Las fuerzas de seguridad, las policías de todos niveles, la seguridad privada y las instituciones represivas no armadas: clínicas psiquiátricas, los institutos de menores, están al servicio y enmarcados dentro del concepto represivo.
La estigmatización, la de sacar de circulación a lo que se consideran las clases peligrosas está también y paradójicamente relacionada en cómo desde esas mismas fuerzas represivas se los utiliza para delinquir.
Cuando decimos violencia institucional nos referimos a la estatal y también paraestatal.
Es aquí cuando la población marginada o fuera del sistema, o parte de ella, puede ser usada para robar o para ejercer violencia paraestatal (las patotas, las barras bravas, el caso Mariano Ferreyra).
Usados como rompehuelgas o para frenar protestas sociales, también puede ser contemplado dentro de la violencia paraestatal y la policía dejando el campo libre, la zona liberada para que actúen las patotas para reprimir una protesta social.
El tema de la seguridad es un factor de legitimación del poder y de visualización de amplios sectores sociales como una amenaza a ese orden.
Con la idea de represión del delito, avanza la idea de reprimir a determinados movimientos sociales.
Si vemos los discursos electorales de los principales candidatos, todos están con el discurso de la mano dura.
¿Qué se discute?
¿Cómo reprimir mejor a los delincuentes?
¿Si estás a favor o en contra de si los planes y el clientelismo alienta la vagancia y la delincuencia, etc.?
Tenemos una visión del mundo diferente, estamos en una batalla cultural, de ideas, de mediano y de largo plazo.
Los medios de comunicación trabajan, reproducen y afianzan un sentido común ya creado desde hace mucho tiempo.
Todo lo que sea organizaciones populares y medios alternativos y comunitarios, puede significar un avance hacia la construcción de un sentido común diferente y es imprescindible hacerlo.
Por eso estamos acá, desde Puente Uno, en la Tribu.