Transcurrieron 40 años desde el 25 de Abril de 1974.
El golpe militar de aquella madrugada fue concebido para poner fin a la guerra colonial. Pero la participación torrencial del pueblo alteró en pocas horas el rumbo y el objetivo del movimiento. Las masas, tomando las calles empujaron a los capitanes de Abril a una revolución en la cual la alianza Pueblo-MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas) desempeñó el papel decisivo.
Fue una revolución diferente a todo lo que se conocía. En 18 meses, en el contexto de una lucha de clases exacerbada, permanente, Portugal avanzó más en la Historia que en los tres siglos anteriores. No hay precedente en la Europa occidental desde la Comuna de París para conquistas sociales tan importantes como las de la breve Revolución de Abril. Reforma Agraria tan ambiciosa no ocurrió antes.
¿Hasta dónde iría esa revolución?
La pregunta pierde sentido porque la ruptura de la alianza Pueblo-MFA, ideada y provocada por el Partido Socialista y apoyada por el PSD (y el CDS, su apéndice), abrió la puerta a la contrarrevolución victoriosa en Noviembre de 1975.
No era, además, previsible que la destrucción de la herencia revolucionaria fuese tan rápida y profunda.
Cuatro décadas después, la clase dominante, que fuera barrida del poder, está otra vez en él encastillada. El gobierno que la representa, jefaturado por un político de vocación neofascista, impone al país medidas que en algunos casos son tan reaccionarias que ni Salazar las aplicó.
¿Cómo fue posible el cambio de la correlación de fuerzas que invirtió el rumbo de la História, empobreció dramáticamente al país y lo hizo retroceder por décadas?
Muchos años pasarán hasta que la pregunta tenga una respuesta rigurosa. Pero es la amargura nacida del rechazo del presente y del sentimiento de repudio a la política del actual gobierno fascistizante la que imprimirá hoy a las gigantescas manifestaciones de Lisboa y de Porto un carácter de protesta masivo del pueblo portugués.
Muchos de los militares y civiles que tuvieron participación relevante en las inolvidables jornadas de Abril del 74 ya fallecieron. No podían imaginar que Portugal proyectaría hoy en el mundo la imagen de un país surreal, una dictadura de la burguesía de fachada democrática en el cual la política es un lodazal.
El bando que oprime el país creó un lenguaje adecuado a su estrategia devastadora. Es un extraño léxico que busca anestesiar la conciencia de las víctimas. Al robo de los salarios le llaman “sacrificios”, “contribución de solidaridad” a un brutal impuesto, y la indignación del pueblo es farisaicamente transformada en “comprensión de los portugueses”.
En una comunicación social sumisa, los comentaristas retoman y vulgarizan ese lenguaje. La mayoría critica lo accesorio para hacer apología de la “austeridad” como mal necesario. Algunos cumplen con devoción y habilidad la tarea de confundir al pueblo.
En el heterogéneo gobierno Passos & Portas las contradicciones son permanentes, reflejando la incapacidad del timonel, que se comporta como un paje de la canciller Angela Merkel.
Una corrupción desenfrenada se instaló en los Ministerios, en la cúpula de la alta Administración y en la banca. Favores y premios escandalosos a los epígonos del poder son la contrapartida de los robos de que son victimas los trabajadores, los jubilados y los pensionados. No sorprendió la noticia de que Gaspar va a tener en el FMI un sueldo mensual de 23 000 euros. Es una recompensa por los servicios prestados al gran capital por el ex-ministro de las Finanzas. Ampliar la desigualdad ha sido además casi una obsesión para Passos & Portas. Hoy, las fortunas de los 46 portugueses más ricos representa el 10% del PIB nacional (en el “Correio da Manhã”, 4.04.14).
Al evaluar el gabinete, admito que algunos ministros y secretarios de Estado habrán sido ciudadanos comunes, más allá de cualquier sospecha, antes de ingresar en el Gobierno. Pero hoy, por su participación y complicidad en la obra criminal en curso, no hay uno solo que pueda ser merecedor del respeto. Palabras como hipocresía, ambición, incultura, ignorancia, egoísmo, crueldad, cobardía son insuficientes para calificar los actos y carácter de esa gente.
En las vísperas del cumpleaños de la Revolución de Abril, los partidos que controlan el Parlamento han demostrado con arrogancia su ideología reaccionaria oponiéndose a que un representante de los capitanes de Abril hablase en la sesión comemorativa de la efeméride.
Un día, espero que no muy distante, será evidente que ellos se comportan colectivamente como enemigos del pueblo portugués.
¿Y qué hacer?
La vieja y pertinente pregunta leninista es actualísima en este Portugal saqueado y humillado, en el cual hasta las Fuerzas Armadas, las Policías y la Guardia Nacional Republicana expresan ya su descontento en las escalinatas de la Asamblea de la República.
Creo que las semillas de Abril germinarán después de su larga hibernación. Los trabajadores no olvidarán las prodigiosas conquistas de la generación revolucionaria, en los días en que Álvaro Cunhal y Vasco Goncalves –dos grandes portugueses del siglo XX- dieron una contribución fundamental para el avance de la revolución democrática y nacional.
La marea de la resistencia crece cada semana, a pesar de la alienación general de gran parte de la población. Esas luchas ahora permanentes, diarias, se amplían con la destacada participación de la CGTP y de los comunistas. Pero es aún insuficiente la protesta popular. La respuesta a la intolerable opresión social y económica habrá de asumir una amplitud mucho mayor.
Ya Locke, en el siglo XVII, en su teoría del Estado Liberal, defendía el derecho a la rebelión cuando la tiranía ofende a la condición humana.
La Declaración Universal de los Derechos del Hombre, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, abre también la puerta a la rebelión de los pueblos cuando los derechos por ella enunciados y garantizados son violados.
Violarlos es lo que el gobierno de Passos & Portas hace, impune, con arrogancia desafiante. Hasta cuándo?
Vila Nova de Gaia,25 de Abril de 2014
Traducción: Jazmin Padilla