Al hacer el repaso de la resistencia a la dictadura militar, lo primero que viene a la memoria es la resistencia de las y los familiares de desaparecidxs, cuyo punto más alto fue la trayectoria de las Madres de Plaza de Mayo. También se recuerdan expresiones culturales como Teatro Abierto. Durante muchos años poco se dijo o se escribió sobre las luchas obreras en ese momento histórico.
Debemos celebrar que en los últimos años han aparecido nuevos trabajos y publicaciones que dan cuenta de lo sucedido, desde la realidad que efectivamente estaban viviendo los trabajadores por aquellos años. También han aportado los juicios como el realizado para esclarecer las responsabilidades por el secuestro y posterior desaparición de seis delegados de Mercedes Benz. Sumo mi aporte tratando de apoyarme en experiencias personales y en un material como “Luchas obreras en la Argentina Moderna”, que fue escrito y difundido durante la dictadura. Por eso está firmado con seudónimos.
La primera consideración que me parece necesario hacer es que, la difundida versión que durante la dictadura se interrumpieron las luchas obreras no tiene asidero en los datos de la realidad.
Si prestamos atención a las estadísticas de los conflictos sindicales y huelgas producidos en ese período, vamos a encontrar que entre septiembre y la primera quincena de noviembre de 1979 se produjeron en el país 60 conflictos obreros en empresas grandes, y que, además, se produjeron triunfos importantes. También debe apuntarse que en abril de 1979 se convocó a un paro general por parte de la Comisión de los 25, donde no concurrieron al trabajo el 40% de los trabajadores industriales del Gran Buenos Aires.
Desde el punto de vista estadístico, el período 1976-79 se ubica entre los más conflictivos de los primeros 80 años del siglo XX. Comparte ese privilegio con los períodos 1919-1920, 1936-1938, 1946-1948, 1957-1959 y 1973-1975. Siendo este último el más alto de la historia.
¿Por qué si hubo tanta lucha, se contó tan poco esa historia? Ese interrogante merece una respuesta compleja, pero para empezar digamos que esas luchas se desarrollaron en momentos en que la militancia político sindical encuadrada en organizaciones militantes, tenía escasa presencia en las fábricas, producto de la represión, y donde los sindicatos estaban intervenidos o fuertemente controlados y restringidos.
Las listas
“El 24 de marzo del 76 fui a la parada del micro 275 en 1 y 44, frente a la estación de Trenes de La Plata y me comentaron que estaba cortada la comunicación a Berisso y Ensenada, que habían sido declaradas zonas subversivas. Recién pude ingresar a Propulsora una semana después. En el trayecto un control militar nos detuvo y nos hicieron bajar del ómnibus, revisaron los bolsos y nos pidieron documentos. Cuando llegamos a la puerta de entrada había una larga cola de trabajadores. Cuando me tocó el turno de ingresar, me pidieron mi tarjeta de entrada, leyeron mi nombre y lo buscaron en una lista. Como no figuraba como buscado, un soldado me acompañó hasta la taquilla del vestuario. Revisaron si había allí volantes u otros elementos que pudieran incriminarme, y como estaba limpia, me permitieron ingresar. Otros trabajadores no tuvieron tanta suerte. Vi como a algunos le ponían una capucha y los subían a un camión del ejército. Lo que sucedió en Propulsora ocurrió en todas las fábricas de la zona y se repitió varios días.” 1
“Los delegados, los integrantes de listas opositoras al sindicato en Swift y Astilleros, los activistas de sección, son reprimidos, despedidos, detenidos, secuestrados, asesinados. Siguiendo la tradición de las Tres A, siguen apareciendo cadáveres mutilados en La Balandra.” 3
“En toda esta represión, es innegable la participación de la patronal y de la burocracia (la del Swift batió hasta a los dirigentes de la Lista Naranja, vandoristas, que le disputaban el sindicato). En Astilleros, Propulsora y Swift, encapucharon y detuvieron a más de 200 trabajadores, delante de sus compañeros cuando fueron a trabajar. Hubo barrios como el Obrero de Berisso que fueron ocupados militarmente, con controles y rastrillajes cuadra por cuadra y casa por casa. En la sección Retores de Swift, considerada como combativa, sobre 30 operarios repartidos en tres turnos, reprimieron por lo menos a quince. Tres muertos, tres buscados con el mismo destino que se escaparon, otros presos o golpeados y tirados en una zanja, etc.” 3
El arsenal legal represivo
El gran enemigo a enfrentar por los militares que dieron el golpe del 76 fue la denominada “guerrilla fabril”, eufemismo difundido por Ricardo Balbín para caracterizar la lucha de los trabajadores que, en los años previos, había puesto en cuestión la estabilidad del sistema capitalista en la Argentina, por la masividad y calidad de sus luchas.
