La palabra kakistocracia parece haber sido una de las más buscadas en Google en 2024. Es una palabra compuesta que proviene del griego y puede traducirse como el gobierno de los peores. Es una combinación de kakistos, superlativo a su vez de la palabra kakos, que significa malo/el peor, y de kratos, que significa poder o gobierno. En el mismo año, la revista estadounidense The Economist la eligió como palabra del año, en sintonía con el retorno de Donald Trump al poder y la percepción de que su administración está compuesta por individuos incompetentes o corruptos.
En la Argentina, además de nombrar con precisión el gobierno de los peores, el término kakistocracia despierta una resonancia sonora ineludible: suena a excremento. Y no es sólo un juego fonético; en nuestra lengua, cuando usamos sinónimos de la palabra “excremento” para referirnos a alguien no lo estamos solo insultando: señalamos su crueldad, su bajeza moral. En ese doble eco –etimológico y visceral–, la palabra alcanza toda su verdad: no se trata sólo de un gobierno de los peores, sino de un gobierno de miserables. Porque no es solamente que no entienden, son además crueles y cínicos.
“Si vos tuviste un hijo con discapacidad, es problema de la familia, no del Estado”, le habría dicho el director de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) de Argentina, Diego Spagnuolo, a una madre que reclamaba por la asistencia adeudada a su hija. “¿Por qué yo tengo que pagar peaje y ustedes no?”, se habría, además, victimizado.

El vocero presidencial, Manuel Adorni, dice -sin avergonzarse- que el Hospital Garrahan no está desfinanciado, sino que el problema es que los médicos, muchos de los cuales cobran menos de 800 mil pesos por 68 horas de trabajo semanal, están boicoteando el nuevo sistema de presentismo que quiere implementar el Gobierno.
Y es acá donde resulta imposible eludir todas las dimensiones y toda la potencia del término kakistocracia. La Secretaría de Comunicación y Medios de la Presidencia, que encabeza el sujeto Manuel Adorni, y que se dedica simplemente a la comunicación presidencial, cuenta con una dotación total de 208 empleados; 268 si sumamos a los de la Subsecretaría de Prensa, que encabeza el periodista (¿?) Javier Lanari, quien trabaja de tuitero a tiempo completo. La Secretaría posee 1 subsecretario, 20 directores, 12 coordinadores, 9 diseñadores de comunicación y contenido institucional, 6 camarógrafos, 10 redactores, 4 fotógrafos, 33 asesores, 3 responsables de planificación, 16 consultores, 6 asistentes administrativos, 4 referentes de comunicación y contenido institucional, 11 analistas técnicos, 1 asesor en sociología.
Según los datos abiertos del presupuesto del Estado Nacional, la vocería más sobredimensionada del mundo tuvo en 2024, por todas sus líneas, un presupuesto total de 2,16 mil millones de pesos. En 2025, dicho presupuesto se multiplicó poco: apenas 11,7 veces. Según la información oficial, pasó a ser de más de 25 mil millones de pesos. No hay partida presupuestaria que haya crecido tanto.
Dicho presupuesto es, por ejemplo, un 50% mayor al que se le asigna a todo el Hospital Bonaparte.
El Hospital Nacional en Red “Lic. Laura Bonaparte” es una institución pública especializada en salud mental y adicciones, dependiente del Ministerio de Salud de la Nación Argentina. Es el único hospital nacional especializado en salud mental y adicciones en el Área Metropolitana de Buenos Aires y cuenta con aproximadamente 612 empleados, de los cuales más de 300 son profesionales de la salud. En 2024 brindó atención a más de 25.000 personas, y más de 100.000 realizaron consultas en sus servicios de asistencia ambulatoria. “Entre ellas hay 1500 pacientes con consultas farmacológicas por mes, 5013 atenciones odontológicas y 1431 análisis de laboratorio. También atendió a 514 pacientes en internación y 482 en salas de observación de Urgencias. Entre todas las personas usuarias hay niños, niñas y adolescentes que requieren atención de salud mental”. No sabemos cuántos tuits produjeron, pero quizás no sea tan relevante.
Es interesante la comparación porque, a finales del 2024, los trabajadores del hospital denunciaron un intento de cierre por parte del gobierno nacional. El vocero Adorni dijo que no querían cerrar el hospital, sino que se buscaba hacerlo más eficiente. “Lo que hay es un plan para hacer del Hospital Bonaparte un hospital más eficiente y más eficiente la salud”. Lo cierto es que, lejos del crecimiento de más de 1000% que tuvo la propia secretaría del tuitero, el presupuesto del hospital se mantuvo literalmente congelado, pese a contar con casi 3 veces la dotación de personal que la que tiene la Secretaría de Comunicación y Medios.
Y entonces volvemos a la kakistocracia. Los funcionarios del gobierno nacional y sus formadores de opinión pagos (y caros) no sólo nos proponen un proyecto de país ultra individualizado y desconocen absolutamente todo sobre la gestión de los asuntos públicos, sino que además son cínicos. ¿La eficiencia no se va a aplicar a la Secretaría que conduce el tuitero Adorni?

El Gobierno nos dice permanentemente que todo impuesto es un robo, festeja a los millonarios que hacen un esfuerzo para no aportar un miserable peso para que otra persona tenga algún mínimo derecho a la salud o a la educación, y, mientras tanto, toma deuda para aumentarse los propios sueldos y el de sus amigos/as. Todo eso bañado de una avalancha de ignorancia que, paradójicamente, parece hacerlos inmunes a las críticas (quizás porque no las entienden).
Y esto aplica a casi cualquier cosa de la que hablen. Desde el presidente Javier Milei, que escribe una nota de opinión en La Nación, intentando disfrazarse de intelectual, y utiliza como ejemplo de país modelo a Corea del Sur; desconociendo que es un país que sería calificado de comunista si él supiera algo de su historia. Pasando por el presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados de La Nación, que se pregunta por qué las provincias cobran impuestos si reciben coparticipación de los impuestos nacionales; desconociendo las más elementales cuestiones sobre cómo funciona una República Federal y el rol que cumplen las provincias proveyendo, por ejemplo, los servicios de salud y de educación.
Volviendo, por último, al propio presidente Milei, diciéndole a los científicos argentinos que ganen su dinero en el sector privado: “sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad y mejor precio, como hace la gente de bien»; sin tener la menor idea de que, en el mundo, los Gobiernos y las Universidades son quienes financian dos terceras partes de los esfuerzos de investigación y desarrollo en ciencias básicas, por el simplísimo y conocido hecho de que ese tipo de conocimiento, si bien es fundamental para el aumento de la productividad en el mediano plazo, no es fácilmente mercantilizable en el corto plazo.
En definitiva, estamos en manos de una gente que no sólo no tiene la menor idea de lo que habla, sino que lo hace apelando a la fibra más egoísta y miserable que hay (o que quiere encontrar) en nosotros, y desde un cinismo pocas veces visto. No hay en la Argentina una disputa de modelos: lo que está en duda es si vamos a transformarnos en un accidente geográfico, un territorio donde casualmente estamos todos y todas amontonados y nos relacionamos simplemente como productores y consumidores, y donde sólo sobrevive el que, muchas veces por azar y herencia, es más fuerte; o si vamos a volver a ser un país, una comunidad, con un futuro en común, donde no nos dé lo mismo si nuestro vecino o vecina no tiene plata para curar la enfermedad de su hijo.
Fuente: https://elgritodelsur.com.ar/2025/05/kakistocracia-gobierno-libertario-deriva-escatologica-democracia-argentina/