A 10 meses de las elecciones presidenciales la disputa por los nombres oculta con dificultad que las cartas están echadas acerca de las políticas que seguirán lxs distintxs aspirantes al sillón presidencial en caso de llegar hasta allí.
El expresidente Mauricio Macri juega desde hace tiempo al “ser o no ser” respecto a su posible candidatura para las elecciones presidenciales de octubre de este año.
La voluntad de alimentar esa expectativa no lo ha llevado a interrumpir su existencia de “rico y famoso”. Tras su sonado paso por el Mundial de Fútbol en Qatar, hace semanas que prolonga su estadía en Villa La Angostura, en su lugar de residencia habitual llamado Cumelén, sitio de peregrinación de sus fieles.
Macri no se resignó a la “jubilación” que le preparaba parte de los integrantes de Juntos por el Cambio (JxC), con el Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta a la cabeza.
Lo que no quita que su opción por “jugar a fondo” presente dificultades. Ya no es el jefe indiscutido de la coalición y tampoco de su partido. Y han proliferado en demasía los postulantes. Sólo dentro de su fuerza tiene a Larreta y a la presidenta de Pro, Patricia Bullrich. Y en las últimas semanas, alentada por él mismo, se ha sumado María Eugenia Vidal.
En cuanto al radicalismo, allí han florecido los aspirantes, que reivindican un lugar con más gravitación para la UCR en un próximo gobierno. Y que quizás acepten declinar el primer término de la fórmula a favor de alguna combinación que les provea mayores espacios de poder que los escasos que obtuvieron entre 2015 y 2019.
Entretanto el exmandatario se pasea por varios puntos del país con presentaciones de su nuevo libro ¿Para qué?, un recuento de su trayectoria y hasta de la relación con su padre. Y que es sobre todo un vehículo más para situarse en el foco de la atención pública.
Las especulaciones periodísticas bullen en su torno. Y las apuestas oscilan en torno a si “jugará” su candidatura o se elevará a un papel de árbitro o incluso de “gran elector”.
Horizonte despejado para los capitalistas.
El empresariado no aparece por ahora muy apasionado por la danza de las candidaturas. Tal vez porque piensan que no se juegan nada decisivo en los próximos comicios.
Se explica. Lo más probable es que el ganador pertenezca a JxC, coalición unánime en su puesta al servicio del gran capital, sin reparos ni matices.
Allí la supuesta divisoria de aguas entre “halcones” y “palomas” en PRO, ha tendido a difuminarse con el tiempo. El jefe de gobierno porteño, supuesto representante de los “blandos” no elude rodearse de un “halcón” vociferante como Waldo Wolf. Y hace declaraciones acerca de la profundidad y velocidad de las “reformas indispensables” a llevar a cabo si llega a la presidencia, como para dejar claro su alineamiento con la gran empresa.
Apenas los excesos regresivos de Patricia Bullrich en temas ajenos a la economía pueden establecer alguna diferenciación más o menos importante. Todos coinciden, también Macri y Vidal, en la necesidad de acabar con el “populismo”. Aunque esa batalla ya remite más a la temática “republicana”, hoy exacerbada por el conflicto entre el gobierno y la Corte Suprema, que en diferencias respecto a la política socioeconómica, que son cada vez menores.
Y si un relativo éxito en el control de la economía proporcionara mayores perspectivas de triunfo al Frente de Todos (FdT), el candidato más viable sería Sergio Massa, hombre tan servicial hacia el gran capital como cualquiera de los dirigentes de la alianza opositora.
Incluso hay quien piensa en ámbitos empresariales que Massa podría reeditar en ciertos aspectos la performance de Carlos Menem, quien por provenir de las entrañas del justicialismo, la tuvo más fácil a la hora de “domar el toro” del sindicalismo y otras fuerzas peronistas reticentes al pleno despliegue de la “economía de mercado”.
