La convocatoria a un tractorazo que ingresará a la Ciudad de Buenos Aires, ha provocado un sacudón político que alentó distintos análisis. ¿Se trata de una medida exclusivamente política, o se trata de una expresión de productores que están en dificultades? ¿En qué está fallando el gobierno en su relación con estos sectores del campo? ¿Qué papel está jugando Juntos por el Cambio apoyando esta movilización, de la que se desmarcó la Mesa de Enlace?
Para tratar de ubicar a los protagonistas del tractorazo me parece conveniente revisar una serie de caracterizaciones que suelen circular en despachos oficiales y de analistas que se identifican con el peronismo, cuya expresión más grosera es la que representa Guillermo Moreno, ex secretario de Comercio Interior durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Moreno ha sostenido en programas televisivos que el origen de los problemas de los gobiernos nacionales y populares con el campo radica en la existencia de una poderosa oligarquía terrateniente que vive de alquilar sus tierras, a expensas de sectores productivos, incluso de las cadenas agropecuarias. Según Moreno es una contradicción entre renta y producción. La primera observación sobre este tipo de definiciones es que, quienes la formulan atrasan por lo menos 50 años. Para empezar, cualquiera que conozca cómo funciona en la actualidad el campo argentino, advierte que es muy raro que grandes propietarios, o grandes empresas rurales alquilen sus tierras. Eso sucedía en los tiempos del Grito de Alcorta (1912 ) y durante el primer peronismo. Pero desde que la oligarquía recuperó sus tierras con la Ley de Alquileres de Onganía en 1966, empezaron a producir en sus propios campos. En el año 2008, a raíz del conflicto del gobierno con la Mesa de Enlace, se advirtió que la soja se producía en un 60% en tierras alquiladas. Pero cuando relevaron quiénes eran los inquilinos aparecieron los pooles de siembra y grandes empresas agropecuarias, y se advirtió también que los locadores eran pequeños y medianos productores agropecuarios. Los inquilinos eran los más grandes, por eso las legislaciones de arrendamientos rurales favorecen a los inquilinos.
El campo argentino ha transitado un proceso de cambios en los últimos 50 años que ha redefinido quiénes se llevan la torta de las cadenas agropecuarias. En ese nuevo esquema un puñado de grandes exportadoras (COFCO, Cargill, ADM, Bunge y AGD), cámaras empresarias como la CIARA que es la Cámara Industrial Aceitera, ABC, que representa los Frigoríficos Exportadores de Carnes Argentinas, y las grandes multinacionales proveedoras de insumos como Singenta y Cargill, se llevan lo más grande de la torta. La representación orgánica de estas grandes empresas es el Consejo Agroindustrial Argentino, donde también participan la Cámaras de Fabricantes de herramientas agrícolas, las Bolsas de Valores de Buenos Aires, las Cámaras de Feedloteros, de los Consignatarios de Hacienda, aviar, tambera, de Producciones Regionales, etc.
Las Organizaciones de la Mesa de Enlace, expresan a los productores, chicos, medianos y grandes, que están un escalón más abajo en la toma de ganancias. Entre ellas CONINAGRO, vinculada a las Cooperativas agropecuarias, también está inserta en la comercialización de insumos y algunas actividades industriales.
Los autoconvocados, representan desde lo económico a un sector con menos poder y ganancias, y en general expresan a pequeños y medianos propietarios y contratistas fuertemente imbricados en el modelo agrícola industrial.
El campo que les robaron
En una entrevista realizada hace unos años al médico veterinario y productor agropecuario cordobés, Federico Vasquetto, propietario de 330 Ha. y que es un referente del pastoreo racional, aporta una observación muy atinada. Comentó que hace 90 años, en 1930, el productor obtenía una parte muy importante de su producción bruta. Si cosechaba maíz, por ejemplo, se quedaba para sí con un 70% de la cosecha, pero que en la actualidad los márgenes son muy estrechos, no mayores al 10% y eso determina que el productor vive en una situación de permanente stress, corriendo a los Bancos o rezando para que llueva o deje de llover porque unos pocos milímetros determinan si consigue unos pocos pesos o queda endeudado. Agrega además que esta situación, con muchas aristas, como por ejemplo que cada vez haya más campos vacíos de familias, obliga a hacer un replanteo de todo el sistema agropecuario. Esta pérdida de rentabilidad que señala Vasquetto, afecta a productores pequeños y medianos. Algunos de ellos se desmoralizan y terminan alquilando la tierra. Cómo también señala Vasquetto, la producción agropecuaria ha dejado de ser una ocupación placentera. Sería recomendable para el gobierno que, antes de desacreditar la bronca de los autoconvocados, hagan una encuesta entre trabajadores bancarios de pueblos del interior y le pregunten cómo la están pasando sus clientes chacareros. Les van a decir, entre otras cosas, que son viejos conocidos en las reuniones con los gerentes, en las planillas de descubierto, y que además, el productor que se fundió terminó alquilando el campo a empresas más grandes o a contratistas.
