Milei profundiza un consenso para la dependencia. Por Julio Gambina.

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Resulta muy preocupante el consenso hacia la política liberalizadora del gobierno de Javier Milei, especialmente ante el deterioro de las condiciones de vida que suponen la perdida de la capacidad de compra de los ingresos populares, sean salarios, jubilaciones o planes sociales.

Eso explica la caída del consumo y por ende de la producción, confirmando tendencias económicas a la recesión y depresión.

Claro que el consumo suntuario se mantiene y existen expectativas de crecimiento de la producción exportable, por lo que se buscan inversores internacionales para el sector primario exportador, sea del complejo agrario, minero, energético, e incluso en ciertos sectores industriales.

De ese conjunto de problemas con tendencias contradictorias, de crecimiento y decrecimiento, se nutre el mensaje optimista del gobierno relativo a una perspectiva de mejora macroeconómica, relativa a inversiones y a evolución expansiva de la actividad económica.

Con ello disputa consenso y lo hace sobre la base del fracaso de políticas asumidas previamente y que no generaron “soluciones” de empleo y de ingreso para el conjunto de la sociedad.

¿Induce ese crecimiento macroeconómico una mejora en la calidad de vida de la población, especialmente de los empobrecidos?

Evidentemente no. La economía podrá crecer, si es que llegan esas inversiones externas en sectores estratégicos y por eso tanta presión de Milei y su gabinete para que haya R.I.G.I. (Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones) y ley Bases.

Son instrumentos jurídicos imprescindibles para asegurar a esos inversores internacionales mejores condiciones a sus apuestas económicas, asegurando rentabilidad y posibilidad de remisión de utilidades al exterior, junto a seguridad jurídica por treinta años. Todo un estatuto de la dependencia.

Es pura ganancia para los inversores de capital y sin posibilidad de derramar al conjunto social, que, descreído de los resultados de promesas pasadas, se esperanza en la fantasía liberal.

Con ese mensaje viaja reiteradamente Milei al exterior, especialmente a EEUU. Su objetivo es convencer a inversores internacionales para que radiquen sus inversiones en Argentina. Esta semana insistirá ante grandes empresarios estadounidenses.

La fantasía se ofrece localmente para ganar consenso, pero también en el exterior ante capitales que buscan rentabilidad ante la tendencia desaceleradora de la economía mundial luego de la crisis mundial del 2007/09.

Es una fantasía que bajo gobiernos constitucionales nutrió el consenso en los 90, con Carlos Menem y Fernando De la Rúa; y luego con Mauricio Macri. La liberalización era y es la propuesta.

Ahora aparece potenciada con una expresión sin tradición de organización política previa, aunque asentada en apoyos esenciales en el balotaje y ahora con una oposición parlamentaria “dialoguista” (macristas y derecha radical, entre otros).

Podemos asegurar que esta nueva ronda liberalizadora no traerá soluciones a la mayoría empobrecida que demanda respuestas inmediatas. Y con exceso de credulidad, confía en el nuevo rumbo que ofrece Milei, pero no alcanza con nuestra certidumbre ante la subjetividad esperanzadora de millones.

¿Hay que esperar el fracaso de la política libertaria con el tiempo?

No, lo que hace falta es generar, con la crítica al capitalismo realmente existente una nueva propuesta asentada en soluciones colectivas asumidas de manera consciente por una mayoría social.

En realidad, es una tarea de siglos, que nutre el camino de la “utopía” en los albores de la acumulación originaria del capitalismo, que involucra a generaciones de hacedores y pensadores de un nuevo tiempo de “revolución” contra el régimen del capital.

No se puede explicar el gobierno y la expectativa en el libertario Milei sin asociarla a la ofensiva capitalista “neoliberal”, por medio siglo, desde el terrorismo de Estado de las dictaduras en el sur de América. Claro que hubo una historia de resistencia e intentos en sentido contrario, en la región y en el mundo, pero lo que prevaleció es la ofensiva capitalista.

La lucha de clases es implacable y tiene ganadores y perdedores, no es inmutable. La historia se construye y supone desafíos civilizatorios, en la teoría y en la práctica, por lo que el presente convoca a recrear la crítica del capitalismo y desde ahí proponer nuevos rumbos de acción y práctica de colectivos sociales para reinstalar la perspectiva por el socialismo, el centro de la crítica de Milei en sus escritos y discursos.

No se trata de una fantasía, sino de construir imaginarios culturales en defensa y promoción de la soberanía, alimentaria, energética, financiera, en una dinámica de integración no subordinada con otros pueblos de la región y del mundo.

Eso es la lucha por el socialismo hoy. Pensar y actuar esa propuesta es menos utópico que recrear recetas de un capitalismo “reformista” que funcionó, un tema para el debate, por cierto, en tiempos de bipolaridad global entre 1945 y 1991.

Lo que digo es que no se pueden repetir recetas de otros momentos históricos de la historia local, regional o mundial; sino ensayar nuevos rumbos de la crítica a lo que existe y se nos propone, al tiempo que se transitan nuevos imaginarios y prácticas programáticas de la sociedad socialista a construir.

Es algo que está en variadas experiencias de organización comunitaria, autogestionaria, cooperativa, social, no lucrativa, des-mercantilizada y en los propósitos de resolver la reproducción de la vida más allá de la lógica de la ganancia y la acumulación capitalista.

Son realidades existentes y que animan los programas de movimientos sociales, sindicales, feministas, ambientales, y de variadas organizaciones populares que protagonizan la resistencia a la liberalización a ultranza y construyen nuevos imaginarios de una perspectiva alternativa que requiere sistematizarse en un nuevo proyecto político popular.

Por aquí transita una discusión sobre qué y cómo hacer para construir consensos alternativos a la propuesta libertaria. Sin consenso social mayoritario anticapitalista resulta imposible modificar la correlación de fuerzas construida por el liberalismo actualmente gobernante.

No es tarea sencilla, en rigor, nunca lo fue y por eso, el capitalismo, pese a sus crisis, renueva su proyecto civilizatorio, convocando reiteradamente a la crítica y a la búsqueda de alternativa.

Julio C. Gambina


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