El lunes 14 de junio CFK durante un acto de La Plata sorprendió al citar la hermosa novela “La condición Humana” de André Malraux. Sorprendió por muchas razones: primero porque André Malraux era un intelectual en ese momento compañero de ruta del Partido Comunista Francés, que entendía entonces la lucha por la libertad como sinónimo de la lucha por la igualdad plena; segundo porque Malraux con el grado de teniente coronel otorgado por la República Española fue combatiente contra Francisco Franco, el dictador que luego eligiera Perón como anfitrión durante su largo exilio.
Pero, es cierto que la literatura logra interpelar desde lugares muchos más ricos que ciertas rigideces ideológicas. Y es bueno que la dirigente con mayor volumen político actual cite a un libro que figuraba en lo que podría denominarse la cultura política de futuros cuadros revolucionarios en sus distintas tradiciones. Si está recuperando por tradición el famoso “péndulo de Perón” que se movía de izquierda a derecha, si fue una mención táctica para interpelar a “jóvenes libertarios” o la seducción que le produjo el personaje central de esa gran novela, quilosá.
Pero es claro que tocó un tema central y al hacerlo lo puso en agenda. Parafraseando a Jorge Amado habla de “Los subterráneos de la libertad”. Aquí interesa hacer una apostilla acerca de la libertad y la dignidad, que justamente en la novela de Malraux cobran toda su dimensión.
La Condición Humana es la Historia de un proceso revolucionario real sucedido en 1927 en Shangai, impulsada por el Partido Comunista y que tiene como héroe a – en términos leninistas – un revolucionario profesional, Kyo, para quien la militancia es el sentido de su vida. Al analizar el temperamento del protagonista de la novela, se reconoce a un sujeto que está condicionado por las circunstancias pero que justamente se libera – en parte – de ese dominio por su energía y voluntad transformadora.
Y sin embargo, se sabe un hombre aprisionado por esas circunstancias que impone el capitalismo. Como a todes los de su clase les confunden las incertidumbres económicas, son devorados por la opresión social. Vivir asfixiades, amenazades porque el vivir en ese orden social no es vivir, es perdurar.
Al finalizar la década del treinta el intelectual y dirigente comunista Héctor Agosti caracterizó a Malraux como el principal exponente de la literatura del hombre prisionero. Pero no refería al prisionero de la cárcel común sino a la prisión/ opresión cotidiana del orden capitalista. La vida presa de resolver necesidades básicas… y no lograrlo. Y señalaba que no fue el nihilismo lo que alumbró a Malraux, porque sus personajes, esos seres despreciados por el sistema eran hombres de acción, militantes: sangre, nervio y dínamo del propio tiempo a transformar. Y aun siendo hombres que se nutrían de lo colectivo sin escapar de la angustia existencial, requerían momentos de introspección, de soledad, de encuentro con uno mismo.
Sucede que es esa tensión la que el hombre alienado debe afrontar y para superar su destino puede hacerlo en una salida individualista, nihilista o colectiva. El propio Malraux reflexionó sobre esa dialéctica entre la individualidad y lo colectivo: “el individuo se opone a la colectividad pero se nutre de ella. Y lo importante no es saber a qué se opone sino de qué se nutre”. Es en esa búsqueda, en esa turbulencia, en ese mundo del hombre escindido, en el cual las necesidades inmediatas trituran, las luchas por el pan devoran la salud y la vida. Y marcado por esas luchas de clase el héroe debe re –unir, re-ligar a sus hermanes con la vida plena, con la revolución social. Como escribió Alejo Carpentier: “Hablar de revoluciones, imaginar revoluciones, situarse mentalmente en el seno de una revolución, es hacerse un poco dueño del mundo”. Por eso la revolución, la abolición de las penurias cotidianas es el encuentro con la sagrada libertad.
Pero la libertad no es una noción abstracta en el terreno de las relaciones sociales entre les seres humanos, está determinada por condiciones sociales objetivas.
“Con democracia se come, se cura y se educa” señaló el ahora tan valorado ex presidente Raúl Alfonsín en la campaña electoral de 1983. Y en aquel año democracia era sinónimo de libertad. De libertad como conquista de la burguesía a fines del siglo XVIII: libertad de conciencia, de palabra, de movimiento…
Hoy es necesario repensar ese debate pendiente ¿Qué es la democracia “realmente existente”? ¿Para quienes?
Es hora de retomar la vieja distinción de democracia formal o sustantiva, dejada de lado durante la expectativa de los ochenta que considero a la democracia como una, “sin adjetivos”: era en sí y procedimental. La primera refiere a procedimientos, mecanismos que garanticen el derecho de elegir y ser elegido; la segunda tiene dos aristas: protagonismo popular en la toma de decisiones (nada de eso del artículo 22 de la constitución de que el pueblo solo gobierna a través de sus representantes) y sobre todo la garantía de la igualdad, no solo jurídica, y de igualdad ante la ley (como refieren las constituciones liberales) sino, también y principalmente igualdad social y económica.
