El 16 de junio se realizó un encuentro para debatir el “Movimiento Popular y Sujetos para la Revolución”. La actividad forma parte de un ciclo que se viene desarrollando desde la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas y el Centro de Pensamiento Crítico Pedro Paz, para comprender los problemas actuales y del pasado con el propósito de articular prácticas como también desarrollos teóricos que confluyan en la construcción de alternativas al capitalismo. Al momento de la presentación Liliana Constante, integrante de FISYP, destacó: “Nos encontramos esta tarde para esta charla virtual con Arturo Gómez Barroso, María Carla Rodríguez y Guillermo Cieza , reunidos en torno al eje de Movimientos Sociales y Sujetos para la Revolución. Para quienes integramos FISYP y el Centro PC Pedro Paz, estamos convencidos que la teoría debe estar articulada con la práctica. Con la teoría por un lado y la praxis por el otro disociadas una de la otra, el producto de una y de otra, no sólo no van a ser propicias sino que seguramente resulten contraproducentes, de ahí que este encuentro sigue la línea de trabajo en la que venimos desarrollando”
Reproducimos aquí la exposición de cada uno de ellos y el enriquecedor debate posterior:
PRESENTACIÓN DE ARTURO GÓMEZ:
TRANSCRIPCIÓN
El terrorismo de Estado, que no es cualquier cosa, nosotros somos hijes, nietes de una generación y masacrada por el terrorismo de Estado, por lo menos en este en esta parte del mundo. Dicho esto, muches de nosotres, hoy yo tengo 45 años, cuando empezamos a militar lo hicimos con una generación de lo que se llamó los hijos de la de aquella generación militante de los ’70. Nos tocó vivir la caída del muro de Berlín, pero también nos tocó vivir la de aquel faro de iluminación y resistencia que fue el levantamiento de Chiapas.
Cuando veíamos que el neoliberalismo avanzaba sobre sobre el mundo y sobre nuestros territorios en particular, surgió allá en Chiapas un faro de luz que nos decía que era posible cambiar las cosas, y se planteaba cambiar las cosas preguntando y haciendo al mismo tiempo. Se planteaba cambiar con un sujeto raro para la izquierda clásica. Los indígenas de allá del sureste mexicano que se organizaron se levantaron en armas y plantearon desde un nuevo vocabulario y desde una nueva forma, no solamente la resistencia al capitalismo, al neoliberalismo en particular en aquel momento, sino también con una fuerte crítica a la izquierda tradicional.
Acá en la argentina también surgieron experiencias en los ’90. Podemos incluir dentro de esas experiencias a la CTA que criticaba las viejas formas sindicales de la CGT, el viejo modelo sindical. También la del movimiento de desocupados, el movimiento piquetero que irrumpe a partir de las consecuencias del neoliberalismo, también hubo experiencias culturales y experiencias muchas que tenían que ver con estas resistencias: la ocupación de fábricas, nuevos sujetos, sujetas, sujetes que se iban haciendo cargo de una perspectiva de cambio social a partir de ser víctimas de las consecuencias del avance del neoliberalismo en esta parte del mundo.
Así llegamos al 2001 con un auge de la lucha y la resistencia. Un 2001 que no salió gratis porque tenemos compañeros y compañeras que fueron asesinados por las fuerzas represivas del Estado. Estamos cerca de los 20 años de la muerte de Maxi y Darío Santillán por parte del Estado, y aún hay gente, responsable de aquellos asesinatos, que actualmente está en el gobierno, como el caso de Aníbal Fernández.
Surgía un movimiento piquetero que se planteaba y se plantea, en algún aspecto todavía hoy, prefigurar una sociedad de cambio social para el mañana. El Estado también respondió con un período de auge de los neo desarrollismos en algunos países de Nuestramérica, de experiencias más avanzadas como experiencias venezolanas y la experiencia boliviana, pero que tuvo sus grandes limitaciones y que en un ida y vuelta con estos sujetos que iban surgiendo, a partir de las resistencias, también muchos de estos sujetos y sujetas fueron cooptados en estos proyectos neodesarrollistas que no terminan de romper con el capitalismo.
Se plantea un capitalismo, como se decía, o se dice en Argentina, “un capitalismo serio”. En este sentido el Estado ha sido un gran responsable de la situación en la cual estamos hoy. Los sucesivos gobiernos, pero también desde las organizaciones sociales, desde las organizaciones políticas de las distintas organizaciones populares, tenemos el desafío de replantearnos las formas organizativas que nos augura un futuro diferente.
Los gobiernos, el Estado, no actuaron solos, por lo menos en la Argentina, fue muy fuerte el papel, y es muy fuerte, el papel que juegan las burocracias sindicales que hoy están prácticamente desplegando su maquinaria para detener cualquier intento de resistencia ante el ajuste que estamos viviendo, que dicho por palabras de ellos, están trabajando para no ser sobrepasados por la base, en un contexto donde el imperialismo ha avanzado fuertemente a partir del FMI, por lo menos en la Argentina.
Si volvemos un poquito atrás, las resistencias del 2001, las experiencias estatales en el 2001 y más adelante, lograron en un momento, podemos decir, un equilibrio o una resistencia a la avanzada imperialista sobre Latinoamérica, en el sentido de que el plan del ALCA fue derrotado. De que pudimos pensarnos en una Nuestramérica con un proyecto común, pero también el imperialismo no se quedó quieto y siguió avanzando, recurrió a los golpes de Estado, recurrió a gobiernos con nuevas derechas de cortes más populistas, recurrió también al Fondo Monetario Internacional para poder dominar nuestras políticas y también detener un poco el auge del movimiento desde abajo.
Vale decir, y cabe destacar, que en estas en estos últimos tiempos el movimiento social, los movimientos sociales, los movimientos políticos han sido fuertemente influidos y están siendo influenciados por el movimiento feminista, por el movimiento del disidente. No es cualquier cosa el movimiento que las compañeras han planteado, al conjunto de las organizaciones sociales, y como así irrumpió en los en los ’90, el movimiento zapatista planteando una desburocratización, una democratización de las organizaciones sociales, o de las organizaciones políticas o de la izquierda en general, el movimiento feminista viene e irrumpe con el sentido de despatriarcalizar las relaciones hacia el interior de las organizaciones sociales y políticas. En este sentido, es importante este cambio que estamos viviendo hoy dentro de las organizaciones sociales a partir de la fuerte influencia que tiene el feminismo en general, que nos hace hasta pensar las formas organizativas en las cuales llevamos adelante nuestra militancia.
No podemos dejar de lado también que estamos hoy viviendo, luego de la pandemia, de una avanzada fuerte de las derechas, un momento de fuerte reflujo en nuestro país, con algunas resistencias puntuales, pero de fuerte reflujo del movimiento social, del movimiento de trabajadores de la clase trabajadora. Al mismo tiempo, se vive una fuerte crisis económica, social y política, con niveles de pobreza que no habíamos vivido hace algún tiempo. Las clases medias están siendo empobrecidas y, al mismo tiempo, vemos un avance del capitalismo que hoy depreda nuestro hábitat. Los lugares donde vivimos, avanzan con el saqueo. A partir de la minería, por ejemplo en la Argentina estamos hablando del litio, la producción del hidrógeno verde, el oro, etc, como también, la agroindustria a partir de la soja, del maíz transgénico que va avanzando y, en este sentido, esto no está alejado de resistencias que se dan en los territorios.
