Milei se “ganó” el paro general más rápido de la historia, la realidad comienza a responder a los delirios refundacionales. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que ese emite los jueves de 22 a 24 h por Radio Con Vos, 89.9
La tarea más difícil en coyunturas como la actual es pensar el escenario globalmente, tomar cierta distancia del aluvión de novedades —muchas veces expandidas a propósito— para discernir cuáles son las grandes tendencias sobre las que estamos debatiendo o actuando.
Con mayor razón si —como dicen algunos— el Gobierno está desplegando una “estrategia de bomba de sonido” que pretende aturdir a todo el mundo e impedir que se responda nada. Esto es: primero el “caputazo” con la batería de medidas económicas inmediatas del ministro de Economía, después un DNU extenso que abarca múltiples temas y por último, la Ley Ómnibus también con centenares de artículos que pretenden cambiar todo. Tiene un núcleo racional lo que manifestaron algunos constitucionalistas cuando dijeron que, en realidad, lo que intenta hacer Milei es una reforma constitucional sin una Constituyente o peor aún exigiendo una ilimitada delegación de poderes que prácticamente implican la suma del poder público.
Los cientos de artículos del DNU o la Ley Ómnibus pueden analizarse específicamente, pero el sentido general en todas las resoluciones y propuestas es el mismo: despojar de derechos a los trabajadores, trabajadoras y mayorías populares, y colmar de privilegios al poder económico.Gatito mimoso del poder económico dijo Myriam Bregman en el debate presidencial y algunos se lo tomaron en joda o para la banalización mediática, sin embargo, el proyecto que está impulsando el Gobierno demostró que era una caracterización absolutamente científica. Llegaron al poder para devolverlo, esa afirmación que alguna vez hizo el periodista Martín Rodríguez sobre el macrismo, le calza como anillo al dedo a este “macrismo con 40 grados de fiebre” que es el proyecto libertariano. El decreto y el proyecto de Ley están hechos a la medida del capital financiero, los bancos, el agropower, las petroleras, las mineras con los apellidos de los dueños más importantes: Rocca, Galperín, Eurnekian, Migoya etc.
La pregunta que los periodistas o analistas políticos se estuvieron haciendo por estas horas es: ¿Cuál es la estrategia política de Milei? Podrían plantearse algunas hipótesis:
La primera: Milei cree que puede lograr que haciendo todo rápido no encuentre resistencia ni política ni social y puede lograr que aprueben o que no rechacen su programa porque tiene poder político.
La segunda: tira todo el paquete con un programa “de máxima” para abrir negociaciones y después que de ese “100%”, lograr un 20%, que en sí mismo sería un montón.
La tercera: que en realidad, es consciente de que puede ser rechazado, pero busca eso para después convocar a un plebiscito y tratar de revalidar sus propuesta con un método clásicamente “populista”.
El periodista Jorge Liotti, en un muy interesante artículo publicado en La Nación el domingo pasado, dice que en el Gobierno hay un fuerte autoconvencimiento sobre este set de reformas, que emana de las encuestas que marcan que el Presidente tendría un nivel de aprobación del 60%. También del hecho de que Milei es un sujeto político diferente a lo conocido hasta ahora, no solo por su carácter de outsider, sino por la interpretación que hace de su tarea. Él entiende la Presidencia como un trabajo, y también como una misión. En la segunda visión pesa su profundo misticismo, la idea de ser un elegido para cumplir un mandato, un destino celestial. El mandato del pueblo (recordemos surgido de un balotaje con todo su carácter más frágil) y el mandato de Dios. Todo esto lo conduce a no moderarse ante nada como cualquier político profesional, a no hacer esos cálculos porque a él lo sostiene el favor popular y las fuerzas del cielo.
¿Cuál es el problema que tiene esta visión? Uno solo: la realidad. La realidad que dictamina que el triunfo electoral no fue sinónimo de adhesión a todos los postulados reaccionarios que despliega, que fue una mayoría más circunstancial de lo que ellos creían. Que un cambio de gobierno no es sinónimo de un cambio en la relación de fuerzas. Una relación de fuerzas que se había comenzado a manifestar en las calles, en los cacerolazos, en las concentraciones, ruidazos; en la marcha convocada por la CGT a Tribunales que desbordó su propia convocatoria y finalmente en el llamado a un paro general con movilización para el 24 de enero, 45 días después de asumido el Gobierno. La convocatoria más inmediata de la historia de la Argentina moderna.
En un artículo que publiqué en la revista Panamá el sábado pasado me preguntaba si el despliegue del movimiento (eso es las marchas, los cacerolazos y ahora se agrega el camino al paro), alcanzaría para derrotar el plan de Milei. Nadie podía asegurarlo de antemano, pero los mariscales de la derrota y los cultores del hecho consumado que sentenciaban el fin de la historia y la atomización de la sociedad al ritmo libertariano debieron tomar nota del nuevo escenario. Recordaba una entrevista reciente en la que Pablo Gerchunoff afirmaba que Milei tenía una ventaja por el cansancio y la extenuación de la sociedad después de tantos años de crisis crónica (pandemia de por medio), pero “tiene que saber que ese boxeador se va a recuperar. Que la sociedad argentina es una sociedad rebelde, plebeya, molesta, igualitaria. Todos esos rasgos no los va a perder. Pueden estar en algún momento adormecidos, pero no los va a perder”.
Eso es lo que empezó a emerger en estas horas, en estas semanas. A tal punto que los dirigentes de la CGT que no hicieron más que dejar pasar los planes de ajuste contra los trabajadores, tuvo que llamar a un paro!Lo que hasta ahora parecía ser un monólogo un poco siniestro y un poco psiquiátrico se transformó en un “diálogo” que promete “tiempos interesantes” decía en revista Panamá. Esos tiempos recién comienzan.
Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/El-retorno-de-la-Argentina-contenciosa