El presidente Javier Milei tiene su pacto de Mayo, si bien se lo concretó mediante la firma de un acta en la madrugada del 9 de julio. Y ya ha largado el próximo paso al servicio de convertir en realidad los diez postulados que contiene.
Con correcciones menores, como un punto del “decálogo” dedicado a la educación, la declaración de principios coincide con las propuestas que formuló el jefe de Estado en marzo pasado, con la intención de firmarlo luego de la aprobación de la ley Bases.
Se han alzado voces que menosprecian el acuerdo por considerarlo un decálogo de vaguedades, sin operatividad ninguna. Si bien es cierto que este pacto no tiene carácter normativo, marca una instancia de consenso nada desechable, sobre la que el gobierno se propone ir hacia adelante a la brevedad.
Signado el acuerdo de pretensión refundacional, será necesario que esas enunciaciones generales se conviertan en disposiciones eficaces, mediante el dictado de normas que pongan en funcionamiento los diez preceptos del pacto.
Para esa tarea el presidente necesitará una vez más de la benevolencia de la oposición “amigable”, también llamada “dialoguista”. La misma que los más críticos denominan “pseudo oposición” u “oficialismo vergonzante”.
Como ya es sabido los puntos del acuerdo celebrado en Tucumán equivalen a una declaración de principios en torno a las líneas esenciales del programa por el que brega el gran capital desde por lo menos la última dictadura. Presididos por la inviolabilidad de la propiedad privada, situada en primer lugar, los acuerdos se vuelven más precisos respecto al estímulo al extractivismo, la limitación del gasto público, la reforma laboral y previsional y la apertura económica internacional, entre otros.
A la hora de “operativizar” el pacto, el gobierno ha optado por un curioso diseño institucional, orientado hacia un mecanismo de negociación permanente con actores tanto políticos como económicos. Se trata del llamado “Consejo de Mayo”. Lo integrarán un representante del gobierno, uno por cada cámara del Congreso Nacional, uno más por los empresarios y el que corresponderá a la dirigencia sindical. No está aún en claro cuál será el mecanismo para su designación.
Está destinado para presidir el consejo Guillermo Francos. Con su rol protagónico en la fatigosa negociación de la Ley Bases y su culminación exitosa, el actual jefe de gabinete se ha erigido en el “consensualista” por excelencia de la actual gestión. Se lo pondera así desde dentro y fuera del gobierno. Sería el que aporta la “racionalidad” indispensable para equilibrar los arrebatos del presidente y algunos integrantes del círculo más íntimo.
En estos días se desenvuelven conversaciones para allegar al consejo a las diferentes instancias destinadas a integrarlo. Se supone que un decreto le daría sanción formal. ¿Logrará avanzar el oficialismo con esta nueva instancia de consenso?
Entre socios y amigos.
Nos inclinamos a pensar que sí conseguirá sus objetivos. El presidente Milei intenta consagrarse como un gran innovador, a partir de la radicalidad de sus planteos. El impulsor de una fuerza nueva destinada a sacar de su eje al conjunto de la dirigencia política para luego “redimir” a quienes se decidan a brindarle su apoyo permanente. Los réprobos pueden cruzar las aguas del Jordán y convertirse al nuevo credo. Ya no se los denigrará como “casta” y hasta pueden aspirar a algún elogio en tanto que “amigos de la libertad”.
Entre los parlamentarios el oficialismo tiene para elegir. PRO apoya al gobierno en casi todo y por ahora carece de incentivos para un distanciamiento fuerte. Más allá de consideraciones tácticas, el gobierno de La Libertad Avanza tiene fundamentos ideológicos cercanos al “macrismo”. Y se propone las mismas reformas que el partido fundado por Mauricio Macri siempre tuvo entre sus objetivos.
