De la Tierra y los Mapuche. Por Miguel Gortari

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Artículo realizado en 2017, que difundimos por su vigencia en la actualidad.

Desde hace tiempo a esta parte ha tomado estado público el conflicto de los Mapuche con Benetton en la zona de Cushamen, provincia de Chubut.  Me parece interesante hacer alguna contribución al respecto-

Una primera impresión es que el tema tiene dos aspectos muy importantes, por un lado, la cuestión de los Mapuche, en tanto pueblo con una riquísima historia y cultura reclamando por sus derechos violentados y por otro lado el tema de la tierra, bien común necesario y vital para toda la sociedad. La manera en que ha sido tratado y sigue siéndolo, va destacando el primer aspecto y simultáneamente, se desdibuja el segundo.

El primero a su vez es tratado y considerado con tanta parcialidad como miradas e intereses centran su atención en el.  Se ha dicho  que son terroristas y están relacionados con las FARC y los carteles de la droga, que son invasores venidos del otro lado que destruyeron a los pueblos y culturas ocupantes de estas tierras ,  que son chilenos etc.  En versiones publicadas surgidas desde el mismo seno mapuche,   se definen como organización militar, clandestina, que no reconoce Estados ni nación más que  la propia. Están  los que idealizan al pueblo mapuche convirtiéndolo en algo totalmente inhumano y bueno por naturaleza, carente de las contradicciones observables en cualquier pueblo; también se expresan  los que cargan en sus conciencia la herencia histórica de ser descendientes de los europeos bajados de los barcos , que asumen una actitud de cuasi flagelación por esto y aceptan acríticamente cualquier planteo que venga de los indígenas  tratando de restañar  los crímenes  perpetrados por los abuelos invasores. Están los que añoran la Cosmovision  ancestral de los pueblos originarios y la reivindican como patrimonio exclusivo de sus descendientes, dejando afuera de la misma al resto de la sociedad  que por ser y/o sentirse huincas, o blancos no serian beneficiarios ni posibles adherentes a la misma.

 De esta manera el tema de judicializa, se militariza, se reprime, se mapuchiza mas no se politiza en la medida de su verdadera dimensión y complejidad, del conflicto de intereses realmente en juego, de la totalidad de los actores, del proceso histórico que  nos lleva hasta nuestros días.  Y si se manifiesta algún atisbo de política o politización es tan solo coyuntural, partidaria y claramente orientada a quedar bien posicionados ante el proceso electoral en gestación y elecciones 2017.

 De esta manera terminamos hablando de los Mapuche, si están o no enmascarados, si tenían piedras o palos, si cortaron el acceso a la Trochita o si le ocuparon a Benetton tal  o cual cantidad de hectáreas. Si el juez que intervino en la causa lo hizo bien o mal, si el gobernador dijo tal o cual cosa, etc. Pero de la Tierra, del problema de fondo que nos afecta a toda la sociedad poco o nada se dice. ¿ Sera casualidad?

Mapuche podríamos decir es sinónimo de tierra, de relación con la misma, de una cosmovisión que la tiene como eje central. Es mucho más que la tierra en sí,

Pero Tierra no es sinónimo de Mapuche, Tierra es sinónimo de vida, de diversidad, de espacio, de recreación, de cultura, de bien común de toda la humanidad y demás especies vivas que se radican en ella. La tierra, por estas razones siempre fue el motivo del conflicto, de quienes la poseían y de quienes la querían poseer. No solo entre europeos y pueblos ocupantes de estos territorios antes de la conquista. También  se constatan disputas entre estos pueblos  por la Tierra, por el espacio, por el agua, por los bosques, por lo que llamamos bienes comunes .

Porque la Tierra es precisamente esto, un bien común vital y necesario que disponen y dispusieron los humanos, más allá de razas, religiones, naciones, o como quieran llamarle. La tierra en un sentido amplio es el recurso vital, es nuestro espacio que como especie que compartimos con todos los demás seres vivos del planeta.

La disputa por su disponibilidad y uso es tan vieja como el hombre. Claro que el proceso histórico recorrido  fue haciendo posible manifestaciones distintas de aquella disputa según épocas, según lugares, según actores, sistemas sociopolíticos. El conflicto por la Tierra con los Mapuche no comienza ahora, ni en estos lares, podríamos decir comienza desde la llegada misma de los europeos. Pero entre este hecho y la manifestación del conflicto más crudo, más conocido, la Conquista al Desierto, pasaron muchos años. Todos los años que fueron necesarios para que el desarrollo del Capitalismo, del incremento de sus necesidades y demandas pusiera bajo la lupa las tierras en cuestión.  Hasta ese momento la  pampa húmeda y la Patagonia a un lado y otro de la cordillera de los Andes y sus productos, no habían sido necesarias al desarrollo del Capitalismo que introdujo con la invasión europea . Estas tierras estaban soberanamente ocupadas y usadas por los Tehuelches, los Ranqueles, los voroganos, los araucanos.