Es así como el avance del capitalismo está produciendo también resistencias desde abajo que nos hacen pensar en sujetos, en sujetas, en sujetes que van a irrumpir en esa nueva etapa que estamos hoy viviendo. Es así como vemos pueblos que salen a resistir, vemos movimientos ambientalistas que salen a resistir.
Para que se tenga en cuenta, el capitalismo está avanzando de una manera como nunca hemos visto en cuanto al medio ambiente, en cuanto al avance sobre nuestros niveles de vida, sobre la precarización de la vida en general, y nos une a los distintos sectores de la clase trabajadora, a los distintos sectores del pueblo en los cuales nos hace hoy poder pensarnos a quienes trabajamos en el Estado, a quienes trabajamos en una fábrica, y a quien trabaja la tierra en un sector alejado de Nuestramérica.
A partir de que todes somos víctimas de un sistema que avanza sobre la explotación de nuestros territorios y sobre la precarización de nuestras vidas, es que tenemos un fuerte desafío, teniendo en cuenta, lo que mencioné anteriormente, el momento de reflujo. En este contexto, estamos resistiendo con nuestras construcciones y con nuestras experiencias. Nos interrogamos sobre cómo hacemos para que a partir de esta resistencia que estamos llevando y esta relación de resistencia que hacemos contra el capitalismo, para generar los lazos e ir pensando en una forma necesaria radicalización de los proyectos emancipatorios de Nuestramérica.
Hoy por hoy tenemos distintas experiencias en diferentes lugares, con colores, y nombre diversos. Pero hoy nos falta un lugar donde podamos sintetizar esas experiencias y podamos llevar adelante un proyecto de cambio social necesario que termine con el capitalismo, que termine con el patriarcado, que construya un socialismo que pueda responder a las necesidades de las grandes mayorías populares.
Pero para eso tenemos que superar esta etapa que hoy es de resistencia y que seguramente nos tienen que encontrar mejor parados para que no pase, como pasó lo de Chile. Es decir, cuando algún sector irrumpa o salte el molinete podamos estar en mejores condiciones que en el 2001 para poder proponer un cambio social, o estar más cerca de un cambio social tan necesario para resistir la avanzada de la barbarie capitalista.
Retomo esta idea del no espontaneísmo. Se trata de recuperar la memoria histórica, lo aprendido, las experiencias, que nos permiten a partir de ese acumulado irrumpir en experiencias nuevas, novedosas. Pero esa novedad tiene que ver con un acumulado histórico, político y con una praxis concreta. La historia del movimiento de trabajadores y trabajadoras, en general, me parece que nos ha aportado esto que defendemos. Por lo menos todos lo que estamos acá y muchos que nos relacionamos políticamente, que es apostar a la construcción de organizaciones democráticas y desde abajo, con una fuerte discusión, debate, siendo la asamblea un órgano de construcción colectiva. Esto tiene que ver con un acumulado histórico y tiene que ver con defender una historia que nos pertenece y que es colectiva.
Acerca del desafío es algo que dijimos acá y que tiene que ver con la necesaria construcción de síntesis, de unidad, de avanzar hacia aquel lugar que nos permita pensar un proyecto político. Darle carne y vida a un proyecto político emancipatorio, revolucionario, socialista, feminista por el cambio social. Me parece que ese es el gran desafío que tenemos.
En tanto que los límites que hoy tenemos es asumir que somos todos una partecita de ese cuerpo rengo, de que somos una partecita necesaria de ese proceso de unidad y me parece que en ese asumir nos tenemos que asumir al otre también como necesario. Me refiero a las otras organizaciones que trabajan con sujetos a los cuales nosotros no llegamos desde nuestras organizaciones, y empezar a discutir esto para no caer en qué sector de la clase es el sector más importante en un proceso de radicalización.
Con el grado de fragmentación que tenemos son hiper necesarios y en ese sentido tenemos que avanzar hacia allá, construir con las organizaciones territoriales, con las organizaciones sociales, con las experienciasw de sindicalismo alternativo que se están dando, del sindicalismo antiburocrático, democrático, con las organizaciones ambientalistas, con organizaciones campesinas y aprender esto del movimiento feminista que fue capaz de construir desde lo diverso y darse espacio de síntesis y de unidad y de poder avanzar, en un sentido. Me parece que es una parte importante donde nosotros tenemos que ver para aprender. Digo nosotres como organizaciones sociales, como como militantes.
Nos falta una fuerte formación política, en particular, a la base las organizaciones para que no seamos las militancias las cabezas de las organizaciones, ni los referentes. Tenemos que generar una fuerte camada de nuevas referencias surgidas desde las bases, y me parece que es un desafío en el cual tenemos que ponerle todo para no esperar el molinete sino para tener ya construido. De tal manera que no tengamos que esperar como decía el Che, que las condiciones se den, si no que tenemos que dar ese empujón necesario para avanzar hacia la revolución.
En ese sentido, me parece que el desafío fundamentalmente que hoy tenemos es respetar al otro y ver cómo hacemos para para discutir, y el otro punto es la formación de nuevas camadas militantes. En relación a las pistas de articulación yo creo que es un proceso que está alargando, que si bien tiene historia pero todavía se puede llegar a confluir mucho más, después hay experiencias, por ejemplo, en el terreno sindical, que son las experiencias por los menos aquí yo conozco, las experiencias multicolores dentro de la docencia que han logrado articular desde lo diverso, inclusive superar las experiencias de las organizaciones de izquierda tradicional. Tienen en cuenta en muchos casos construcciones más allá de las experiencias que tienen que ver con agrupaciones vinculadas a partidos. Otra experiencia que nombraste es autoconvocatoria, que me parece que es un proceso interesante en ese sentido. Otro espacio que me parece hiper necesario de encuentro es Memoria, Verdad y Justicia, y espacios que tengan que ver con la referencia de Derechos Humanos sobre todo cuando muchas organizaciones de Derechos Humanos fueron cooptadas e incorporadas a la lógica estatal, me parece que una recuperación de estos espacios es hiper necesario y hay que avanzar hacia ello, y otro es el movimiento femi disidente que nos da clases en ese sentido, me parece que la articulación en ese sentido está a años luz de las articulaciones que podemos tener en otros sectores.
PRESENTACIÓN DE MARÍA CARLA RODRÍGUEZ:
TRANSCRIPCIÓN
Muchas gracias por la invitación y por este desafío de hacernos pensar estos temas sustantivos. Yo quiero empezar comentando, porque una se piensa a partir de lo situado, que además de profesora de la UBA e investigadora del Conicet, soy militante del MOI, una práctica orientada a desplegar material y simbólicamente el cooperativismo autogestionario, en un contexto de privación estructural del acceso a la tierra y un hábitat digno que involucra a vastos sectores de nuestro país y nuestro continente
Se trata de una experiencia particular, donde los que venimos de la universidad pública nos ponemos juntos, como parte, a construir el movimiento social, buscando recrear esta continuidad de la consigna histórica del Cordobazo, de “obreros- trabajadores- y estudiantes, -universidad pública-, unidos adelante”.
