Militar el ajuste es ensanchar la pobreza. Por Daniel Campione.

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Una frase que se ha invocado con frecuencia en los últimos días desde ámbitos del Frente de Todos (FdT) es “que los números cierren con la gente adentro”.

Eso sólo puede interpretarse como un llamado a “humanizar” el ajuste fiscal en curso, y limar las aristas más agresivas hacia trabajadorxs y pobres de los “recortes” a efectuarse.

El objetivo parece inviable. Cumplir al milímetro los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) será causal del aumento de los padecimientos populares. Tendrá lugar vía supresión o disminución de subsidios, “auditoría” de los planes sociales, “congelamiento” del ingreso al empleo público en todos sus niveles…

Y todo el arco de consecuencias que tiene cualquier ajuste fiscal, en particular si se lo piensa sólo desde el ángulo del gasto y nunca de los ingresos por vía tributaria. Que esas orientaciones estén acompañadas por una inflación muy elevada y hasta ahora en ascenso completa la gravedad del cuadro.

Esas “soluciones” justamente se basan en dejar “gente afuera”, llámese desempleo, disminución de poder adquisitivo o privación de derechos básicos.

En el par de semanas que lleva Sergio Massa al frente de la cartera de Economía, todo parece apuntar a tranquilizar a “los mercados” (apodo ocultador del capital financiero) y garantizar al FMI el cumplimiento de lo prometido.

Lo que va acompañado por el propósito de brindar variadas concesiones a los sectores exportadores de la economía, encabezados por el conjunto del agronegocio y completados con los combustibles fósiles, la minería del litio y la “economía del conocimiento”.

Nada apunta a disminuir el malestar de las clases populares. Y como si se tratará de corroborar esa línea de acción y pensamiento, ya está cercano y preparado el viaje a EE.UU del ministro, en una especie de road show para mostrar estricta disciplina a los requerimientos del capital financiero internacional en sus variadas encarnaciones, desde el Fondo al Banco Mundial, sin olvidarse del Departamento del Tesoro.

Ministro Massa con el embajador en EE.UU Jorge Argüello.

¿Los pobres nos roban?

La ya famosa “auditoría” por parte de universidades públicas acerca del otorgamiento y administración de los planes sociales ya se ha convertido en un tema de alta presencia en los medios.

Vivimos en una sociedad donde las maniobras de los grandes empresarios abarcan desde el desenfrenado aumento de precios de los artículos de consumo, hasta múltiples formas de evasión y elusión de impuestos.

Las necesidades populares no entran en el radar de los maximizadores de ganancias a como dé lugar, siempre atentos a la especulación financiera y la fuga de capitales, objetivos permanentes que compiten con la “inversión productiva” de la que siempre se jactan.

Pese a esos variados abusos la atención se fija sobre las posibilidades de que haya cualquier manejo “poco transparente” en la ayuda social que reciben los que no tienen nada. Mientras los millonarios saquean a gusto a las mayorías populares y al Estado, los que aparecen bajo sospecha son los que reciben unos pocos miles de pesos al mes.

No se puede soslayar el estímulo que en este aspecto han significado declaraciones de la vicepresidenta, luego sostenidas y reforzadas por el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta. Quien ahora ha recibido el espaldarazo del aspirante a salvador de la economía argentina que ha llegado al ministerio de Economía ampliado.

Un triunfo indudable de las clases dominantes y sus voceros es haber expandido la creencia de que el ajuste fiscal por el lado del gasto es no sólo necesario sino deseable. E imponer la paralela convicción de que el adversario no está hacia arriba de la escala social sino hacia abajo. Los pobres de toda pobreza son vistos apenas como un “gasto” a disminuir o incluso a erradicar por completo.

Algunas dirigencias empresarias “enriquecen” el panorama con propuestas que sería desopilantes sino tuvieran un fondo de tragedia: Representantes de la ganadería aconsejaron al gobierno que, para incrementar las exportaciones de carne, se induzca una baja del consumo local, de 50 a 40 kilos anuales por habitante.

Un ataque a la dieta de lxs argentinxs, al servicio de mayores excedentes exportables y la rentabilidad del sector ganadero y la industria frigorífica.

En la lógica del pensamiento afín a los intereses del capital más concentrado, uno de los problemas de la economía es que los pobres, y no tan pobres, coman “demasiada” carne vacuna. En esta mirada, la mayoría de lxs argentinxs insisten en vivir “por encima de sus posibilidades” y habrá que imponerles la “austeridad”, aunque haya que subyugar resistencias.

Y en la oposición de derecha ¿cómo andamos?

La dirigente de la Coalición Cívica, Elisa Carrió se lanzó contra varios personajes de la alianza Juntos por el Cambio (JxC) a la que pertenece, incluidas figuras de primera línea.

Sus acusaciones aludieron a vínculos “poco transparentes” con Sergio Massa, que podrían repercutir en que desde JxC se preste apoyo al actual ministro de Economía. Luego de algunos repudios individuales, la cúpula de JxC se reunió y decidió dar por cancelado el episodio. Lo que por cierto no impedirá unos días adicionales de “ruido mediático”.

Quedaron al margen de este ataque tanto Mauricio Macri como Horacio Rodríguez Larreta. Llamó sobre todo la atención que se eximiese a este último, amigo del ex intendente de Tigre desde la etapa en que ambos apoyaban al menemismo entonces gobernante.

