La Libertad Avanza se impuso en las elecciones y se abre un período signado por variadas incertidumbres.
Javier Milei alcanzó un amplio triunfo en el balotaje. Dio así claro fin a la posibilidad de que ganara la elección presidencial el hombre a cargo de la política económica de un país con los indicadores económicos y sociales en ruinas. El asombro consecuente a una victoria de Sergio Massa en condiciones tan desfavorables no se materializó y en cambio quedan en pie otras perplejidades.
Y asimismo han germinado certezas, como la gravitación de un gobierno desastroso y una política desmovilizadora de larga data a la hora de que la voluntad popular tomara una dirección hasta hoy insólita.
La lógica previsible y las novedades impensadas.
Dicho así el resultado parece ajustarse a la lógica. Aparece menos previsible si se lo examina a la luz de que el triunfo correspondió a una fuerza política enteramente nueva, sin una estructura afianzada ni la menor experiencia en funciones de gobierno.
Y la visión se acerca a lo inusitado si se pone atención en que la victoria correspondió a un partido de extrema derecha. El que se propone una radical reestructuración de la sociedad argentina en un sentido regresivo. Y mediante un paquete de medidas radicales que van mucho más allá de la dolarización de la economía y la supresión del Banco Central.
Las acciones previstas se extienden por fuera del área económica. Tal como los preanuncios de una contraofensiva brutal desde el gobierno contra la política de décadas sobre los derechos humanos y el vasto movimiento que la sostiene.
Argentina no es un caso único. En variadas latitudes se ha asistido a fenómenos de signo semejante. Donald Trump, Jair Bolsonario y Giorgia Meloni, en ese orden cronológico, llegaron al gobierno en sus respectivos países.
Es cierto que ninguno de ellos vino tan de fuera del sistema político como el “libertario” argentino, una creación inicial de los grandes medios de comunicación que creció mucho más allá de lo pensado, incluso para las previsiones del propio Milei.
También es verdad que el presidente electo consiguió el apoyo de un sector muy importante de la derecha preexistente, que se le sumó en la segunda vuelta. La que le aportó un amplio caudal de votos, con el vuelco a favor de sectores ajenos a la órbita de expansión inicial del dirigente de La Libertad Avanza (LLA)
En su primer discurso de la noche del domingo el triunfador combinó un tono reposado con una defensa intransigente de sus postulados. Cabe marcar dos líneas centrales en la alocución: La primera fue la promoción de una visión del mundo y del país de signo ultraliberal, que no dejaría lugar para tibiezas ni gradualismos, en sus propias palabras. El gobierno limitado, la propiedad privada y el comercio libre serían los pilares incontestables.
La complementó con el inequívoco anuncio de que está dispuesto a imponer a palos su particular noción de la libertad. Quien se resista será reprimido, “dentro de la ley todo fuera de la ley nada” dijo, sobre todo si utiliza “la violencia”. Es sabido que en el léxico de las derechas radicales, “violencia” es un nombre aplicado a cualquier acción firme en defensa de las condiciones de vida y de los derechos de las clases populares. Y “ley” es una noción elástica, susceptible de ser malversada al servicio de sus intereses.
Lo anterior fue acompañado por un acento renovado en el propósito de “refundación”: Un siglo de historia argentina sería dejado atrás. A partir de la falsedad de que nuestro país fue la primera potencia mundial en los albores del siglo XX, el líder de LLA construye una versión criolla del “make América great again” de Trump. Y se preadjudica un horizonte temporal desmesurado para sus políticas. Llevar de nuevo al país a la cúspide será una tarea de décadas, afirma.
Otra particularidad de la alocución fue la ausencia de cualquier retórica de “unión nacional” y la carencia de un reconocimiento a quienes no lo votaron. Sólo la convocatoria a los que quieran sumarse a “las ideas de la libertad”. Se colige que a quienes se mantengan refractarios a su pensamiento les espera el escarmiento que mencionamos más atrás.
El “arriba” reorganizado y un camino nuevo para “los de abajo”.
El impulso refundacional y el talante amenazante del triunfador en la segunda vuelta tiene asidero inicial en el alcance de la improvisada alianza que lo llevó a la holgada victoria de ayer.
El respaldo exitoso del sector mayoritario de PRO derivó en que LLA sumara en su sustento electoral al menos dos vertientes socioculturales: En parte el voto propio de predominio joven, signado por la pérdida de referencias, la precarización, el agotamiento por la falta de oportunidades y el empobrecimiento progresivo o abrupto. Y por un individualismo desbocado que no reconoce liderazgos previos y desafía a muchas ideas arraigadas.
Al que hay que agregar el sufragio proveniente de sectores con situación económica más desahogada, un corte etario más veterano y un lapso prolongado en el ejercicio del voto de signo conservador.
Las derechas amagan así una reorganización de amplios alcances, bajo un signo de radicalización de sus postulados. La línea “consensualista”, que propuso una realización acompasada del programa del gran capital no ha tenido esta vez ningún correlato electoral, algo concordante con el alcance de su fracaso en las elecciones primarias.
Los votos de Patricia Bullrich fueron en bloque a LLA, en pos de una revancha social y política de vastos alcances sobre el “populismo”, que marque el punto final de la Argentina “kirchnerista”.
Los propósitos del gobierno que asumirá el 10 de diciembre parecen estar claros: Desarrollar un programa de drásticas reformas, que reafirmen los lazos con el capital financiero global y reestructure las relaciones sociales en un sentido del todo favorable a la gran empresa. Las puede acompañar una profundización del signo exportador y extractivista de la economía, como vehículo para volver a una senda de crecimiento económico y ganancias en ascenso.
Esos objetivos serán puestos a prueba por la debilidad institucional con la que la nueva gestión asumirá la conducción del poder ejecutivo nacional: Contará sólo con minorías en el poder legislativo. Y enfrentará a un gobierno opositor en Buenos Aires, la provincia que concentra cerca del 40% de la economía y la población y en varias de las restantes.
El otro desafío, tal vez el mayor, estará dado por la capacidad de resistencia popular frente a las previsibles agresiones materiales, simbólicas y tal vez físicas. Actitud resistente que tendrá viabilidad en la medida en que las fuerzas del abajo social encaren su propia reorganización. Y se animen a avanzar en una visión de la sociedad independiente del sentido común que expanden las clases dominantes, hoy dueño de un amplio predominio.
Nuestra sociedad alberga una pluralidad de fuerzas de propensión contestataria y facilidad para la movilización. Es probable que se encuentren con un panorama nuevo, dado por un aparato del Estado predispuesto a reprimir sin ambages al movimiento social. La capacidad de adaptación creadora y audaz será fundamental, si ese cuadro represivo se hace realidad.
Con la resistencia no alcanzará. Se requerirá además; espíritu de contraofensiva, aptitud para generar nuevas alianzas que se traduzcan en acción unificada y predisposición para comprender a fondo que Argentina se encuentra ante una nueva etapa, con los riesgos y los desafíos que apareja lo hasta hoy desconocido.
No hay lugar ni tiempo para el desaliento.
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Fuente: https://tramas.ar/2023/11/20/apuntes-sobre-una-nueva-epoca/