Este capitalismo, sus representantes externos y los incipientes de fronteras adentro, comenzó a demandar desde sus instancias centrales (Europa) carnes, cueros, grasas, alimentos y por supuesto, la disponibilidad de las tierras que estaban ocupadas por los indígenas. Tehuelches, Ranqueles, voroganos, Araucanos,  se convierten por esta razón en el obstáculo que dificultó el avance, comenzaron a ser un problema que había que resolver.

Estos mismos pueblos que ocupaban estas tierras al este de la Cordillera, también ocupaban las tierras al oeste de la misma mucho tiempo antes de la creación de la Estados Nacionales. Este  hecho invalida cualquier calificativo de chilenos y argentinos como forma de distinción a estos pueblos y con mucha más razón en aquellos casos en que se intenta recurrir a esta idea como posibles argumentaciones para su exterminio  o implementación de políticas discriminatorias.

El proceso de subdivisión de las tierras americanas primero en virreinatos y después en estados nacionales que a su vez dividieron a éstos en fracciones menores, no tuvo otro objetivo que la  explotación de la naturaleza y  la dominación de los pueblos existentes. Primero de los que ya estaban y después, la dominación y explotación de los que se sumaron como consecuencia de corrientes inmigratorias producto de las  guerras, explotación y mal trato en sus lugares de origen. El capitalismo expandió capitales y junto a ellos a los marginados que el mismo proceso iba produciendo como consecuencia de su desarrollo. Los inmigrantes, en general, no fueron los ricos de los países de origen, fueron los explotados, los expulsados de sus tierras, que no tuvieron más opciones que migrar para poder vivir. Se promovió su inmigración  para garantizar la reproducción de los capitales que se iban instalando en estas latitudes, ante la ausencia de población local que les sirviera de mano de obra.

El periodo independentista  se inició con la creación de los Estados Nacionales.  Estructuras creadas como producto y necesidad  también del desarrollo capitalista. De esta manera se fraccionan espacios que hasta ese momento funcionaban cultural, económica, política y ecosistémicamente  integrados. La Cordillera pasó a ser un límite divisorio y dejó de ser un factor integrador.  Cuando esto se convirtió en un problema, en ocasión de desarrollar  el Proyecto de Pascua Lama,  nuestros presidentes democráticos de ambos estados nacionales, crearon un espacio con inmunidad diplomática en la cordillera de ambos países a favor de la minera Barric Gold.

El conflicto que nos ocupa dio relevancia y puso sobre el tapete a los Mapuche, que, una vez más y al igual que otras medidas adoptadas por los estados provinciales y nacional dividió a las partes intervinientes. Al igual que otras medidas invisibilizó el problema central que nos es común a todos los que decimos ser del campo popular, el tema de la tierra, el proceso de su concentración, la urbanización consecuente, la explotación creciente, y la pérdida absoluta de soberanía política de la mayorías sobre lo que llamamos nuestros bienes comunes. Bienes por otra parte vitales y por serlo, son además estratégicos geopolíticamente hablando. Razón por la cual son cada vez más apropiados por unos pocos, que son cada vez menos y más ricos, y  que para lograr sus objetivos  no dudan en  utilizar todos los recursos a su alcance.

Utilizan al/los estados ,  en todos sus niveles y funciones, desde el/ los presidentes hasta el último intendente de pueblo, a los legisladores de todas las instancias que han convertido a sus respectivas cámaras en espacios productores de la legislación necesaria para la cobertura legal que proteja sus intereses y al poder judicial  y a sus jueces  en los garantes de la aplicabilidad de las leyes y sanciones a todo aquel que se anime a cuestionarlas. Tienen en la mayoría de los partidos políticos a los garantes del recambio gerencial necesario para que todo siga sin alteraciones. Son los garantes junto a la mayoría de las organizaciones sindicales y de las organizaciones sociales y también de la mayoría de las organizaciones de  los mismos indígenas, de la gobernabilidad necesaria del conjunto del pueblo.  Las elecciones y los procesos electores son el mecanismo  utilizado para garantizar que algo cambie, para que todo siga igual o peor.

Y cuando la democracia no alcanza, cuando las condiciones políticas necesarias no se pueden garantizar con parlamentos y procesos democráticos, cuando la justicia y jueces no alcanzan, tampoco dudan en recurrir a la represión más brutal y descarnada. De esto nos podrían servir de ejemplo la llamada Conquista al Desierto del siglo XIX y la Dictadura militar del siglo XX. Dos momentos muy importantes de adecuación de nuestros espacios nacionales al nuevo contexto y  las nuevas demandas del capitalismo global. El primero para lograr la incorporación definitiva de las tierras al proceso de unificación del territorio, el segundo para poder iniciar el proceso de reestructuración nacional. Dos hechos que más allá de su separación en el tiempo y sus particularidades propias del momento histórico, tienen en las tierras, su uso y dominación, un eje fundamental. Ambos para integrar al país en el concierto de las naciones según el poder hegemónico.

