Hacemos aquí apenas un punteo de las características y vinculaciones actuales de factores de la “sociedad política” y la “sociedad civil”, las cuáles son objeto y sujeto de un replanteo de vasto alcance cuyos contornos aún no conocemos del todo.
-Existe en los últimos años un replanteo de la relación entre Estado y relaciones mercantiles con un fuerte viraje a favor del mercado y abandono de la idea del “Estado presente”. El siempre presente discurso de la “libertad de mercado” y el correlativo ajuste del aparato estatal adquiere últimamente un matiz radical, basado en las variantes más “ultras” del liberalismo económico.
-El viejo enfoque de la reducción del gasto público y del “equilibrio fiscal” sólo asociado a los egresos se potencia más que nunca y adquieren una rapidez y profundidad impensados hasta hace poco.
-Se esgrime un discurso de “destrucción del Estado” que en realidad es una reformulación que conserva y aún incrementa la gravitación de algunas áreas: Fuerzas armadas y aparatos represivos en general, “seguridad”, servicios de inteligencia, lo relacionado con la administración de justicia, relaciones exteriores más orientadas a la promoción económica que nunca antes., En la administración de la economía se propone el avance hacia una relación privilegiada con la gran empresa, que juega no sólo en su rol empresarial sino también en la generación de consentimiento.
– Las regulaciones económicas subsisten en otras formas y priorizan la atracción de inversiones de diversos orígenes, lo que incluye un régimen de subsidios directos e indirectos y exenciones tributarias como estímulo. En las grandes potencias se incluye un proteccionismo bastante clásico, en los países periféricos se retoma la idea de “apertura económica” en términos aproximados a las concepciones del Consenso de Washington.
-Se visualiza un retorno a la noción de “Estado gendarme” en su versión más restrictiva. En el enfoque de la década de 1990 se integraban la educación y la salud como responsabilidades estatales, hoy eso queda desechado y se aboga por la privatización directo o indirecta del aparato sanitario, educativo, científico y tecnológico del Estado.
-Rechazo de políticas sociales que implican acción comunitaria y organización con cierto grado de autonomía. Se pretende reemplazarlas con transferencias dinerarias, con los receptores en rol pasivo. Se apunta sí a la consolidación de un paradigma individualista y despolitizado.
-A partir del rechazo de la noción de “justicia social” el objetivo final que se plantea es que todos los individuos busquen su sustento en la esfera mercantil, salvo que tengan impedimentos insuperables para ello, de origen extraeconómico.
-En la esfera de las relaciones entre trabajo y capital se preserva por ahora un rol estatal activo que tiende a “mantener en caja” los reclamos sindicales e incluso combate las concesiones de las cámaras empresarias consideradas excesivas. Mientras todos los precios se “liberan” los salarios permanecen “regulados”.
¿Qué ocurre en la sociedad por fuera del aparato estatal?
-Hay un nuevo perfil dominante entre los capitalistas. Los magnates de las tecnologías de punta, sobre todo en el ámbito digital, adquieren un protagonismo creciente y posiciones dominantes en los mercados. Ganan influencia sobre los aparatos del Estado y la orientación de las políticas públicas.
-Se ha puesto de moda hablar de “tecnofeudalismo”. Esa caracterización no es adecuada porque genera la creencia de que nos encontramos frente a un fenómeno no capitalista. Al contrario, es capitalismo puro y duro, que pretende librarse de los resabios del Estado de bienestar keynesiano, al que tilda de “socialista” o de “comunista”.
-Avanzan nuevas modalidades de trabajo y de relación con el capital. Se suele hablar de “uberización” y más en general de “capitalismo de plataformas”. Esas modalidades avanzan sobre las relaciones sociales tradicionales y frente al empleo formal. No hay que pensar en un reemplazo completo de una modalidad por otra, sí de que otras ramas tradicionales erigen a estos nuevos sectores en su modelo.
-En su búsqueda de adaptación forzada de las clases explotadas las patronales impulsan una reforma laboral más drástica que los cambios ya producidos en otras etapas. Esto incluye la flexibilización completa de la relación laboral (empleo temporario, jornada laboral móvil, delimitación de los puestos de trabajo, “polivalencia” en la distribución de tareas, etc.). También la deslocalización de los procesos laborales (workoffice y modalidades afines) y formas de pago por fuera de la modalidad salarial tradicional.
-Los conglomerados económicos en avance y las dirigencias políticas que siguen de cerca sus orientaciones comienzan a apostar por una relación más directa entre capital y Estado que en cualquier etapa anterior. Luchan por derribar mediaciones provenientes del sistema político. Sobre todo, las derivadas de la organización y lucha de las clases explotadas.