Creo que esta va a ser una larga marcha, que nos encuentra en medio de grandes peligros, porque es un momento de reconversión y ofensiva del capital, de fortalecimiento de su poder, tanto en lo global como en lo local. Así en lo económico, como en lo político y lo cultural. El capital acelera una ofensiva que, cada vez más, atenta y subsume todas las formas de vida y energía – humana y no humana- dentro una lógica concentradora y depredatoria. Y es un proceso, en mi comprensión, donde la batalla cultural, este desafío de poder pensar juntos y desarrollar colectivamente nuestra razón, nuestro pensamiento junto con las emociones, las capacidades creativas, es prioritario. El gran campo de batalla es la conciencia colectiva y las conciencias individuales para plantar refugios de resistencia y desarrollo de la soberanía popular.
Por ejemplo, una camina por la calle y se encuentra afiches que dicen “maldita inflación” y un tema de comprender es que la clase dominante se vuelve, en apariencia, cada vez más lejana, más abstracta, más incorpórea, más acolchonada por mediaciones, de modo que, a las mayorías, se les hace más difícil identificar sus personificaciones, y esto, efectivamente, facilitado con una red de complicidades de burocracias sindicales, políticas e intelectuales, porque la organización de la producción del conocimiento desde todos estos actores, que visibiliza (o no) realidades y apuntala decisiones, su burocratización y su mercantilización, es una parte significativa del proceso de dominación cultural.
Del mismo modo que se construyen un conjunto de encerronas, como la trampa del posibilismo, que logra eficazmente la fragmentación, los enfrentamientos internos, y también algo que yo creo que es muy peligroso, que es la acentuación de esas distancias sociales y mundos simbólicos que parecieran inconmensurables, entre los distintos sectores mayoritarios -pero con características, trayectorias de organización e historias diversas- que el capitalismo eficazmente fragmenta y separa, como tan clarito lo planteaba Rodolfo Walsh. “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas.”[1]
El trabajo humano es, como siempre el campo de batalla privilegiado de esta lucha material y simbólica-. La articulación de sus mundos, efectivamente, en nuestra experiencia de la Central de Trabajadores de la Argentina, tuvo y tiene que ver con la necesidad de gestar herramientas para reunificar a todas estas expresiones de la clase trabajadora. El trabajo formal, con sus distintos nichos, los mundos del trabajo precario, también las formas cooperativas y autogestionarias que son prefiguraciones, precisamente, de la construcción de relaciones sociales solidarias sin patrones, sin explotación, de trabajo desalineado que, permanentemente, a partir de ese florecimiento que experimentaron al calor de la crisis del 2001 en Argentina, han sido obstaculizadas, invisibilizadas. Pero también, del trabajo reproductivo de la vida y sus cuidados, que el movimiento feminista, sacó a la luz pública, y que es parte del trabajo socialmente necesario para la reproducción social…tanto como esas otras resignificaciones y formas de comprender y actuar la reproducción social de la vida que nos vienen ancestralmente de las pueblos originarios y sus modos comunitarios. ¿Cómo reagrupar este arco?
Entonces, claro, la lógica del capital separa material y simbólicamente estos dos mundos – el pluriverso del trabajo y el universo de los propietarios de los medios de producción- y el desafío es la rearticulación popular, nuestro reagrupamiento. Ciertamente, y esto lo hemos discutido mucho desde el 2001, cuál es la noción de autonomía que construimos y por ende de soberanía popular.
Los Estados-nación, son un gran campo de batalla porque han sido en los últimos 50 años un instrumento privilegiado del capital para reconstruir su ofensiva sobre la vida humana y no humana, para destruir las capacidades de autonomía y resistencia, para arrasar, a dos puntas, las experiencias que tenemos que superar pero que también han sido parte de la larga marcha de la clase trabajadora, del socialismo realmente existente y, también, las experiencias distributivas de los Estados de bienestar.
El capital, actualmente necesita de los Estados neoliberales, para promover constantemente sus nuevos procesos de acumulación y neocoloniaje en nuestro continente y a lo largo del planeta. Constantemente despliega nuevos cercamientos de la tierra, el agua, la energía, el espacio aéreo, virtual y todo cuanto pueda mercantilizar. Por eso los Estados, y la disputa por el gobierno de los Estados, es algo que no podemos dejar de lado, que es parte de los desafíos que hay que abordar.
Quería hacer una mención rápida, porque afecta a la construcción de nuestras subjetividades populares, el papel que juegan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, no solo para el proceso de valorización del capital, sino por el efecto, precisamente, sobre la comunicación popular que tienen el WhatsApp, el Facebook…cómo desde el punto de vista del capital, esa circulación tiene que ver con la imposición de un nuevo relato del final de la historia, porque fragmentan la temporalidad y la hacen ver y vivir como un presente continuo, porque naturalizan el imperio de las fakenews, y conducen a no poder distinguir lo verdadero y lo falso. Todo es lo mismo y, en ese acto, se mata la perspectiva de futuro, de utopía y se ataca el corazón de la batalla cultural que nosotros desde los movimientos sociales, desde la reconstrucción de la izquierda en una perspectiva emancipatoria, necesitamos imperiosamente reconstruir.
Entonces, a veces yo converso con estudiantes y cooperativista, que la fuerza cultural del capitalismo resulta tan arrolladora, que nos resulta más fácil imaginar la destrucción del planeta, por esta condición depredatoria de la economía, por los efectos del cambio climático que observamos, y que ese final podría ocurrir en un horizonte no tan lejano. Es más fácil imaginarse el fin del mundo, que imagina la caída del capitalismo y su sustitución por otro arreglo societal, por el advenimiento del socialismo que seamos capaces de construir.
La lectura del momento actual, de la fenomenal crisis civilizatoria, muestra la vigencia de esta perspectiva marxista, que nosotros desde distintas vertientes hemos asumido, aprendido, que recreamos, y que no solamente desde la racionalidad, sino desde el sentido de humanidad que hay allí, proponemos. La teoría marxista es muy clara, desde ahí fácilmente comprendemos el papel de la guerra actual en Ucrania, en el sistema mundo, y también podemos comprender por qué están adviniendo estas formas culturales más retrógradas de extrema derecha – y su anclaje popular- todos procesos que tienen que ver con la compleja manifestación de la decadencia del imperio americano y los peligros de una transición de final abierto. Una transición que puede adquirir formas genocidas horribles, o que nos desafía, desde el campo popular y desde las izquierdas, en particular, a pensar la transición, como toda crisis abierta, hacia un nuevo horizonte sistémico.
