Aun cuando Javier Milei se presenta como especialista en crecimiento y lo promete durante los próximos 40 años (2025-65), no debe sorprender la tendencia al estancamiento por años de la economía argentina.
Es una situación convergente con la tendencia capitalista global a la desaceleración, compensada por importantes crecimientos en China o India, entre otros países que atrajeron inversiones externas en los últimos cuarenta años.
Luego de la crisis capitalista del 2007/09 la economía mundial viene creciendo a menor ritmo que en los años previos y por eso la exacerbación de la iniciativa política por la liberalización económica, lo que supone modificar regresivamente la relación entre el capital y el trabajo, el cambio de funciones del Estado para favorecer la rentabilidad de las inversiones y el estímulo a la transnacionalización del capital global, más allá de sanciones unilaterales lideradas desde EEUU.
Así, la radicación de inversiones por décadas, en China o India, entre otros “emergentes” se asocia a la búsqueda de rentabilidad en territorios de abundante mano de obra, o fuerza de trabajo, barata. La extensión de la explotación es la motivación del capital por la plusvalía y la reproducción de su lógica de acumulación y dominación.
Con rumbos políticos diferenciados en esos países, el desarrollo de las fuerzas productivas en el mundo genera las condiciones de posibilidad para la competitividad internacional de los capitales radicados en esos países, con consecuencias interesantes para el debate “geopolítico”, o de correlaciones de fuerzas internacionales y disputas sobre la hegemonía del sistema mundial del capitalismo.
Entre otras cuestiones, es algo que agiganta el gasto militar y la guerra, con amenaza concreta sobre la vida humana y la propia naturaleza,
Cambia el mundo, y con él muta el orden capitalista. El desarrollo científico y tecnológico, con su aporte actual centrado en la inteligencia artificial, la robótica y las comunicaciones en la red global, reestructura las relaciones socioeconómicas globales, estimulando nuevas confrontaciones en la dinámica histórica de la lucha de clases entre la burguesía transnacional que renueva su dominación y la clase obrera mundial, base de la producción y circulación de la riqueza, claro que con apropiación privada altamente concentrada.
Todo ello interviene en las modificaciones culturales, ideológicos y políticas que se visibilizan con avances autoritarios de propuestas de ultraderecha, proceso que mundialmente expresa el proceso estadounidense bajo el fenómeno Trump, con sus respectivos correlatos en diversos territorios, caso de Javier Milei en la Argentina, más allá de matices en la política pública que enuncia uno u otro.
Claro que es un tiempo de manifestación de resistencias y luchas por otro orden socio económico en diversos territorios. Las expresiones aludidas remiten a una lógica de confrontaciones en todo el planeta, desde la “primavera” árabe, la consecuente lucha del pueblo palestino y el conflicto en medio oriente, la dinámica del Sahel en África, junto a las luchas y experiencias latinoamericanas y caribeñas, a las que se suman las desplegadas en el territorio del capitalismo desarrollado.
Argentina
Países como Argentina, con un relativo mayor desarrollo de ingresos en la región durante la primera mitad del siglo XX, inició un proceso de empobrecimiento en el último cuarto del siglo pasado (desde 1975), acumulando ya medio siglo (1975-2025) de una tendencia a la pauperización creciente, confirmando una estrategia del capitalismo local.
La ofensiva del capital define esa estrategia. Más allá de algunos momentos en este tiempo histórico, la tendencia se afirma en los preocupantes datos socioeconómicos de empobrecimiento, deterioro de los ingresos populares y pérdidas de derechos sociales, individuales y colectivos. Una situación con impacto en la desarticulación de una cultura histórica de sindicalización y organización popular.
Esa ofensiva se manifiesta en cambios políticos en la representación institucional, en donde los partidos tradicionales fueron perdiendo capacidad de expresar sus imaginarios en programas previsibles, de ciudadanización y republicanismo en el caso del “radicalismo” y de justicia social y soberanía económica en el “peronismo”, sin perjuicio de otros cambios en diversas tradiciones políticas, entre los cuales mencionamos al socialismo y al comunismo, a las democracias diversas, progresistas o cristianas.