Porque uno podría preguntarse sobre qué grado de libertad que tiene ese 48 % de nuestro pueblo que vive debajo de la línea de pobreza después de 37 años de democracia. Ese es el último dato del Indec, un año atrás, en el lejano abril de 2020 era de 35 %; y más del 45% de la población que poseía trabajo lo era “informal”. Preciso: decían que eran – en aquel lejano abril – 7 millones de trabajadores “en negro” (eufemismo de ilegal?), sin obra social…
Decían los diarios de abril de 2020 que luego de 36 años gobernando el pueblo a través de sus representantes había más de 320.000 hogares precarios en donde vivían 2 millones de personas, en situación de hacinamiento (3 personas por cuarto), según datos proyectados a todo el país urbano – sin zonas rurales. Además, había 1.800.000 hogares en donde viven más de 6 millones de personas que no poseían saneamiento básico. Decían también que el 10% no accedía a las red pública de agua corriente, el 30% no disponía de gas en red; y el 29% carecía de conexión a las redes cloacales.
Por contraste, Claudio Lozano informa que el impuesto al consumo – el que afecta a los de abajo – representa el 66% de la recaudación, en tanto que el de ganancias y patrimonio, solo el 30%. A su vez en Argentina son 114 mil personas que tienen más de un millón de dólares pero “registrados” – para tributar por eso – son solamente 32 mil….
Justo es repreguntarse sobre el contenido de la democracia para saber de qué hablamos cuando mencionamos la sagrada palabra libertad, después de 37 años de democracia
Retomado el libro de Malraux: en una escena de “La condición humana” cuando Kyo sufre el interrogatorio policial se produce el siguiente diálogo:
“- Me han dicho que es usted comunista por dignidad. ¿Es cierto?
Kyo, no comprendió al principio.
- ¿Le interesa eso a usted, realmente? – preguntó.
- Más de lo que usted pudiera creer.
No había amenaza en la entonación, sino en la frase.
Kyo respondió:
- Creo que el comunismo proporcionará la dignidad posible a aquellos con quienes combato. Los que están contra él, en todo caso, les obligan a no tenerla, a menos que posean una sabiduría, tan rara en ellos, como en los otros; más quizá, precisamente porque son pobres, y porque su trabajo los separa de la vida…
- ¿A qué llama usted dignidad? Eso no quiere decir nada…
- -A lo contrario de la humillación – dijo Kyo – Cuando se viene de donde yo vengo, eso quiere decir algo”.
Es que la libertad, la dignidad deben ser palabras que aparte de forma tengan sustancia – como para Kyo –, deben ser acompañadas por la lucha por la igualdad social plena como escribían los comunistas italianos al irrumpir el capitalismo tal cual es en plena pandemia: trabajar menos, trabajar todos, producir lo necesario, distribuirlo todo.
Marx, el referente ideológico de Kyo (figura inspirada en Chu en Lai para algunes estudiosos), pretendía abolir – con la propiedad privada – el intercambio de mercancías de la esfera económica para que la producción esté destinada a producir valores de uso y no a la búsqueda de la ganancia y de esa forma “desmercantilizar” la personalidad humana. Y para él la producción de bienes equivalía a autorrealización en dónde es tan importante producir sillas, puentes, como saborear una comida o escuchar música.
En su acción militante Kyo conquistaba su primera libertad, su universalidad como ser humano genérico. Tal vez si hubiese sido poeta, hubiese escrito como Neruda: “Creo que los que hicieron tantas cosas/ deben ser dueños de todas las cosas. Y los que hacen el pan deben comer!/ Y deben tener luz los de la mina! /Basta ya de encadenados grises!/ Basta de pálidos desaparecidos!/ Ni un hombre más que pase sin que reine./ Ni una sola mujer sin su diadema.”
Marxengelsianamente se puede afirmar que la humanidad recién con la revolución social logrará dar el “paso del reino de la necesidad al reino de la libertad”.
Que CFK haya recuperado el debate sobre la libertad y entonces sobre la necesidad de una democracia sustantiva es bueno. Y pensarlo de la mano de Kyo mejor. Sería bueno que a pesar de esos Frentes electorales “atrapa todo”, que han naturalizado e internalizado como propia a la democracia formal/procedimental e incluso “marketinera” pueda darle continuidad a tamaño debate. Mirar los actores, su historia, sus gobiernos amerita la duda. Ojalá.
Fuente: https://contrahegemoniaweb.com.ar/2021/06/20/cristina-la-libertad-y-malraux-la-condicion-humana/