Entonces, ¿cómo pensar y sentir? ¿Cómo actuar nuestros desafíos como movimiento popular en esta trayectoria, aquí, desde Argentina? ¿Cómo día a día ponemos el granito de arena para constituir subjetividades antisistémicas? Nosotros, yo por lo menos, cuando digo “yo” en realidad pienso que uno está atravesado por muchas voces, y entre ellas, las de los contextos colectivos donde construye su militancia cotidiana, pero quiero repasar algunas cuestiones que hacen al desafío de construir un “hacia donde”, un sentido que nos permita cultivar sistemáticamente encuentros, prácticas, producciones, conceptos, imaginaciones, para encaminarnos hacia un horizonte socialista.
Uno de ellos tiene que ver con la reconstrucción necesaria del internacionalismo de los pueblos, y aquí desde donde estamos situados, con la perspectiva de la unidad latinoamericana como el “desde donde” hacia esta integración planetaria, y también con el hecho de que los movimientos socio territoriales actuamos y necesitamos fortalecer y desplegar este internacionalismo, porque el capitalismo actúa multiescalarmente y, entonces, eso nos invita también a revisar las orgánicas internacionales que hemos construido. En mi caso en particular, con el MOI, desde la experiencia de la Secretaria Latinoamericana de la Vivienda y Hábitat Popular (la SELVIHP) o la Coalición Internacional del Hábitat (la HIC), pero todas las orgánicas que existen en nuestro continente, como ALBA Movimientos, las orgánicas de la clase trabajadora formal, cómo vamos construyendo , procesando mientras practicamos, un balance de este desarrollo y los desafíos que tenemos planteados, como por ejemplo, la relación de esas orgánicas internacionalistas con las practicas nacionales y locales en la acumulación de poder popular o cómo es la necesaria autonomía que resulta necesario construir desde los movimientos en su relación con los gobiernos populares y de qué modo caminamos, concretamente, hacia una institucionalidad regional popular latinoamericana, la Patria Grande, que procesando la historia, supere y trascienda los marcos internacionales de coordinación regional vigentes, para reunificar y potenciar, lo que los sucesivos coloniajes, fraccionaron.
Otro tema fundamental es la integralidad. Como desarrollamos, procesamos y aprendemos en la resistencia al capitalismo neoliberal, como nos centramos en una perspectiva del respeto y desarrollo de la vida como hilo conductor de la práctica política, Esto va directamente de la mano de revisar las praxis y desarrollar las prácticas de ejercicio y reflexión de la participación sustantiva y de la pedagogía del encuentro, para transitar las permanentes contradicciones que se nos presentan en el seno de los sectores populares y entre las organizaciones y movimientos para, efectivamente, encontrar la forma de asumir la diversidad y practicarla como potencia. Creo que son tiempos de desarrollar mucho el arte de procesar los conflictos como parte del ejercicio de una política revolucionaria.
La interseccionalidad entre clase, género, etnia y generación creo que todos lo venimos aprendiendo y que nos atraviesa a los movimientos de los sectores populares en tanto sujetos encarnados, desde nuestros padecimientos, que es necesario entenderla y caracterizarla con la mayor amplitud y paciencia, y poder escuchar los modos en que se sitúa ese entramado de atravesamientos en cada una de las experiencias que llevamos adelante para desplegar de manera acertada nuestras propuestas.
Un nuevo clasismo, es un clasismo que conjuga la diversidad y que asume la complejidad, que hace de todes los aprendizajes de los feminismos populares, la recreación cultural de las tradiciones de los pueblos originarios, la posibilidad de escucharnos, dialogar y proyectar entre generaciones. Creo, y esto en el campo del hábitat/habitar se ve muy fuerte, que es necesario también practicar una jerarquización y defensa de la comprensión de lo común – empezando por nuestra Tierra – y de los bienes comunes, desde los mojones que son nuestras prácticas completas, por ejemplo: discutir a fondo la hegemonía de la propiedad privada desde las experiencias prácticas, las políticas y las instituciones. Promover las formas de propiedad comunitarias, colectivas, cooperativas, tanto sobre los medios de producción como sobre el acceso a la tierra urbana y rural. La propiedad privada de los medios de producción es la llave maestra de la reproducción del sistema capitalista y piedra angular de la batalla contracultural: hay que cancelarla, material y simbólicamente, de porciones crecientes de nuestra experiencia humana. Por ello, parte de los desafíos, es ayudar a conocer, articular y visibilizar cientos de prácticas que existen en el continente y que construyen, día a día, sentido desmercatilizador. Entonces ahí también aparece el sentido de dar vuelta y reapropiarnos de las redes, de las nuevas tecnologías de reconectarlas para acercarnos entre los territorios de resistencia antisistémica
Creo que estamos a tientas, pero desarrollando una epistemología de las articulaciones, y que nuestra actualización teórica, sin calco ni copia, como decía Mariátegui, apoyada desde nuestros ensayos y experiencias, precisa del desarrollo y la apropiación de una concepción del conocimiento encarnada y articulada con mucha racionalidad, pero también sentipensante, capaz de expresar lo que acertadamente decía Frei Betto: “Socialismo es el nombre político del Amor”.
Entonces creo que la construcción política tiene que avenirse a desplegar esta reterritorialización de las resistencias. Estamos en un momento de reflujo y, sin embargo, tenemos que construir con lógica propositiva, no con lógica autodestructiva, ni suicida, o falsamente omnipotente, pero con lógica propositiva. Una ofensiva orientada hacia el horizonte de lo que sí queremos, afirmándonos en los mojones de nuestras prácticas cotidianas.
Comparto lo que planteaba Arturo Gómez respecto de la complejidad que hemos atravesado los movimientos socio territoriales, en particular enfatizando que el movimiento piquetero se ha ido instalando, estructuralmente, en un rol mediador y administrador. Se lo quiere en el ejercicio de un monopolio de la gestión de la pobreza, para tramitar la conflictividad de los sectores populares crecientemente excluidos, como vectores territorializados del disciplinamiento social.
Todos los días vemos como, de forma permanentemente, desde el poder establecido, se ubica al movimiento social en situación de tener que gestionar barreras entre pobres, integrar a fracciones, tomar decisiones de inclusión y exclusión y es un gran desafío la construcción de alternativa política para poder quebrar esa lógica y transformar esos límites institucionales, materiales y culturales.
Por mi experiencia práctica estoy convencida, y por lo que venimos transitando no sólo en Argentina sino, por ejemplo en la red de las SELVIHP, que el aporte que hace la perspectiva del socialismo autogestionario y comunal, es construir propuestas que construyen subjetividad antisistémica, al materializar arreglos sociales basados en el trabajo sin patrón, encadenados de la economía bajo lógicas solidarias, formas de propiedad colectiva, bienes de uso necesarios para la vida y prácticas de reunificación de la lógica del trabajo manual y del intelectual. También al interpelar al Estado para proponer constantemente la transformación de la institucionalidad y reflexionar sobre esto, desde una noción de integralidad, que de esa manera también contribuye a conceptualizar y a experimentar, de una manera más integrada, las dimensiones productivas y reproductivas de la vida y del trabajo. De este modo, se impulsan procesos de desalienación sobre el trabajo y sobre las prácticas del habitar, donde el grueso de los trabajadores – formales, informales, precarios y capas medias- también padecen lo que es el efecto – menos reflexionado- de la alienación residencial, que es la pérdida de capacidad de decisión respecto de donde y como habitamos, producto de la hípermercantilización del suelo bajo la especulación inmobiliaria. En este sentido, el hábitat, tal como lo aprendimos con las perspectivas feministas, es tan importante- y va a la par y debe ser leído- de una manera integrada y como un componente más de la producción.