Me parece importante compartir ese diagnóstico, porque hasta allí hay posibilidades de acuerdo con los productores Autoconvocados, de entender su furia. La discusión no es que la estén o no pasando mal. La discusión es por qué un chacarero que cosecha 100 como producto bruto, se queda con 10 en los años buenos y menos 10 cuando hay cualquier alteración climática.
Y allí se bifurcan las explicaciones. Hay una batalla ideológica ganada por la derecha que atribuye este desajuste al crecimiento de los impuestos. En consecuencia, los responsables serían los gobiernos de turno. Pero quienes han estudiado más a fondo el problema, Vasquetto es uno de ellos, advierten que el desajuste se produce porque se trabaja con un modelo productivo basado en insumos externos como fertilizantes, herbicidas y semillas certificadas, que se llevan la mayor parte de la cosecha. En el caso del maíz, el problema no es que el gobierno cobra retenciones por un valor del 12%, sino los altos costos de producción. En estos hay que sumar el gasto en insumos, los costos de siembra, fumigaciones y cosechas. Hoy estos costos de producción por hectárea, equivalen a 4850 kgs. de maíz. En estas condiciones, si el productor obtiene una buena cosecha, la ganancia será mínima, pero si se produce una adversidad climática, habrá trabajado a pérdida. Estos números ilustran transformaciones producidas en el campo argentino donde hay una fenomenal transferencia de ingresos desde los productores a los grupos más concentrados y a las multinacionales proveedoras de insumos. Esta transferencia explica que quienes hoy se quedan con la parte del león son los grupos más concentrados y no los productores. Los productores han pasado a convertirse en emprendedores subsidiarios, a riesgo, de las grandes cadenas del agronegocio. Ese es el campo que le robaron.
No es casualidad que los Autoconvocados se movilicen en tractores y que su zona de mayor influencia sea de regiones como la zona núcleo bonaerense, sur de Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe, porque es allí donde viven los pequeños y medianos productores más ligados al modelo agrícola-industrial. Cabría preguntarse por qué no hay la misma respuesta movilizadora de los productores que viven en zonas predominantemente ganaderas. Y la respuesta es: porque la ganadería se ha insertado menos en las cadenas dominadas por los vendedores de insumos. Algunos trabajos recientes demuestran que los pequeños y medianos productores ganaderos, han desarrollado esquemas productivos más estables y autónomos y que la menor dependencia de los insumos externos de esa actividad ha permitido una mayor conservación de la pequeña y mediana propiedad, en comparación con la agricultura. Los productores ganaderos, si bien comparten el imaginario de que todas las culpas son de los impuestos y el gobierno, por estar menos tensionados económicamente, no le están poniendo el cuerpo a la movilización.
Una disputa entre orgánicas agropecuarias
La iniciativa de gravar la renta inesperada profundizó algunas grietas entre las entidades agropecuarias. El gobierno nacional venía privilegiando la relación con “los más grandes” del Consejo Agroindustrial Argentino, y había conseguido algunos logros como por ejemplo aislar a la Mesa de Enlace cuando llamó a la no comercialización de productos agropecuarios, a raíz de la traba temporal de exportaciones de carne a China. Los que manejaban granos y oleaginosas se limitaron a mandar un comunicado de adhesión y siguieron trabajando normalmente. Cuando apareció la iniciativa de aplicar un gravamen a la renta inesperada, la Mesa de Enlace mostró su preocupación hasta que advirtió que sólo se gravaría a las grandes empresas del sector. Las promesas del Ministro Domínguez de no aumentar retenciones a granos, oleaginosas y carnes, y de que el impuesto se lo aplicarían a las grandes empresas de la cadena los dejó conformes. Por eso no se plegaron al tractorazo. Quienes sí han mostrado alguna molestia son los integrantes del Consejo Agroindustrial Argentino, que ya recibieron el aumento de 2% en las retenciones a las harinas y los aceites y ahora están ante la posibilidad de pagar un aumento a ganancias. Por el momento se quejan por lo bajo y fogonean a los Autoconvocados a partir de su aparato mediático. Los Autoconvocados aprovechan las idas y vueltas de las otras entidades agropecuarias para acumular poder y representatividad en las bases chacareras.
