Argentina atraviesa, por tercer año consecutivo, un período de sequía extrema. Así lo informa el Sistema de Información de Sequías para el Sur de Sudamérica. Además, en las últimas semanas se registraron heladas tardías. Estos fenómenos son resultado de la crisis climática y afectan especialmente los cultivos de trigo, aunque también de soja y de maíz. La Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) indica que, en esta campaña, se espera la peor cosecha de trigo de los últimos siete años y que la falta de agua es la peor de los últimos 15 años.
La sequía que atraviesa Argentina responde a una Niña extensa. Los procesos conocidos como El Niño/La Niña son los emergentes más visibles del cambio climático global. El Niño es conocido como el periodo cálido y La Niña como el periodo frío. Durante La Niña es típico observar condiciones más secas respecto a lo normal sobre la parte centro-ecuatorial del océano Pacífico. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el actual episodio de La Niña continuará durante los próximos seis meses.
Walter Pengue, ingeniero agrónomo e investigador, señala que en esta coyuntura hay dos perspectivas posibles. La primera tiene que ver con el manejo de los cultivos, las rotaciones y los planteos agrícola-ganaderos que permitan una optimización con respecto a los recursos que hoy pueden presentarse como limitados o limitantes (el caso del agua) y, en el mediano plazo, más limitantes aún. La otra, alerta, es la promoción del trigo transgénico HB4 como supuesta solución a la crisis productiva.
En el informe «Bajante Histórica del Río Paraná y la Sequía Extrema en la Cuenca del Plata», la organización paraguaya Base-IS cita como parte de las causas de la sequía a la deforestación para prácticas agrícolas extensivas impulsadas por el agronegocio.
Pengue considera que para afrontar esta crisis —valorada como resultado de la acción humana— hace falta un cambio en las pautas culturales, sobre todo de consumo. La formación es clave: “La educación ambiental es algo profundo, que ataca el corazón del sistema que está degradando el ambiente y que debería formar gente no para una ‘transición’ como algunos dicen, por qué vale preguntarse ¿transición hacia dónde y desde dónde?, sino que debemos ir a una transformación radical del sistema social, económico y ecológico”.
Foto: Pepe Mateos
Agro, sequía y heladas
Argentina vive hoy el período de sequía más grave desde 2008. Según datos de la Bolsa de Cereales de Rosario, desde julio de este año faltaron, en el centro del país, entre 200 y 300 milímetros de agua. Respecto a las medias de los últimos 30 años, desde el 1de julio al 8 de noviembre, a Córdoba le faltaron entre 100 y 200 milímetros y a Buenos Aires entre 150 y 250 milímetros.
Pengue afirma que la sequía “pega muy fuerte particularmente este momento, que es el tiempo de cosecha, y eso afectará la producción”. Señala que algunas estimaciones hablan de hasta un millón de toneladas menos de trigo cosechadas para este año. Ante este panorama, para Pengue el papel del Gobierno debería ser “fomentar mejores prácticas productivas y no agobiar a los productores con una carga intensiva de impuestos, que en rigor los lleva a hacer cultivos que tienen más caja en detrimento de un mejor manejo del sistema agua-suelo-planta”. Sintetiza: “Sembrar trigo continuamente, seguirlo con soja o hacer trigo-soja-soja no es una de las mejores opciones”.
Sitúa la sequía que afecta a Argentina, Chile, Brasil y México en un escenario de cambio climático mundial. “Tiene relación con la anomalía del Pacífico, que por un lado produce La Niña y por el otro genera El Niño, donde en algunos lugares llueve más y en otros prácticamente no llueve, es algo que venimos teniendo y que va a seguir estando. El tema es la extensión y la recurrencia de este fenómeno”, advierte. “En el caso de Argentina ya tenemos tres años de sequía y una amenaza de sequía más intensa justo en el momento en que por un lado estamos cosechando el trigo y que se está pensando en el avance de la siembra de soja y de maíz especialmente. Y si no hay buen perfil de suelo —o sea, agua— se complica todo”, agrega.
En 2021 hubo una mayor tendencia a cultivar maíz, pero en esta temporada se dio una reducción del 18 por ciento de las áreas sembradas con este cultivo como resultado de la sequía y de las heladas tardías. “La soja gana de vuelta áreas que dejarían de sembrarse con maíz. En este mes se agregan 100 mil hectáreas”, grafica la Bolsa de Comercio. A su vez, se fuerza la siembra de soja en zonas sin agua suficiente esperando las tormentas pronosticadas.
