Rebelión/Acta
– ¿Qué datos resultan más reveladores respecto de las investigaciones que se están llevando adelante?
– Una cuestión muy importante como lo es el papel de los trabajadores en la generación de la riqueza y en la lucha política a escala mundial. En los últimos años ha habido un debate que bajo distintas formas nos decía que había llegado el fin del trabajo, que no era trascendental el papel de los trabajadores, etc. Y sin embargo, cuando miramos cuali y cuantitativamente el rol de los trabajadores, vemos la importancia que estos tienen en su diversa magnitud. Datos recientes de la OIT hablan de 3100 millones de trabajadores en todo el mundo, bajo una población mundial de 7000 millones de habitantes, así que es una cifra más que interesante. De esos 3100 millones, podemos verificar que un poco menos de 500 millones son trabajadores de los países capitalistas desarrollados: Estados Unidos, Europa y Japón. Otros 2600 millones, habitan el sur del planeta: países dependientes, subdesarrollados. De esta cifra, sólo mil millones son asalariados y regularizados, mientras que 1500 millones de trabajadores del fin del mundo están en situación precaria, flexible e irregular.
La mayoría de los trabajadores del mundo están en condiciones precarias y bajo las condiciones de ofensiva del capital contemporáneo, esos trabajadores están fuera de convenio, sin seguridad social, completamente desprotegidos. Por eso cuantitativamente es interesante verificar que lo más numeroso de la clase obrera mundial está en el sur del mundo y desde aquí surge un nuevo modelo sindical. Tal como venimos experimentando desde la Central, que nuclea no sólo a trabajadores en situación regular o bajo convenio, sino que incluimos a trabajadores pasivos, irregulares. Esta experiencia de la CTA de agrupar a los trabajadores por su carácter de trabajadores, sin ninguna legalidad dada por las patronales o el Estado, marca una nueva experiencia de modelo sindical propio de esta etapa del desarrollo capitalista. Un momento de crisis del capitalismo mundial y donde los trabajadores estamos desafiados nuevamente a ser parte de un proyecto emancipador que lucha contra la ofensiva del capital y pueda construir una sociedad sin explotados ni explotadores.
-La tendencia del capitalismo es a flexibilizar y a evitar asumir responsabilidades más allá del propio salario ¿hay experiencias de luchas exitosas en contra de esto?
– Creo que hay que ver la experiencia de los trabajadores en todo el mundo, primero por hacerse visibles en la resistencia a las distintas formas de explotación, y precisamente la extensión de las luchas de los trabajadores en todo el mundo desde sus distintas formas. Cuando vemos las luchas en Brasil de los trabajadores sin tierra, hay que poner el énfasis en el carácter de trabajadores sin acceso a la tierra y que luchan por hacerse de este bien tan preciado como lo es la tierra. Es el mismo camino de los trabajadores uruguayos que vienen desarrollando una lucha histórica por el acceso a la vivienda, organizándose bajo formas cooperativas autogestivas, en defensa de la propiedad colectiva por sobre la propiedad individual de la vivienda. Y en ese sentido, en los últimos años en Argentina volvió a instalarse la perspectiva desde los trabajadores de recuperación de fábricas y empresas, se replantea una lucha por la autogestión de los trabajadores en los procesos productivos. Se vuelve a demostrar que es innecesaria la existencia del capitalista como propietario de los medios de producción como organizador de la actividad productiva o de servicios. Estos casos se multiplican en diferentes formas, donde los trabajadores resuelven la vida cotidiana organizando sindicatos más allá de los reconocimientos que den los patrones o los estados, también en organizaciones territoriales, sectoriales o culturales. Estos procesos dan cuenta de la multiplicidad de formas que tienen los trabajadores para expresarse. Podemos decir que el sujeto trabajador, sujeto colectivo, adquiere diferentes facetas en toda Latinoamérica e incluso a nivel mundial. La expresión global de esa lucha está puesta en distintas formas de resistencia, que recogen muchas consignas que han sido parte de la construcción contra hegemónica del movimiento obrero y popular del sur del mundo.
– Respecto a nuestra Central, estamos a poco tiempo de elegir una nueva conducción. ¿Cuáles deberían ser las prioridades para la dirección de CTA que se elige el próximo mes?
– Yo creo que la CTA, como el conjunto del movimiento obrero de la región y del mundo, desarrolla su actividad en el marco de una crisis capitalista que despliega una ofensiva del capital hegemónico, de las multinacionales, de los principales estados capitalistas y de los organismos financieros internacionales con una agenda de ajuste contra el conjunto de los trabajadores, que es la mayoría de la población mundial. Creo que el desafío de la Central y del movimiento obrero a escala mundial, es instalar una agenda de los trabajadores, una agenda alternativa que frene la ofensiva del capital y ponga en evidencia nuestras necesidades. Entre otras cuestiones, en defensa del salario, de las condiciones vida y de trabajo de la población, en defensa de los ingresos de los trabajadores en actividad y también pasivos. Desde esa agenda de reivindicaciones de los trabajadores, proyectarse a construir una alternativa social y política porque junto a la crisis del capitalismo, existe una crisis de alternativa ya sea en Argentina, en la región y en todo el mundo. En lo que va de siglo, América Latina tiene múltiples experiencias de ejemplo y ensayo de cambio político. Deben potenciarse los cambios políticos y hacerse revolucionarios cambiando las estructuras, que le den un norte a la liberación nacional y social.
La CTA debe aspirar en este periodo a constituirse como el gran aglutinador y articulador de una fuerza social y política que coordine las luchas de Argentina con las de la región y pueda darle visibilidad a un proyecto emancipador mucho más allá de la región. Que trate de entroncar con las luchas obreras y populares de todo el mundo para hacer realidad la visibilización del proyecto alternativo que está haciendo falta. La CTA debe ser parte de ese nuevo ciclo de lucha de clase para darle carnadura a una alternativa política que discute con el proyecto de los grandes capitales y de las corporaciones trasnacionales, que están comprometidas a potenciar un modelo productivo que en Argentina consolida la hegemonía del monocultivo de soja bajo la dominación de las multinacionales en desmedro de la agricultura familiar, colectiva, de la soberanía alimentaria. Es un modelo que le ha abierto las puertas a la megaminería a cielo abierto, que destruye el ambiente, el habitat, los bienes comunes que son patrimonio incluso de las futuras generaciones y por eso hay que defenderlos soberanamente.
Ante ese modelo productivo sojero, megaminero, de una industria de ensamble y la consolidación de un sistema financiero que, vía endeudamiento público, desarrolla un capitalismo cada vez más dependiente, la agenda de la CTA en esta etapa es seguir generando un debate en la sociedad para disputar el modelo productivo que plantean las trasnacionales y los grupos económicos y que los gobiernos acompañan. Hace falta generar condiciones para una conciencia generalizada que desarrolle un sujeto político, social, de trabajadores conscientes por organizar la producción de otra manera, por consolidar un proyecto social, económico, cultural y político alternativo en Argentina y ser parte del movimiento revolucionario de toda la región.
Tomado de http://www.argenpress.info/2014/04/julio-gambina-el-desafio-de-la-cta-y.html