El 24 de marzo de 1976 el gobierno militar suspendió el derecho de huelga, “o cualquier medida de interrupción o disminución del trabajo” (Ley 21 – Artículo 1). En setiembre del mismo año, la ley 21.400 sanciona a los trabajadores que participen en un conflicto sindical con el despido sin indemnización y con ser pasibles de penas carcelarias entre 1 y 10 años. La CGT también fue ilegalizada y se quitó a los gremios la administración de las Obras Sociales. En el mismo año, se suspenden las elecciones sindicales y se faculta al Ministerio de Trabajo a elegir delegados de cada fábrica. Se eliminan los delegados por sección, se quita estabilidad a los delegados gremiales, permitiéndole a las patronales despedirlos pagándole una indemnización. La consecuencia de estas medidas en el plano de la organización sindical es que la mayoría de las fábricas se quedaron sin delegados, y los que quedaron confirmados o fueron elegidos surgieron de un acuerdo tripartito entre el Sindicato, la patronal y el Ministerio de Trabajo.
El 11 de febrero de 1977 se dictó el decreto 385/77 que daba de baja las afiliaciones sindicales y establecía un límite de 40 días para que el trabajador pudiera “reafiliarse”. Este trámite lo debían hacer lxs trabajadorxs, en oficinas de las empresas en forma personal.
La limpieza previa
La represión del Terrorismo de Estado contra los trabajadores había empezado antes del golpe militar. En marzo de 1975, se desarrolló en Villa Constitución el “Operativo Serpiente Roja del Paraná”, con la participación de miembros de distintas fuerzas de seguridad provincial y nacional y grupos paramilitares de la Triple A. Tras denunciarse un “complot subversivo” contra el gobierno de Isabel Perón se intervino la seccional Villa Constitución de la UOM y se produjeron 300 arrestos. Esta metodología de descabezamiento de las vanguardias obreras también se aplicó en Córdoba, afectando a los sindicatos automotrices, a Luz y Fuerza y otros gremios. La represión del Terrorismo de Estado contra los trabajadores empezó antes del golpe militar, la mayoría de las víctimas de los crímenes de la Triple A fueron activistas obreros.
El terrorismo ideológico
Desde los tiempos de los conflictos de los años 74 y 75, y con mayor énfasis en los primeros meses de la dictadura militar, se desató una fuerte campaña de terrorismo mediático tratando de deslegitimar a las luchas obreras y demonizar a sus activistas y dirigentes. Se acusó de “subversivos y terroristas” a quienes participaban en conflictos cuya reivindicación principal era el salario. En las fábricas de La Plata, Berisso y Ensenada, las patronales y la burocracia sindical, difundieron la leyenda de “los manija”, que responsabilizaba de la represión a activistas y militantes sindicales influidos “desde afuera” para hacer política y a enturbiar las relaciones laborales. En los primeros meses y ante el silencio que imponía la represión, la voz cantante en las secciones la tuvieron los forros y los alcahuetes, que hacían todos los esfuerzos posibles por diferenciarse de los que eran reprimidos. Durante toda la dictadura, el gobierno y las patronales tuvieron iniciativas para quebrar la solidaridad obrera, que iban de medidas abiertamente represivas a discriminaciones salariales o de condiciones de trabajo, que perjudicaban a los trabajadores más dignos y solidarios.
Algunos números
Lxs trabajadorxs fueron el principal blanco de la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983. En ese período se redujo su participación en el PBI entre un 48 y un 30%. Perdieron 700.000 puestos de trabajo industriales y fueron las principales víctimas de encarcelamientos, torturas, asesinatos y desapariciones. En la Unidad Penitenciaria Nº 9 ubicada en la Plata, se organizaban torneos de fútbol por fábrica. Cuando llegaron los presos de Ledesma había para formar varios equipos de esa empresa. Los organismos de derechos humanos estiman que el 66 % de los desaparecidos eran trabajadores. En la empresa Astilleros Rio Santiago, ubicada en Ensenada, los militares hicieron desaparecer 42 trabajadores y hubo diez asesinados.
