A propósito del triunfo de Lula
Es relevante el resultado electoral en Brasil del domingo 30 de octubre. Lula con
casi sesenta millones de votantes será nuevamente presidente de Brasil
Claro que su rival, el ultraderechista Bolsonaro, obtuvo apenas un par de millones de votos
menos, constituyendo así una fuerza política de masas, con importante peso
parlamentario y en las principales gobernaciones del país, casos de Río de
Janeiro, San Pablo o Río Grande do Sul. Esa diferencia mínima augura un futuro
complejo, especialmente en lo relativo a la situación económica y política del
gigante del cono sur de América.
La regresividad en el capitalismo brasileño será difícil de modificar, salvo que se
desarrolle una fuerza política popular organizada y movilizada. Será interesante
observar lo que acontecerá a futuro en ese país y considerar cuáles serán los
vínculos y potencialidades de la relación de Brasil con la Argentina y el resto de la
región latinoamericana y caribeña. No resultaron empáticas las relaciones
bilaterales en estos años, entre Bolsonaro y Fernández, con destrato simétricos,
más allá de ser ambos socios comerciales de peso entre sí y asociados en una
estructura económico social de fortalecimiento de la primarización y la
extranjerización.
Hay cierto paralelismo entre Brasil y Argentina. desde el punto de vista estructural,
de los cambios operados en la esfera de la dominación, desde un predominio
industrial al del agro negocio de exportación dirigido por transnacionales de la
alimentación y la biotecnología, con secuelas en ambos países en deterioro de los
ingresos populares y las condiciones de trabajo y de salud, situación agravada en
pandemia, especialmente en Brasil. Convengamos que ambos países sufren las
consecuencias de la crisis mundial por el carácter subordinado que ostentan en la
dinámica de la economía mundial. Es algo que verificó la CEPAL en su 39°
periodo de sesiones realizado en Buenos aires, entre el 24 y 26 de octubre
pasado. Allí se destaca el impacto de la situación mundial, de tendencia recesiva,
para el conjunto de la región, y Brasil por su peso económico define en buena
medida el destino de la evolución productiva de América Latina y el Caribe.
El diagnóstico de la Comisión Económica para América Latina es de
preocupación, en un marco de creciente desigualdad y bajas perspectivas de
recuperación de la economía. La desigualdad es un problema de toda la región
latinoamericana y caribeña, pero es gigantesca en el país de mayor población, en
especial cuando Lula candidato aludía a los 33 millones de personas
empobrecidas con dificultades para su alimentación. En Argentina baja levemente la pobreza, pero se incrementa la indigencia, dando muestra del enorme problema
que presenta la insuficiencia de ingresos en millones de personas para ambos
países. La desigualdad es un dato relevante de la economía brasileña, de la
economía argentina y de la economía latinoamericana y caribeña en general.
Las propuestas de CEPAL, presentadas en el cónclave reciente de Buenos Aires
son una generalidad, adaptativa a las tendencias económicas que define el
capitalismo desarrollado, que, en rigor, son parte de la adecuación de los países
en Nuestra América a la dinámica de acumulación capitalista, que define a la
región como proveedora de materias primas. Si se pretende superar la actual
situación es necesario apuntar a la radicalización de propuestas de transformación
socio económica que coloquen en primer lugar las prioridades que demanda la
sociedad empobrecida y superar las condiciones de explotación y saqueo a que
son sometidos nuestros pueblos.
Tanto Brasil como Argentina vieron una importante recuperación de la economía
en el año 2021 con respecto del 2020, pero el 2022 los muestra con tendencia a la
desaceleración sobre todo con la proyección del 2023 y más allá, algo en común,
según la CEPAL para el conjunto de la región. Si consideramos la evolución de
Brasil en los últimos años veremos un retroceso relativo a sus posiciones en el
ranking mundial por países y pese a sostener el primer lugar en América Latina y
el Caribe por su capacidad de producir bienes y servicios, su posición en el
conjunto mundial está en retroceso. De ubicarse entre los primeros siete hace una
década, al presente muestra una pérdida de varios lugares, relegando posición
entre los primeros 12. Argentina arrastra problemas estructurales por largo tiempo,
agravada con sus elevados datos de inflación que la colocan entre los más altos
de la región y del mundo.
Brasil y Argentina comparten problemas estructurales.
Por un lado, hay una tendencia creciente a la primarización de sus exportaciones.
Comparten al complejo sojero como el principal sector generador de divisas, del
mismo modo que avanzan en los desarrollos productivos de hidrocarburos. Son
dos países sin tradición histórica como grandes productores y exportadores de
petróleo y gas, algo modificado en los últimos años por importantes reservas de
hidrocarburos no convencionales.
Ambos países tienen relaciones económicas y políticas de tipo complejo, en el
plano económico un fortísimo vinculo tanto de Brasil como Argentina con China,
principalmente por las exportaciones de soja y sus derivados. Y en el plano
político la complejidad de una tradición histórica vinculado a Europa y a EEUU,
matizado en este ultimo tiempo por Jair Bolsonaro que privilegió los vínculos
económicos, especialmente con Rusia. Brasil es el país latinoamericano de mayor
desarrollo comercial con Rusia, algo que se destaca en tiempos de guerra y
búsqueda de aislamiento de Rusia, sujeto de sanciones unilaterales dispuestas
por EEUU y sus socios políticos en el mundo. Argentina tiene una dualidad de relaciones con el mundo asiático, China principalmente, y el mundo occidental,
especialmente condicionada por el acuerdo con el FMI y el peso decisorio
determinante de EEUU en el organismo internacional.
Tanto Argentina como Brasil tienen desafíos en términos relativos en cuanto son
definitorios en lo que acontece en el Mercosur. Brasil se retiro de la CELAC en
tiempos de Bolsonaro. Argentina preside ahora de manera temporal la CELAC, y
puede ahora bajo la presidencia de Lula volver Brasil a la CELAC y plantearse un
desafío para la integración regional que pueden potenciar Argentina y Brasil. Claro
que se trata de una relación económica y política con todas las incertidumbres del
cambio político que podría haber en Argentina en el 2023. Es incierto el presente y
el futuro, no solo por las inestabilidades políticas, sino por la ausencia de una
fuerza política popular movilizada y organizada que defina rumbos en ambos
países, en donde las derechas aparecen con importantes grados de consolidación.
América Latina y el Caribe vienen en una perspectiva electoral de cambio político
en desmedro de las posiciones mas a la derecha que podría ir a contramano de lo
que acontezca en Argentina en el 2023 y en el escenario institucional en torno a
Bolsonaro. Por eso interesa considerar de manera muy importante las elecciones
en Brasil y la no reelección del presidente, augurando ciertas expectativas
esperanzadas, con límites estructurales muy fuertes. Lula asumirá la presidencia
en enero de 2023 y hasta entonces, un “bolsonarismo” ensoberbecido podrá
obstaculizar la dinámica cotidiana, condicionando al próximo gobierno. Interesa
también escudriñar como puede evolucionar la relación de Argentina y Brasil para
intervenir en el debate de modelo político, que planteo la propia CEPAL y más aún la CELAC, sobre todo en lo económico, no solo para Brasil y para Argentina, si no para toda la región latinoamericana y caribeña.