Para cumplir con el cometido de sacar dinero de circulación, el BCRA ofreció endeudarse desde diciembre pasado con tasas que llegaron al 38% y estimuló la especulación con el peso, al tiempo que incrementó a niveles muy elevados el endeudamiento del BCRA. Las cabezas financieras dejaron de especular con el dólar, liberado desde diciembre pasado de toda restricción para la compra-venta.
El resultado es que ahora la divisa estadounidense perdió atractivo para la inversión con rápida rentabilidad, y en reemplazo, las colocaciones en pesos ganaron atractivo, a costa del fuerte endeudamiento del Banco Central.
Macri y su gente aún hablan de la bomba que dejó el kirchnerismo con las restricciones a la compra y venta de divisas y otros menesteres del gasto público.
Ahora, el macrismo genera su propia bomba, con la cotización del dólar a la baja, un nuevo ciclo de endeudamiento público, con mayor gasto en intereses, y con el fantasma de la inflación continua en el presente,
Sube el dólar y suben los precios, pero al bajar la divisa, los precios no lo hacen, y el estímulo especulativo de la política oficial sostiene la recesión y la inflación con un cuadro de recreación de mayorías sociales perjudicadas y muy pocos ganadores.
Baja la cotización del dólar
El asunto es que ingresaron dólares por préstamos (para cancelar deuda pública y arreglar con buitres y otros acreedores) y por liquidación de exportaciones, especialmente soja. Esto último se dio por la eliminación o reducción de retenciones y suba de los precios de exportación. Todas a favor de grandes productores y exportadores agrarios.
Las divisas ingresan por el Banco Central y ya no hay quien demande esos dólares, ya que las colocaciones en peso son más rentables. Si bien ahora el BCRA paga 32,25% por los LEBAC, cuando llegó a pagar 38% anual a 35 días. La tendencia a la baja proviene de presiones del propio gobierno que teme licuar el consenso político por la recesión económica inducida por el costo elevado del dinero. La discusión desde la ortodoxia está tensionada por la rigidez ideológica en el monetarismo o la disputa del consenso electoral hacia las elecciones de medio tiempo en 2017.
Como opción de inversión mejoraron las colocaciones financieras, entre ellos los títulos ofrecidos por el BCRA, también por las letras del Ministerio de Hacienda y los plazos fijos de la banca comercial.
La retracción económica también deprime el precio de la divisa. A la menor reactivación industrial crecerá la demanda de bienes intermedios y presionará la cotización del dólar por importaciones, y con ello el déficit comercial, junto a una demanda de mayores recursos fiscales para atender vencimientos de la deuda pública.
Al mismo tiempo, los exportadores explican que con la inflación acumulada desde diciembre pasado ya se comieron la devaluación del comienzo del gobierno Macri, con lo que no debiéramos sorprendernos con nuevas y renovadas políticas para la devaluación monetaria para seguir favoreciendo a los grandes productores y exportadores.
El problema es que siempre pierden los de abajo, cuando aumenta el precio del dólar, o cuando baja, ya que el movimiento de los precios siempre es ascendente y los ingresos populares se deterioran por ausencia de actualización o disminución del poder de compra.
Precios en alza
El INDEC dio su primera medición tras un largo silencio, que en mayo fue del 4,2% y pronostica una evolución futura a la mitad, haciendo coincidir el pronóstico con el objetivo del 25% anunciado por el Ministro de Hacienda al comienzo del mandato.
Para que ello sea posible, el macrismo deberá alimentar su propia bomba y parece condenado a no poder bajar la tasa de interés por debajo del 30% para sostener su ideología sobre la inflación y claro, eso le provoca contradicciones para sostener el apoyo político de la sociedad.
Esa es la incógnita: ¿cuánto ajuste soporta la sociedad? El conflicto social crece en dinámica y resta la articulación de esa conflictividad en un proyecto social y político que vaya más allá de las reivindicaciones por los ingresos populares.
La realidad es de fragmentación política de un conflicto social ascendente. Por eso se sostiene la unidad de acción, reconociendo proyectos políticos diferenciados. Sin esas diferencias, no se entiende la unidad de proyectos políticos que incluso aparecen antagónicos, por lo menos en sus perspectivas organizacionales, por ejemplo, entre las CGTs y las CTAs.
No cierra a muchos esa “unidad de acción”, sin embargo, es la mínima acción indispensable para la generación de una densidad social que facilite la emergencia de un proyecto emancipador, claro que también habilita a la disputa de proyectos de contención del conflicto, y/o de acumulación de poder para restablecer una perspectiva posibilista de retorno a los años recientes.
Así se dirime la disputa política en el movimiento popular actual, no solo contra el macrismo, sino con variantes favorables a la dinámica del capitalismo. Ese es el territorio concreto de la lucha de clases contemporánea, con presencia de la identidad peronista reivindicada especialmente desde el movimiento sindical; de quienes imaginan una perspectiva nacional popular desde la transversalidad y más allá del peronismo y claro, de quienes aspiramos a constituir nueva identidad popular más allá del capitalismo, el imperialismo, el patriarcalismo, el racismo y la discriminación.
18 de junio de 2016