La cuarta revolución industrial es el hackeo del futuro. Por Misión Verdad.

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No faltará quien se percate de que, luego de nombrar o buscar un objeto o idea cualquiera en la red, aparezca ofrecido como producto o noticia en alguna que otra red social. Más allá de la conspiranoia asociada a estos hechos, existe un plan que se viene gestando y desarrollando desde el mismo núcleo del capitalismo: La cuarta revolución industrial (o 4IR, por sus siglas en inglés) que partirá del gran reinicio (Great Reset)

DIGITALÍZA-ME

Recientemente se dijo que, en 2018 y frente al Foro Económico Mundial en Davos, el director ejecutivo de Pfizer, Albert Bourla, hablaba de chips de computadora ingeribles que señalan a las autoridades cuando se ha digerido una droga. El tuit en cuestión recibió más de 3 millones de visitas y se llegó a suponer que hablaba de una tecnología de la farmacéutica que Bourla dirige; sin embargo, se trataba de Abilify MyCite, un medicamento con un «sistema de seguimiento de ingestión digital» basado en un sensor portátil creado por Proteus Digital Health y que fue aprobado por la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA).

Su uso comprende el tratamiento de «esquizofrenia, tratamiento agudo de episodios maníacos y mixtos asociados con el trastorno bipolar I y para uso como tratamiento complementario para la depresión en adultos», según un comunicado de prensa de noviembre de 2017.

Según Otsuka Pharmaceutical Co., Ltd., farmacéutica japonesa, las tabletas de aripiprazol con sensor funcionan enviando un mensaje desde el sensor de la píldora a un parche portátil, que “transmite la información a una aplicación móvil para que los pacientes puedan rastrear la ingestión del medicamento en su teléfono inteligente”. Además, los pacientes también pueden dar permiso a los cuidadores y médicos para acceder a la información a través de un portal web.

Pero si el ejemplo de un chip con wifi que viaja en una píldora parece extremo, hay datos más tangibles para la cotidianidad de un sector creciente de la sociedad. En el trimestre fiscal que finalizó el 31 de marzo de 2020, el 98 % de los ingresos de Facebook se generó a través de la publicidad. Las historias patrocinadas por dispositivos móviles globales de la red social representan aproximadamente la mitad de estos ingresos publicitarios, mientras que aproximadamente el 50% de los ingresos de Apple provienen de un solo dispositivo, el iPhone.

Unos 2 mil 990 millones de personas utilizan actualmente al menos una de las aplicaciones de Facebook cada mes, son utilizadas por casi todo el mundo que puede acceder a ellas, de alguna manera (Foto: Social Media Today)

Los ingresos de Facebook de un vistazo:

  • Aproximadamente 2 mil 700 millones de usuarios activos mensuales.
  • 98% de los usuarios de Facebook acceden a la plataforma a través del teléfono móvil.
  • Más del 90% de los ingresos publicitarios se obtienen a través de dispositivos móviles.
  • 98% de los ingresos se generaron a través de publicidad en 2020.
  • Las historias patrocinadas por dispositivos móviles globales de la red representan aproximadamente la mitad de los ingresos publicitarios.

Estas ganancias provienen de la capitalización de los datos personales de los usuarios de la red social, convertidos en mercancía.

¿GRAN REINICIO O DEMOLICIÓN CONTROLADA DEL SER?

Son múltiples y diversas las voces que perciben a este tipo de tecnologías como pasos claros hacia un plan que ha sido evidenciado por Klaus Schwab, presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, en una premisa:

«La primera revolución industrial utilizó el agua y el vapor para mecanizar la producción. La segunda utilizó la energía eléctrica para crear la producción en masa. La tercera utilizó la electrónica y la tecnología de la información para automatizar la producción. Ahora, una Cuarta Revolución Industrial se está basando en la Tercera, la revolución digital que se está produciendo desde mediados del siglo pasado. Se caracteriza por una fusión de tecnologías que está desdibujando los límites entre las esferas física, digital y biológica».

Con términos como gobernanza global, bioseguridad, «Nueva Normalidad», «Nuevo Acuerdo por la Naturaleza» y la ya mencionada «Cuarta Revolución Industrial» esta élite global busca remodelar la humanidad para que se adapte al capitalismo a través de medios tan autoritarios como la supuesta democracia que venden.

Se trata del complemento a un modelo excluyente, piramidal y plutocrático que, ahora sí, pretende usar el estado para proteger y promover los intereses de la élite rica. Como fase superior del oenegismo instrumentado por esa minoría, Schwab promueve el capitalismo de «partes interesadas» o stakeholders (PDF) en el que se asume a la sociedad, más que una comunidad viva, como un negocio.