En cuanto a la Unión Cívica Radical ya tiene una amplia experiencia como “furgón de cola” de fuerzas situadas a su derecha, una constante desde 2015. Y por ahora, las corrientes en su interior que apuntan a retomar la imagen “centrista” y hasta “socialdemócrata” del partido están en franca minoría. Y sobre todo, no tienen una alternativa clara para llevar adelante. Ni liderazgo que tenga una proyección potente más allá de la esfera partidaria.
Algo parecido ocurre con las diferentes expresiones del peronismo no kirchnerista. Desde Miguel Ángel Pichetto a los representantes del “cordobesismo” tienen un pasado distinto al del neoliberalismo más un presente de escasa diferenciación con esa corriente.
Y se le suman gobernadores que abandonan su inserción en distintas vertientes peronistas para sumarse al experimento ultraliberal. Allí están Osvaldo Jaldo, Raúl Jalil, Gustavo Sáenz, Hugo Passalaqua y Gerardo Zamora. Se encuentran cómodos en la exaltación del capitalismo. Y bien dispuestos para intercambiar apoyo por concesiones más o menos significativas del gobierno federal.
El kirchnerismo y la izquierda se mantendrán en la vereda de enfrente de estos consensos. Unión por la Patria tiene aún que superar el desconcierto ocasionado por el flagrante fracaso de su último período de gobierno. Y la dura derrota electoral que fue su correlato inevitable. Es muy probable que en tiempos cercanos se profundizará la puja entre quienes impulsen una oposición franca y los que prefieran acomodarse en la “nueva época”.
Por fuera del Congreso, la crema del empresariado adhiere al actual gobierno y sin duda se sumará al Consejo en pos de sus reclamos de décadas. Pueden tener objeciones a ciertos aspectos de la política económica. Lo que no será óbice para no perderse la mesa en donde se debatirán las “reformas indispensables” que los pondrían en mejores condiciones para embestir contra los trabajadores y conseguir oportunidades de negocios aún mayores que las que ya tienen.
Más de un grupo económico tiene algún directivo en el elenco del Poder Ejecutivo y el nuevo cuerpo puede ser un trampolín para conquistar espacios aún mayores.
¿Qué decir de la dirigencia de la CGT? Su práctica de protesta ocasional y negociación permanente no tendría por qué verse alterada en este caso. Sus posicionamientos hace años que fluctúan entre el oficialismo desembozado y oposiciones “razonables” siempre propensas a bajar banderas en función de un toma y daca que garantice sus intereses corporativos.
Mientras los ingresos de sindicatos y obras sociales no se encuentren en peligro ni la paciencia de los trabajadores afiliados encuentre su límite, irán para adelante por más a la derecha que se sitúe el gobierno.
Todo indica entonces que el Pacto de Mayo será seguido por la instauración del Consejo del mismo nombre. Un espacio de negociación muy restringido podrá dictar así las grandes líneas de acción a los diferentes niveles de la institucionalidad formal.
Será un nuevo paso en el gradual pero inexorable avance de los “poderes permanentes” sobre los ámbitos de decisión que se hallan previstos en la Constitución Nacional y que son electos por el voto popular.
Desde abajo y hacia adelante.
Queda cada vez más claro que la posibilidad de defender con éxito los espacios democráticos y marchar en el sentido de su ampliación y profundización nunca vendrá de dirigencias que encuentran confortable el escenario de recorte de las conquistas populares. Sólo un impulso consistente desde abajo podrá apuntar con probabilidades de éxito a una democracia más sustantiva.
Mientras tanto, la lucha contra la reconfiguración regresiva de las relaciones sociales no permite albergar expectativas hacia quienes ya están por demás entrenados en la administración de lo existente y las permanentes concesiones al gran capital.
La expansión de la conciencia crítica, la organización popular y la disputa del espacio público son las herramientas indispensables para una resistencia exitosa animada por el espíritu de contraofensiva. Serán el punto de partida insoslayable a la hora de marchar hacia una democracia verdadera.
Daniel Campione en Facebook.
@DanielCampione5 en X.
Fuente: https://tramas.ar/2024/07/16/ya-esta-el-pacto-y-ahora-viene-el-consejo/