En junio, la Bolsa de Comercio alertaba que la escasez de agua implicaría la pérdida de un millón de toneladas de trigo en relación al período 2021. “Lamentablemente, este escenario incluso fue peor: a la región pampeana (Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y Entre Ríos) se le sumó la presencia de heladas tardías durante todo octubre”, indica la BCR en un informe de reciente publicación. La estimación del rinde de trigo para noviembre es de 23,3 quintales por hectárea (sobre 31,5 quintales por hectárea en promedio en los últimos cinco años).
La Dirección Nacional de Riesgo y Emergencia Agropecuaria informa que en octubre la superficie afectada por la sequía superó las 160 millones de hectáreas. Los déficits más significativos de lluvia se registraron en el norte y este de la provincia de Buenos Aires, en el centro y sur de Santa Fe, en el sur de Entre Ríos, en Córdoba y San Luis.
Pengue resume: “En definitiva, nos está pegando una sequía más intensa de lo normal y desde el punto de vista de las políticas, pensando en los medianos y pequeños productores, (porque los grandes hoy están en el campo y mañana en una financiera), se deberían considerar sus zonas como en conflicto”.
El peligro del trigo transgénico HB4
A principios de noviembre, el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) solicitó a la Justicia Federal que suspenda el cultivo y comercialización del trigo HB4, el evento transgénico publicitado como «resistente a la sequía» y tolerante al agrotóxico glufosinato de amonio. La demanda se suma a críticas de diversas asambleas en todo el país, que denuncian a esta semilla por su potencial daño al ambiente y a la salud. Sin embargo, el Gobierno continúa avalando este producto de la empresa Bioceres-Indear. El 16 de noviembre la Secretaría de Agricultura dio a conocer que visitó un campo de trigo HB4 en Entre Ríos, reivindicándolo como “resistente a la restricción hídrica” y como “un desarrollo 100 por ciento nacional que muestra cómo la biotecnología aplicada a la agroindustria genera soluciones para mitigar los efectos del cambio climático”.
Pengue llama a prestar atención a la promoción que se hace, en este contexto, de este tipo de semillas: “Sus impulsores, aprovechando esta situación crítica del país, llevan a funcionarios del Gobierno a ver las bondades aparentes de este trigo, cosa que hay que estudiar con mayor profundidad”. Y añade: “Se está utilizando una oportunidad que es de coyuntura para promover o liberar masivamente nuevos eventos transgénicos, en este caso el trigo HB4 que sería tolerante a la sequía. Y no tenemos mucha más información respecto a cómo funciona: si sus rendimientos son más estables en la sequía con respecto al trigo convencional o no y especialmente en qué regiones”.
—Además se presenta no solo como resistente a la sequía, sino también al glufosinato de amonio, que es cinco veces más tóxico que el glifosato.
—El glufosinato de amonio está prohibido en Europa. Viene a reemplazar al viejo glifosato o por lo menos a buscar un nuevo nicho. Quizás no se sepa tanto aquí en Argentina pero algunas fábricas chinas ya están dedicándose a la producción de glufosinato pensando en una oportunidad de negocios como en su momento lo hicieron con el glifosato, cuando la patente se liberó por parte de Monsanto en el 2000. Es posible que los gobiernos bajo presión terminen aprobando el trigo transgénico, pero en el mediano plazo necesitamos mucho más trabajo de campo en parcelas grandes para analizar su rendimiento. Especialmente, el impacto que tiene el glufosinato de amonio. Yo no lo recomendaría, pero es una decisión del Gobierno.
La crisis climática y la importancia de un cambio cultural
La sequía que se vive al sur del continente no es un hecho aislado. El Observatorio Mundial Meteorológico informó que, durante 2021, se registró en América Latina la tercera temporada de huracanes más activa en el Atlántico desde que hay registros, con 21 tormentas; inundaciones en Panamá que afectaron a 27.500 personas; el mayor nivel en un siglo del río Negro (en la región central de la Amazonia brasileña); olas de calor en Argentina de entre seis y ocho días seguidos; dos millones de hectáreas quemadas en el Pantanal de Brasil (la segunda cifra más alta desde 2012) y una ola de frío a finales de junio y principios de julio que afectó a Brasil, Paraguay, Bolivia, Argentina y Chile.