La confiscación de reservas a Irak, Irán, Venezuela, Afganistán y Rusia en el marco de una inoculación masiva de sanciones es el preludio de un reinicio económico que busca resolver la acumulación insostenible de deuda, tanto en Estados Unidos como en Europa. A ese «reset» es a lo que Ellen Brown llama «demolición económica controlada», que se aceleró cuando la mayoría de las economías emergentes aceptaron ciertas condiciones impuestas para volver a la «normalidad» en plena pandemia global: Aumentar sus préstamos del Fondo Monetario Internacional condicionados a la imposición de estrictas medidas de austeridad, la cesión del control de los recursos naturales y la marcha al ritmo de las restricciones de la pandemia. Mientras el Norte Global asume el impago como base fundamental del reinicio.

Esto ocasionó que en junio de 2020 los mercados emergentes fueran despojados de 100 mil millones de dólares en activos adicionales y asumieran 77 mil millones de dólares en nueva deuda.

Detrás de la digitalización de la totalidad de los aspectos de la vida cotidiana hay una contraposición de discursos, por una parte, en el libro Dar forma al futuro de la Cuarta Revolución Industrial: una guía para construir un mundo mejor, escrito por el mismo Schwab, se habla de «la inclusión de las partes interesadas y la distribución de beneficios» y de «asociaciones sostenibles e inclusivas» que nos llevarán a todos a un «ambiente inclusivo y sostenible» y «próspero futuro».

El Gran Reinicio (The Great Reset) impuesto por las élites globales con la 4IR, a través de Klaus Schwab, es un intento de golpe de estado global por parte de los ultrarricos (Foto: World Economic Forum)

Por otra parte, en su libro de 2016 La Cuarta Revolución Industrial, el magnate escribe sobre la uberización del trabajo y las ventajas para las empresas, en particular las empresas emergentes de rápido crecimiento en la economía digital: «A medida que las plataformas de nube humana clasifican a los trabajadores como autónomos, están -por el momento- libres del requisito de pagar salarios mínimos, impuestos patronales y beneficios sociales».

Sabiendo que el común de la gente se mueve de manera dogmática hacia el mito del progreso y que la tecnología no es ideológicamente neutral, como a algunos les gusta afirmar, dice:

«Después de todo, las tecnologías están ligadas a cómo sabemos las cosas, cómo tomamos decisiones y cómo pensamos sobre nosotros mismos y sobre los demás. Están conectados con nuestras identidades, cosmovisiones y futuros potenciales. Desde las tecnologías nucleares hasta la carrera espacial, los teléfonos inteligentes, las redes sociales, los automóviles, la medicina y la infraestructura, el significado de las tecnologías las hace políticas. Incluso el concepto de una nación ‘desarrollada’ se basa implícitamente en la adopción de tecnologías y lo que significan para nosotros, económica y socialmente».

Es larga la lista de aspectos de la vida que serían tocados por la 4IR, que busca fusionar los mundos digital, físico y biológico, incluye el uso de bots de chat para para las interacciones con los clientes, la generación automática de narrativas (en unos 3 o 4 años el 90 % de las noticias podrían ser generadas por un algoritmo), la inteligencia artificial (IA), la robótica, educación en línea, el Internet de las cosas (IoT), los vehículos autónomos, la impresión 3D, la nanotecnología, la biotecnología, la ciencia de los materiales, el almacenamiento de energía y computación cuántica, por nombrar algunos.

El interés para la clase que representa Schwab es que «creará fuentes de valor completamente nuevas» y «dará lugar a ecosistemas de creación de valor que son imposibles de imaginar con una mentalidad atrapada en la tercera revolución industrial».

LA MARCHA HACIA EL HOMO HACKEABILIS

En Dando forma…, Schwab aborda la salud humana prefigurando un horizonte con «microchips implantables activos que rompen la barrera de la piel de nuestros cuerpos», «tatuajes inteligentes», «computación biológica» y «organismos diseñados a la medida». También «la capacidad de personalizar organismos escribiendo ADN» a las élites tecnológicas mediante la biología sintética.

El conflicto está planteado y el juego abierto para la conformación del ciudadano hackeable, así lo expone al decir en La Cuarta Revolución Industrial que «estamos en el umbral de un cambio sistémico radical que requiere seres humanos a adaptarse continuamente. Como resultado, podemos ser testigos de un grado creciente de polarización en el mundo, marcado por quienes aceptan el cambio frente a quienes se resisten a él». De allí se deduce la confrontación derivada de esa idea de mundo transhumanista inspirado en la eugenesia de artificio, vigilancia, control y exponenciales ganancias.