Empezando por casa: Ledesma
Carlos Pedro Blaquier, dueño del Ingenio Ledesma, fue uno de los empresarios que participó en las reuniones previas a marzo del 76, donde se conspiró para dar el golpe de Estado. En un petit hotel de su propiedad, ubicado en la calle Azcuénaga, se realizaban reuniones donde participaban empresarios, militares, periodistas y banqueros que formaron la pata civil del videlismo. Vicente Muleiro, que publicó sus investigaciones en el “Golpe Civil” identificó como miembros de la mesa chica del grupo Azcuénaga a Blaquier, José Alfredo Martínez de Hoz, Mario Cadenas Madariaga, Horacio García Belsunce (padre), Guillermo Zubarán, Enrique Loncan y Armando Braun. También participaba Jorge Zorreguieta.
El sindicato de los trabajadores azucareros de Ledesma había dado luchas muy importantes en el año 75, consiguiendo importantes aumentos y mejoras en el convenio. El gobierno provincial de Snopek intervino el Sindicato y los trabajadores intentaron tomar la fábrica. En esa oportunidad detuvieron a algunos delegados. La situación de conflictividad sindical se mantuvo hasta después del golpe de Estado. El 20 de julio de 1976 se produjo un apagón en la ciudad de Libertador General San Martin y en Calilegua, y se puso en marcha un operativo conjunto del Ejército, la Gendarmería y la Policía en el cual se detuvieron 400 delegadxs, estudiantes y vecinxs denunciadxs como “subversivos”, por la patronal. El operativo duró hasta el 27 de julio. Los detenidos fueron llevados al centro clandestino de detención Guerrero, donde fueron torturados. 55 de ellos, nunca más volvieron a aparecer.
Forcejeos
“¿Cómo hacer una asamblea, sin que se note que es una asamblea? ¿Cómo hacer un paro, sin que sea un paro? En Propulsora el horno no estaba para bollos. La primera semana del golpe habían detenido a unos cuantos delegados y activistas. En los últimos tiempos habíamos visto como un grupo del ejercito ingresó al taller y se llevaron detenido a un trabajador, y se comentaba que casos similares se habían producido en otras secciones. Los alcahuetes y miliqueros, que nunca faltan entre los trabajadores, andaban agrandados. Pero nuestra contratista, la empresa FACE, no había pagado los sueldos de la quincena ese viernes, que era el último día hábil de la primera semana del mes. Habría que esperar hasta el lunes. Había bronca entre los que trabajamos en la cuadrilla de mantenimiento preventivo. En las cuevas donde nos juntábamos a tomar mate se discutió qué hacer y se resolvió que nos pararíamos frente a la oficina de la empresa, adentro de la fábrica para esperar que nos pagaran. Se hizo una larga cola. El capataz que era un viejo mecánico, y los oficiales mejor vistos por la empresa, aclaraban en nombre de todos, que no estábamos haciendo un paro, estábamos esperando el cobro. Así estuvimos más de tres horas ante el nerviosismo de los ingenieros de Propulsora que nos necesitaban para una parada programada. Al fin llegó la plata, cobramos y fuimos a trabajar. Era julio o agosto de 1976”. 1
Las primeras luchas obreras contra la dictadura
Las primeras huelgas se produjeron en empresas del Estado, que sufrieron una abrupta pérdida salarial. La huelga de los trabajadores de la electricidad de SEGBA (Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires) se inició en octubre de 1976 y fue derrotada. Ese conflicto involucró a sectores burocráticos participacionistas. El dirigente sindical, Oscar Smith, que fue desaparecido por la dictadura, no registraba antes de la huelga antecedentes combativos. También se produjeron conflictos en Subterráneos, Telefónicos y Ferrocarriles. Durante la dictadura entre 1976 y 1978, se levantaron 8 mil km de vías férreas. Se cerraron talleres ferroviarios con 60 mil trabajadores cesantes. Los trabajadores ferroviarios resistieron esas medidas, contando con el apoyo de muchas poblaciones que se quedaban aisladas, o que dependían de los puestos de trabajo generados en esos talleres.