Sobre las sequías, el informe hace hincapié en la actual «megasequía» de la región central de Chile, probablemente la más larga y grave de los últimos mil años. Agrega que la sequía en la cuenca del Paraná-Plata es la peor desde 1944 y que más del 50 por ciento de México se vio afectado por una sequía de magnitud calificada de «grave a excepcional».
Pengue agrega que en el norte argentino se está viviendo un proceso de sabanización. “No es una pampeanización, porque no es solamente una situación climática o de transformación sino que también es la llegada de un modelo que está aprovechándose de algunas posibilidades de producción hacia el norte”, explica. Ese proceso de sabanización incluye también al norte de Brasil. En esa zona se generan fenómenos cada vez más intensos que, por ejemplo, se están llevando hacia el mar el agua de los ríos voladores (flujos aéreos de agua en forma de vapor que vienen del océano Atlántico tropical y son alimentados por la humedad de la Amazonía). Esos ríos son clave en la generación de los ciclos de lluvia.
Para el ingeniero agrónomo, estas situaciones derivan no solamente del cambio climático, sino de los problemas intensos de desmonte que se están dando en el Chaco argentino y en la Amazonía. “La deforestación que vienen haciendo los gobiernos argentino y brasileño es un problema muy serio. Hay un cambio ambiental global que deriva de procesos climáticos que hasta ahora no estamos sabiendo cómo detener, pero también de cuestiones sociales y económicas que le ponen más presión al recurso y que generan una complejidad como la que estamos enfrentando”, define.
—¿Cuáles son las causas del cambio climático?
—La humanidad, por las pautas de consumo irracionales que está llevando adelante especialmente en los países desarrollados, tengan gobiernos autoritarios o democráticos, capitalistas o comunistas. Todos por igual apuntan a incrementar el consumo. Ese consumismo de recursos naturales, particularmente de suelos —léase cambios en el uso del suelo, en el agua, el agotamiento de los acuíferos, de la biodiversidad, la desaparición o amenaza de desaparición de un millón de especies— está generando este tipo de procesos. La humanidad es el problema y no se está dando cuenta de dónde está. Como dijo hace unos días el director de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres: “Estamos yendo hacia el infierno climático por una autopista y apretando el acelerador”. Es lo que estamos haciendo.
—¿Qué puede ofrecer, en ese contexto, la agroecología como alternativa?
—La agroecología es un conjunto de prácticas que nos permite producir de manera más armónica con el ambiente, producir alimentos más sanos y considerar aspectos que hacen a cuestiones sociales y económicas que no son del interés de la agricultura industrial. Además la agroecología cuestiona, presiona y lucha para que los pequeños y medianos agricultores tengan los recursos básicos para producir: la tierra, el agua y los recursos genéticos que son las semillas criollas. Eso es un componente importante especialmente en escenarios de crisis climática como el que tenemos. La agroecología desde su humilde posición y aporte puede hacer algo. Por lo menos cambiar el mundo desde lo local y ayudar a reflexionar desde lo más macro, que podría ser lo regional. Pero ofrece una mirada parcial, porque esto tiene que cambiar por todos lados.
Pengue reitera la importancia de la educación ambiental. “Cuando vemos los números es un poco triste porque mientras nosotros estamos haciendo esfuerzos enormes para que esto se conozca, la sociedad está pensando en otra cosa: cuánto consumo, si es más barato y si es más barato, consumo más. Eso tiene muchísimo que ver con la educación de base, con la educación desde pequeños, lo que podríamos llamar la educación ambiental”, reflexiona, y define: “La educación será ambiental o no será nada”. En la pedagogía que concibe para abordar la crisis, se debe dar un lugar prioritario a la justicia ambiental y al reconocimiento de los derechos humanos.
En 2020 Argentina sancionó la Ley 27.592, conocida como Ley Yolanda, que obliga a los funcionarios públicos a formarse en temas ambientales. “Sería muy triste, incluso para Yolanda Ortiz, por quién lleva el nombre la ley, que de alguna manera pensó, entendió y empujó esta mirada de complejidad ambiental que esta ley sirva para nada más que para que los que se están formando aprendan a reciclar papelitos o a plantar un arbolito”, advierte Pengue.