Me parece importante resaltar, junto con esta necesidad de tener una recuperación y una recreación del pensamiento histórico, el gran desafío que es, entonces, entramar generaciones con la noción de militancia y el proceso individual, personal y colectivo de formación de militantes en las organizaciones, Ahí es donde me parece que viene el desafío de enhebrar el hilo de la reconstrucción de la historia, entendida como historia viva que nos permita construir políticamente y, al mismo tiempo, esa misma recreación habilita que aparezcan algunos elementos novedosos, cuando acertamos a leer los desafíos del presente.
En términos de las búsquedas de la articulación con sentido transformador, a mí me interesaba también compartir que nosotros venimos desde el MOI, junto con otros compañeros, desde el año 2016, impulsando un tipo de construcción unitaria que es la experiencia del Colectivo de Organizaciones de Habitar Popular. Nos reunimos en diciembre de 2016, a instancias del compañero Carlos Chile, movimientos que somos de izquierdas, que somos parte de la experiencia histórica de la CTA, como es el caso del Movimiento Territorial Liberación, repudiando lo que era en aquel momento, en diciembre de 2016, el encarcelamiento de Milagros Salas, y a nosotros nos pareció fundamental repudiar el encarcelamiento de luchadores políticos, pero también les planteamos a otros compañeros que estaban aquí, que venían más del proceso del kirchnerismo, como Los Pibes, y la FTV unirnos con una perspectiva que surgía de analizar la propia práctica: cuando a Milagros la encarcelan, el periódico la Nación, escribe que Milagros estaba construyendo un Estado paralelo. Por sus fortalezas y no por sus imperfecciones fue encarcelada. Entonces nosotros discutimos ¿unidad hacia dónde? La perspectiva autogestionaria y la capacidad de manejo de los recursos del Estado en la profundización de los niveles de autonomía para tomar en nuestras manos las políticas de hábitat. Ese es el horizonte autogestionario y la experiencia el Colectivo asumió una búsqueda, mediante el impulso de un marco normativo nacional, que actualmente seguimos impulsando, hasta que sea Ley, movimientos que tenemos una diversidad interesante, incluso con tensiones y contradicciones entre sí, pero que hemos ido encontrando formas para poder debatir entre nosotros y empujar una herramienta, que no la entendemos solo como una herramienta de política sectorial, sino con parte de esta discusión integral respecto del orden social.
Una consideración respecto del movimiento ambiental, como se dijo acá, está protagonizado por las generaciones más jóvenes y nosotros tenemos que encontrarle la vuelta para conectar con esas nuevas camadas militantes. Y con respecto a la reconversión del capitalismo, yo creo que el plano cultural es una batalla fundamental y, entonces, frente a la recreación de la ideología del fin de la historia y el pensamiento anti político, la formación política, el reconocimiento de la politicidad desde lo cotidiano y la contracultura es una dimensión crucial de la praxis actual.
Entonces lo último que quiero decir, es que nosotros si necesitamos nuevas construcciones políticas que incluyan lo electoral como parte de la pelea por el gobierno de los Estados, pero que lejos de subordinar los otros planos de la construcción a esta capa de la política, tenemos que poder desarrollarlos sistemáticamente, sin domesticarlos, sin subordinarlos, apuntando a la construcción de experiencias locales de poder que, como decía el compañero que me precedió, nos ayuden a estar listos en la próxima fluctuación… cuando alguien salte el molinete, que seguramente alguien lo va a saltar… y contribuyendo a que esta vez, sí, “sea posible que se quiebre el círculo…» , En eso estamos y esto quería compartir.
[1] Extraído de “Periódico de la CGT de los Argentinos”. Colección Completa. Números 1 al 55. Mayo de 1968 – Febrero de 1970. www.cgtargentinos.org . Junio de 2006.
PRESENTACIÓN DE GUILLERMO CIEZA:
TRANSCRIPCIÓN
Buenas noches, muchas gracias por la invitación. Mientras mantenemos este intercambio hoy ha ganado las calles una gran movilización de la Unidad Piquetera con miles de personas en Buenos Aires, y cortes de ruta en distintos lugares del país. Por lo que ha ocurrido en los últimos tiempos y por lo que ocurre hoy, me gustaría abordar esta charla cuyo título es «Los movimientos sociales, el movimiento popular, el sujeto para la revolución», comenzando con una referencia sobre los movimientos territoriales de mediados de los 90, la mayoría de los cuales derivaron posteriormente en organizaciones piqueteras.
La novedad y las continuidades en el nacimiento de las organizaciones piqueteras.
El surgimiento de estas organizaciones territoriales, y de las organizaciones piqueteras, tiene que ver con una nueva realidad social, que se planteó en el país, que se puede medir estadísticamente: en el año 1975 teníamos un 3% de desocupación, después de la dictadura, ya en los años ‘90 la desocupación había trepado al 20%, había crecido también un importante sector de trabajadores no formales, en negro. Era un país que cambió. Sin embargo, la pregunta es ¿por qué pasó esto en Argentina y no pasó lo mismo en otros países donde estos cambios en la ocupación fueron parecidos?
Creo que la respuesta hay que buscarla en el pasado. Nosotros tuvimos en la Argentina un movimiento obrero poderoso, con una gran trayectoria de lucha, y esa es la explicación de la rápida organización del movimiento piquetero. Si miramos un poquito más de cerca, vamos a ver que los lugares donde aparecen las expresiones más radicales del movimiento obrero en los años 70, son los mismos donde van a crecer las organizaciones piqueteras más avanzadas a fines de los 90 y principios del 2000. Incluso hubo algunos militantes que tuvimos actuación gremial en los 70, que participamos en los nuevos movimientos territoriales. Es decir, hubo lazos de continuidad. Quiero insistir en este tema de los lazos de continuidad.
El movimiento piquetero hereda la experiencia de luchas obreras de los años 74-75, que fueron extraordinarias no sólo por su masividad, con récords mundiales de trabajadores en conflicto, sino por lo cualitativo. Porque allí tenemos experiencia de control obrero, de fábricas recuperadas, de bajas programadas de producción, procesos asamblearios muy interesantes, iniciativas como fueron las coordinadoras intergremiales, que se construyen al margen de la burocracia sindical, con participación de los cuerpos de delegados y las comisiones internas. Hubo un desarrollo del poder obrero en aquellos años,»74 y 75″, y en los nuevos movimientos territoriales empiezan a aparecer expresiones de poder popular, que como decía Arturo Gómez Barroso, son pre-figurativas de una nueva sociedad, con experiencias muy valiosas en lo cultural, lo educativo y lo productivo.