Juntos por el Cambio y los libertarios dan letra a la protesta
Resulta evidente que quienes dan marco ideológico y político a la protesta de los Autoconvocados son Juntos Por el Cambio y los libertarios de Javier Milei. Toda la prédica contra los impuestos, la corrupción del gobierno y los beneficiarios de Planes Sociales, encuentran entre los chacareros y otros sectores de la población muy enojados, oídos dispuestos a escuchar. En una sociedad fuertemente desestructurada y ofuscada, cuando lo identitario se impone sobre cualquier consideración política o de clase, la derecha ha conseguido articular un discurso que vincula la bronca y la impotencia, con las propuestas más reaccionarias. Si en 2001 el enojo de los ahorristas estafados y la deslegitimación de la política institucional empalmó con una sociedad que aprobaba la idea de que “piquete y cacerola la lucha es una sola” , hoy el “que se vayan todos”, empalma con las ideas que difunde Milei y el ala dura del PRO. La calificación del tractorazo como una movilización política es peligrosa, porque desconoce que quienes van a estar presentes tienen reclamos y demandas. Lo que sí es cierto es que esas demandas están articuladas con un contenido político reaccionario.
Mal de ausencias
El cuestionamiento del modelo agropecuario industrial vigente debería ser uno de los temas centrales de una política transformadora en el país. Y esto es así, porque cualquier proyecto de cambio obliga a repensar cómo se va alimentar nuestro pueblo y cómo puede conseguir algunas divisas de exportación. Creo que es un error seguir insistiendo en que el gobierno aborde estos temas. Su primera definición ha sido acordar con los sectores más concentrados de la cadena de agronegocios y el Ministro Domínguez ni siquiera puede ser calificado como un experimentado negociador. Es parte del modelo. La oportunidad que se presentó con la quiebra de Vicentín, no fue aprovechada porque no hubo decisión política del gobierno de confrontar con los grupos concentrados de la cadena de agronegocios.
En este tema, las mejores esperanzas tendrían que ponerse en algunas organizaciones de trabajadores y productores agropecuarios que han tratado de sustentarse económicamente de forma autogestionaria, para desde allí proponer demandas. Pero la principal traba de esas organizaciones es la sujeción a directivas políticas emanadas del gobierno para que se desmovilicen. Como le ocurre al alacrán del cuento, está en la naturaleza de las principales dirigentes del gobierno, resolver los desafíos planteados por medio de jugadas superestructurales. Cada vez que se dan las condiciones para que intervenga la movilización popular para frenar un avance de la derecha, aparece una “jugada magistral”, o “un proyecto de ley imbatible”, de algún dirigente. Si sale bien podrá celebrarlo y si sale mal será la culpa de todos. Lo ocurrido frente al avance de la Corte Suprema, sobre el Consejo de la Magistratura, es ilustrativo de una concepción política que excluye a la participación popular en la toma de decisiones sobre el futuro del país.
Hoy hay experiencias en Argentina que permiten demostrar que el problema de los productores no fueron los impuestos del Estado, que generan tímidos aportes compensatorios. Quienes les robaron el campo son las empresas multinacionales que los han convertido en eslabones precarizados y a riesgo de las cadenas productivas que no controlan, ni les aportan beneficios. El desafío es difundir esas experiencias, dar a conocer sus conclusiones y formular propuestas que nos saquen de peleas entre víctimas del modelo, y ayuden a compartir broncas, trabajos y esperanzas.
Fuente: https://tramas.ar/2022/04/23/quienes-estan-detras-del-tractorazo/