 Los que obstaculizaban el proceso  en aquellos años, eran los Tehuelches, araucanos, voroganos y ranqueles (la barbarie), los que obstaculizaron en los años 70 eran trabajadores del campo y la ciudad, estudiantes, profesionales, un pueblo (marxistas, comunistas, incluidos). Dos procesos militares precedidos por periodos de relativa paz y/o democracia. Cuando esto no sirvió,  en ambos casos la decisión fue la represión indiscriminada y sin otro limite que el exterminio del enemigo de turno.

Los objetivos estratégicos tanto de un  hecho u el otro, son los mismos: los recursos naturales y su pueblo a disposición del poder mundial. Lo que cambiaron son las tecnológicas utilizadas, y los actores involucrados. En aquellos años, pueblos  indígenas diversos y unificados tras el objetivo de defender la tierra ya que eran los únicos viviendo en y de la tierra en juego. En los años recientes, un pueblo más complejo en cuanto su número y su composición, a su diversidad cultural, ocupacional, política y geográfica.

El proceso histórico que nos condujo hasta nuestros días, no puede invisibilizar diferencias. Nuestro patrimonio actual como pueblo  contempla una gran diversidad cultural, histórica, política, ecosistemica que se convertirán en fuerza  en la medida que efectivamente nos unamos tras el objetivo estratégico de recuperar la tierra. Pareciera obvio que solo convirtiendo esta diversidad en fuente de energía y fortalecimiento de la unidad  logremos la fuerza para poder hacerlo.   No deberíamos contentarnos con repetir  frases hechas. Los Mapuche de antaño eran dueños de la tierra y pelearon por defenderla hasta que la perdieron, dieron su vida en el intento de evitarlo, pero no lo lograron. La disponibilidad real de esas tierras era su fuente de poder, no los discursos relacionados a su cosmovisión o las peleas con sus pares del momento. Las tierras que se poseen hoy  y que se disputan  son las migajas que les dejaron o repartieron terminada el accionar militar de la conquista al desierto. Las tierras que se ocupaban y disponían son las mejores tierras del mundo, las de la Pampa Humeda. Sobre estas tierras nadie hoy nadie reclama. En el mejor de los casos, desde una posición caricaturesca, se pretendió con leyes obstaculizar o poner limite al proceso de extranjerización más no al de concentración. Recientemente fue modificada por decreto y volvimos a la situación anterior. No reclaman los mapuche, pero tampoco las organizaciones políticas, ni las sindicales, ni las sociales. Estas tierras cada vez más concentradas son fuente de nuestra dependencia política  y de la pérdida de soberanía como país, como pueblo. El sistema agroindustrial al que sirven de soporte es el motivo de esta situación. Es la fuente del  poder de unas pocas empresas de los agronegocios y también del envenamiento sistemático de nuestra  población, de degradación de nuestro espacio vital, del envenenamiento del agua que tomamos, de que nos amontonen en las ciudades sometidos a procesos urbanizadores deshumanizantes. Ciudades  cada vez más parecidas a las reservas indígenas planificadas para los sobrevivientes de la masacre o campos de concentración de la dictadura

Será casualidad que sobre estas tierras  nadie reclama nada. Son las tierras de los Monsanto, de los Bayer, de los Singenta, de los Benetton, de los Lewis y de tantos otros como ellos. Son las tierras que ocuparan Calfucura, Namuncura, Reuque, yanquetruz, Pincen, Cayupan, Paine, Baigorrita, Catriel, Sayhueque y tantos otros caciques con su gente.  ¿Que nos dirían estos caciques si hoy nos vieran todos desparramados, divididos en partidos políticos, cinco centrales sindicales, organizaciones de productores, no se cuantas organizaciones sociales y de piqueteros  y  otras tantas de pueblos originarios?. Todos manejados a pura elección, subsidio, planes (que  se financian con la misma riqueza que nos expropian) y cuando esto no alcanza, como esbozando lo que se viene, con alguna matización de represión y palos.

