Enoja la pobreza, y debe reconocerse en ella, a la riqueza, como contraposición en la creciente desigualdad. Del mismo modo enojan las concesiones al poder y la justificación de las imposibilidades para resolver demandas insatisfechas.
La contradicción entre pobreza y riqueza constituye la base de una propuesta política que lucha históricamente por la distribución del ingreso y de la riqueza. Es una lucha que encuentra resistencia desde los enriquecidos y adquiere, en ocasiones, formas violentas en las represiones recurrentes a las movilizaciones por derechos conculcados, que se traduce irracionalmente en sentimientos de ira, incluso de “odio”, puestos de manifiesto en cierto envalentonamiento de las derechas, que intentan imponer su programa de máxima con consensos manipulados. Se trata de una lucha que no admite conciliación posible, en donde la ideología del odio imposibilita el dialogo.
¿Puede haber conciliación con los propiciadores del terrorismo de Estado? No, por ello fue posible la anulación de las leyes de impunidad y la continuidad del enjuiciamiento de los responsables del terror de Estado.
La relación entre riqueza y pobreza es escamoteada, con mentiras relativas sobre la evolución de la humanidad, la producción y la apropiación de la misma. Como siempre, se sostiene que “pobres hubo siempre”, justificando lógicas “meritocráticas” para la acumulación concentrada del ingreso y de la riqueza, potenciando la desigualdad, la explotación y el saqueo.
No existe la riqueza sin la explotación o el saqueo, una conclusión que viene de la máxima de la escuela clásica de la economía política. Los iniciadores de los estudios económicos señalan al trabajo como padre y a la tierra como madre de la riqueza.
Así, vale recuperar el proceso concomitante del surgimiento del capitalismo en Europa y la conquista y colonización de Latinoamérica y el caribe. La riqueza europea tuvo su contracara en el genocidio y empobrecimiento de los pueblos de nuestro continente.
Los metales preciosos fueron sustanciales a la revolución industrial y a la expansión comercial europea para la extensión mundial de la dominación capitalista. Es para pensar en nuestro tiempo el modelo primario exportador extendido para la región en tiempos de transnacionalización.
Eso es violencia, que legitiman desde la ideología del odio a la crítica de la realidad. Aquellos colonizadores y genocidas expresaban desprecio y desvalorización hacia los habitantes originarios de nuestros territorios. Se “sentían” portadores de una civilización emergente superadora de la barbarie. Impulsaban la nueva civilización que empujaría la revolución industrial, consolidando al capitalismo como el horizonte civilizatorio. Hoy se sustentan esas mismas ideas desde la liberalización económica.
¿Cuánto del hartazgo potenciado por la situación socioeconómica se manifiesta en la lucha política? ¿Cuánto de la ideología del odio de la dominación interviene en la política para disputar consenso? El INDEC explicita que el crecimiento económico del 2021 (+10,4%) respecto del 2020 (-9,9%) tuvo un reparto desigual, favoreciendo los ingresos de los propietarios de medios de producción respecto de aquellos obtenidos por la venta de la fuerza de trabajo.
Con esa distribución del ingreso puede explicarse la expansión del consumo de un tercio de la población enriquecida, evidente en el éxito turístico o gastronómico, entre otras actividades que definen la continuidad del crecimiento económico para este 2022, anualizado a junio en 6,4%. Resulta un dato de realidad la mejora relativa de unos y el empeoramiento de otros.
Es la dinámica del capitalismo contemporáneo, que para sostenerse necesita de consensos, para los cuales, la ideología del odio es funcional. De ese modo, el desafío resulta en la organización y movilización por un proyecto alternativo a la lógica de la ganancia y la acumulación capitalista.
Fuente: https://elargentinodiario.com.ar/analisis/10/10/2022/la-ideologia-del-odio-en-la-politica/