Que aun existan núcleos reivindicando esas tradiciones y representaciones simbólicas, no elude la realidad de fugas hacia nuevas entidades emergentes luego de la crisis del 2001; en la disputa entre coaliciones que contienen las históricas expresiones de la política local, kirchnerismo y macrismo, hasta el presente desafiante de un consenso amenazante en la atracción del líder libertario y su proyecto antipopular.
Las luchas en el periodo son fuente de estudio de una nueva camada intelectual desafiada a renovar síntesis de la construcción alternativa ante los cambios del capitalismo global en su especificidad local.
El resultado de la ofensiva del capital, pese a las resistencias, es la creciente desigualdad verificada en los datos sobre Argentina, confirmando la concentración del ingreso y la riqueza en una cúpula minoritaria de la población, “nuevo núcleo de la dominación”, a la vez que se ensancha la base empobrecida, más allá de cualquier indicador de pobreza. Es que los indicadores no son fiables, por diversos motivos, a veces, incluso deliberadamente, sea para esconder los nuevos fenómenos de las contradicciones del capitalismo local.
La profundización de la explotación es el camino elegido de la burguesía, local y global, actuante en la Argentina. El destino es lograr afirmar una tendencia a la igualación descendente de las condiciones de vida de la población, con relación a las vigentes por décadas en otros territorios de Latinoamérica y del caribe.
A ello se asocia la confirmación de un modelo productivo que profundiza el saqueo de los bienes comunes, especialmente asentados en la tierra, el agua, la minería o la energía, potenciando una mecánica de producción para la inserción subordinada en la economía mundial.
El único límite a ese proceso es la lucha popular y la emergencia de un proyecto político de inserción masivo, alternativo, inexistente aun en el imaginario social mayoritario. No se trata de opciones electorales en “contra del mal mayor” para recrear viabilidad capitalista al orden local. Aludimos a una ampliación de la construcción cotidiana de contenido alternativa a la lógica de la ganancia.
La ultra derecha en su salsa
Milei es el resultado de ese proceso largo de iniciativa política del poder, iniciado con la dictadura genocida y continuado en los ciclos de los 90, con Menem y de la Rúa, luego con Macri. Milei pretende coronar el proceso de restructuración regresiva del capitalismo local, por lo que disputa la instalación hegemónica de un proyecto reaccionario con consenso ampliado, incluyendo mecanismos represivos extendidos, claro que con la complicidad del sistema institucional y mediático.
Eso requiere renovar la estrategia contra el capital. La base de esa estrategia está en las experiencias de reproducción de la cotidianeidad de millones de personas que protagonizan la solidaridad, la asociación y la autogestión, en variados emprendimientos asociativos de tipo cooperativo, comunitario, colectivo, en ocasiones, solo para lograr la supervivencia ante la insensibilidad de la lógica de explotación y saqueo.
La alternativa existe en la fragmentación de la experiencia popular, que requiere articularse en proyecto político, no solo de resistencia y confrontación, sino de disputa de un imaginario alternativo, en el sentido histórico de los explotados y dominados en la larga lucha contra el capitalismo, global y local. Es la izquierda, en sentido amplio, contra la derecha o la ultra en su nueva expresión, bajo novedosas formas que asume la organización contradictoria del capitalismo en la actualidad.
En el centro de la discusión está la lucha de clases, categoría a reivindicar en estos tiempos de relato posmoderno. El capitalismo es lucha de clases, es el poder a la ofensiva y la contraofensiva de las clases explotadas y dominadas, en una dialéctica que se resuelve en la lógica de quien vence a quien. La unidad de los afectados por el ajuste y la reestructuración regresiva es la base material de un proyecto en contra del capitalismo, por la liberación y el socialismo.
Julio C. Gambina.
Fuente: https://tramas.ar/2025/01/04/ofensiva-reaccionaria-de-milei-y-los-caminos-de-la-alternativa/