El proceso histórico de acaparamiento de las tierras no tiene límites definidos hacia atrás, pero puede tenerlo hacia adelante. Pareciera que esto solo será posible si todos los afectados por este proceso, si todos los que hoy nos resistimos o queremos hacerlo, somos capaces de unimos tras el objetivo de lograrlo. Esta unidad nos necesita diversos, diferentes, mas no divididos. Nos necesita rescatando los mejor de nuestras pertenencias particulares, vengan de donde vengan, pero con a certeza que estamos en el siglo XXI que no podemos dar marcha atrás la historia, y que las necesidades de ayer de libertad, soberanía , e independencia   mantienen  vigencia absoluta pero que es necesario adecuar y ajustar las maneras de llevarlas adelante. No sé cuando una nación se puede definir como tal y a partir de esto diferenciarse de otra. Me parece que el proceso es dinámico y ajustado al proceso del conjunto, del desarrollo sociopolítico, técnico y social en el que se está inmerso. Pretender aislarse del conjunto embanderando la condición de nación diferente y transformarlo en algo excluyente de todos los demás, me parece no se condice con la dinámica a la que se hace referencia y mucho menos contribuye a la acumulación de poder que modifique la actual relación de fuerzas.

Recientes informes dan cuenta de la concentración mundial de la tierra y la riqueza en general. Quienes la concentran poco se preocupan de saber si están explotando y expropiando a tal o cual personas de tal o cual raza o religión. La Patagonia son 70.000.000 de hectáreas, ahí vivimos aproximadamente 2.000.000 de personas, la mayoría amontonadas en pueblos y ciudades, alguien puede decir o sentirse no perjudicado por el proceso de concentración que estamos viviendo. Los Bolsoneros se movieron por las tierras que les pretende apropiar Lewis, los patagónicos, los integrantes de la mayoría de aquellos  dos millones ( casi todos externos a la Patagonia) no nos tendríamos que mover por la pérdida de la Patagonia tanto al oeste como al este de la Cordillera.

Me parece que  la historia de los pueblos ocupantes de estas tierras  ya está lejos de ser patrimonio exclusivo de sus descendientes y por el contrario, es parte de ese bien común de la humanidad construido siglo tras siglo. Que la diversidad cultural y su reivindicación es motivo de todos los que pretendamos relacionarnos de otra manera entre las personas y con el entorno en pos de una vida digna, que garantice el desarrollo integral de todos sus habitantes. El ejemplo de sus luchas hay que sumarlas a los ejemplos de otras tantas luchas   Si por la razón que sea se convierte en factor de división, de debilitamiento, de obstáculo en la acumulación de fuerzas necesaria para la recuperación de la Tierra, lejos de estar enarbolando el ejemplo de lucha de tantos caciques y su gente se la está bastardeando.

Si todos los que no somos pueblos indígenas, seguimos considerando que todo lo que venga de esa vertiente es motivo de aceptación acrítica, que todo lo que venga de allí es bueno y carente de contradicciones no solo estamos falseando la historia sino que flaco favor  le hacemos a los indígenas que sí se han jugado y se juegan por sus objetivos.  Los estamos idealizando y convirtiendo en algo que no son. De alguna manera los estamos condenando a no equivocarse, a ser los dueños de la verdad, y  a que quedemos sujetos a sus decisiones.

Si  por ser descendientes de los europeos llegados en los barcos, nos hacemos cargo y sentimos culpa por lo que hicieron, no solo negamos el proceso histórico y su dinámica,  sino que nos convertimos en cómplices involuntarios del proceso que decimos estar denunciando. 

La lucha por la tierra, por una distribución y uso distinto, que garantice el buen vivir de todos o la mayoría de la población es un llamado a todos los que sientan este llamado. La historia y la cultura del pueblo mapuche tiene indudablemente como todas las demás culturas, mucho que aportar.

En su momento, los que disponían de la tierra en nuestra región Pampeana Patagónica eran los pueblos ocupantes de ese entonces, hoy no la tienen y la necesitan, tanto como todos los demás integrantes de esta sociedad que estamos afectados por su concentración y mal uso. La tierra es un bien de todos, la lucha por su recuperación, también lo es. No será posible de otra manera.

Pero no  alcanzaría  con su recuperación  si no somos capaces de revisar el uso que hacemos de ella, de nuestra relación con ella y demás seres vivos con los que compartimos el espacio. En este sentido las cosmovisiones de los distintos pueblos se constituyen en una fuente de riqueza política ideológica fundamental. La agroecologia y la visión agroecológica del mundo se nutre en estas cosmovisiones pero le  incorpora aspectos rescatables de la ciencia , tecnología  y conocimiento actual. Integra y contribuye a una la visión totalizadora del planeta como ser único y viviente en donde todos, absolutamente todos los humanos tenemos atada nuestro destino.

Indudablemente no será con Capitalismo que salgamos del atolladero en el que estamos, pero tampoco lo será con ninguna visión que no sea abarcativa del todo y de todos, con perspectivas de mediano y largo plazo,  de manera tal de que todos contribuyamos con nuestro esfuerzo a dejarles un mundo mejor a la generaciones que nos continúen y que al hacerlo, se constituya en nuestra mejor tarea en la construcción del Buen vivir que tanto estamos necesitando.


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