por una lógica consumista y a crédito. Es un combo complejo que muestra el límite del endeudamiento ante la pérdida de posibilidad de seguir captando financieramente el excedente económico chino. Durante décadas, China financió los déficits gemirlos de EEUU. Japón y China son los principales tenedores de títulos estadounidense, algo que empieza a modificarse, especialmente por las restricciones que Trump impone a China.
Trump difunde un mensaje de reindustrialización, que ven con buenos ojos algunos sindicalistas y votantes del magnate. Son quienes vieron desaparecer la industria local por décadas de migración de inversiones hacia China y a otros países, la India o el sudeste asiático. Se buscaba mano de obra barata, bajo costo de producción y alta rentabilidad, un objetivo esencial del régimen del capital. Trump quiere que esos inversores retornen e incluso relocalizar en EEUU a inversores externos que exportan bienes y servicios en ese territorio.
El capitalismo está siendo desafiado por la iniciativa Trump, más allá de idas y vueltas. Es un signo de debilidad, sí, pero peligroso y con un costo social inmediato muy serio. Por eso puede ser también, una ocasión adecuada para una iniciativa de signo contrario, a favor de los pueblos por otro orden posible. La crisis del “capital” habilita a retomar la consigna que enarbolaron movimientos populares a comienzos de este siglo por “otro mundo posible”.
Buenos Aires, 11 de abril de 2025