“La primera característica (de las primeras huelgas) es que se dieron en empresas muy castigadas por la política oficial. Según una encuesta los ingresos netos de los operarios oficiales de las empresas del sector público se redujeron en un 41,8% entre octubre de 1975 y octubre de 1976, lo que se explica por la política de restricción del gasto público y racionalización administrativa que siguió el equipo de Martínez de Hoz. En el caso de los electricistas el golpe fue aún más duro que en el resto de las empresas estatales señaladas ya que eran el arquetipo de la aristocracia obrera.” 2
“La segunda característica es que las huelgas se dan en gremios que no se destacaron en el movimiento de 1974-75. Esto explica que hayan contado con activistas de base para organizar las huelgas, al no recibir la represión al darse el golpe. Aunque también es necesario señalar la participación de cuadros medios de la burocracia sindical en la organización de las huelgas de electricistas, ferroviarios y portuarios. Mientras que en subterráneos y telefónicos los organizadores principales fueron grupos semiclandestinos con cierta experiencia anterior.” 2
“La tercera característica es que las huelgas se dan por gremios (no por empresa estatal) y están localizadas en el sector de servicios (no en ramas estratégicas de la gran industria), lo que podría compararse con etapas anteriores de la resistencia obrera, como por ejemplo las épocas de la presidencia de Frondizi (1958-1962) cuando sectores del movimiento obrero se opusieron a la ´racionalización administrativa´ ”. 2
El mundial cruza la resistencia obrera
“En el 78 estaba trabajando en una empresa plástica en ruta 2, que se llamaba CODESA y fabricaba colchones. Esa fábrica había tenido un conflicto en el 74, y su principal dirigente, Armando Vilches, fue detenido antes del golpe militar y continuaba preso. En el momento en que fue detenido se organizó una colecta entre los trabajadores de la fábrica, para ayudar a la familia de Vilches. Quien juntaba el dinero todos los meses era un compañero de apellido Fernández a quien apodaban “el burrito”, que era de la sección Movimientos, que se ocupaba de trasladar el poliuretano ya expandido en unos carros. El mundial de fútbol nos vino muy bien para empezar a reorganizar la fábrica. Se organizó un campeonato por secciones y la Comisión de fútbol empezó a convertirse de hecho en una junta Interna clandestina. El fútbol también nos permitió vincularnos con otras fábricas de la zona como Kaiser, Acrow y Egia. Desde esa organización afrontamos la Huelga General de abril del 79, lanzada por la Comisión de los 25, donde ya empezaba a despuntar Saúl Ubaldini. El Sindicato plástico, cuyo principal dirigente era el colaboracionista Jorge Triacca no adhirió al paro, pero la mayoría de los trabajadores de la empresa ese día no fuimos a trabajar”. 1
“El día que Argentina salió campeón, fuimos a festejar a Buenos Aires. Era una sensación rara, volver a recuperar la calle, que estuviéramos muchos festejando y que no viniera la policía a pegarte. En ese respiro de libertad, empezaron a surgir las consignas, me acuerdo una: “Mañana es San Menotti, y no vamos a trabajar”. 1
Los conflictos por empresas
En el año 1979 se empieza a evidenciar un cambio en la forma en que se dan las luchas obreras. Comienzan a desarrollarse conflictos por empresas. Son las denominadas luchas “con el sobre en la mano”, porque al producirse cada paro u otra medida de lucha se presenta el ejército u otras fuerzas represivas a increpar a los trabajadorxs. Y la respuesta es siempre la misma: “No somos subversivos, tenemos que parar porque la plata no nos alcanza para vivir”. Y le mostraban el sobre donde figuraba el salario al milico que se acercara. La resistencia obrera se pega a lo reivindicativo, de la misma manera que al comenzar las Madres de Plaza de Mayo solo exigían: Aparición con vida de sus hijos desaparecidos. Los conflictos por empresas no son organizados por los sindicatos sino por el activismo obrero sobreviviente en las fábricas, que busca nuevas formas de organización, casi siempre clandestinas, y donde se distinguen las Comisiones de Lucha que dirigen el conflicto, de las Comisiones de Reclamo, que son los que dan la cara ante la patronal y las fuerzas represivas.
El conflicto de Safrar – Peugeot en septiembre de 1979 es emblemático, porque cuando los sobres no alcanzan a convencer a los milicos y la represión es inminente, los trabajadores se ponen a cantar el Himno Nacional. La huelga de Peugeot termina con un triunfo obrero. Consiguen un 23% de aumento de los 25 que pedían. Y esta victoria anima a nuevos conflictos que también acumulan victorias en Sniafa, Gilera, Chrisler, Estándar Electric, Ducilo, etc. Sin militantes políticos, sin los sindicatos, el activismo obrero de base impulsa luchas obreras que empiezan a parecerse a las de los años 74-75.