Para hackear, no solo la privacidad, sino la resistencia sociocultural a esos cambios, y avanzar en la confrontación, los gobiernos neoliberales contarían con todo el aval para reprimir y con un componente cultural protagonizado por la gran narrativa: «En la batalla por los corazones y las mentes de los seres humanos, la narrativa siempre superará a los datos en su capacidad para influir en el pensamiento humano y motivar la acción humana», se dijo en la Agenda de Davos de 2015.

El Homo hackeabilis es el individuo con suficientes datos personales y biométricos digitalizados y potencia de cálculo como para que los gobiernos y las empresas puedan programarle y manipularle de forma sutil, atroz y nefasta (Foto: Archivo)

Contar historias y narrativas para manipular a las personas para que cambien su comportamiento al servicio de los arquitectos de la gran agenda de reinicio (Great Reset) es exactamente de lo que se trata la gran narrativa. Schwab, y su socio escritor Thierry Malleret en su libroThe Great Narrative afirman que:

  • «Las narraciones dan forma a nuestras percepciones, que a su vez forman nuestras realidades y terminan influyendo en nuestras elecciones y acciones».
  • «Debemos estar preparados para cambiarnos a nosotros mismos a nivel micro y tener suficiente desinterés para aceptar nuevas políticas (en el sentido más amplio posible de la palabra) a nivel macro».

Esto último pasa por el llamado Internet de los cuerpos (IoB) que, según la RAND Corporation, «podría desencadenar avances en el conocimiento médico […] O podría permitir un estado de vigilancia de intrusión y consecuencias sin precedentes». Cambiarse a sí mismo en el nivel micro puede significar muchas cosas, como cambiar de opinión, creencias, actitudes, comportamientos y valores, etc., también puede significar cambiar la identidad personal a nivel biológico y físico a través de IA, biología sintética y dispositivos conectados a IoB y demás promesas de la 4IR.

Mientras una identidad digital y una Moneda Digital del Banco Central (CBDC) determinan a qué productos, servicios e información podemos acceder o, por el contrario, qué está cerrado para nosotros, estos mecanismos podrían restringir ciertas compras mientras se registra cada transacción en un libro mayor central, el mismo concepto se puede aplicar a la programación de permisos en personas para restringir su libertad de trabajar, viajar, participar en sociedad, o incluso protestar mientras registra cada interacción en línea y fuera de línea en una identificación digital interoperable.

En una tarea que sí es multipolar, los gobiernos y los bancos centrales de todo el mundo están explorando cómo implementar las CBDC que están inextricablemente vinculadas con vincular a cada ciudadano a una identidad digital y que se harían progresivamente inevitables al reemplazar las credenciales de plástico o el papel en efectivo.

De tal manera se ha incubado la idolatría a la solución tecnológica (tecnolatría) que hay mayorías que asumen como «progreso» y «nueva normalidad» ser cada vez más vigiladas, controladas y estandarizados. Así lo dijo el Ministro de Transformación Digital de Ucrania, Mykhailo Fedorov, en el Foro Económico Mundial en abril de 2021: «Nuestro objetivo es habilitar todas las situaciones de la vida con esta identificación digital», agregando que «La pandemia ha acelerado nuestro progreso. En primer lugar, la gente ahora exige servicios digitales en línea. La gente no tiene más remedio que confiar en la tecnología».

Pero no se trata solo de una obsesión por controlar de las élites, se busca orientar a los usuarios con anuncios para obtener los máximos ingresos publicitarios, destacando el suministro de noticias para garantizar que los usuarios permanezcan en la plataforma durante tantas horas, minutos y segundos como sea posible.

DEL FUTURO SIN FUTURO

De cara a la crisis ambiental global, hermana siamesa de la crisis económica globalizada, la agenda tecnocrática incluye un futuro ultraindustrializado que es todo menos verde. No es la naturaleza lo que interesa, sino el «capital natural» e «incentivar la inversión en mercados fronterizos verdes y sociales».

Para el mundo según Schwab la contaminación significa ganancias y la crisis ambiental es solo otra oportunidad comercial, así lo detalla en La Cuarta Revolución Industrial:

«En este nuevo y revolucionario sistema industrial, el dióxido de carbono pasa de ser un contaminante de efecto invernadero a un activo, y la economía de la captura y almacenamiento de carbono (CAC) pasa de ser siendo sumideros de costo y contaminación para convertirse en instalaciones rentables de captura y uso de carbono. Aún más importante, ayudará a las empresas, los gobiernos y los ciudadanos a ser más conscientes y comprometidos con las estrategias para regenerar activamente el capital natural, permitiendo usos inteligentes y regenerativos del capital natural para guiar la producción y el consumo sostenibles y dar espacio para que la biodiversidad se recupere en áreas amenazadas».

