Los Lenguajes Intimos de Marx, por Edgardo Adrian Lopez, con comentario de Julio Gambina.

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Pensar y actuar la Revolución – comentario de Julio Gambina.

Desde agosto de 2009 venimos publicado en el sitio de la FISYP artículos, unos veinte según mi registro, y algunos de los libros de Edgardo Adrián López (EAL). Son un aporte al debate inspirado en Karl Marx, y en su tradición intelectual y política, desde 1835 hasta el Siglo XXI. Nuestro convencimiento, en la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP, apunta hacia la necesidad de volver al fundador de la teoría de la revolución cuantas veces sea necesario, haciéndolo desde distintos ángulos, visiones, concepciones y lecturas.

Qué mejor, por lo tanto, que glosar este texto relativo a “Los lenguajes íntimos de Marx”, con los agregados de “estróngobo” –me confiesa el autor que “es una palabra inventada por mí, que quiere significar la extrañeza de ese Marx sin ismos que anhelo presentar”–, y con el de “asnal”, que me informa el escritor que “es en virtud de que se aleja de las luminarias académicas, al estilo de consagrados como Michio, Nobuo, Steedman, etc.” Son comentarios de utilidad para cualquiera que pretenda buscar en diccionarios o en la red estas palabras, tal como me tocó hacerlo sin mucho éxito, aunque mi intuición se verificó con las respuestas que incluyo “casi” textual.

A Adrián hay que traducirlo en variados tramos, pero vale la pena leerlo, indagarlo, adivinarlo, a veces con cierto incordio y desacuerdo; muchísimas veces con una sonrisa por las ironías literarias incluidas, travesuras del autor.

Resulta de interés la lectura e interpretación del revolucionario nacido en Tréveris, más aún en tiempo de un brutal atropello del capital sobre el trabajo, la naturaleza y la sociedad. Una ofensiva que, para esta tercera década del Siglo XXI, ya acumula medio siglo, desde el ensayo que supuso el monetarismo liberalizador inaugurado en Chile en 1973.

Un atropello en plena debacle capitalista que nuestro autor, EAL, sostiene que, a pesar de los tiempos de crisis, no implica “colapso” ni “senilidad” del capitalismo, ni significa que esté a punto de “desaparecer”; lo que convoca a la continuidad de la “crítica”, la única invariante en Marx, decimos nosotros, tal como aprendimos a comienzos de los 90 del siglo pasado con el recordado Luis Rubio.

Hablo en plural porque aquellos debates los hacíamos con Beatriz Rajland y Daniel Campione en una FISYP casi reducida a un trío y algunos pocos interesados en la perspectiva que intentábamos sustentar ante la debacle del socialismo en el este de Europa.

Eran años críticos para el “socialismo” realmente existente; se derrumbaba no sólo la bipolaridad, entre 1989 y 1991, sino la potencia de la alternativa al capitalismo en el ideario popular global, por lo que había que volver a los clásicos, especialmente a Marx.

Se trataba de las polémicas sobre la crisis del capitalismo y acerca del derrumbe del socialismo realmente existente, motivando debates que se prolongan, aun hoy, sobre la vejez del modo de producción actual o alrededor del colapso capitalista. A tres décadas de aquellos tiempos, la polémica se sostiene y no resulta menor la indagación teórica en las tesis de Carlos Marx para pensar nuestro tiempo, el capitalismo y la revolución.

Por eso, mi trayectoria intelectual y política iniciada en los tempranos 70´del siglo XX, con un imaginario social de inminencia revolucionaria (gracias a la revolución cubana, y a la lucha antiimperialista y anticapitalista en Vietnam y a los acontecimientos de la última década del pasado siglo), fue movilizada a recurrentes lecturas y relecturas de textos. Obras que habíamos leído atravesados por “interpretaciones” generalizadas desde manuales soviéticos y por divulgaciones hechas “línea” en la política concreta de nuestra militancia universitaria, sindical, cooperativa e intelectual en el comunismo argentino que, desde 1985–1986, inició un proceso de crítica y de reformulación de las tareas políticas de cara a la revolución.

Desde esa militancia diversa en los 80/90´, insistíamos, en la intelectualidad, en el sindicalismo o en el cooperativismo, e intentábamos redefinir el nuevo cuadro de situación y cómo intervenir creativamente en ámbitos diferenciados pero afines de la lucha de clases, en tiempos de resistencia al avance del capital.

Así apareció la utilidad de la categoría relativa a las “afinidades electivas” entre cooperativismo y socialismo. Era necesaria para intervenir en la promoción de formas de autogestión de la organización económica popular, en un debate construido con Gabriela Roffinelli, incorporación de la FISYP, desde la investigación teórica y, muy especialmente, con Floreal Gorini, interesado en resignificar y ampliar la experiencia cooperativa más allá del crédito solidario en la tradición de las Cajas de Crédito, y desde su liderazgo en el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, e indagando en la nueva realidad del empleo, de la explotación y de la exclusión de las trabajadoras y de los trabajadores.

