Argentina sobre la continuidad de la negociación del TLC entre la UE y el MERCOSUR

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ATTAC Argentina

Desde ATTAC – Argentina coincidimos con las denuncias efectuadas por estos movimientos y, en especial, con Vía Campesina cuando señala que “La OMC, institución emblemática del libre comercio y la globalización corporativa, ha presionado constantemente por leyes favorables al libre comercio…” Y, pide, asimismo, poner fin a esta institución surgida en 1995 para impulsar el programa de liberalización de la economía que sustenta el capital transnacional y los principales Estados del sistema capitalista.

También, consideramos que 18 años de OMC son suficientes para entender quienes se benefician con el “libre comercio”, y que si se continúa en el mismo camino, hacia la apertura del libre comercio, es sólo previsible un futuro sombrío para los pueblos.

Hacemos referencia a los debates generados en Bali, ante la inminente realización de la XLVI Cumbre de Jefes de Estados del Mercosur, en Caracas, cuya fecha de encuentro quedó fijada para el 31 de enero (cercana a la reunión de la CELAC, prevista para el 29 de este mes en La Habana, Cuba). Porque es probable, de acuerdo a las informaciones periodísticas que allí se aborde y trate de impulsar, nuevamente, el TLC (Tratado de Libre Comercio) entre la UE (Unión Europea) y el MERCOSUR (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela, recientemente incorporada) (“Negociación entre la UE y el Mercosur por TLC está muy avanzada” http://www.ambito.com/noticia.asp?id=714269).

Por este motivo, queremos expresar nuestra posición al respecto. En teoría, el libre comercio beneficia en forma recíproca a todos sus participes. Los TLC priorizan la liberalización mutua del comercio de bienes y de servicios, como si los países contratantes en esos acuerdos fuesen iguales, estuviesen en condiciones simétricas, no existiesen empresas transnacionales ni penalizaciones de todo tipo a la libre circulación de personas.

En la realidad, los países ricos exportan bienes de capital y productos industrializados mientras que los países pobres venden, en forma mayoritaria, bienes primarios, con escasa generación de valor y que nos dejan profundas secuelas sociales y ambientales. Según el World Investment Report 2013 de la UNCTAD, “Empresas Transnacionales coordinan la cadena productiva de alrededor del 80 % del comercio mundial.” Esto da cuenta de que las reglas del libre comercio han profundizado y profundizan la concentración de la riqueza en pocas manos.

Sin embargo, la tendencia del orden capitalista mundial es hacia la liberalización de la economía, y en función de ello, actúan tres actores principales: a) capitales transnacionalizados, b) Estados nacionales y c) instituciones internacionales (FMI, BM, OMC). Grande fue el trabajo (desde fines de los ´90 y comienzos del presente siglo) del movimiento popular latinoamericano en cuanto a sensibilización (seminarios, talleres y consultas populares) y de lucha contra el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas): tratado impulsado por EEUU que se logró frenar, gracias a la lucha popular y a los Gobiernos del MERCOSUR más Venezuela, en 2005, como para aceptar hoy, cuando el mundo atraviesa la más profunda crisis sistémica, un tratado similar con la UE. ¿Qué hay de diferente entre el libre comercio con EEUU o el que se propone con Europa? ¿Es acaso diferente el sistema capitalista en Europa que en EEUU? Esto no es lo que necesitamos, lo que sí necesitamos son mecanismos nacionales y regionales de transformación de los modelos de desarrollo, con otros beneficiarios de la política económica y una articulación regional que suponga una integración para fortalecer la soberanía alimentaria, energética y financiera. Es decir, necesitamos una alternativa popular al Libre Comercio.

Consideramos que las negociaciones del Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el MERCOSUR deben detenerse de forma inmediata, pues los intereses de todos los habitantes de la región y su forma de vida se verán seriamente afectados ya que bloquean la capacidad de los países de promover políticas nacionales en beneficio de la mayoría de sus habitantes.

Ante la crisis mundial, se requiere fortalecer los lazos dinámicos y solidarios de integración entre los vecinos. Los Tratados de Libre Comercio son por naturaleza desintegradores de tales lazos, como se demuestra en los hechos con lo que ocurre con México a 20 años de la firma del NAFTA.

En la era de las mentiras, el falso discurso es que este TLC aportará “al desarrollo sustentable, la democracia, la participación social y la defensa y promoción de los derechos humanos”, cuando en realidad el objetivo esencial de la UE es afianzar su influencia económica y política en la región latinoamericana y encontrar posibles salidas a la actual crisis que se profundiza en la UE a condición de trasladar los costos de esa crisis a otras regiones. Eso es lo que, también, significa el libre comercio: una apertura económica que vuelve a las economías más permeables ante las crisis. Debemos interrogarnos sobre lo que significa firmar un tratado, en estos momentos de crisis global y, justamente, con la Unión Europea que hace caso omiso a las recurrentes violaciones de los derechos humanos que en nuestros países cometen las transnacionales incluidas las europeas. Reflexionar sobre los despiadados ajustes aplicados al interior de los países integrantes de la Unión Europea y de episodios como el de Lampedusa (donde murieron más de 300 inmigrantes africanos, que huyen del hambre y la desesperanza producto del proceso de saqueo de las potencias hegemónicas) y que dan cuenta de la profunda crisis civilizatoria que vivimos.

Estos TLC anulan cualquier posibilidad de pensar en alternativas al actual modelo de desarrollo ya que mantienen y profundizan economías basadas en la exportación de productos primarios con sobre-explotación de mano de obra y de la naturaleza.

Implican el despojo de territorios y la violación de los derechos humanos. E incluso, a través de ellos, se procura alcanzar los objetivos que no se logran en el marco de la OMC (OMC Plus), incluyéndose los llamados Temas de Singapur: inversiones, compras gubernamentales, facilidades al comercio y políticas de competencia.

Por todo lo antedicho, proponemos: – Que los pueblos de la región trabajen de forma unida para construir una alternativa de desarrollo contraria al modelo neoliberal de “libre comercio”, que respete la armonía con la Madre Tierra. Basándonos en que estas “negociaciones comerciales” son el terreno propicio para la estrategia del capital, que a partir de ellas se agigantan las asimetrías del norte con el sur; que en ellas se esconden las trampas de los subsidios a la producción o a las exportaciones del capitalismo desarrollado donde se habilita la hegemonía de patentes y la propiedad intelectual y donde todo está subordinado a la lógica de la ganancia, la acumulación y la dominación capitalista. Por tal motivo, consideramos que es preciso recrear las condiciones subjetivas para pensar una lógica de des-mercantilización, donde más que “negociaciones comerciales”, se gesten premisas para una construcción colectiva de un modelo productivo que coloque el centro de sus objetivos en la satisfacción de las necesidades sociales y no las necesidades del capital transnacional.

– Para lograrlo es preciso revitalizar una nueva arquitectura financiera en América Latina que nos permita tener real independencia y soberanía económica. No más Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Banco Interamericano de Desarrollo ni Banco Europeo de Inversiones. No más créditos ilegítimos, ni imposiciones. Sí al re-impulso del detenido Banco del Sur, a la aplicación del SUCRE, a proyectos de infraestructura al servicio de los pueblos y no de la lógica extractivista.

– Y, sobre todo, es necesario fortalecer los procesos de integración alternativos como ALBA–TCP, CELAC, UNASUR basados en la complementación, cooperación y solidaridad y que nos permitan caminar hacia procesos de transición al actual orden mundial capitalista.

14 de enero de 2014


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