La pandemia ha acelerado la crisis planetaria. La amenaza a la vida se expande, evidenciando políticas destructivas que llevan muchos años. Sin embargo, queremos señalar que hoy es la deuda la verdadera plaga que afecta a millones de personas en todo el mundo, y en especial a las mujeres, lesbianas, travestis y trans.
La deuda expresa un momento de gran concentración del capital y de su salto hacia adelante. Aun en la pandemia, en medio de la suspensión de la mayoría de las actividades, el capital financiero no se detuvo.
El endeudamiento de los hogares que ya se venía observando durante los últimos años, se diversificó e incrementó frente a la emergencia del COVID19, ya que las deudas “no bancarias” por alimentos, medicamentos, alquileres, y servicios de luz, agua, gas y acceso a conectividad crecieron a ritmo acelerado, lo cual se hace aún más fuerte en los hogares monomarentales, con mujeres a cargo de niñes, convirtiendo al endeudamiento en otra de las formas de intensificación de las desigualdades de género.
El capitalismo hoy busca, como lo ha hecho desde sus inicios, producir nuevos cercamientos sobre la comida y la salud; y empresas como Amazon están dispuestas a cerrar el cerco, abalanzándose sobre los circuitos de distribución, de logística y de datos. A esto se suma la máquina financiera sobre el suelo y las viviendas: el aumento del costo de los alquileres va en paralelo a una valorización urbana empujada por dinámicas expulsivas gracias a la especulación inmobiliaria.
No solo el costo de un alquiler se vuelve equivalente a un salario (en el caso de tenerlo), sino que, con la pandemia, tomar deuda para pagar el alquiler se ha convertido en una forma de “salvataje” para evitar momentáneamente los desalojos.