Sin embargo, esos nuevos movimientos asentados en lo territorial, tienen algunos problemas que son los mismos que tuvimos en los años 70. Y esos problemas tienen que ver con la incapacidad de construir una alternativa política que capitalizara la crisis de hegemonía que se había planteado en el país. Es decir, se repite el hecho de que el movimiento popular, que generan grandes ofensivas de lucha, genera una crisis política que no puede capitalizar.
Tratando de repensar por qué tropezamos con la misma piedra, aparecen varias cuestiones. Una de ellas, desde mi punto de vista, tiene que ver con cierto encandilamiento con la novedad.
Cuando se hace referencia a los nuevos movimientos piqueteros se insiste en su novedad, en las cosas nuevas que aportaron. Es cierto, trajeron cosas muy nuevas. Empecemos por lo básico, un sector que cierta tradición de izquierda caracterizaba como » lumpen», pudo organizarse y dar grandes enfrentamientos contra el gobierno y el sistema, y hasta aportar a generar una crisis política de dominación. Es decir, hay una novedad extraordinaria en el movimiento piquetero. Pero el movimiento piquetero fue mucho más que novedad. Y tampoco fue huérfano. Su padre y su madre fueron el movimiento obrero y también las luchas de los asentamientos. La reivindicación de la orfandad, de suponer que era un proceso que no tenía nada con lo anterior nos metió en un embrollo aún peor, que fue el de la reivindicación de la esencialidad del sujeto piquetero. De pronto se llegó a afirmar que había aparecido un sujeto que por sus propias cualidades esenciales nos iba a resolver todos los problemas para hacer una revolución. Y allí nos metemos en un pantano.
Me interesa discutir en el movimiento piquetero estos razonamientos que conducen al esencialismo, porque cuando vuelven a repetirse y la discusión se hace con otros sujetos o sujetas que están en la cresta de la ola, se hace más difícil.
Creo que el problema es siempre el mismo, el del encandilamiento con la novedad. Y pienso que la idea de valorar la ruptura con los procesos anteriores, de no querer hacernos cargo de nuestro pasado, tiene una matriz eurocéntrica.
En Europa el pasado inmediato de la izquierda era la decepción que dejó la socialdemocracia, y el proceso de burocratización de la Unión Soviética. Pero en nuestro país, en Argentina, nuestro pasado era un proceso de ofensiva popular a finales de los 60 y principio de los 70, donde el pueblo en lucha mandamos de vuelta a los militares a los cuarteles, y creamos una crisis política hegemónica, que no pudimos capitalizar. Estuvimos cerca de dar vuelta la tortilla y esa derrota nos costó 30.000 desaparecidos. Esa es nuestra historia, esas son nuestras mochilas, y de ese pasado nosotros no nos podemos avergonzar.
Rodolfo Walsh decía que “nuestra clase dominante ha procurado siempre que los trabajadores no tengan memoria”. Entonces la primera preocupación que quiero plantear tiene que ver con reivindicar la novedad, pero ojo, miremos las continuidades, porque las continuidades nos ayudan a recordar viejos problemas.
El tema de generar una alternativa política que capitalice las crisis de hegemonía es un problema viejo, no es un problema nuevo. Es un problema que tuvo la generación de los 70 y que va a volver a reaparecer.
Prestar atención a las continuidades nos aporta también comprensión más sencilla y más clara de los procesos del movimiento piquetero.
Si nosotros miramos los procesos del movimiento obrero posterior al año 55 vamos a ver que, en principio, las resistencias peronistas vinculaban la lucha sindical con la intención de voltear al gobierno, para traer de vuelta a un gobierno popular, que en ese momento se sintetizaba con la vuelta de Perón. Pero ya en los 60, empieza a aparecer un sector del gremialismo que plantea que «nosotros somos factor de poder con cualquier gobierno, y lo importante es mantener el control de los sindicatos que nos dan capacidad de negociación», aparece otra corriente sindical que plantea «ladrar para negociar», es decir sólo amenaza con la lucha si ve afectadas sus conquistas sindicales, o los convenios, y por último, otro sector que mantiene una actitud combativa proponiendo «defender los intereses de los trabajadores” pero ya disociándolo de una perspectiva de tener un gobierno popular.
Si nosotros analizamos el movimiento piquetero vemos que aparecen también los tres sectores. Un sector se considera factor de poder y en realidad negocia con quien sea, se llevaron bien con Macri, se llevan bien con este gobierno y se van a llevar bien con el próximo. Otro sector prefiere negociar, pero sale a luchar cuando el gobierno le rompe los acuerdos, y un tercer sector combativo, que está en la calle, que defiende en forma inclaudicable los intereses corporativos de sus bases, pero al que le cuesta cada vez más vincular su lucha con proyectos políticos de poder.
Un repaso histórico
Haciendo un repaso histórico de las cosas que nos pasaron en los movimientos populares, podemos ver que la escasa participación que tuvieron los partidos de izquierda y las centrales sindicales en la rebelión de 2001, mereció fuertes críticas. Hay distintos trabajos sobre ese tema. Creo que esa crítica tendría que haber sido más precisa, incluso reconocer, por ejemplo, que la CTA en los días previos al 19 y 20 de diciembre de 2001 hizo una gran movilización en La Plata que fue reprimida. También me parece que no es lo mismo criticar la inserción social que tenían algunos partidos, o la disociación entre su base de activismo y su dirigencia, que concluir que su escasa participación se debía que estaban organizados y que tenían intención de intervenir políticamente.
Creo que la crítica se bastardizó y sirvió para promover posicionamientos que ponían énfasis en la antiorganización y la antipolítica.
Esas posiciones llegaron y tuvieron influencia en el movimiento piquetero, pero no creo que hayan surgido allí. Por el contrario, siempre se reconoció en el movimiento piquetero que hubo organización y continuidad allí donde existieron núcleos militantes organizados previamente. Se comentaba la experiencia de Cutral-Có donde ocurrieron luchas iniciales muy fuertes, pero donde no quedó organización. Se las contrastaba con la experiencia de zona sur del conurbano y las de Mosconi, Tartagal y Jujuy, donde existieron previamente núcleos militantes de origen sindical y se consolidaron organizaciones piqueteras.
La idea de que las organizaciones piqueteras eran fruto de la magia o del espontaneísmo no tenía fundamento histórico. Quien se animara a hacer un recorrido de los orígenes de las organizaciones no vinculadas a los partidos de izquierda, podría advertir que hubo una mutación de núcleos militantes que a partir de la segunda mitad de los 90 estaban en los territorios y buscaban la mejor forma de desarrollar un trabajo organizativo con los marginados, y que años después derivan en organizaciones piqueteras. A modo de ejemplo, en el año 97, con algunas de esos pequeños grupos militantes armamos el Encuentro de Organizaciones Sociales que en sucesivas plenarias llegó a reunir alrededor de 200 pequeñas organizaciones. Estas organizaciones no cortaban rutas sino que promovían comedores, huertas comunitarias, bibliotecas, apoyo escolar, talleres infantiles, cooperativas de trabajo, etc.