Si eso fuera cierto, el actual ministro de Economía hasta podría ser una opción preferible a la de los “neoliberales” confesos, más susceptibles a enfrentar resistencias frontales.
Javier Milei juega para el establishment como una opción extrema cuya entronización no desean, pero les resulta útil a la hora de correr hacia la derecha la agenda económica y también política. El único inconveniente de alguna gravitación que podría producirles es facilitar una división del voto de la derecha en la provincia de Buenos Aires, y con ello el triunfo de Axel Kicillof en las elecciones sin segunda vuelta de ese distrito.
De todos modos el economista preferido de la actual vicepresidenta ya no aparece como un prospecto medianamente temible para el gran capital. Hace tiempo que él también pelea por la credencial de “serio” y “moderado”. Las limitadas herramientas del gobierno provincial para afectar seriamente el devenir de los empresarios hacen el resto a la hora de quitarle “peligrosidad”.
El reaseguro mayor para el gran capital es el entramado de poderes fácticos que ha sabido construir. Los medios de comunicación dominantes salen seguro a la caza del menor atrevimiento de la dirigencia política. En la misma dirección, la “justicia” volteará a golpe de medidas cautelares cualquier desviación respecto de los estrechísimos márgenes que fija el poder económico.
Y si esos bastiones flaqueasen por cualquier razón, los “dueños de la Argentina” pueden poner en juego siquiera una fracción del enorme poder de presión que poseen, en un capitalismo concentrado hasta el límite del cuasi monopolio como el argentino.
La actual conformación del sistema político les da buenas posibilidades de seguir soñando con una sociedad argentina donde sean arrasados los derechos laborales, desarticulados los sindicatos y removido cualquier obstáculo subsistente a la maximización de las ganancias.
Creen tener a su favor para tal tarea un triunfo en la “batalla cultural”. Confían en que sectores amplios de la sociedad argentina, sobre todo en las generaciones más jóvenes, están ganados para la ideología de la “meritocracia” y el “emprendedorismo”. E invadidos por un desaliento hacia la política que puede ser capitalizado por quien esgrima ajenidad frente a la “casta” por más que venga del interior de la misma.
Para ello tal vez necesiten un nuevo gobierno de los CEO, que haga disminuir las mediaciones entre la esfera económica y la política. Esa posibilidad no está tan lejos. Por lo pronto se adelanta en esa dirección el presidente Alberto Fernández, con su reciente nombramiento del titular de Syngenta para Argentina, Antonio Aracre como jefe de asesores.
Como para no pensar que es un hecho aislado corren rumores de que también se convocaría a funciones gubernamentales a Daniel Herrero, quien se halla al comando de Toyota Argentina.
En cualquier caso, está claro que los dueños de las empresas, o bien sus altos ejecutivos, tienen reservados lugares de privilegio en el aparato estatal cualquiera sea la orilla de la “grieta” que se encarame en el gobierno el próximo período.
La mirada “desde abajo”.
Los ciudadanos, mientras sus opciones se mantengan en los límites de las dos alianzas predominantes, votarán entre rostros, discursos, estrategias de campaña, herramientas de marketing. No podrán discernir en cambio sobre programas realmente diferentes. El sistema está lo suficientemente “abrochado” como para obturar esa posibilidad.
Hoy está claro como pocas veces que la democracia representativa no es el gobierno del pueblo, sino el dominio del capital revestido por la legitimidad que otorga un sufragio mayoritario aherrojado a sus intereses.
Queda pendiente la posibilidad de construcción de una herramienta anticapitalista, socialista, que recupere el papel de la política como instrumento de transformación.
Y es indispensable la voluntad y organización para dar el combate en las calles, frente a la conjunción de fuerzas que, por más que escenifiquen un combate por momentos despiadado, están ambas puestas al servicio de una sociedad cada vez más desigual e injusta.
Fuente: https://tramas.ar/2023/01/15/elecciones-el-capital-de-ambos-lados-del-mostrador/