Sin embargo, esa primavera combativa no duró mucho. La resistencia obrera que había sido capaz de sobreponerse a la pérdida de la legalidad sindical, a miles de militantes y activistas desaparecidos, y a otros tantos presos, despedidos o exilados, fue duramente golpeada con el cierre de las fábricas y el aumento de la desocupación, que fue la consecuencia de las políticas de la apertura de la economía. Muchas fábricas cerraron sus puertas y se mudaron a Brasil, o se dedicaron a importar lo que antes producían. Los cierres de fábricas afectaron particularmente a las empresas automotrices, textiles, metalúrgicas y plásticas.
En las que no cerraron, pero redujeron personal, la sangría no fue cuantitativa. Primero despidieron u ofrecieron retiros voluntarios a los pocos activistas sobrevivientes, después a los trabajadores más dignos, o “menos colaborativos”. Por ejemplo, a quienes no hacían horas extras o pedían al supervisor que se cubran las ausencias en una cadena de producción.
La presión de los de afuera
“Cuando se terminó lo de Codesa, que primero se desangró y después cerró, me fui a trabajar a la construcción, a las obras de las grandes empresas de montaje. Los militares se interesaron por empresas estatales productivas como Astilleros y Petroquímica Mosconi, y por eso allí aumentó un poco el trabajo, bajo la forma de contrato y el régimen de la construcción. Pude ingresar a Ingeniería Tauro en la Mosconi de Ensenada por compañeros que me conocían. Allí me encontré con unos cuantos activistas que habían emigrado desde las fábricas. Cada vez que entrábamos a la obra nos encontrábamos con cientos de trabajadores que hacían guardia por si se producían vacantes. Me anoté en montaje de altura y allí pude comprobar el deterioro de las condiciones de trabajo. Al principio subíamos a las torres en plataformas movidas por grúas. Después la patronal alegó que las horas grúa le salían muy caras y apelaron a los aparejos o tiracables tipo Tiford, que nos subían en las plataformas colgados de una linga. Nuestro límite fue exigir que compraran un prensacable que podría darnos un poco más de seguridad y que costaba dos monedas en cualquier ferretería industrial. La vivencia de encontrarnos cada vez que ingresamos a la obra, con cientos de compañeros desocupados esperando por una vacante, fue el principal disciplinador de nuestros reclamos”. 1
La reacción de los sindicatos ante el avance de la dictadura sobre las obras sociales
El 30 de julio de 1980 la dictadura, avanza sobre el control y propiedad de las obras sociales de los sindicatos con la ley 22.269, que comienza con el siguiente párrafo: “Sustitúyese el régimen de la Ley N° 18.610 y sus modificatorias, que regulan la estructura y funcionamiento de las obras sociales”. Con el argumento de mejorar las prestaciones sociales y aportar a los servicios de salud, los sindicatos son despojados de las obras sociales que en adelante van a ser administrados por el Instituto Nacional de Obras Sociales. Se aclara expresamente que “las asociaciones gremiales de trabajadores no podrán brindar prestaciones médico-asistenciales, pero sí otorgar a sus afiliados prestaciones de turismo social y otras prestaciones sociales”.
La dictadura no se conforma con hacer desaparecer a miles de activistas obreros y prohibir la defensa gremial de los derechos de los trabajadores. También quiere avanzar sobre las cajas de los sindicatos, lo que empieza a generar una reacción de sectores de la dirigencia sindical que hasta el momento se había mantenido expectante.
San Cayetano se suma a la protesta obrera
El 7 de agosto de 1981 se realizó una peregrinación organizada por el obispado de Quilmes bajo la conducción de Jorge Novak, un sacerdote progresista que había conseguido amparar en sus diócesis a algunos de los curas que seguían adhiriendo a la Teología de la Liberación y a otros párrocos con sensibilidad popular. En esa movilización llamada la Marcha del Hambre, participaron sindicalistas.
El 7 de Noviembre de 1981, la CGT Brasil realizó un paro que incluyó una marcha desde el estadio de fútbol de Velez Sarfield hacia la Iglesia de San Cayetano, lugar central de congregación de los fieles católicos, donde participaron 50.000 personas, con la consigna de Pan, Techo y Trabajo. Allí se empezó a escuchar la consigna: “Se va acabar…la dictadura militar”. Esa consigna era una recreación de la que los trabajadores cantaban en los años 74-75, “se va acabar…la burocracia sindical”.