Se trata de una tecnología que pretende capturar el dióxido de carbono (CO2), principal gas de efecto invernadero responsable del calentamiento global, a partir de la idea de que podría convertirse en un nuevo producto almacenado en productos manufacturados como el cemento y el plástico. Sin embargo, no se sabe a ciencia cierta si el CO2 queda almacenado de manera permanente cuando los materiales se descomponen, de modo que la permanencia de esta técnica está en duda.

Por otra parte, la infraestructura para digitalizar de la totalidad de los aspectos de la vida cotidiana está basada en centros de datos compuestos por miles de servidores que, no solo necesitan mucha energía para ejecutar, respaldar y almacenar sus archivos, sino también aire acondicionado las 24 horas del día.

La corporación internacional de datos estima que 152 mil nuevos dispositivos se conectarán a Internet cada minuto para 2025 y, ya en 2017, los datos habían reemplazado al petróleo convirtiéndose en la materia prima más valiosa del mundo. El gasto en tecnología de la información en sistemas de centros de datos en todo el mundo en 2022 se estima en 227 mil millones de dólares.

Dependiendo del alcance, en 2020 las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) representaron hasta el 8% de la electricidad global total, con la tasa de crecimiento actual, aproximadamente 9% cada año (2018), se prevé que el consumo total de electricidad de las TIC requiera el 20% de la electricidad mundial para 2025 (5,5% de las emisiones de carbono totales del mundo) y el 30% de toda la energía producida para 2030. En 2020 el Uptime Institute determinó que el consumo global de los centros de datos rondaba los 500 Teravatios/hora (TWh) por año, el equivalente a 50 grandes centrales nucleares.

En el Nordic Digital Business Summit de octubre de 2017, Anders Andrae, investigador principal de Huawei Technologies en Suecia, pronosticó que el consumo de energía de los centros de datos podría multiplicarse por 15 para 2030, lo que representa aproximadamente el 11 % de la demanda mundial. Con respecto al Internet de las cosas (IoT), Andrae sugiere que miles de millones de dispositivos conectados a Internet por sí solos podrían producir el 3,5 % de las emisiones globales en un plazo de diez años, aumentando hasta el 14 % de las emisiones globales para 2040.

Si las nubes computacionales (centros de datos) fueran un país, sería el nº 11 en un ranking de demanda de energía global (Foto: Siemens)

Para compensar esta megamaquinaria globalizada se han propuesto privatizar los cielos y los bosques del planeta con una llamada Transición Verde que ocurre mientras continúan expandiendo las emisiones, estas medidas ha sido denominadas «colonialismo del CO2» por parte de pueblos indígenas. Se trata de iniciativas de energía renovable a gran escala, «cero neto» y «carbono negativo» que buscan compensar las emisiones restantes de sus operaciones a través de inversiones en proyectos de eliminación de carbono.

Cabe destacar que «cero neto» no tiene nada que ver con cero emisiones ni hacen nada para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero sino que se basa en renovables como solar, eólica, geotérmica, hidroeléctrica y biomasa. La energía nuclear también es libre de carbono.

En el supuesto negado de que las energías renovables a gran escala fueran una solución, reemplazando efectivamente las energías de combustibles fósiles y reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, esta energía recién producida está siendo devorada efectivamente por el sector de las TIC. Se repite la paradoja de Jevons: cuanto más fácil es consumir el producto, mayor es el aumento del consumo. En 2019, el carbón fue la mayor fuente de electricidad del mundo, representando el 35,18% del total (pese a una caída del 3% interanual), seguida del gas natural (23,52%), hidráulica (16,54%), nuclear (10,52%), eólica (5,44%), otros combustibles fósiles (3,47%). La energía solar representó el 2,71 %, la biomasa y los residuos el 2,24 %, y las «otras renovables» representaron el 0,4 %.

Estamos a tiempo de preguntarnos, ¿las tecnologías emergentes contribuirán a la paz en general o la socavarán? ¿Ampliarán en general el acceso al llamado “desarrollo sostenible” o fomentarán la desigualdad? ¿Facilitarán el respeto de los derechos humanos o proporcionarán nuevas herramientas a quienes desean contener o violar la realización de los derechos humanos?

La estandarización de la vida, para controlar y mercantilizarlo todo, avanza sin novedad y con más recursos cada vez.

Fuente: https://misionverdad.com/investigaciones/la-cuarta-revolucion-industrial-es-el-hackeo-del-futuro


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