En rigor, el tema aparecía en el debate global, con la re–significación del cooperativismo, en tanto respuesta concreta en la experiencia de trabajadoras y trabajadores, en el caso de las empresas recuperadas en la Argentina, o en distintas formas de agrupar el protagonismo popular en la resolución de la reproducción de la cotidianidad, incluso asumidas desde los países que continuaban reivindicando el socialismo. Había que volver a Marx y releer las “instrucciones a los delegados a la Asociación Internacional de Trabajadores” de 1866, resignificando la valoración del cooperativismo en la perspectiva de transformación social. Eran tiempos para superar el dogmatismo y la vulgarización del “marxismo”, del que renegara Marx, como recuerda Adrián en el libro que comentamos.

Fue muy importante para mi recreación del proyecto de investigación, esencia de mi actividad intelectual, la interpelación recurrente de Floreal Gorini, quien me instaba al debate sobre “¿qué es el socialismo?”, lo que me llevaba a volver a Marx, superando vulgarizaciones y dogmatismos. Había que reeducarse, de/construirse y reconstruir un enfoque de crítica al capitalismo. Era lo que intentábamos desde la FISYP en la última década del XX y comienzos del XXI.

Transcurría la “convertibilidad” –1991/2001– y la ampliación de la desigualdad en la distribución del ingreso, de apropiación privada y concentrada de la riqueza;  también de búsqueda de nuevos rumbos en la organización de la reproducción cotidiana de la vida de las y de los trabajadores y de sus familias. Por ello también protagonizábamos la creación de un nuevo modelo sindical, con el surgimiento de la CTA a comienzos de los 90´. Me tocó hacer la experiencia de ese fenómeno desde la Federación Judicial Argentina –FJA–, integrante fundador de la Central, quienes me convocaron, a mediados de esa década, a construir un espacio de investigación y de formación, el Centro de Estudios de la FJA (CEFJA), en el que aún ensayamos reflexiones sobre los cambios en la relación capital–trabajo, acerca de las reformas estatales, especialmente en el campo de la justicia, o en el plano de la reestructuración de las relaciones internacionales.

Sea desde la cátedra o desde la sindicalización docente universitaria, el ámbito cooperativo y la nueva realidad que ofrecía el desempleo a la triple faceta de reestructurar un sindicalismo clasista, anticapitalista y antiimperialista, abordamos con audacia el intento de confrontar la lógica de explotación y de exclusión, asociando experiencias de emprendimientos cooperativos con una perspectiva socialista. Del mismo modo, tratamos de superar la burocratización del sindicalismo y ensayamos nuevas formas de democracia y de libertad sindical, con perspectiva de disputar el poder burgués. Había que cuestionar lo aprendido y, con Marx, reemprender el camino de la crítica que, como ya lo dijimos, expresa la invariancia en el pensamiento y en la práctica del revolucionario nacido en Alemania.

Exponiendo en la Universidad Nacional de Jujuy, UNJu, al tiempo que pensaba sobre estos temas, conocí a Adrián López. Desde entonces, iniciamos un intercambio epistolar fluido, con algunas interrupciones, pero sostenido en el tiempo. De esos intercambios surgió la posibilidad de publicar sus “polémicos” y desafiantes escritos. Más de una vez le solicité que fuera más directo en sus formulaciones, algo que no logré, obvio, aunque él mismo reconoce en el escrito los problemas que eso genera para mejor entender sus posicionamientos. Leerlo supone, a veces un esfuerzo, ya que sus textos convocan a múltiples inferencias y deducciones sobre a quién remite cuando alude vía metáforas a ciertos personajes, incluso, cuando emplea incontables formas de nombrar a Carlos Marx, ingeniosas, por cierto. No se trata sólo de la forma, sino que Adrián es filoso en la polémica con variados escribas e intérpretes de Marx, algunos de los cuales publicamos con habitualidad en la FIYSP y con quienes compartimos diversas iniciativas políticas e intelectuales.

Para mí, no es tan importante coincidir en su totalidad con Adrián López, sino que interesa su lógica interpretativa, lograda sobre un meduloso y extenso estudio de las obras de Marx, las que aún no se conocen en su totalidad. Habrá que seguir estudiando a Marx a medida que se publiquen sus borradores y notas no  publicadas. Por eso, nuestro autor insiste que “su” visión es una de las tantas lecturas posibles sobre Marx, lo que le permite polemizar con otras perspectivas, habilitando a una convocatoria creativa de interpretación teórica para la crítica del capitalismo contemporáneo.

Las reflexiones escritas por Adrián en este libro, remiten a una innumerable bibliografía, de críticos y seguidores de Marx, algunos vulgarizadores de la obra, en el legado “marxista”, del que renegó el propio Marx.

Cuesta seguirlo, a veces, es cierto, con reiterados reenvíos a textos del mismo Adrián López, que dificultan el avance de la lectura, pero convengamos que resulta de interés, que no es ocioso tomar el tiempo necesario para leerlo, aun cuando no se acepten todas las tesis o aseveraciones que sintetiza en 43 afirmaciones al final del libro. Esas propuestas del Capítulo VIII son “un resumen de lo que propuse en todos estos años de exilio y desde antes”, me señala Adrián en unas de nuestras últimas comunicaciones.

No me detendré en ningún capítulo en especial, pero se trata de un texto de importancia para el debate actual, de deconstrucción del capitalismo, de recuperación de Marx, el crítico del orden vigente que ilumina los senderos contemporáneos para pensar y actuar la revolución, que es, precisamente, el último mensaje que nos deja en su escrito Edgardo Adrián López.

Julio C. Gambina, Buenos Aires, 1 de septiembre de 2022

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