Entre agosto y noviembre de 1981 se producen asentamientos en los municipios de Quilmes y Almirante Brown, que dieron origen a los barrios populares: La Paz, Santa Rosa, Santa Lucía, El Tala, San Martín y Monte de los Curas (actual Barrio 2 de abril). Quienes estuvieron al frente de estas ocupaciones de tierras fueron las Comunidades Eclesiales de Base, lideradas por sacerdotes como Raúl Berardo. En esas ocupaciones participaron activistas sindicales que debieron emigrar a la zona sur del conurbano para resolver sus problemas de vivienda. Los asentamientos desarrollaron novedosas formas organizativas como los delegados por manzana, que permitían canalizar las opiniones de todos lxs vecinxs. Las prácticas habituales de asambleas y los cuerpos de delegados territoriales, eran herencias del movimiento obrero.
El 22 de julio de 1982, la CGT Brasil realizó su segunda huelga general con altos índices de acatamiento.
El Paro y la movilización del 30 de marzo de 1982
La resistencia obrera de los últimos años de la dictadura cobró nuevas formas, por el peso que empezaban a tomar los espacios sindicales centralizados y por la aparición de nuevas formas de resistencia desde lo territorial. A pesar de la intención de los militares de prohibir actividades políticas de los sindicatos y la CGT (ley de asociaciones gremiales 22.105), los gremios terminaron por alinearse en dos CGT con marcadas diferencias políticas. Por un lado, la CGT Brasil, con características negociadoras pero combativas, y por otro la CGT Azopardo, que era directamente colaboracionista. El principal dirigente de la CGT Brasil fue el metalúrgico Lorenzo Miguel, que repitiendo lo que hizo con José Rucci a principios de los 70, lo mandó al frente al cervecero Saúl Ubaldini. El principal dirigente de la CGT Azopardo fue el ya mencionado Jorge Triaca. El 30 de marzo de 1982 la CGT Brasil convocó al “pueblo de la Patria”, no sólo a la clase obrera, a concentrarse a las 17 horas en la Plaza de Mayo para “decir basta a este proceso que ha logrado hambrear al pueblo sumiendo a miles de trabajadores en la indigencia y la desesperación”. El presidente Galtieri prohibió la movilización. En Buenos Aires participaron 30.000 trabajadorxs que fueron reprimidos con el saldo de 6 heridos de bala, y el asesinato del dirigente cementero José Benedicto Ortiz. La represión se repitió en otros puntos del país donde se organizaron manifestaciones.
Los integrantes del Consejo Directivo de la CGT Brasil: Saul Ubaldini, Ricardo Pérez, José Rodríguez, Romero, Alonso (judiciales) y Loza (portuarios), fueron encarcelados. El petitorio que pensaban entregar al gobierno incluía el reclamo por los desaparecidos.
Malvinas
La guerra de Malvinas, promovida por el Presidente Galtieri, intentó descomprimir las tensiones sociales que empezaban a poner límites a la dictadura. Pero su error sobre cuál sería la respuesta de Estados Unidos y las fuerzas de la OTAN, convirtió esa aventura en una experiencia catastrófica para el gobierno, con el saldo de una derrota anunciada y cientos de combatientes muertos.
“Cuando se produjo la guerra estaba participando en un curso de mecánica para ingresar a Propulsora, organizado por la propia empresa. En las clases, el tema dominante era la guerra. Había mucho entusiasmo en los más jóvenes y un par de instructores que estaban ligados al socialismo democrático, un partido que apoyaba a la dictadura. Los compas más veteranos y con más experiencia sindical, hablábamos poco. Nos estábamos jugando ingresar a un trabajo, y nadie quería ser acusado de `apoyar a los ingleses´. Por lo bajo, los únicos comentarios que compartíamos, era que con los milicos nada podría salir bien. A mí, ese silencio no me valió de mucho. Estaba fichado por el Servicio de Informaciones Navales (SIN) y nunca pude volver a ingresar a Propulsora. Recibí la carta donde la empresa me comunicaba esa decisión, en tiempos de Alfonsín. La dictadura nunca terminó de irse del todo”.1
Final de la dictadura y los relatos
El 6 de diciembre de 1982, en los estertores de la dictadura militar, las dos CGT convocaron a un nuevo Paro General, que contó con el apoyo de la Multiparidaria, que era una instancia de acción política, creada en 1981 donde participaban los partidos políticos (Unión Cívica Radical, Partido Justicialista, Intransigente, Demócrata Cristiano y Movimiento de Integración y Desarrollo), con el objetivo de presionar a la dictadura para que se recuperara la democracia constitucional. El 16 de diciembre, las dos CGT, participaron en la Marcha de la Multipartidaria por la Democracia. Ese día fue asesinado el trabajador metalúrgico Dalmiro Flores.