Más allá de lo que haya incidido el vedetismo personal de Carrió, sus críticas se suman a la crisis interna de la coalición de derecha, donde no hay coincidencias acerca del mejor camino para ganar las elecciones presidenciales de 2023. Tampoco hay consenso a propósito de la actitud a seguir frente a la gestión Massa.

Los líderes se hallan divididos entre quienes le dan cierto crédito al nuevo ministro y los que apuestan a un veloz fracaso que termine de hundir al gobierno del FdT. Divergencia que tiene como fondo dos prospectivas diferentes sobre el mejor modo de imponer unas sanguinarias “reformas” que puedan disciplinar de una vez y para siempre a lxs levantiscos trabajadores y pobres de nuestro país.

Unos piensan que lo mejor es el acaecer de una gran crisis antes de su acceso al gobierno, que allane las resistencias de amplios sectores sociales que, ante el desbarajuste, sólo aspirarán a un poco de “paz y tranquilidad”.

Los otros tienen una mirada más “consensualista”, que aspira a captar, al servicio del mismo programa, a amplios sectores del electorado e incluso de la dirigencia peronista.

En cuanto a las candidaturas, la perspectiva es aún más compleja. Son tantxs lxs aspirantes presidenciales que, de proseguir la tendencia actual, no sólo habrá una interna entre postulantes de la UCR y de PRO con sus apoyos respectivos, sino una previa compulsa dentro de cada fuerza.

En los grandes medios de comunicación, el advenimiento del nuevo ministro ha generado también actitudes encontradas. Alguno de ellos, como América TV, mudó a una atención más que expectante a los movimientos de Massa, seguramente al compás de las preferencias de sus dueños, empresarios amigos del hasta hace poco presidente de la Cámara de Diputados.

Otros, como la señal La Nación+, insisten en predecir un derrumbe económico que destruya de una vez la ya menguada credibilidad que ostenta el actual gobierno. Que el “populismo” no vuelva nunca más es la explícita aspiración que subyace.

¿Qué pasa allá abajo?

La Unidad Piquetera marchó y acampó en la Plaza de Mayo el miércoles y jueves pasado, en requerimiento de una entrevista con el ministro Sergio Massa, que no fue concedida.

Hubo declaraciones de Eduardo Belliboni, dirigente del Polo Obrero: «La situación social está reventando, no se puede pensar más, necesitamos respuestas, por eso nos quedamos acá. Porque Massa tiene tiempo para todo, se va a reunir con la CGT y los empresarios para discutir el problema de los precios.”

Eduardo Belliboni.

El reclamo sigue abierto, y sólo cabe prever una intensificación de movilizaciones, que hasta ahora van ganando poco a poco en masividad.

El miércoles 17 de agosto tendrá lugar una movilización de la Confederación General del Trabajo (CGT), dirigida al Congreso Nacional, a la que también adhirió la CTA de los Trabajadores.  Marcha que estuvo más de una vez a punto de postergarse o cancelarse. Y que ha dado indicios confusos acerca de sus consignas y los destinatarios de las mismas.

El acto cegetista no tendrá escenario ni oradores, los dirigentes de esa central, en su mayoría, se muestran reacios a aparecer hostigando al gobierno y no tienen margen para manifestarle apoyo.

La de la CGT coincidirá con una manifestación con destino a Plaza de Mayo convocada por organizaciones sindicales clasistas, movimientos sociales críticos y los partidos de izquierda. Una de las consignas de esta convocatoria será la reducción de la jornada laboral a seis horas, sin disminución del salario.

Como forma de combate a la desocupación y fuente de un alto porcentaje de empleo genuino para trabajadores hoy precarizados.

También se propicia un plan nacional de obras públicas bajo control obrero y popular para construir un millón de viviendas populares, que uniría un camino de solución a la aguda crisis en torno a la vivienda y el hábitat popular, con una línea práctica y concreta de combate al desempleo.

Un punto de discusión que queda abierto es acerca de si es conveniente llamar a una marcha propia o bien tomar parte, con consignas diferenciadas, en la que aparece como de mayor masividad. Es cierto que esta segunda respuesta se ve dificultada por acciones de la dirigencia sindical, tales como el fraude y la violencia desplegada en estos últimos días en las elecciones de la CTA Autónoma.

De cualquier modo, que la izquierda partidaria y las organizaciones independientes lancen propuestas del grado de concreción de las que arriba reseñamos es un aporte nada desdeñable. Esa discusión sobre las circunstancias inmediatas de las clases explotadas lleva al debate en torno a cómo hacer realidad esas consignas.

 Y la respuesta llega rápido: Son incompatibles con el capitalismo argentino y su sometimiento a las grandes centrales del capital internacional.

Para garantizarlas se necesita la independencia frente a los patronales, el cuestionamiento de las instituciones políticas con miras a una democracia radical y la adopción de un cuestionamiento integral de la propiedad privada de los medios de producción.

La consolidación de una herramienta política que apuntale esa política transformadora resulta una necesidad cada vez más evidente.

Fuente: https://tramas.ar/2022/08/16/militar-el-ajuste-es-ensanchar-la-pobreza/

Daniel Campione
Daniel Campione

Profesor universitario en la UBA, investigador en temas de historia del siglo XX y actualidad política. Autor entre otros libros de «Los orígenes estatales del peronismo», «La guerra civil española: Argentina y los argentinos» y «Los años de Menem».


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