Años después nos volvimos a encontrar con muchas de esas organizaciones convertidas en organizaciones piqueteras.
Las posturas que llegaron al movimiento piquetero planteando el asambleísmo extremo y la antipolítica, haciendo una lectura bastante forzada del neozapatismo, tuvieron incidencia en algunas organizaciones piqueteras a partir de 2001, pero ya para los años 2004, 2005 se impone una reflexión sobre nuestra propia historia y aparecen distintas organizaciones que empiezan a plantear algún tipo de organización más compleja y se empiezan a reivindicar al cuestión de la multisectorialidad. Se empieza a reconocer que aun considerando a los movimientos piqueteros cómo los más dinámicos en la coyuntura, si no apelábamos a un sujeto plural que incluyera a los estudiantes, a los trabajadores, a los vecinos de los barrios populares que no son desocupados, no había ninguna posibilidad de cambio.
Con esa perspectiva superadora surgen algunas organizaciones. El Frente Popular Darío Santillán, nacido en 2004 fue una de las primeras organizaciones multisectoriales, años después surge La Brecha y en 2010 el MULCS. Desde otros orígenes políticos también surgían otras propuestas que se propusieron perfilar una alternativa política como fue el caso de la CTA y Proyecto Sur. Lo cierto es que ninguna de esas propuestas llegó a concretar una alternativa política, apenas esbozos.
A partir del conflicto por la ley 125, en que se genera un conflicto entre el gobierno y la Comisión de Enlace, se empieza a generar en amplios sectores de la militancia popular un acercamiento al kirchnerismo, con el argumento de defender las medidas progresistas del gobierno e impedir que el macrismo se impusiera en las elecciones. La apuesta de derivar todos los esfuerzos acumulados para sumarse al kirchnerismo, fue una apuesta equivocada. Pero también debe reconocerse que quienes teníamos otros horizontes fuimos incapaces de construir una alternativa política a partir de las experiencias más avanzadas. Un movimiento político con acuerdos programáticos y con capacidad de dar batalla en todos los terrenos, incluido el plano electoral. Algo que sí hicieron los partidos de origen trotskista que conformaron el FIT.
Siguiendo con este repaso histórico, el macrismo siguió aportando a la fragmentación de las organizaciones piqueteras, pero también en ese período emerge un nuevo sujeto social con una poderosa fuerza disruptiva. Me estoy refiriendo al movimiento de mujeres y disidencias. Esas nuevas sujetas hacen enormes aportes a la conciencia popular, pero también entonces, aparece la trampa del encandilamiento con la novedad, la reivindicación de la orfandad y del carácter esencial de las nuevas sujetas.
Para el movimiento de mujeres y disidencias también cabe la aclaración de que no son producto de la magia, ni nacieron de un repollo. El movimiento social antecesor territorial-piquetero estaba integrado mayoritariamente por mujeres de los barrios populares que recuperaron su autoestima movilizando en las calles por trabajo y reconocimiento de sus derechos. El movimiento de Mujeres venía reuniéndose masivamente desde hacía más de 30 años y había compañeras militantes de los movimientos piqueteros y el activismo sindical, que venían transitando esas experiencias desde el principio. Las compañeras del Darío Santillán, por ejemplo, se juntaban todos los 26, cuando se cortaba el Puente Pueyrredón pidiendo Justicia por Darío y Maxi.
Hago estas referencias e insisto en observar las continuidades, porque como los sujetos sociales más dinámicos cambian, puede ocurrir que estas confusiones reaparezcan. Hoy advierto por ejemplo que ha crecido la preocupación en las y los jóvenes por las luchas ambientales. Quizás los movimientos ambientales se conviertan en el nuevo sujeto dinámico. Es de esperar que no se repitan los mismos errores y que las nuevas luchas sociales prioricen aportar a una alternativa política de horizonte socialista.
La actualidad del movimiento piquetero.
En su intervención la compañera María Carla Rodríguez hizo mención a la actualidad del movimiento piquetero. Desde mi punto de vista, debe valorarse que si por un lado hay sectores fuertemente movilizados que se han convertido en un dolor de cabeza para el gobierno y para la derecha, por otra parte se ha acentuado un proceso de corporativización y de pérdida de densidad social. Si lo comparamos con la segunda mitad de la década del 2000, ha retrocedido para volver a ser un movimiento casi exclusivamente integrado por desocupados y desocupadas. Ha perdido multisectorialidad y ha sido afectado por un proceso de estatización con un crecimiento de las instancias administrativas, en desmedro de otras instancias que tienen que ver con lo formativo y lo productivo. Desde el punto de vista de la politización y la posibilidad que aporte a alternativas políticas creo que hoy estamos peor que en 2010.
Hay debates que han retrocedido dentro de los movimientos, sin embargo también hay una muy rica experiencia que permite sacar valiosas conclusiones.
La primera es que si las revoluciones la hacen los pueblos, si no hay proceso militantes, si no hay organizaciones o movimientos políticos que le den una perspectiva a las luchas populares, no hay posibilidad de cambio revolucionario. Toda apuesta al espontaneísmo termina siendo funcional al sistema, porque los procesos de luchas, como los que vivimos en el 2001, no generan espontáneamente la posibilidad de que esas luchas puedan ser capitalizadas. A los momentos de alza le suceden momentos de baja y si no hay saldo organizativo ahí empieza jugar muy fuerte la ideología y todas las practicas del capitalismo.
Los conceptos que promueven la no organización, o que no superan lo asambleario, son realmente un problema. La ausencia de núcleos militantes y de estructuras de institucionalidad militante con una perspectiva transformadora, no son resueltas por generación espontánea. Cuando se reduce la militancia y se debilita lo organizativo lo que crece es el poder de los y las caudillas. Cuando se hacen incorporaciones masivas, sin tomar en cuenta lo que realmente se puede organizar, se puede contribuir a la despolitización. Porque lo que se incorpora masivamente no son cabezas vacías, se incorporan personas formadas en prácticas y condiciones acordes con una sociedad sometida por la dominación capitalista.
Me he detenido en las advertencias sobre las debilidades actuales del movimiento piquetero, porque creo que hay cuestiones de contexto político que ameritan evaluar estas debilidades. Si bien es cierto que los gobiernos de Macri y los primeros tiempos de Fernández apostaron a dividir al movimiento piquetero favoreciendo a los sectores más conciliadores y que como política de conjunto trataron de estimular los procesos de estatización y corporativización de sus demandas, esta política no será permanente. Desde hace años se viene operando un proceso de deslegitimación política masiva de las demandas de estos movimientos, fogoneado por operadores mediáticos de la derecha, que han conseguido resultados en la opinión de amplios sectores de la sociedad. Pero también, se ha ido gestando un acuerdo político que no sólo abarca a los libertarios de Milei y a las líneas duras de Juntos por el Cambio, sino también al conjunto de la oposición por derecha e importantes sectores del Frente de Todos, en particular gobernadores e Intendentes del Conurbano. La intervención de Cristina Kirchner criticando a «los intermediarios» entre el Estado y los planes sociales, termina de cerrar un acuerdo político de los grandes partidos, el establishment económico y los monopolios mediáticos, para avanzar contra las organizaciones piqueteras. Con el paraguas de ese acuerdo, el poder judicial ha empezado a avanzar con persecuciones que criminalizan la protesta social.
