Marx: la crítica radical de la modernidad capitalista frente a las inconsistencias de los estudios Decoloniales y del Posdesarrollo. Por Gabriela Roffinelli.

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Introducción.

En Nuestra América, la crítica de raíz posmoderna y posestructuralista de las perspectivas conocidas como Decoloniales y Posdesarrollo, como se observa en Kothari et al. (2019), se presentan como “una crítica despiadada del presente” y una “contra-epistemología” superadora de la crítica marxista.
Sistemáticamente, estos intelectuales abonan la idea de que el pensamiento marxista devendría
en una especie de versión de “izquierda” de las Filosofías decimonónicas del Progreso. Les atribuyen a Marx y Engels la formulación de “una filosofía de la historia, un metarrelato de la Historia Universal” que propone “una sucesión histórica de modos de producción (…) a partir de su interpretación de la historia parroquial europea” y que, por tanto, “no escapa del eurocentrismo y el colonialismo característicos de los saberes modernos hegemónicos” (Lander, 2006, pp. 216).
Si bien, deben reconocer que Marx formula la crítica más perspicaz, rigurosa y exhaustiva de la
dinámica del sistema capitalista, aseveran que esta crítica (a la que confunden arbitrariamente con su vulgarización mecanicista posterior y/o con los marxismos históricos), en tanto, forma parte de la episteme moderna, occidental y eurocéntrica, concibe un desarrollo lineal y único para todas las sociedades del mundo. De esta forma, el marxismo formaría parte del pensamiento moderno y contendría fuertes limitaciones epistemológicas para entender el colonialismo, las especificidades y diversidades de los pueblos no europeos, las diversas identidades humanas, como las de género, étnicas, culturales, religiosas, etc. Y dada una supuesta obnubilación por la tecnología y el desarrollo de las fuerzas productivas, el marxismo tendría una absoluta falta de preocupación política por las problemáticas medioambientales.
A pesar de su profundidad y radicalidad, la crítica marxista al mundo del capital —por asumir en lo fundamental la noción de Progreso, la idea de que la civilización de Occidente es la máxima expresión de las potencias creativas del hombre, al asumir que la sociedad europea representa el punto más elevado del proceso inexorable de despliegue de las leyes de la historia— no fue capaz de tomar distancia en relación a esta opción cultural particular representada por Occidente y por el capitalismo.
Asumió a la sociedad capitalista como una inevitabilidad histórica y como un paso histórico progresista en la dirección de la liberación y la felicidad humana. (Lander, 2008, p. 11)
El párrafo de Lander muestra en que radica, para estas corrientes, la impotencia de la crítica
marxista, inscripta en la cultura moderna del progreso, para construir un verdadero horizonte societal
alternativo.
En las posturas anticapitalistas identificadas con el marxismo y con el socialismo
como horizonte utópico ha habido, en lo fundamental, un encuadramiento
común en las interpretaciones del capitalismo y sus alternativas al interior de los
imaginarios modernos, coloniales, eurocéntricos de la sociedad industrial. Se hicieron
hegemónicas concepciones antropocéntricas, patriarcales y monoculturales, de
confianza ciega en el progreso y el desarrollo de las fuerzas productivas (…). (Lander
y Arconada Rodríguez, 2019, p. 108)

En consecuencia, los estudios del Posdesarrollo o Decoloniales se auto presentan como una superación de la crítica marxista porque “van más allá de la crítica al capitalismo”. Advierten que la narrativa moderna del desarrollo operó como un dispositivo de poder que “representó (inventó) a las sociedades de África, Asia, y América Latina como «subdesarrolladas»“ (Escobar, 2014, p. 28) y, al mismo tiempo, sostienen que el pensamiento marxista reniega del capitalismo, pero no de la narrativa moderna del desarrollo.
Como señala Samir Amín (2003), quien formula una crítica pionera y simultánea al eurocentrismo y
a la “falsa alternativa” que expresa el posmodernismo, soslayan que el desarrollo es un concepto histórico y, por tanto, puede ser crítico del capitalismo. En el sentido, que el desarrollo para el marxismo “supone pues un proyecto social que no es capitalista y define su objetivo: liberar a la humanidad de la alienación economicista” (p. 15).
En este artículo se propone una revisión de los escritos de Marx, tanto de los que conforman su
obra central como de aquellos apuntes más desconocidos acerca de las sociedades no europeas, que evidencian el desarrollo de su pensamiento. El itinerario de Marx muestra que sus ideas avanzaron desde una condena “moral” al colonialismo, pero todavía optimista frente al avance del capitalismo como inevitable para alcanzar una “formación económico-social superior” sin dominación de clases, hacia una comprensión crítica del despliegue desigual y multilineal de la economía mundial capitalista y de su colonialismo, incluso, del imperialismo y de sus inherentes creencias en la superioridad de la cultura occidental europea y en su misión civilizadora.
Si bien Marx dejó inconclusa su obra, por tanto, no alcanzó a escribir un libro específico, estas
reflexiones teóricas abren líneas de investigación fructíferas para la comprensión del desarrollo desigual, multilineal y, en concreto, acerca de la persistencia de la polarización entre las sociedades que conforman el sistema capitalista mundial en la actualidad.
Este recorrido propuesto nos brinda elementos contundentes para refutar las críticas posmodernas que, en el mejor de los casos, desconocen la radicalidad del pensamiento de Marx y de su proyecto de emancipación social para las clases trabajadoras y los pueblos oprimidos de todo el mundo. Proyecto emancipatorio que, como advierte Kohan (2018), asumió como propia la sentencia del indio americano Dionisio Yupanqui pronunciada en las Cortes de Cádiz en 1810: “Un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre”.

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Grabación del conversatorio


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