-Para mejor viabilizar el proceso de acumulación e inducir el disciplinamiento social se enarbola una agenda ultraconservadora. Como la negación del cambio climático y el avasallamiento de pueblos indígenas y migrantes. Además el propósito de suprimir las políticas hacia las mujeres y de protección a las diversidades, en función del regreso a una definición biologista de sexos, no de géneros. El conjunto se completa con un enfoque exclusivamente punitivista de los delitos, incluso cuando estas “faltas” son de raíz política.
-Varias de las principales causas de la protesta social en las últimas décadas pretenden ser negadas y avasalladas. No sólo se las combate sino que se amenaza a sus impulsores y se anuncia el propósito de no dejar ningún vestigio de esas opciones “disolventes”.
Amenazas para la democracia.
-En el empeño por disminuir las mediaciones y para expandir las relaciones capitalistas a todos los ámbitos de la vida social se tiende a desembocar en una baja del aprecio por la democracia representativa. Aún no están claros qué mecanismos podrían reemplazarla. El anarcocapitalismo transcurre por el momento en el terreno de la utopía. Y no es compartido por todas las fuerzas ultraconservadoras.
-El umbral de tolerancia de amplios sectores sociales para “soluciones” no democráticas se ha corrido hacia arriba. El fracaso reiterado en mejorar la calidad de vida de gobiernos más “intervencionistas” ha jugado un papel. La pérdida de la perspectiva de futuro con gobiernos con legitimidad democrática de origen, a pesar de un discurso de defensa de las clases populares, ha alimentado el descreimiento popular hacia la institucionalidad representativa.
-Asociado a lo anterior va la manifiesta hipocresía del espectro político “republicano” dispuesto a silenciar los principios del liberalismo político en cuanto a división de poderes, Estado de Derecho, libertad de expresión, pluralismo.
-Lo que está claro es que el sufragio universal, la alternancia en el poder, la participación necesaria de los parlamentos en el dictado de las normas más trascendentes, el rol de intermediación de los partidos políticos, parecen perder la apariencia de correlato orgánico del dominio del capital y mecanismo privilegiado de generación del consentimiento.
-La instauración de una deferencia acentuada hacia los “héroes del mercado” que no necesitan al Estado y que se legitiman sin necesidad del voto popular podría ser una fuente de legitimación del poder y ejercicio del mismo alternativo a las instituciones que vienen del siglo XIX.
-Un tema para el debate es cuán avanzada se halla esta tendencia. Suelen oponerse algunos argumentos atendibles:
a) Las extremas derechas no llegan al gobierno en todas partes y cuando lo hacen no emprenden un camino de abolición de la democracia representativa, aunque sí tratan de forzar sus procedimientos. Lo anterior tuvo manifestaciones extremas en las sediciones posteriores a las derrotas electorales de Donald Trump en 2021 y Jair Bolsonaro en 2023.
b) Sobre todo en América Latina hay hasta ahora mayoría de triunfos electorales de corrientes más o menos progresistas que coexisten con el gran capital local y extranjero sin someterse por completo a sus dictados. Y algo similar hacen frente a los organismos internacionales y el poder de EE.UU.
c) La hegemonía del gran impulsor de las políticas ultraliberales y conservadoras se debilita. EE.UU cede terreno frente a China e intenta un contraataque que posiblemente no alcance éxito. Las discusiones acerca de la caracterización del gigante asiático son intrincadas, incluyendo si reproduce o no las características de la dominación estadounidense.
———-
-Comprender la asociación de los grandes cambios en el capitalismo mundial y el giro hacia el conservadurismo social y el autoritarismo político es indispensable. Ello debe hacerse desde el entendimiento de que no son relaciones lineales. Y que incluso al interior de la clase empresaria y de las dirigencias políticas más conservadoras existen discrepancias al respecto.
– A su vez se requiere relacionarlo con una ofensiva de los bloques en el poder que tratan a conciencia (y lo logran) de aparecer como impiadosa, integral, imparable. Hay que combatir con el clima de derrota de las mayorías que genera este ataque cuyas verdaderas dimensiones chocan con el sentido común imperante hasta ahora.
-No hay “locura” ni “excentricidad”, más allá de las peculiaridades de personajes como Trump, Javier Milei y Bolsonaro. Existe sí un método de ataque que rompe con todos los antecedentes para imponer una nueva combinación de consenso y coerción en la que el peso relativo de esos componentes está por definirse.
-Las movilizaciones de resistencia están en curso, lo que está ausente es una articulación política que supere las herramientas tradicionales “nacionalistas populares” o “progresistas”. Aún en condiciones adversas debe encontrarse el modo de retornar a una perspectiva socialista que tome nota de las transformaciones, abarque al conjunto de las nuevas identidades y abreve en las diferentes tradiciones anticapitalistas.
Fuente: https://tramas.ar/2025/03/06/brevisimas-reflexiones-sobre-estado-y-sociedad/