Algunas conclusiones.
Haciendo un repaso de nuestra experiencia, creo que tenemos que concluir en primer lugar que toda iniciativa que promueva el desarrollo de procesos militantes es positiva. Y que debemos empezar a plantearnos que sólo tendríamos que hacer solos, desde nuestro grupo político de pertenencia, aquellas tareas que no podemos hacer con otros grupos. Por eso me parece positiva la experiencia de la Unidad Piquetera, de la Coordinadora por el Cambio Social y la experiencia de la Autoconvocatoria por la investigación y suspensión de pagos de la Deuda Externa.
Por último, y ya centrándome en la cuestión de la alternativa política, creo que para que las convocatorias sean eficaces y se masifiquen, no alcanza con que un grupo político vea la necesidad. Es preciso que estas convocatorias se hagan desde una posición de liderazgo. Si analizamos procesos históricos del continente, podemos advertir que se construyeron alternativas políticas cuando existieron previamente liderazgos, autoridad para convocarla. En Venezuela fue convocada por un líder como Hugo Chávez que tenía el antecedente de haberse alzado con otros militares provocando un hecho político que conmovió al país y que generó grandes expectativas en el pueblo. En el caso de Bolivia, Evo Morales había acumulado un enorme prestigio político como líder de las rebeliones cocaleras.
Hago estas aclaraciones porque aun creyendo que hay que dar batallas en todos los terrenos, me parece que la cuestión de la construcción de un liderazgo y de un movimiento político es previo a tratar dar la pelea en el terreno electoral.
Para finalizar quisiera comentar un par de temas que aportaron la intervención de quienes hoy me acompañaron en el panel. La compañera María Carla Rodríguez planteó la necesidad de prestar atención a las disputas de los Estados nacionales y la necesidad de un proyecto de país. Me parece muy importante porque en algunos espacios militantes de nuestra izquierda, se está escuchando cada vez más frecuentemente la idea de que las luchas en cada país no tienen sentido porque las revoluciones hay que hacerlas en el mundo. Nadie desconoce que las revoluciones siempre se pensaron más allá de las fronteras nacionales, pero esto nunca significó desligarse de los procesos de luchas de clases que se dan en los distintos países, ni de disputar los Estados Nacionales. Lo que hemos tenido por ahora en el mundo son la revolución rusa, china, vietnamita, cubana, nicaraguense y bolivariana. En todos estos procesos nunca estuvo ausente la lucha por desalojar del gobierno y del Estado a las clases dominantes de un país y tratar de instalar un gobierno popular, de los trabajadores.
Las luchas sociales deben estar ligadas a la idea de llegar al gobierno, de tener un gobierno popular. Las revoluciones no empiezan por el mundo, empiezan por países, son localizadas, después tratan de expandirse, sufren bloqueos, etc. Seguramente una revolución va a tener posibilidades si supera fronteras nacionales, si se regionaliza. No negamos el internacionalismo, pero si no empezamos por crear una alternativa en nuestro país nos quedamos en el aire.
También la compañera insistió en la necesidad de crear nuestra propia alternativa popular. A lo que agregaría, que lo que pasa cuando no tenemos alternativa es que terminamos tironeados por los que sí la tienen.
Me pareció muy importante lo que dijo Arturo Gómez que necesitamos un lugar de síntesis, de organización. Nos dio una imagen muy fuerte cuando dijo que teníamos que tener algo organizado para cuando los pueblos decidan saltar el molinete. Y es así. No podemos predecir los tiempos en que las masas decidan alzarse. Nadie esperaba por ejemplo, en el caso chileno que los estudiantes secundarios empezaran a saltar los molinetes y que después se generara una gran conmoción y una lucha extraordinaria. Ahora, lo que también es cierto, y yo conozco algo de la situación chilena, no era mucho lo organizado, y hoy el resultado de esto es el ascenso de Boric, un gobierno que está por debajo de las expectativas populares.
Es decir, nosotros no podemos predecir el día en que las masas decidan rebelarse masivamente, pero la cuestión es qué tenemos organizado, como fuerza militante para poder hacer un aporte en el momento en que haga falta. Lo que plantea Arturo es una cuestión estratégica, y esa vinculación no necesariamente tiene que ser un partido, puede ser un movimiento, un frente de grupos que están articulando, que hayan generado confianza. Lo importante es que en ese momento puedan actuar en forma unitaria dando respuestas políticas y orientaciones estratégicas. Si no lo pensamos con esa perspectiva y pensamos que las revoluciones las hacen sólo los que saltan los molinetes, estamos negando la historia. Todo lo que se discutió sobre la revolución rusa, la cubana, la china todo eso lo tiramos a la basura.
En relación a la autoconvocatoria por la deuda, que planteó Julio Gambina, creo que es uno de los hechos más interesantes que se produjo en el último tiempo. Yo no participé directamente en esa iniciativa, pero mirándolo creo que es una de las cosas más interesantes, sobre todo por cómo se genera la autoconvocatoria, cómo pudo vincular a personas como Norita Cortiñas, como creció hacia otros sectores y después como desde generar un espacio, ya se está en mejores condiciones para empezar a vincularse con un fin, con posiciones planteadas y acordando cosas, en otras no tanto, pero creo como experiencia que esa es una de las cosas que hay que hacer.
En el mismo sentido de tratar de hacer cosas con otros, puedo mencionar una experiencia muy chiquita que hicimos con algunos compas después de haber regresado de Venezuela. Fundamos la Escuela de Formación Hugo Chávez y empezamos a hacer formación política con cuatro o cinco organizaciones. Y en esa experiencia se advierte que si abordamos temas gruesos las diferencias no son tantas. Con otros compas, también de distintas organizaciones y orígenes políticos, hoy estamos haciendo también una experiencia periodística con Tramas.ar que es portal virtual de noticias. Y la verdad es que después de un año, hemos podido hacernos cargo de esa tarea sin grandes contradicciones políticas.
Creo que la cuestión de la Unidad es una cuestión central. Y no es una cuestión que se proclama, se construye, se milita. A veces, comenzando de acuerdos mínimos. Recuerdo que en la Verón decíamos, nos vemos en la lucha. Y ese era nuestro término de unidad. Estar en la calle. Después vinieron las articulaciones para compartir formaciones, espacios, experiencias.
Voy a concluir agradeciendo esta invitación, y felicitando a las y los organizadores por esta iniciativa de intercambio, que valoro porque permite escuchar y debatir entre personas que podemos tener algunas diferencias, pero que compartimos la necesidad de seguir militando por los cambios transformadores que necesita nuestra Patria.