Con distintas características, y como si fuera una carrera de postas donde se producen relevos en los enfrentamientos, lxs trabajadorxs fueron uno de los principales escollos para que la dictadura pudiera estabilizarse políticamente. Desde distintas valoraciones se pone énfasis en uno u otro período de resistencia pero, para ser justos, todas las batallas fueron importantes.
“El proceso conducido por los militares, que produjo auténticas transformaciones en la estructura económica del país, no pudo consolidarse políticamente. Pese a la represión, la recesión y el “lavado de cerebro” impuesto por los medios de comunicación, no pudo quebrarse la conciencia y la unidad política de la clase obrera y el pueblo. Hoy el proceso (la dictadura militar) está agotado y la burguesía monopólica recurre a los políticos, para mantener su dominación”. 3
El relato oficial de cómo se recuperó la democracia oscureció el papel del movimiento obrero, para poner en relieve la actuación de la partidocracia política. El Partido Radical, que se presentó como ejemplo de resistencia democrática y el republicanismo, aportó 233 intendentes a la dictadura. Aventajó al Partido Justicialista que tuvo 169 intendentes, a los demócratas-progresistas con 109, al MID con 94, Fuerza Federalista Popular con 74, y al MPN (Neuquén) con 23.
Más allá de las versiones malintencionadas, muchos de los relatos de lo ocurrido durante la dictadura están escritos por personas que conocieron la resistencia obrera sólo desde los periódicos, que no conocieron lo que sucedía en el interior de las fábricas.
Los costos de la resistencia
Lxs trabajadorxs dieron batalla a la dictadura, y aportaron a que no pudiera tener una continuidad durante largos años como la tuvo en Chile, pero no salieron indemnes de esas batallas. La dictadura, además de dejar un saldo de asesinadxs, desaparecidxs y exiliadxs, pudo avanzar en el proceso de desindustrialización del país, y buena parte del mejor activismo obrero quedó fuera de las fábricas. Las nuevas generaciones que ingresaron, carecían de esa experiencia y se encontraron con nuevas formas de trabajo y de dominación patronal, donde se promovía el individualismo y la solidaridad obrera era castigada. Los sindicatos, federaciones y confederaciones, que habían sido rebasadas en muchísimas oportunidades por lxs trabajadorxs durante el período 74-75, recuperaron prestigio en la última etapa de la dictadura, aun manteniendo prácticas burocráticas.
Estos cambios del peso político y la composición de la clase obrera, afectaron a todas las identidades con presencia en la clase obrera, pero particularmente al peronismo. El justicialismo no desapareció como identidad mayoritaria de los trabajadores, pero el peronismo obrero que se animó a desafiar a la condena de ser ”la columna vertebral de un gigante invertebrado y miope”, fue despojado de la potencialidad que le hubiera permitido evadir ese destino. El justicialismo post- dictadura se estructuró como una fuerza política de composición de clase media, que defiende intereses burgueses y que se propone “incluir a los trabajadores y desocupados”. La justicia social se convirtió en el techo de sus aspiraciones, y dejó de ser un piso para una proyección política que cuestionara el sistema capitalista.
Homenaje
La historia de la resistencia obrera a la dictadura está poblada de héroes y heroínas anónimxs, de pequeños gestos de dignidad y rebeldía y de luchas esforzadas que merecen recordarse. Mi homenaje a aquellos y aquellas que, en las peores condiciones, eligieron seguir resistiendo.
Notas:
1- Experiencia del autor.
2- Daniel Fernández en “Luchas obreras de la Argentina Moderna”. Edición clandestina 1 de marzo de 1983.
3- Hector Vázquez en “Luchas obreras de la Argentina Moderna”. Edición clandestina 1 de marzo de 1983.